tres habitaciones rectangulares

jueves, 3 febrero 2022. Habitación rectangular pequeña y desordenada. Mi tía Encarna me cuenta que está embarazada. Le digo que es imposible. M enseña una cartulina, la abro, efectivamente hay unas vitaminas apuntadas y una tabla con las horas en que tiene que tomarlas. ¿Vas a tenerlo? Claro. ¡Pero a qué médico has ido!, ¡cómo te deja tener un hijo a los 91 años! Todavía no los he cumplido, me quedan once días. ¿A ti qué te parece?, pregunto a un niño de unos cuatro años que corretea por la habitación. El niño se esconde detrás de una lavadora que hay junto a la ventana que da al tendedero. Va a llover, voy a recoger la ropa, les digo.
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Otra habitación rectangular con unas mesitas que parecen pupitres a cada lado. Alberto y yo entramos. En un pupitre come su madre, otro su abuela. Su madre tiene delante un plato enorme de arroz con lo que parecen tres burritos con demasiado relleno. Al vernos, se los mete a la vez en la boca. El relleno se sale por todas partes, se mancha la ropa. Ya estamos con las prisas, le dice Alberto y se va. Le digo flojito que no tenga prisa, que coman tranquilas que hay tiempo de sobra. Ni caso.
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Estoy en otra habitación rectangular. Hay sillas colocadas alrededor. Se supone que ha habido una lectura de poemas. Nadie se atreve a comentar nada. Un señora bajita (la invitada, se supone) entra a todo correr. antes de que le digamos lo bien que ha leído, agarra del brazo a otra señora y se la lleva. Todos se quedan pasmados, pero nadie dice nada. Creo que perdían el autobús, digo al fin. Todos se levantan y pasan a otra habitación rectangular conde hay una mesa con canapés. Critican los malos modos de la poeta. Miro la hora. ¿De verdad son las doce?, ¡ahora entiendo su prisa!, les digo ya salgo corriendo. Mientras corro por las calles voy leyendo los nombres y no me suena ninguno. Busco en el móvil cómo llegar a casa desde mi ubicación. El móvil dice que estoy en Puente Genil. Llego a plantearme si volver hasta casa corriendo, pero veo frente a mí una estación de metro. Una chica me ayuda a comprar billetes. Dime tu nombre y tu fecha de nacimiento. Se lo digo. Lástima, sólo pueden viajar personas que hayan nacido en 1963, ¡por un año!, dice.