col

viernes, 22 noviembre 2019. Estamos en una sala de exposiciones muy grande y muy blanca. Una chica posa desnuda sobre un caballo. Se supone que después me toca a mí posar. Pienso que lo único que me incordia es que hagan fotos y me saquen desnuda en el periódico. Mientras le doy vueltas al tema un chico nos pregunta si queremos ver una exhibición de cuchillos. Alberto parece entusiasmado. Pasamos por unos pasillos con vitrinas donde se expone menaje de cocina. Llegamos a un salón de actos y buscamos un sitio libre. Mi asiento está lleno de cáscaras de pipas todavía húmedas. Las aparto con la manga del jersey. Alberto se teme lo peor: no será un espectáculo de circo sino de cocina. El salón de actos se convierte en una explanada al aire libre con un escenario en el centro. Un chico está desnudo y saluda al público que aplaude entusiasmado. Parece un telepredicador. Todos quieren que ser los elegidos. Se va acercando a algunos y les pide lo que hayan llevado (unos llevan cacerolas, otros verduras, otros fruta). Alberto, no sé de dónde la ha sacado, lleva una col. Yo no llevo nada. El chico se para delante de nosotros. Toma la col de Alberto y me pregunta por qué no he llevado nada. Lo dice todo de muy buen rollo, como sabiendo que es un programa que está siendo grabado. Yo no me fío un pelo. Ya que no has traído nada cuéntanos tu historia, dice. Señalo a Alberto. Alberto le habla de su tío de Birmingham. El chico, pasando del tema, dice que hará un documental con lo que cocinemos ese día. El público enloquece y aplaude.