ci-fi

lunes, 23 febrero 2009. Microbús destartalado. Un pasajero extravagante, antes de bajar, se presenta quitándose el sombrero. Me llamo Carl, dice. Antes de entrar a una especie de museo, dejo un cesto con manzanas en el armario donde guardan las fregonas. Nos hacen subir por una escalera muy estrecha. Los guías dicen que el recorrido será en un único sentido y que a nadie se le ocurra siquiera volver la cabeza. Salgo de la fila para decirles que me he dejado el cesto a la entrada. Los guías se miran y niegan con la cabeza. Les explico que si no recojo el cesto las manzanas se pudrirán. Me empujan hacia la escalera, pero mientras todos suben, mis peldaños bajan. Intento seguirlos, pero no puedo. Bajo hasta un sótano lleno de habitaciones separadas por paredes de cristal. Mi habitación me recuerda a la de Freud que vi en Viena. En la habitación de al lado, un chico sale de debajo de un montón de mantas. Le pregunto dónde estamos. Escribe algo en un papel y me lo enseña: "Nadie nunca ha podido salir de aquí".