nublado

sábado, 26 julio 2008. Acompaño a dos chicas a ver un piso que van a alquilar. El piso resulta ser una habitación cuyo empapelado la hace aún más pequeña. La dueña, en un descuido, deja ver detrás de una cortina una guardería clandestina. Los niños, al vernos, nos entregan papeles donde han escrito cartas de socorro.
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A una pared de piedra le crece una escalera de ramas. Según crece comienzan a bajar cientos de personas que me empujan para poder llegar hasta un ascensor que hay en mitad de la calle. Corro hacía una casa abandonada para que no me arrastren. La casa tiene un jardín trasero enorme donde algunas personas hacen gimnasia o malabares. Veo a Pepe, tumbado sobre una toalla haciendo ejercicios de respiración. Me acerco a una fuente cuadrada, me desnudo y me baño a pesar de que está muy nublado y hace frío. Después me acerco a Pepe para respirar con él. Ahora está tumbado sobre una mesa plegable. Alberto la cierra con él dentro y le da varias vueltas. Le grito que Pepe padece de claustrofobia y que abra la mesa inmediatamente. Cuando la abre, Pepe está pálido y se ha ensuciado de restos de comida.
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Ha parado de llover y el sol está a punto de salir entre unas nubes naranjas. Corro hacia una esquina donde he visto un expendedor de protector solar. Meto una moneda, cae un vaso y después el protector, que en vez de ponerse en la piel, se bebe. El vaso está roto, tiene un agujero en la base, así que tengo que beberlo muy rápido antes de que salga el sol.