pelánganos

sábado, 17 enero 2009. Ni siquiera en el sueño tengo claro si estoy en un bar o en el vagón de un tren. Hay una mesa larga y unos metros más allá veo a Odila. Su abuela está sentada a mi lado. Le digo que su nieta está muy guapa. Dice que acaba de regresar de Miami. Pienso que no tiene ni idea porque de donde ha vuelto es de Barcelona. Pienso también que desde que vive allí viste mucho mejor. Odila lleva unas medias con dos rayas verticales a los lados de las piernas y unos zapatos de cordones preciosos. Recuerdo cuando niña siempre decía que no le gustaban sus "pelánganos". Ahora, pienso, tiene un pelo precioso. Quiero acercarme a saludarla, pero un tipo que hay a mi lado me tiene agarrada del brazo y me cuenta que ha hecho películas porno. Le digo que no me lo cuente. Dice que ahora o nunca, y que si voy a una tienda y veo su cara en las carátulas, no me enfade con él. Cuando intenta explicarme si es porno gay, le grito que me deje en paz y salgo del vagón. La calle está sucia como si hubiera habido una fiesta. Hay borrachos en los escalones. No sé bien dónde voy ni reconozco la ciudad. Un perro blanco se me acerca. Hago un gesto para retirarlo de mi camino y lo lanzo sin querer hacia un balcón. En el balcón se ha convertido en dos perros idénticos más pequeños. Al fondo de la calle veo luces y una indicación que dice "Calle de la feria". Sigo sin saber dónde estoy y pienso que tengo que darme prisa o perderé el tren.