reformas

martes, 21 enero 2025. Estoy en un restaurante con los amigos. Han pedido de postre tarta de queso. Se la traen entera y es muy grande. La cortan en cuatro pedazos. Les digo que no quiero. Salvatore me vuelve a preguntar antes de servirse el último trozo. Nada. No sé por qué estoy de mal humor. Se levantan y se van. Tú pagas, me dicen. Al rato bajo por unas escaleras algo mugrientas (no pegan nada con el resto del local) a un sótano de donde sale música. Todo está muy oscuro. Me parece ver la silueta de un tipo con guitarra. Me quedo quieta por si choco con él. Al rato la vista se me hace a la oscuridad y veo la silueta de Alberto al fondo, haciéndome señas. Me acerco. Las luces se encienden. Una señora me da las gracias por ponerme sus cosas (dice señalando un broche que llevo; el broche no era suyo, era de marina). Salgo del antro y estoy frente a la casa de mi bisabuela. Una señora me dice que ella conocía a la dueña y me da un nombre que no coincide en nada con nadie de mi familia. Le digo que soy la bisnieta, que la casa se vendió y la reformaron entera por dentro. ¿La cocina ya no tiene las losas rojas? No, todo muy moderno. Unos pasos más allá veo un montón de basura apilada, me acerco, han tirado juguetes casi nuevos. Me lo llevaría todo, pero elijo una caja con varios ositos polares y un sobre con letras plateadas del tamaño de una uña.