costras

lunes, 5 junio 2017. Parece un cine, pero las luces están encendidas. Puede que sea el descanso de una película. Algunos comen en unas mesitas plegables que hay delante de sus asientos. Emilio y Salvador están al otro lado del pasillo. Hablamos de que deberíamos ir al Chorro en tiendas de campaña, como antes. El chico que está sentado delante de mí, gira su asiento cuando me oye hablar. Es Antonio. Mientras come en su bandeja plegable, le cuento que desde el año 81 vamos cada septiembre al Chorro. Aparecen mi madre y mi hermana en camisón. Mi madre dice que Antonio debería irse a su casa, ya que acaba de ser padre. ¿Acabas de ser padre?, le pregunto asombrada. Una niña de quince meses, dice mi madre mientras Antonio sigue comiendo. Lo miro. El abre las manos como si sostuviera una sandía invisible y que significa: Mi hija está así de enorme. Cuando termina de masticar y tragar, le pregunta a mi hermana por qué va en camisón y si tiene costras en las rodillas. Mi madre responde por ella: Mi hija no tiene costras. Pues entonces no eres malagueña, todas las niñas malagueñas tienen costras en las rodillas.