cervezas

jueves, 19 noviembre 2009. Dos chicos, que parecen rusos, meten muebles en una furgoneta. Una chica que va conmigo se enfrenta a uno de ellos, lo insulta. Un momento después le ofrece una cerveza. Yo subo a casa. La chica vuelve llorosa, dice que han vuelto a discutir y que al final no nos llevan con ellos. Suena el teléfono, es el chico ruso pidiéndole perdón.
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Alguien me pasa un papel arrancado de una libreta, donde alguien ha escrito que mi primo Francesco ha muerto.
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Alberto se prueba unos zapatos que no pegan nada. Le digo que en la planta de arriba hay unos preciosos. Por la planta de arriba cruza un río. Me recuerda a Florencia. Alberto dice que prefiere caminar a comprarse unos zapatos. Desaparece. Me siento junto al puente, en el suelo, y me cubro la cabeza con un periódico porque me molesta el sol. Me siento a esperar. Después de mucho tiempo, me levanto y miro a mi alrededor. Alberto está a mi lado tomando una cerveza. No sé desde cuándo lleva allí, me enfado muchísimo. Dice que no me ha dicho nada porque no me ha reconocido.