sillones

viernes, 29 abril 2022. Alguien ha tirado unos sillones de madera. Están en las zonas comunes de unos apartamentos, junto a la piscina. Le digo a Alberto que dos ellos están nuevos, que nos vendrían muy bien para la terraza. Alberto se sienta en uno de ellos y dice que cuantas menos cosas se tengan, mejor. Voy hacia el que se supone es nuestro apartamento. Por fuera es normal, pero por dentro parece una de las casas de Los tres cerditos (listones de madera mal clavados, la puerta no encaja, la ventana con una cortina sin dobladillo a la que le faltan anillas, etc). Tres señoras con melena rubia demasiado bien peinadas y con copas de cóctel se acercan y entran sin pedir permiso. Queremos comprarla, dicen. No está en venta, salgan de mi casa, por favor. Se niegan. Por lo menos deje que la veamos, insisten. Me entran ganas de echarlas con la escoba (la escoba está junto a la puerta y parece de bruja de dibujo animado). ¡Volveremos!, me amenazan. De repente la casa comienza a subir como si fuera un ascensor y veo el recinto desde arriba. La piscina ha desaparecido y ahora es un parking. Intento encontrar a Alberto con la vista (como si tuviera delante una página de ¿Dónde está Wally?). El apartamento vuelve a bajar. Las señoras rubias han vuelto con refuerzos (unos señores gordos que hablan francés y me dicen que sería mejor que me marchase). Para que me dejen en paz les digo en francés que sí, que claro, que me iré a esa ciudad de Francia que me sugieren y donde aseguran que yo viviría tan a gusto. Se miran entre ellos satisfechos. Cierro la puerta. Dentro, el caos. Un montón de niños y adultos juegan (hay hasta un futbolín). Le pregunto a Alberto de dónde han salido. No tengo tiempo, dice y sale. Fuera hay una mesa larga donde sus amigos del trabajo lo esperan para comer.