el hotel de las duchas rotas

lunes, 14 mayo 2018. No sé dónde estoy. A ratos parece un hotel y a ratos un edificio en obras. Voy a las dichas, pero a unas les falta la propia ducha, a otras el agua ya otras todo. Además, unos albañiles no dejan de entrar y salir. Salgo a la calle. Todavía no ha amanecido. Me siento feliz mientras camino por calles vacías. Aparece un cubo con abrigo largo y muleta. Me amenaza. Me fijo en que yo llevo un brazo escayolado. Le advierto que mi manejo de la escayola es legendario. Me echo a reír cuando me oigo decir legendario. No sé volver al hotel de las duchas rotas. Le pregunto a una chica que a su vez me pregunta si me gusta la ciudad. Le digo que sí. Se burla de mí, dice que es la ciudad más fea y aburrida del mundo.
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Tengo que comprar regalos para toda la familia. Pienso que los regalos son un invento estúpido y esta vez regalaré cosas prácticas. Busco unas toallas para mi madre. Alguien me dice que están al fondo de la tienda. La tienda está muy desordenada. Al fondo hay una habitación vacía con un armario empotrado. Dentro hay moldes de silicona para hacer cubitos y especieros de plástico.