cristales

viernes, 25 noviembre 2011. Estoy delante del ordenador, tengo que escribir algo, pero no puedo concentrarme porque el vecino hace ruido con un martillo. Además suena el teléfono y alguien llama a la puerta, a la vez. No hago caso. Intento concentrarme, pero el ordenador no funciona, sólo aparecen páginas en color azul. Busco mi vieja máquina de escribir y me pongo a teclear con prisa. Noto que los dedos me duelen y me sangran. Me fijo en que cada tecla lleva encima una capa de cemento con cristales rotos y puntiagudos. Me recuerda a una tapia que había al lado de la casa de mi abuela, me paso la mano por la cara para detener ese pensamiento y ponerme a trabajar, pero la sangre de las manos se me mete en los ojos y no veo nada.