toldo amarillo y chanclas gastadas

martes, 1 junio 2010. Juan está escondido bajo un toldo de plástico amarillo. Se supone que no quiere que su padre sepa que está allí. Su padre habla con él sin saber que es su hijo. Le habla de cuando era joven y jugaba a lanzarse al agua desde un acantilado. Le pregunta si tiene almendras negras. Juan saca la mano por debajo del toldo y le da un puñado. Todo esto se va a perder, dice. Juan le responde que no se preocupe, que nada de eso se perderá porque va a comprar el terreno para construir una casa. El padre de Juan dice que siempre había soñado que eso es justo lo que haría su hijo. Yo, que veo la escena desde arriba, no comprendo por qué Juan no le dice a su padre que es él. La mujer de Juan llega de repente, dice que nada de casas. Además, ya no queda nadie, hasta tu amiga ha ido a lanzarse desde al acantilado, le dice. Juan sale de debajo del toldo y corre para evitar que me tire.
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He llegado a la final de Roland Garros, el último partido es de dobles mixtos y se juega dentro de una habitación de hotel. El público está apretado junto a las paredes y nuestros contrincantes están de pie sobre la cama. A nosotros nos ha tocado moqueta. Hablo en inglés con la chica de la otra pareja, le digo que yo quitaría las lámparas de las mesitas de noche, por si acaso. La chica Las mira con desprecio y sólo esconde un frasco de medicamentos en su bolsa. Mi pareja de juego es Monfils, lleva el pelo teñido de rubio platino y se ha pintado una raya blanca en la cara. Cuando vamos a empezar, me doy cuenta de que llevo chanclas en vez de zapatillas. Monfils se encoge de hombros y señala sus pies. También lleva chanclas y están más gastadas que las mías.