mi querido bill

martes, 7 octubre 2025. Estoy en una azotea. Hay un grupo charlando. No participo. Un tipo me pregunta si no me aburro. Le hago un resumen: él practica gallego con su hermano porque va a prepararse unas oposiciones, la luz sobre el pelo de la chica es preciosa y ahí han puesto columpios (sobre otra azotea). Se asombra de que me haya fijado en todo eso porque parecía estar en otro mundo, dice. Dos de ellos se suben al muro. Les digo que tengan cuidado. Uno de ellos es el actor Bill Nighy. Hace el tonto y cae delante de nosotros. Le pregunto si puede mover los pies y las manos, si le duele algo. Dice que nada y se ríe. Mantiene su elegancia innata. Nos vamos a urgencias, le digo. Uno dice que va a por el coche. Yo cargo con Nighy. Al llegar a la calle no hay nadie (parece Londres). Entro a buscar ayuda en un museo, pero es un laberinto. Le digo a dos visitantes que me ayuden, pero hacen que no me entienden (a pesar de hablar español) y se escabuyen. A estas alturas Nighy está completamente inconsciente, me pesa cada vez más, se me cae hacia atrás. Me asomo a una ventana y grito ¡Help! muchas veces seguidas, pero nadie me hace caso.