asador

domingo, 1 septiembre 2019. Mi madre ha encargado un pollo asado y voy a recogerlo. Me acerco al mostrador donde hay una niña (parecida a la de la última película de Tarantino) que me dice en un susurró que la ayude a configurar su nuevo móvil. Mientras, veo cómo preparan mi pedido: las patatas son congeladas. No sé si decirle que no me las ponga. Alguien se pone detrás de mí. Es Aramburu. No dice nada. Saca un papel y con una seña me indica que le diga dónde hay una clínica. ¿Estás enfermo? No dice nada. Mientras la chica corta patatas congeladas en cuatro y las echa a la sartén. Tan grandes no van a freírse nunca, pienso.