siete

martes, 7 abril 2009. Salgo a una terraza que se convierte en un descampado. Miro al suelo por si me gusta alguna piedra. Hay un charco enorme que se convierte en un lago pequeño. Al fondo algo brilla en tonos rosados. Cuando me fijo es la cara de una niña atrapada en el fondo. Grito, pero no me sale la voz. La niña soy yo con siete años.