el langostino gigante y la chica del armario

domingo, 13 febrero 2022. Estoy en un restaurante con algunas personas que no conozco. me dicen que es un sitio famoso por los enormes platos que sirven, pero llevamos allí un buen rato y nadie nos sirve nada. Llega Fernando y se sienta a mi lado. Menuda sorpresa. Ya sé que habíamos quedado la semana que viene en Estella, como no podré ir he venido ahora, dice. Me recomienda varios sitios que debo visitar y yo le enseño a silbar sin tener que soltar aire. El camarero sirve a uno de los comensales (precisamente al que se ha levantado para ir al servicio) un langostino del tamaño de un niño de cuatro años. Lo deposita en la mesa con cuidado, como si estuviera dormido y no quisiera despertarlo. En ese momento llega Alberto y se sienta en la silla vacía. Justo lo que quería, dice. Nadie le dice que no era para él.
+
Llego a un apartamento enmoquetado de naranja (suelo y paredes). A pesar de los poquísimos muebles que hay resulta muy acogedor. Me recuerda a los decorados de David Lynch. Oigo roncar a alguien, camino muy despacio por un pasillo también enmoquetado. En el dormitorio, un chico muy parecido a John Stamos duerme a pierna suelta. Al fondo hay un armario empotrado con una d las puertas abiertas. Dentro, en una de las baldas (como hace Doraemon en el armario de Nobita) está durmiendo una chica. Vuelvo sobre mis pasos para no despertarlos, pero el chico se levanta del un salto, viene hacia mí, se disculpa (en inglés), dice que no es lo que parece, que es su hermana que ha venido a visitarlo. Le digo (en inglés) que no se preocupe, que no pasa nada. El chico me abraza y me da besos de agradecimiento. Le digo que he ido a verlo porque he perdido un trozo de piel del dedo índice. aparece la chica del armario. Se sienta obscenamente en una butaca y, con unas pinzas, saca el trocito de piel que me falta de entre sus pechos. ¿Quieres más?, dice y saca otro trocito de sus bragas.