perro perdido

lunes, 21 mayo 2018. Una chica me pregunta si un perro de lanas que lleva con ella es mío. No me gustan los perros, respondo. El perro me mira con cara de pena. Decido ayudarla a encontrar a sus dueños. Cuando vamos a preguntar en una heladería, el perro nos dice que lo ataron a la puerta de un estanco.
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Necesito comprar urgentemente una libreta y un lápiz. No encuentro ninguna con las páginas en blanco, todas tienen cuadrícula o rayas. Veo a un montón de gente que baja por un camino estrecho hacia la playa. La playa está cubierta de nieve y todo el que pasa se hunde hasta las rodillas. Llegamos a un restaurante. Dos chicas montan una mesa sólo para mí delante de las puertas de los servicios. Ir y venir de gente, mal olor y ruido de cisternas. Subo al comedor. Hay una mesa enorme preparada. Por una parte no quisiera cenar con toda esa gente a la que no conozco, pero por otra me sienta mal que me hayan sentado sola. Los comensales se arremolinan para escuchar a alguien que se ha puesto a leer poemas. Reconozco los poemas. No son así y además pronuncian mal los nombres de los autores. No digo nada. Me escabullo como puedo.