público

domingo, 8 marzo 2020. Parece un bar. Estoy a la mesa con mi tía Paqui y mi tío Juan (que murieron). Llega mi sobrino Abel. Todo es muy blanco (paredes, mesa, luz) y estamos muy callados. Pienso que han "vuelto" por un rato para conocer a su nieto. Les cuento lo divertido e inteligente que es. Nadie nos sirve nada. Solo hablamos, todos con la misma postura: muy rectos con las palmas de las manos sobre el mantel de papel. Mi tía parece muy feliz.
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Oeste tiene que inaugurar un acto. Habla desde un salón. Yo estoy en el jardín. Han abierto un toldo que no me permite ver ni oír nada. Intento bajar, pero la escalera está llena de periodistas con enormes cámaras que me impiden el paso. Temo que se vaya y no poder saludarlo de lejos siquiera.
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Estoy en la casa de mis padres. Al correr la cortina veo que en todas las terrazas hay un montón de personas mirando hacia nuestra casa. Hay tanta gente que algunos están sentados en el suelo y les cuelgan las piernas. Pienso que alguien habrá colocado una pantalla en nuestra fachada y están viendo un partido, o algo así. Se les ve muy felices. Algunos llevan traje y corbata. En un momento determinado todos brindan con copas altas de champán. Y desaparecen. En las terrazas solo quedan camisas y corbatas amontonadas en el suelo.