pamela

sábado, 8 diciembre 2018. Subo una rampa de piedra, cada vez se empina más, debo agarrarme con las uñas para no caer. En la cima hay un arco también de piedra. Toda una familia de indios me recibe. ¡Balcón de Europa!, dicen muy contentos. Les explico que el Balcón de Europa está en Nerja. La madre señala con el dedo el arco. Yo señaló hacia el este. ¿Lejos? 50 kilómetros. La decepción en sus caras. Los dejo atrás y entró en una iglesia. Mi madre está sentada en el altar con la espalda pegada a la pared. Pienso si se habrá perdido. Llega un tipo vestido de cocinero. Si buscas las piruletas quizá se hayan derretido, le digo señalando a mi madre que las ha usado como cojín. Estamos en casa, dejo a mi madre en el sofá con la estufa puesta y me pruebo una pamela blanca calada (en realidad es una tapa de cubo de basura). Mi tía dice que si voy así a la boda dejaré en mal lugar a toda la familia. Eso pretendo, respondo. Miro el reloj, pienso que llego tarde a clase (aunque es de noche). Al llegar al portal saludo a unas vecinas. Mientras me alejo hacia Económicas oigo a mi madre decirles a través del telefonillo que me digan que he olvidado la pamela. Nadie me dice nada.