novios y siameses

miércoles, 5 abril 2010. Alberto está en la cama, despierto, muy quieto, mirando al techo. Le pregunto qué hace. Dice que vigila que nadie vea el vestido de novia de una amiga que se casa. No veo el vestido por ninguna parte. Sospecho que un bulto que hay a su lado, dentro de la cama, sea el vestido. Tiro de la sábana y ahí está, hecho una bola. Lo me metido ahí para que no se arrugue, dice.
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Una familia asfalta una calle con sus propias manos. Van vestidos de fiesta y no parece que teman mancharse. Incluso cantan al unísono felices mientras trabajan. Alguien me dice que tienen que darse prisa porque el coche con los novios está a punto de llegar.
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Paso las páginas cortadas de un suplemento dominical. El reportaje habla de un hombre que ha descubierto una isla donde sólo hay enterrados esqueletos de siameses. En una foto se ve a una pareja de siameses unidos por la mandíbula, llevan coronas de margaritas sobre la frente. Esa imagen me produce un miedo espantoso. Tiro las páginas al suelo y me alejo por temor a encontrar el esqueleto de alguien conocido.