cicatriz y gorila pequeño

miércoles, 28 enero 2009. Curioseo una casa antigua y destartalada. Encuentro un pasillo estrecho, las paredes están cubiertas de trozos de cristal. Al intentar atravesarlo uno se me clava en el brazo izquierdo. Parto el cristal como lo haría un herido de flecha. Tengo una hilera vertical de esquirlas a la altura del hombro. Me las voy sacando una a una. Al hacer un montón con ellas sobre la mesa, me acuerdo de un personaje de Chivite. Como en una película veo una escena en la que ella, de niña, se clava un cristal. Nunca pudieron sacárselo. Debe de tener una cicatriz horrible, pienso. Cuando voy a limpiarme la herida ya está cerrada y tiene el aspecto de cinco caracteres chinos.
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Encuentro a Héctor y Eliezer en un aeropuerto. Han comprado cómics de Liniers. Llevan algunos tomos repetidos. La dependienta dice que donde mejor se leen es en el suelo y nos señala una zona enmoquetada. Eliezer dice que Alberto acaba de llegar y me está buscando. Héctor saca ropa de una maleta y me disfraza para que no pueda reconocerme. Salgo de todos modos y corro tras él. El suelo se va convirtiendo en una pelota de pelo cada vez más grande que no me deja avanzar.
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Mi hermana abre la puerta sin mirar antes quién es. Una cría de gorila con las uñas muy afiladas me persigue por toda la casa. Intento refugiarme en el dormitorio de mis padres y pedir ayuda por teléfono. El teléfono no funciona y el gorila ha conseguido entrar. Cuando lo tengo encima me defiendo golpeándolo con unos zapatos de mi padre que he encontrado bajo la cama.