zumo de poeta y departamento astucia

domingo, 4 abril 2010. Hay grandes colas para entrar en un supermercado. La gente me arrastra hacia adentro. Le pregunto a una chica, que lleva un bebé en brazos, a qué viene tanto revuelo. Es por los zumos, han sacado nuevos sabores, dice. Me da a probar un poco en un tapón. Mandarina, le digo. La chica sonríe satisfecha. En una estantería hay sabor Vics vapor-up y sabor Poeta Góngora. En un panel explican con dibujos cómo los consiguen. Para Poeta Góngora inyectaron serrín a una polilla.
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Entro en un autobús, sólo queda un asiento al fondo. Veo a Blanco, no me reconoce, va haciendo fotos de los pasajeros. Todos van vestidos de negro. Parece una excursión de colegio. Intento leer, pero el libro que llevo en el bolso es una agenda. Antonio Soler se sienta a mi lado, quiere que se la dedique. Es sólo una agenda, le digo. Mejor. Escribo algo parecido a un poema en la primera página mientras él me habla de mi madre. Un chico se nos acerca, pregunta si iremos con ellos hasta La habana o nos bajaremos antes. Le digo que yo ya he estado y mejor me bajo. Soler envuelve la agenda en un papel de seda y desaparece.
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Parece un decorado para una película expresionista, pero en colores pastel. Esos colores lo hacen aún más siniestro, parece que quiera confundirnos. Las casas están mal colocadas, las calles no son rectas, las ventanas son cuadros con marcos en forma de trapecio, ninguno es cuadrado ni rectangular. Cada casa tiene un nombre. Nombres raros como Ojo de Buey, Taberna Dolores, Departamento Astucia, Jardín de Infancia Oblicuo. Todos los letreros están escritos en alemán. Busco Primera Casa, un hospital. Dentro no es más que una nave llena de camas metálicas. En la primera está mi suegra muy sonriente. Cuando mes ve se levanta. Puedo agacharme y ponerme sola las zapatillas, dice.