escala oxidada y hombre tosco

viernes, 7 febrero 2020. Se supone que estoy en Bilbao (aunque no se parece en nada). He llegado en tren. Mientras paseo, pienso que no sé por qué no lo hago más veces (como si estuviera a media hora de casa). Para pasar de la estación a la ciudad hay dos caminos, uno cruzando una autovía inmensa y un barrio muy peligroso y otro bajando por una escala de hierro muy oxidada. Escalas hay cuatro y están en un hueco cuadrado en mitad de la calle. Están cubiertas de plantas trepadoras. Una madre y un hijo intentan bajar, temo que caigan. Le pregunto si está segura, si no prefiere que vayamos juntas por la autovía. nada de eso, dice. Cruzo y llego a una zona de naves y charcos de grasa. Una especie de banda me observa (están apoyados en un muro, sin hacer nada). Cuando paso discuten, se empujan. Aprovecho para escabullirme. Entro en una especie de hotel con un acuario. A simple vista parece lujoso, pero si uno se fija todo es muy cutre. Unos niños ensayan un baile. Uno de ellos dice que todavía tienen grabada mi actuación. No sé de qué me habla. En una pantalla enorme aparece una grabación donde bailo con una falda flamenca. Me muero de vergüenza. Pienso en cómo largarme de allí y en que no volveré a Bilbao.
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Se supone que un tipo (grande y tosco, mal afeitado) nos ha alquilado un piso (aunque estamos en el dormitorio de mis padres). Alberto hace agujeros con el guarrito para colgar algunos cuadros. Por hablar de algo, le digo que hacerle agujeros a una pared me duele tanto como si me hicieran un agujero en la oreja, que menos mal que me los hicieron de niña porque ahora no sería capaz. Veo que él lleva un arito y se lo señalo. Este me lo hice con quince años, cuando me fui de casa, dice. ¿Y dónde vive un niño de quince años cuando se va de casa? Dormía en la playa de la Misericordia. De repente me da mucha pena y me entran ganas de abrazarlo. No le digo nada. Pienso que de todos modos le ha ido bien, ya que ahora nos alquila un piso. Alberto termina con los agujeros y cuelga, lo que parece, una hoja de calendario de taco donde aparece un santo con una bandera sudista. ¿La reconoces?, me pregunta el hombre tosco. Hasta ahí llegamos, le digo.