comida y más comida

sábado, 2 enero 2010. Carlos llega a casa. Lleva las manos en los bolsillos de la sudadera y la capucha puesta. Le pregunto si quiere comer algo. Sin decir nada se sienta a la mesa. Le sirvo un plato de algo que parece puré. Sabe a arenas movedizas, dice a la primera cucharada.
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En la cocina de la casa de mi suegra hay mucha gente mirando una tele pequeña. Un tipo, que parece italiano, me dice que debería servir la cena. Dice que ha traído pasta. Saca un tupper del armario con restos de macarrones mezclados con espaguetis. Me habla de los distintos platos que pueden hacerse con calabaza. Mi suegro, que murió hace años, entra en la cocina. Espero que haya postre, dice.
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Parece un cine, pero cuando las luces se encienden es una tienda de productos exóticos. Pueden tomar lo que quieran, sobre todo café porque no nos ha costado nada, dice una chica. Todos lo que están allí se lanzan comer como si estuvieran hambrientos. Me pregunta por qué no como nada. No sé qué decir.
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Intento ordenar el dormitorio de mi hermana. Mi padre abre la puerta y me dice que ha llegado Andrés. Viene con mi prima Elisa y su hijo Darío. Me sorprende que Darío ya no tenga el pelo rizado. Sin embargo, Andrés, luce una melena afro hasta los hombros. Me ayudan a hacer la cama y a doblar ropa. Después, Andrés saca unos pastelitos japoneses muy pequeños. Dice que los ha hecho su madre para mí.