ese

sábado, 11 octubre 2025. Veo una película donde instruyen militarmente a unos niños. Todos van uniformados, hasta un bebé de menos de un año. Desfilan hasta salir de la pantalla. Me aburro y salgo al jardín. Se supone que es la casa de Mesa Toré. Están metiendo tomates en cajas. Las cajas tienen la tapa transparente. Le pregunto qué va a hacer con ellos. Tirarlos. Abro una caja y son tomates cortados a gajos flotando en agua. Pruebo uno y no sabe a nada. Le digo que yo me encargo de reciclarlos, que los tomates irían a un contenedor y las cajas, al ser mixtas, a dos distintos. Un tipo alto llega y me pregunta cómo fue eso de traducir a una poeta francesa. Se lo cuento y les doy a cada uno un pliego de poemas. De repente Mesa Toré se enfada muchísimo, dice que me he referido a él como "ese". No recuerdo haberlo hecho, pero le pido disculpas. Hay confianza, dice el tipo alto, no vamos a nombrarte con nombre y apellidos cada vez que hablamos. Nada, desaparece ofendidísimo. Le digo al tipo alto que me voy a mi casa, que no soporto más que tiren comida y ver a tantos niños desfilando. El tipo intenta retenerme enseñándome una escultura de latón. Le da golpecitos con el pie para que resuene. ¿Quieres que te enseñe mi colección de postales?, por que no sé si lo sabes, pero más que escribir lo que me gusta es la pintura. Dice que no quiere verlas y se tumba en una hamaca.
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Se supone que estoy en un hostal. Me cepillo los dientes. Cuando voy a escupir mi tía está desmontando el lavabo. Intenta recolocarlo, lo pone del revés y lo cambia varias veces de posición porque no atina. No quiero mantener más tiempo el agua sucia en la boca y la escupo por el balcón. Protestan desde la calle. ¡Yo sé quién ha sido!, oigo gritar. Pienso que ya no podré salir de esa habitación nunca más.