domingo, 10 agosto 2025. Estoy de visita en casa de una chica a la que no conozco. De repente me dice que su hermana acaba de llamarla, tiene que contarle algo muy personal y tengo que irme. Ponte los zapatos y te acompaño, dice. Le digo que puedo irme sola, pero ella insiste. Le digo que solo me acompañe la mitad del camino. A su lado está Oeste que intenta varias veces acercarse a mi mochila. Supongo que quiere meterme de regalo un mechero que le dije que es muy bonito.
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Estoy en la cola de un puesto de helados hecho de madera. Alguien se pone detrás, muy pegado a mí. Me vuelvo y es un chico muy alto, miro hacia arriba y es Paco. Me mira muy serio, me saluda fríamente. Soy yo. Lo sé, responde. Le digo que me alegro muchísimo de verlo. Dice que también, pero actúa mecánicamente. Le digo que justo hace un momento acabo de saludar a José Miguel y a Laura. Miro a ver si están todavía en la playa. Paco entra al patio de un bar. Se sienta en una mesa con una pareja mayor (imagino que son sus suegros). A su lado hay una sillita de bebé. Me dice que la ropa que lleva la ha hecho su hijo (es una especie de vestido muy ancho de lino verde militar; me extraña porque hace un momento llevaba un traje corto de neopreno). Dice que también hace bordados. Miro la sillita y es de bebé de pocos meses, no creo que pueda sostener ni el biberón, mucho menos una aguja, pero no digo nada.
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Estoy en un hotel caótico. Comparto habitación con una señora mayor mal teñida. Está viendo la tele a un volumen exagerado. Cojo la mochila y salgo a buscar un lugar tranquilo. Cuando bajo al patio, una chica aparece con un cuenco de sopa. Se le va cayendo por el camino, se tambalea como si caminara por una pasarela. Me dice que no salga, que el cielo va a explotar. Miro al cielo y está de un color rarísimo y una forma abombada. Le pregunto al dueño del hotel si puedo ir al monte a leer. Dice qe no me lo recomienda, que en los días explosivos todo el mundo va al bar a emborracharse. Es que yo quiero leer y la señora pone la tele muy fuerte. Tenías una habitación para ti sola, pero me pediste que te cambiara. Vuelvo al hotel. Me fijo en que voy vestida de rosa pálido. En el suelo encuentro una tira de tela de cuadros madrás muy bonita en tonos pastel. Al ponérmela veo que los dobladillos están solo hilvanados. Mientras espero el ascensor llega una pareja mayor. Él va de blanco de la cabeza a los pies (incluidos pelo y cara)Pienso que parece un personaje de David Lynch. Al entrar en el ascensor, solo entra ella. Le pregunto a qué piso va. Dice que al 8 pero le da al 2. Bajamos. Frente al ascensor hay una taquilla de cine antiguo. Un chico desde dentro grita: ¡ha llegado la abuela! Y sobre la ventanilla se enciende un luminoso rojo donde puede leerse LA ABUELA. Pienso que ese hotel es una locura. Al ir hacia mi habitación, noto el sueño del pasillo blando. Parece que caminara sobre un colchón de agua. Delante de cada habitación hay un agujero con agua. Pienso que quizá hayan inundado la planta de abajo para conseguir ese efecto. Al llegar donde se supone que estaba mi habitación, pasan del número 13 al 15. Le pregunto al dueño qué ha pasado. Como decías que había mucho ruido la he eliminado, si quieres puedes quedarte con la mía, dice. Siento una tristeza enorme, quiero irme a casa, pero estoy tan cansada que acepto quedarme con su habitación. Sígueme, dice.