indigente

viernes, 24 agosto 2018. Alberto aparca cerca de nuestra antigua casa. Dice que dará una vuelta mientras me cambio. Llevo pijama y botas de agua. Entro en un restaurante-papelería. Como no hay mesa libre, abro una de playa y una silla plegable que llevo bajo el brazo. Dejo varias bolsas y busco algo para ponerme. No encuentro nada, sólo pañuelos de gasa que no son míos. Decido ir a nuestra antigua casa a cambiarme. Intento ir por calles secundarias para que nadie me vea porque voy medio desnuda. Vuelvo a buscar y encuentro una camiseta de Alberto. Me visto a escondidas a la entrada de un garaje. Una chica, que se supone que me conoce, me da ánimos, dice que vendrán tiempos mejores. Supongo que me ha pensado que soy una indigente. No me extraña. Intento darle explicaciones. Al llegar a la calle principal, no es Salitre, es Fernando el Católico. No sé cómo me he alejado tanto. Están en obras. Dudo si dar toda la vuelta o cruzar por encima del cemento recién puesto. El cemento. Entro en un restaurante que han montado, sólo para los albañiles, en una peluquería. Me siento en un taburete. He olvidado dónde iba y qué tenía que hacer.