viernes, 31 octubre 2025. Es mi cumpleaños y tengo que buscar mis regalos por la casa. Miro por todas partes, desmonto una silla y debajo de un doble asiento creo encontrar una pista, pero solo es una pieza más. Alberto y Pablo están en el sofá mirando cómo busco.  Pablo dice que no es tan ingenioso, que no espere nada de su parte. Encuentro el regalo de Alberto (no recuerdo qué), me gusta mucho, lo abrazo y le doy un montón de besos.
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Llego a un teatro, subo al piso de arriba. Antonio está de pie pegado a la baranda, entusiasmado, mirando el espectáculo. Una señora mayor recita poemas mientras hace contorsiones dignas del Circo del sol. Antes de que termine, Antonio dice que nos vayamos porque no quiere saludar a nadie. No puedo creerme que este con él. Para comprobar que no es una alucinación cojo su vaso de cerveza vacío, lo miro de cerca, veo que es real porque todavía está húmedo, y lo dejo sobre una mesita.
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Voy hacia el antiguo CAC. Hay coches y camiones aparcados como cuando era el Mercado de mayoristas. En la puerta hay una señora uniformada, tumbada en el suelo con una tabla de madera celeste con forma de paleta a modo de gola. La cabeza le asoma por el agujero. Le pregunto si sigue la exposicion de Ouka Leele. Que no, pero que hay otra que no esta mal, dice sin 
convicción. Le pregunto si está incomoda, si quiere que le lleve un cojín para la espalda. A todo se acostumbra una, dice. Entro. La sala está llena de gente bailando. Cerca de la puerta veo bailar a Antonio con los ojos cerrados. Es muy extraño porque la nariz le crece y le decrece mientras baila. Me acerco sin que se dé cuenta y veo que escribe una carta apoyado en la barra. Es una carta de agradecimiento. Le dice a alguien que  le ha gustado mucho (no recuerdo qué) y que siempre podra contar con el. Firma con su nuevo correo: antonio@mismentiras.com.