vestido

sábado, 11 enero 2025. Salgo del ascensor (antiguo, con puertas de reja) de un hotel a un paseo marítimo desangelado. Veo a un abuelo y su nieta de espaldas, hablar con alguien que hay abajo, en la playa. Les hago una foto con una cámara enorme (también antigua, de las que se mira desde arriba). Bajo a la orilla. De repente estoy dentro del agua (me llega a las rodillas), intento salir pero los pies se me hunden como si fueran arenas movedizas. Camino muy lento, golpeando el fondo con la planta del pie para evitar hundirme. También voy apartando una nata color mantequilla que flota en la superficie. No avanzo, me hundo (me despierto gritando).
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Llevo un vestido evasé color marfil sin adornos. Me parece lo más bonito del mudo (no sé si ya me lo he comprado o estoy en una tienda, probándomelo). Alberto dice que es muy soso. Pienso que podría coserle una tira de flores del mismo color a las costuras (como las que le puse al bolso que me hice para la boda de Sonia). Pienso que podría ponérmelo para una fiesta con el bolso plateado que hizo mi tía de joven, pero tendría que comprarme unos zapatos de tacón plateado, y dónde voy yo con unos zapatos así. Pienso que para una boda no me serviría porque parecería la novia. Pienso un montón de cosas mientras me muevo con el vestido puesto, moviéndolo de un lado a otro. De repente estoy en un jardín descuidado. Alguien ha colocado alrededor de una fuente objetos antiguos. Cada uno lleva una etiqueta con el precio (todo excesivamente caro). Pienso si será un truco para que nadie los robe. El suelo está embarrado y temo mancharme el vestido. Miro a mi alrededor, busco a Alberto. Nada ni nadie.