abrazos

viernes, 25 abril 2008. Bajo calle Cristo como una sonámbula. Llevo una revista en la mano, que según me acerco a casa de mis padres, se me va rompiendo en las manos. Cuando llego a casa y se la doy a mi hermana, no queda nada.
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Bajo calle Fernando el católico en el asiento de atrás de un coche, que no lleva conductor. Veo a Marcos andando por la acera y lo saludo. Le hago señas para que me espere. Intento parar el coche con el freno de mano. Salto al asiento delantero, freno y aparco justo cuando el semáforo se pone en rojo. Paquito sale de su casa con una bata de chica celeste. Vaya pintas llevas, le digo. Él se apoya en el muro y se echa a llorar. Mi prima Elisa aparece con un cajón lleno de ropa de bebé y se lo da a su madre, que está dentro de otro cajón rodeada de golosinas. Las dos están muy contentas. ¡Sorpresa!, oigo a mis espaldas. Al volverme veo a mi abuela. Nos abrazamos y nos repetimos un millón de veces cuánto nos queremos.
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Una pareja de ancianas tienen una cocinera rusa que no habla su idioma. La comida está buenísima, le dicen con gestos. La chica rusa entiende que no sabe cocinar, entra en la cocina, rompe todo lo que encuentra a su paso. Agarra un cuchillo enorme y destroza unas tartas gigantes. Después sube al piso donde tiene su dormitorio y corta por la mitad a su marido y a su hija. Después corre al último piso, donde hay un montón de bolsas de papel. Se lanza al vacío, pero cae sobre más bolsas. Me asomo a ese vacío y descubro una imprenta clandestina. El local está lleno de maletas viejas con revistas y libros antiguos. Veo trabajar a un centenar de mujeres, ordenando y encuadernando papeles. Ni rastro de la chica rusa.
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Estoy en La chancla tomando café. Veo a Jurdi pagando al camarero en una mesa cercana. Me acerco a saludarlo. Parece que hace mucho que no nos vemos. Estás muy guapa, me dice. El otro día vi a tu hermano, le digo refiriéndome al sueño anterior donde veía a Marcos por la calle. No dice nada. Nos abrazamos.