palomitas

miércoles, 8 julio 2009. Alberto cena en el hall de un cine. Me acerco al hombre que vende palomitas, me cuenta que van a cerrar, que no sabe de qué va a vivir porque lleva 30 años haciendo lo mismo y no sabe hacer otra cosa. Sólo sé hacer palomitas, dice. Y me ofrece un vaso con jarabe y palomitas flotando en la superficie. Me da mucho asco, pero me como algunas para no despreciárselas. Cuando vuelvo a la mesa, Alberto no está. Voy a la barra a pagar la cuenta. La camarera me pregunta por un reloj. ¿Dónde te has comprado el reloj que llevabas el otro día?, dice. No sé de qué me habla, le digo que jamás uso reloj. Como insiste, le digo que lo compré en un kiosco, que era de plástico. Cuando vuelvo a la mesa, Alberto está cenando otra vez. Dice que olvidó que ya había cenado y ha vuelto a pedir comida. La camarera lo oye, le quita el plato y lo tira a la basura. Busco al hombre de las palomitas para despedirme, pero me dicen que ha muerto.