madre mía

lunes, 9 noviembre 2009. Después de tapizar varios sofás escondiendo en su interior unos sobres amarillos, salimos de una nave en el puerto. Todavía no ha amanecido. Una chica muy demacrada se me acerca, la cojo del brazo para ayudarla a caminar. Con las primeras luces veo que es Penélope Cruz. Con lo que yo he sido, dice. Le digo que está mucho más guapa sin maquillar, que no se preocupe por nada, porque un amigo nos va a llevar a casa. En la explanada del parking el poeta Alberto Tesán nos espera apoyado en su coche. Mira, parece un anuncio de perfume, le digo a Cruz. No consigo que se ría. Tesán se quita la camisa y dice que nos sentemos detrás para poder mirarnos las piernas. Efectivamente, al entrar, las faldas se nos suben. Madre mía, madre mía, dice Tesán.
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Mis tías cuchichean. Dicen que estoy desperdiciando la juventud por no maquillarme. Saco del armario una caja de zapatos llena de cajitas de sombra de ojos. Uso una morada en los párpados y un lápiz negro. Parezco un cuadro de Van Dongen. No me atrevo a salir.