restaurante italiano

martes, 19 noviembre 2024. Alberto y yo estamos en un restaurante. La mesa es redonda y pequeña. Empiezan a traer platos enormes (todos me parecen igual, todos son espaguetis con algo). En la mesa de al lado se sienta una familia con una niña (todas mujeres: madre, abuela, tías). La niña va comiendo con las manos de los platos de las demás. Cuando se acerca al nuestro, intenta meter los dedos. La freno, forcejea, mira a su madre, no está acostumbrada a que nadie le diga que no. Al rato intenta meter las manos en nuestro postre (también es un plato enorme de espaguetis con bolas que parecen bombones de carne). Esta vez le agarro las muñecas, la miro a los ojos, le digo que es una maleducada. Pienso que la familia me va a decir algo, pero todas me miran con admiración.

meñique

lunes, 18 noviembre 2024. Voy con Alberto, Jorge y una chica. Tenemos que cruzar el hall de un hotel para llegar a la playa. El hall es enorme, está lleno de mesas muy bien adornadas porque hay un concurso de postres. Hay muchísima gente de un lado para otro probando dulces y tartas. Les digo que sigan, que quiero probar alguna. La chica me sigue. En todas las mesas hay unas tartas con aspecto delicioso, pero todos los tenedores están usados. Una chica muy joven nos ofrece una lámina de algo que no sé qué es (parece queso, no sabe a nada). Le digo que está bueno (por decir algo). Con mucha ilusión, comienza a escribir la receta en una servilleta de papel para dármela. Nos acercamos a otra mesa con unas tartas de queso. Les pido un trozo para comerlo directamente en la mano. Me explican que no son de queso, pero no oigo de qué son porque hay mucho ruido. En ese momento aparece el jurado para dar el premio. Alberto, Jorge llegan con Joan de la playa. Me alegro mucho de ver a Joan. De repente estamos en un primer piso, nos asomamos a una escalera de hierro para ver el paisaje. La escalera está rota, despegada de la pared. Me agarro con el meñique y me elevo en el aire. Mirad lo que hago, mirad qué fuerza tengo. (Mientras lo hago, pienso que si me lo propongo en la vida real también podría hacerlo, como si en el sueño fuera consciente de que estoy soñando). Alberto se asoma a una habitación. Me parece ver a un tipo de espaldas, en calzoncillos, esnifando sobre un paquete de salchichas Campofrío. Les digo que nos vayamos, que no es una casa abandonada. Corro escaleras abajo, pero nadie me sigue.

miel

domingo, 17 noviembre 2024. Estoy en un piso muy alto. Desde ahí arriba veo el sitio donde tengo que ir (una calle normal, con tiendas y bares). No dejo de mirarlo. No quiero ir. Llevo un jersey de cuello alto rojo de lana gruesa (que tenía de niña) con un vestido de tirantes de flores encima. Tengo que cambiarme de ropa y me da pereza. Mi tía M dice que vaya como estoy, que qué más da. Alberto llega, dice que tenemos que irnos. Voy al baño, intento quitarme el jersey sin quitarme el vestido. Me entran ganas de orinar. Orino en el bidé. Me sale una especie de miel de caña muy espesa. No estoy segura de dónde me sale.

zumo seco

sábado, 16 noviembre 2024. Alberto dice que no ha desayunado y tomemos algo en la terraza de un bar. La terraza está en alto, sobre lo que parece el cauce de un río. De repente creo recordar que he estado ahí esa misma mañana. Alberto pide un batido de frutas (me extraña). Yo pido otro. Cuando el camarero los trae me mira mal. Alberto dice que su zumo está exquisito, viene en un vaso muy historiado, con pajita y adornos. El mío viene en un vaso de plástico y dentro hay un grumo seco que parece paja prensada.

nísperos

viernes, 15 noviembre 2024.  Mi padre está comiendo en una especie de triclinio. Le digo que hay nísperos, si le apetecen. Hace un gesto que alguien que no lo conociera diría que es de asco, pero significa que sí. Me da tanta rabia que no diga que sí abiertamente que no me muevo. Pienso que, si de verdad los quiere, vaya él a buscarlos.

ascensor

jueves, 14 noviembre 2024. Estoy en casa de mis padres. Hay mucha gente, mucho desorden de voces y de idas y venidas. Digo algo (no recuerdo qué) y Paquito (un amigo de la infancia) se enfada muchísimo, me acusa de haber contado su secreto (no sé de qué habla). Me fijo en ese momento en que va vestido de jugador de baloncesto. Coge su bolsa de deporte y se va indignadísimo, entra en el ascensor. Voy tras él. Elisa (que es un bebé de poco más de un año) me sigue. Le digo que no puede venir. Se queda conforme en la puerta, me hace un baile de despedida (el mismo que hace mi madre cada vez que nos despedimos). Una vez en el ascensor, con Paquito, le digo que cómo ha podido pensar que yo podría traicionarlo. Es verdad, perdóname, dice y me abraza. Dejemos esto para luego que ahora tenemos prisa, le digo.

en cinco

miércoles, 13 noviembre 2024. Daniel está tumbado en la calle, no sé si se ha caído o se ha tumbado él. Llegan Andrés y Elisa. Andrés se tumba un metro más arriba y empieza a orinar. Le dijo a Elisa que me ayude a mover a Daniel para que no se moje.
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Le digo a Sonia que he visto en Google el pueblo donde va a vivir y que me parece muy bonito, que tiene hasta teatro romano y un dolmen. Sonia saca del bolso unos cupones de la ONCE para tirarlos. Le digo que lleva el número premiado, que estuve a punto de comprarlo pero no me gustó que terminara en 5. Le digo que cuando se lo cuente a mi tía M no se lo va a creer.

tiranos temblad

martes, 12 noviembre 2024. Estoy en una habitación (a ratos se convierte en un patio). Un grupo charla (están sentados en el suelo con las espaldas pegadas a la pared (entre ellos un señor con pinta de Papá Noel, Sr. Chinarro y Bárbara Lennie). Se recomiendan series unos a otros. Les digo que si han visto ya en Youtube "Tiranos temblad". Lennie se enfada, dice que estoy pesadísima con eso y no tiene ninguna gracia. Sr. Chinarro y el tipo que tiene a su lado empiezan a cantar el himno de Uruguay. ¿Os sabéis el de Uruguay y el de España no? (pido disculpas porque me doy cuenta de que el de España no tiene letra). Sr. Chinarro va a por algo y lo oigo cantar a mis espaldas un pasodoble dedicado a (no recuerdo qué objeto). ¡Es un genio, digo a los demás, ser capaz de escribir algo así!, cuando e lo cuente a mi tía E va a alucinar (se supone que es un objeto que a ella le gusta mucho). Intento hacer las paces con Lennie hablándole de feminismo Mientras, el señor vestido de Papá Noel monta una lámpara de sí mismo sobre un mueble. ¿Ya es Navidad?, pregunta Jorge mientras lo ayuda. El tiempo vuela, le digo. Sr. Chinarro ha cruzado la calle, llega su novia con varias amigas. La novia lleva los labios muy rojos, le da un beso muy leve para no marcarlo. ¿No habrá chicas con minifalda? (le pregunta y mira hacia nosotras), así me gusta. Después le huele el aliento par saber si ha bebido. Lennie y yo nos miramos como diciendo, menudo control.

carpintera

lunes, 11 noviembre 2024. Estoy con Daniel en un bar que se parece al de la Facultad de Medicina. No hablamos, pero me siento profundamente acompañada. Pienso: deseo que no hablemos y quedarnos así para siempre. Daniel dice de repente que necesita una silla para su casa nueva. Pienso que tengo una en el cuarto de baño, una silla Thonet pintada de blanco que encontré en la basura. Se la ofrezco. Una silla especial, aclara. Dibujo sillas en servilletas de papel, le digo que yo le fabricaré la que más le guste.

coche beige

domingo, 10 noviembre 2024. Alberto, Luciano, Salvatore y yo Salimos de una especie de palacete. Al llegar a los jardines hay cuatro coches iguales (antiguos y enormes color beige). Abrimos los maleteros a ver cuál es el nuestro. Me he dejado la chaqueta, les digo y corro escaleras arriba. Me cuesta avanzar porque todavía hay mucha gente bajando. Las escaleras no tienen barandilla y temo caer. Cuando por fin llego, el salón de actos se ha convertido en una especie de tasca con mesas corridas con restos de haber celebrado una boda. Veo mi chaqueta en el respaldo de una silla (es una chaqueta beige), al cogerla, pienso que de dónde la habré sacado (también el coche, porque nunca hemos tenido coche ni chaquetas beige). También está mi chaqueta negra y dos de mis bolsos. No sé qué hacen sobre la mesa, entre platos sucios. No sabe usted lo que la gente olvida, dice una camarera. Fíjese, dice y me enseña una falda de fiesta. La ministra se la quitó porque otra ministra llevaba una igual y se le ha olvidado llevársela, dice. ¿Volvió a su casa en bragas?, le pregunto, pero la chica sigue limpiando mesas. Al volver a los jardines recuerdo que el coche lo aparcamos en la, en una cuesta. Voy a por él, les digo. Se ha hecho de noche de repente. Subo una cuesta con la acera estrecha y sucia. Hay algunos vecinos en la calle, tomando el fresco en camiseta interior y pantalón de pijama. Un tipo hace poses de karate. Estoy ensayando para mi próxima película con Jonás Trueba, dice. Le digo que es amigo mío y me invita a pasar a su casa. le digo que estoy buscando mi coche. Tu coche estaba ahí pero Alberto se lo llevó hace un rato, dice. Entro en su casa, hay tres sofás alrededor de una mesa de centro cuadrada con restos de comida. Varios tipos fuman y beben cerveza. Estábamos votando cuál es la mejor canción para masturbarse. Suena una de Dire Straits. Esta no, digo y el ritmo cambia. Ah, pues sí, esta sí, pero solo para muy fans, digo. 

lata de apuntes

jueves, 7 noviembre 2014. Estoy al fondo de un bar enorme. Llega una señora con carpetas (se supone que es una profesora; se parece a Dolores Vázquez) y los clientes se convierten en alumnos (ponen sus mesas mirando hacia una enorme pizarra que hay en la pared). La profesora nombra a dos chicas que hacen el camino entre las mesas, cabizbajas. Les regaña y salen llorando de la sala. No sé el porqué, pienso que va a nombrarme. Belinka, dice. Me da mucha vergüenza. Todos los alumnos mueven sus mesas hacia atrás hasta dejar la mitad delantera de la clase vacía. Por el camino, una chica que se parece a Montse Amorós (compañera de colegio a quien no he vuelto a ver), dice que me pese. Subo a una báscula que parece de cocina. 40 kilos. Sigo mi camino, subo la tarima. Dice que cometí faltas de ortografía. Le digo que no fue eso, que fue que había dos preguntas y respondí la que no era. Le da igual, dice que me vaya. Salgo a la calle y busco una mesa en la terraza del bar. Hay un viejo con una radio muy vieja. Está escuchando la clase. La radio se oye tan mal que solo pillo algunas palabras. Como no hay mesas libres me tumbo en la acera boca abajo para tomar apuntes. No tengo cuaderno, no hay servilletas. Encuentro una lata de sardinas abierta y vacía en el suelo y apunto dentro, como puedo, algunas palabras. Veo unos pies que llegan, es la profesora. No pones ningún interés, me dice. Le enseño la lata con algunas palabras dentro, como para demostrarle el esfuerzo que he hecho. 

en ruta

miércoles, 6 noviembre 2014. Estoy en un autobús. Una señora me pregunta (en inglés) dónde hay un estanco. Le digo que se baje en la próxima parada y lo verá. Mi marido quiere preguntarle algo, dice. Me pregunta en qué año y cómo fue la Transición. Le digo que comienza al morir Franco en 1975, que fue tranquila y pacífica (mi inglés no da para extenderme). El hombre se ríe, está gordo y se le mueve la barriga. Le dice a su mujer que no tengo ni idea, que todo eso ocurrió en 1789. Le digo que la confunde con la Revolución francesa. Me entran ganas de decirle que no sabe ni en qué país está, pero no le digo nada porque su mujer ya le está echando la bronca. Me bajo del bus y la mujer se baja conmigo. Lleva un libro mío en las manos. Intenta leerlo pero pronuncia muy mal. En el libro hay un poema en inglés, le digo. ¡Sí, dice muy contenta! Lo lee en alto y se despide. Se ha hecho de noche y no sé dónde estoy. Están regando una plaza. Al cruzarla, el jardinero me apunta con la manguera, tengo que acurrucarme sobre unos escalones para no caer porque el chorro lleva mucha fuerza. Nadie en la plaza intenta ayudarme, se ríen. No digo nada y sigo mi camino. De repente hace sol y estoy seca. Llego a unos bungalows color terracota. Pienso que no sé cómo he llegado a México. Entro en uno, está decorado con cosas que fueron mías (juguetes y cosas que perdí). De repente me enfado muchísimo, pienso que los amigos me han dejado tirada. Llamo a Alberto. Como responda una chica lo dejo para siempre, pienso y responde una chica. Me enfado todavía más. Vamos en ruta, responde con acento mejicano. ¡Que pare y se ponga al puto teléfono!, le digo. Al momento aparece la chica con un niño de la mano. Dice que me esperan fuera, que los amigos ya se fueron a ver los lagos que rodean el pueblo, que coja lo imprescindible porque el coche es pequeño y ya van cinco (conmigo seríamos seis). Miro a mi alrededor y no sé qué elegir. Me guardo en los bolsillos algunos muñecos pequeños y un reloj diminuto del tamaño de una uña. Le digo al niño que coja lo quiera. Otra chica muy seria con gesto imperturbable entra, toma al niño de la mano y se lo lleva disimuladamente. ¡Lo está secuestrando!  Corro tras ellos hasta que se lo arranco de la mano y cruzo la carretera entre los coches. Al otro lado está aparcado un 600 con mi prima Elisa al volante. Al verme, sonríe. No te preocupes, dice Elisa, es un 600 de siete plazas.

el salto del tigre

domingo, 3 noviembre 2024. Le digo a Alberto que voy a ver a Gallero (ha venido de Madrid) y vuelvo en un momento. Gallero está con dos amigos delante de un local cerrado. Dicen que fue un espacio de cultura que abrieron para su barrio (me extraña porque estamos en Málaga, junto al jardín de la Victoria). Me enseñan un vídeo con el proceso, donde ellos mismos hacen la obra, colocan una reja, las estanterías de madera, los libros...). Supongo que tuvisteis que cerrar por culpa de la pandemia, les digo. Asienten (se les nota muy afectados). Nos sentamos en un bar y sacan un juego de mesa que inventaron para el centro. Consiste en un tablero con un aspa que lo divide en cuatro. Tres jugadores tienen seis piedras pequeñas y el cuarto jugador cinco cristales pulidos (de los que se encuentran en la playa). El juego consiste en ir perdiendo piedras y conseguir cristales. El que consiga todos los cristales gana. Empiezan a mover las piedras de un lado a otro sin ton ni son. De repente, un tigre del unos siete centímetros sale del bolsillo de la chaqueta de Gallero y se me sube al hombro. Juego con él. Les digo que es más cariñoso que la gata de mi hermana, que nunca se deja acariciar. Uno de ellos me explica que en los 70 era muy común llevar un tigre en el bolsillo. Se burlan de Gallero, dicen que se ha quedado colgado en esa época. ¿De llevar un tigre en el bolsillo viene eso de hacer el salto del tigre?, pregunto inocentemente. Todos se ríen. Llega Parreño con su hija. Mira el tablero, mira al tigre. ¿Todavía seguís con eso?, pregunta. Jara dice que quiere irse, que se aburre, y amenaza con ponerse a hablar en inglés. Lo hace (parece que recita algo de memoria). Ya no es una niña, pero intento entretenerla, me invento que en Japón celebran el día del tigre disfrazando a los niños de animales de peluche y hacen una carrera por un monte. ¿Quién gana?, pregunta entusiasmada. Gana el que lleva el disfraz de tigre debajo del suyo, así que ya había ganado antes de salir de su casa, solo lo celebran para que los niños dejen los ordenadores y hagan ejercicio. Todos se ríen. Jara se hace pequeña de repente y se queda dormida, enroscada como un gato, en una butaca de mimbre. Llega Pedro Sánchez y se sienta a mi lado. ¿A qué jugáis?, pregunta. Le explican el juego de las piedras. Pregunta cómo se llama. Todos se miran porque inventaron el juego pero no le pusieron nombre. Se llama "El salto del tigre", le digo. Todos se ríen (no entiendo que rían todo lo que digo). Sánchez se abre un poco la corbata y pide una cerveza. ¿Puedo preguntarte algo?, ¿necesitas tomar alguna pastilla para dormir?, le digo. Dice que de momento no, pero sabe que hay quien las toma. Yo las tomo, le digo. Todos vuelven a reírse. Uno de ellos apura su cerveza, dice que su mujer lo está esperando y que si fuera joven no volvería a casarse. ¿A qué edad te casaste?, me pregunta. A los veintitrés. ¿Y volverías a casarte? Le digo que sí y veo pasar el C2. He perdido el bus, Alberto estará preocupado. Intento llamarlo pero el móvil no funciona. Sánchez se sorprende al ver mi móvil marca Jiménez. Una chica, guardaespaldas de Sánchez, me acompaña a la parada. La parada es un banquito de madera muy viejo, casi a ras del suelo. Junto al banquito, sobre un ladrillo, está uno de mis sujetadores muy bien doblado. Se supone que lo dejé allí para cuando fuera a dormir a casa de mis padres. También hay una bolsa de tela con collares y juguetes colgada de la reja de una ventana. Fíjate, le digo a la guardaespaldas, llevan aquí varios días y nadie se los ha llevado, ¡esto parece Oslo!

ola y fiesta

martes, 29 octubre 2024. Se supone que estoy en casa de unos amigos. Estamos en una ahbitación enorme y desordenada. Hay platos con restos de comida, ceniceros con colillas y latas de cerveza vacías. No sé dónde sentarme poruqe todo está gastado y sucio. Para salir a la terraza hay que pasar por encima de la cama (deshecha). De repente veo llegar una ola, me agacho, me pasa por encima, no me mojo, pero ha entrado en la habitación y ha mojado la cama. Llaman a la puerta, nadie se mueve, abro. Son los padres de uno de esos tipos, dicen que vienen a ver los desperfectos que ha causado la ola. Dicen que habrá que tirar el colchón. Me miran como si fuese la responsable. Comienza a llegar gente. En la terraza veo lucecitas encendidas y una mesa con vasos de plástico. Entra Alejandro. me alegra mucho verlo. Lleva un modelo muy extravagante: pantalón y chaleco negro con unas bolas cosidas y una especie de barretina negra con un alfiler de sobrero con cristales de colores y perlas.

fiesta de disfraces

lunes, 28 octubre 2024. Estoy en un supermercado. A lo lejos veo a Alberto. Lleva una bolsa enorme de otro supermercado. Le hago señas para que se acerque. Un tipo muy alto y delgado (se parece a Charly, el amigo de Caína) me saluda familiarmente. No sé quién es. Cuando llega Alberto le digo: ¡Mira a quién me he encontrado!, y hago un gesto de "no recuerdo su nombre". El tipo dice que tomamos algo y nos pongamos al día. Nos sentamos en la terraza de un bar que parece cerrado. En la mesa de al lado hay dos chicas extranjeras. Nos dicen que vayamos con ellas a la bahía (no sé si se refieren al mar o un bar con ese nombre), porque se celebra una fiesta de disfraces. Pienso que quieren ligar con Alberto y "Charly". Pienso que Alberto dirá que prefiere irse a casa, pero dice muy animado que sí, que vamos. Cundo llegamos Bahía es una estación de autobuses. Hay una multitud expectante, entre ellas Ferran y Cumpián. ¿A quién esperan?, pregunto a una madre con un bebé en los brazos. ¡A Padura! Ah, estuvo el otro día en el Museo, le digo. De repente la multitud queda decepcionada con mi comentario y se van a sus casas. Ferran dice que tiene un libro para mí. Le digo que pronto tendré uno para él. Cumpián me pregunta por mis padres. Le digo que sigo cuidándolos, que ya tienen 97 y 93, que es muy cansado. Mi madre con 99 vivía sola, dice Cumpián. De repente estoy en el aseo de casa y "Charly" me lava el pelo. Sale mucho barro. Cuando me froto noto granos de tierra. o vamos a llegar a la fiesta de disfraces, le digo. Lo tengo preparado, me dice. Me seco el pelo, lo tengo corto y de punta (parezco Pumuki). De repente estamos en un edificio parecido al Hotel Miramar. Veo llegar a los amigos, entre ellos Elías disfrazado de policía. También están las dos extranjeras. Tienes que darte prisa, dice Elías. "Charly", un tipo que va en patinete y yo buscamos una habitación en el hotel para cambiarme, pero todas están cerradas. Llegamos a una zona de oficinas con cristaleras que dan a un jardín. Salimos y comienzo a quitarme la ropa para ponerme el disfraz. Al otro lado hay un edificio de oficinas. Todos los empleados (hombres) se han sentado para ver cómo me desnudo. Les hago una reverencia, aplauden, nos vamos. No he podido cambiarme. "Charly" me enseña un mapa, dice que no vaya a la fiesta, que me vaya con él. Tengo un mapa y una ruta, dice señalando una línea dibujada con boli.

coche amarillo, máquina expendedora y columpio

jueves, 24 octubre 2024. Bajo una cuesta con Alberto y Luciano, veo pasar un coche de plástico amarillo que parece de juguete. Les digo, me parece que era Zoki. El coche frena. Zoki asoma la cabeza. Me pareció oír mi nombre, dice. Nos acercamos y vemos que es un coche normal al que le ha puesto una funda amarilla para que no lo estropee la lluvia. Le doy un abrazo inmenso. Dice que vayamos a su casa. Llegamos a una habitación de hotel. De repente Zoki es una mujer pero sin barba. Nos cuenta que desde que murió su marido, y tuvo que dejar su casa, los amigos le van prestando una casa cada mes. Mientras nos lo cuenta se cambia de ropa varias veces.
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Estoy con Jurdi y Javi. Contamos chistes todo el tiempo intentando que el siguiente sea mejor al anterior. No paramos de reír. Vemos una máquina expendedora de ropa (se supone que la gente que no quiere algo lo deja ahí para otros). ¡Qué ropa más fea!, dice Javi muerto de risa. Jurdi dice que le gusta y quiere esa camisa (señalando una horrorosa con estampado de colores chillones). Al abrir el expendedor se da cuenta de que es una funda de inodoro. Se ríe a carcajadas. ¡Esta funda era de mi madre!, dice y nos caemos al suelo de risa.
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Estoy en una casa de acogida. Hay chicas muy jóvenes con bebés, otras que están dejando el alcohol. Yo estoy porque me he separado y no tengo dónde vivir. Una chica con un bebé casi recién nacida quiere salir. Me dice que soy su mejor amiga, que soy muy guapa. Le digo que no hace falta que me haga la pelota, que me quedaré con su niña de todos. Sale corriendo (lleva minifalda y va muy maquillada). Entro, voy descalza y el pasillo que lleva las habitaciones está lleno de cristales rotos. Voy abriendo puertas para encontrar la habitación del bebé. En una está Alberto, en la cama, con un ordenador enorme y muchos monitores, como si rigiera el mundo. Le digo que voy a pasar el día con el bebé de mi amiga (por si se ofrece a pasarlo conmigo), pero no dice nada. Vuelvo a buscar al bebé. Finalmente lo encuentro en un columpio del jardín. Su madre y él están columpiándose. Lo hacen tan fuerte que caen hacia atrás. Intento rescatar al bebé. Me ilusiona pensar que si la madre ha muerto del golpe, me quedaré al bebé para siempre.

timo

miércoles, 23 octubre 2024. Mi cuñada dice que la han estafado, que compró un viaje y ha perdido el dinero. Le digo que vaya al banco o llame a la agencia. No dice nada. Le voy sacando poco a poco que en realidad la ha timado un tipo que dijo estar enamorado de ella. Entramos en un bar. ¡Es ese!, dice. Lo seguimos. Es un tipo con barba muy feo.
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Un montón de famosos duermen la siesta en el suelo de una plaza enorme (parece Cádiz). Incluso en los escalones que suben a la catedral hay gente tumbada. Me acerco a Nacho cano, lo despierto y le pregunto por qué los hombres se casan con mujeres guapas y las engañan con mujeres feas.

tobogán, pan duro y alubias negras

martes, 22 octubre 2024. Para llegar a casa de mi prima Elisa hay que bajar por un tobogán. Mi sobrino Darío se sienta conmigo. Tú me ayudabas de niño, ahora te ayudo yo. Bajamos. Me llama la atención lo brillante que está el suelo.
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Mi hermana se queja de que mi padre se queja de que el pan que le da está duro. Le digo que tiene que sacarlo del congelador la noche antes y envolverlo en una servilleta o bien meterlo en el microondas, con medio vaso de agua, unos diez segundos. Veo que no me está escuchando.
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Estoy sentada en la escalera que da al rellano de la casa de mis padres. No quiero entrar. Aparece Carmen con una cucharada de alubias negras para que las pruebe. Imagino que está cocinando para quitarme trabajo. ¿Cómo están?, pregunta. Perfectas, parecen mantequilla, respondo.

el coleccionista de personalidades

lunes, 21 octubre 2024. Oigo voces en el dormitorio de mis padres. Mamá le enseña fotos a Jonás. Apago la luz para que no pueda verme con quince años, maquillada y con tacones. Todo queda completamente negro. De todos modos lo oigo decir: esto es un cumpleaños, estas de la playa... Se ríen. Me maravilla que las pueda ver al tacto. Enciendo la luz. Mira mi móvil con incredulidad. ¡Pero si tú tienes uno igual!, le digo. El mío tiene cámara, responde. Abre mi móvil y aparece una foto de mi padre posando con un perro. Qué raro. No parece que tenga noventa y siete años, dice. Después mete todas las fotos que han ido esparciendo por la cama en una bolsa amarilla y la guarda en el armario. Antes de cerrarlo le hace una foto. Le digo que esa foto no  le servirá para su colección de personalidades porque no es representativa de mi padre, que él nunca metería de cualquier modo una bolsa en el armario porque es el rey del orden. Jonás borra la foto con gesto triste
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En las noticias cuentan que el gobierno ha decidido separar a la población idiota del resto para el mejor funcionamiento de la nación. La presentadora cuenta que pusieron un anuncio: "Se venden terrenos en Galicia y Murcia a un euro". Han hecho una lista con todos los idiotas que han llamado para comprarlos. + En la tele, en un programa de talentos, un niño cuenta que ha descubierto el modo de comerse un helado que no le gusta. Si te compras un helado y al probarlo no te gusta, coges un buen puñado de regaliz rojo, lo vas mojando y el sabor cambia, cuenta mientras come. El público aplaude enloquecido. El niño gana. El premio es un cubo de cristal de un metro cúbico lleno de agua. En el centro hay una bola enorme de helado de chocolate. Un mago le echa por encima láminas de oro. Donde cae la lámina se abre un agujero y de cada agujero sale un gato color chocolate. El público vuelve a aplaudir. ¡Has ganado una máquina para hacer helado de gato!, dice el mago.
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Se me rompe la pulsera que me hice con dos cuentas de madera. Decido, para que no se rompa más, hacerme una con trozos de brownie.

en diagonal

jueves, 17 octubre 2024. Chivite da una charla. La sala está completamente llena. Esta en un rincón y yo en el opuesto, en diagonal, así que no puedo verlo. Habla muy bajito, casi no lo oigo.
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Compro algo en unos grandes almacenes. A la hora de pagar, una chica me acompaña a una habitación muy pequeña donde un señor trajeado ordena papeles. Se va la luz. Cuando vuelve todo lo que llevaba en la mochila está tirado encima de la mesa. Intentó ordenarlo, no encuentro mi tarjeta. Hablamos de libros. La chica quiere saber cómo se escribe una novela. Le digo que hay dos maneras. Una, inventar una historia desde un episodio real; otra contar un episodio real empezando por algo inventado. El señor dice que está pasando por un momento delicado, que cuál de mis novelas le recomiendo. Ninguna, le digo.

pulsera de maizena

miércoles, 16 octubre 2024. Hablo con Begoña por teléfono mientras busco el coche (no recuerdo dónde lo he aparcado). La noto muy triste, dice que en cualquier momento irán a recogerla. Se supone que van a ingresarla en un hospital. Yo pienso que en realidad es una secta y no van a recogerla, van a por ella. Le digo que tenga cuidado, que ya sé que no le permitirán tener móvil, pero que haga todo lo posible por ponerse en contacto conmigo.
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Mesa larga de madera. Está toda mi familia (los vivos y los muertos; mi padre parece joven). Veo a mi padre intentar quitarle un pelo a su plato para poder seguir comiendo. Me extraña porque es muy escrupuloso. Miro a mi madre. Se lo digo con un gesto. Ah, es que el pelo es suyo, dice mi madre tranquilamente. En segundo plano hay una tele donde aparezco yo disfrazada de geisha. Pongo caras muy raras mientras canto en japonés inventado. ¿De verdad estoy tan gorda?, pienso, pero no me atrevo a preguntar a nadie.
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Vuelvo a casa (mi casa no es mi casa, es un edificio muy antiguo de piedra en una plaza adoquinada en cuesta). Paso por delante de una joyería que hay justo enfrente. Las dependientas ya están cerrando. Me acerco a preguntar por una pulsera del escaparate. Hemos traído la que usted quería, dice. Me arrepiento de haberme acercado (no quiero esa pulsera, solo fue curiosidad, porque la vi en un capítulo de Larry David). Les hago preguntas para poder decir en algún momento que no me interesa. ¿Son circonitas? Son zafiros. ¿Es de oro? Está hecha de Maizena y flan, de ahí el color, mañana puede venir a por ella. Cruzo la plaza a todo correr, pienso que al día siguiente puede ir Alberto a comprarla y decir que no la quiere por algo. Al llegar al edificio, veo a un tipo igual a Alberto, con su misma ropa, que se arrodilla y se santigua en la acera, delante de una iglesia. No se parece en nada, me digo. Sigo pensando en la pulsera, Alberto me la podría regalar por mi cumpleaños, pero seguro que me queda grande, tendrá que tener cuidado de que no lo engañen y le quiten piedras para achicarla, le diré que las piedras que sobren se las den para hacerme unos pendientes a juego, pero en otra joyería. En todo eso voy pensando mientras subo al último piso por unas escaleras de piedra muy viejas (algunas tienen musgo; temo resbalarme porque voy descalza). Me miro las piernas y me extraña que estén tan morenas. Me gustan. La puerta parece de establo, hecha con tablones viejos, no necesita llave, empujo y entro. Parece una casa de campo abandonada con un prado enorme al fondo. Siento no haber llamado, pero la puerta está rota, le digo a Alberto.
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Alberto y yo vamos en coche por una carretera muy estrecha junto a un precipicio. Al llegar a una curva se hace de noche de repente. Se supone que vamos a un restaurante muy exclusivo que hay en la cima. Le recuerdo que ya estuvimos una vez y no nos gustó nada. Al llegar se hace de día de repente. Todas las mesas están ocupadas y hay una cola larguísima para llegar a una mesa donde hay una tarta de comunión. Pasamos entre las mesas, sin bajarnos del coche, buscando una libre.

agua gris

lunes, 14 octubre, 2024. Las calles están inundadas de agua gris. Me llega hasta las rodillas. Llego a un bar. Javier dice que tengo que leer, pero no llevo ningún libro ni mis gafas. Busco unas en el bolso, pero son las de mi padre. Javier me pasa un papel mal cortado con poemas escritos con una letra muy mala. Leo a trompicones, pero ni siquiera son poemas, parecen recetas mal copiadas. Los clientes siguen a lo suyo, no les interesa. Pregunto, ya que es una bar librería, si habrá algún libro mío. Una chica intenta ayudarme. Me pone un micrófono, me da una revista. Me busco, pero solo aparecen fotos de otras lecturas. Paseo ente las mesas leyendo. En realidad hago que leo porque no hay nada escrito, voy inventando el poema mientras paso entre las mesas. El poema comenzaba: "Nené Búho pintó su teclado con laca transparente".

helicóptero

domingo, 13 octubre 2024. Sonia me enseña un vídeo de Adriana en la que se ve con dos amigas en un helicóptero. En el vídeo cuenta, sin dejar de reír, que van a desayunar. No me gusta que se tire el dinero de esa manera, le digo a Sonia. Sonia está muy resfriada y se mete en la cama. Su casa es lo contrario a lo que ella siempre le ha gustado. Pienso que quizá no esté resfriada, solo 
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Mi madre está en la cocina. Cuando me acerco a ver qué hace, le veo bebiendo el agua atascada y sucia del fregadero.

cerveza espesa y perfume paquita

sábado, 12 octubre 2024. Llegamos a un embarcadero. Para llegar a un barco convertido en museo tenemos que pasar por unos tablones inestables que sobresalen del agua. Bienvenidos al Museo del vino, nos dice un señor con muy mala pinta. Su mujer nos cobra la entrada. Dice que podemos visitar las cuatro plantas y tenemos derecho a una cata de vinos y cervezas. Dicho esto nos da a cada uno un vaso de chupito de plástico. El museo consiste en una tienda de objetos de cerámica en miniatura relacionados con el vino (vasos, botellas, porrones). Su mujer nos azuza para que vayamos más rápido, nos guía hacia la bodega a empujones. Unos turistas degustan sus chupitos de vino. En cada mesa hay una especie de probeta de medio metro con un indicador verde dentro. La cerveza parece zumo de melocotón. La pruebo, da asco. Volvemos por donde hemos entrado. Alberto dice que pasa de tablones y se echa al agua. Al salir, lo espera el dueño con una toalla, le quita la camiseta, lo seca con mimo, le dice que está muy moreno. Alberto responde que es que va a misa todos los días. El dueño del museo lo mira con admiración. Le hago un gesto de no entender a Alberto, y él me hace otro de, he confundido la palabra piscina por misa.
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Estamos en unos grandes almacenes. Alberto dice que va a comprarse un perfume. Qué raro, pienso (a ninguno de los dos nos gustan). ¿Puedo oler ese, el que se llama Paquita?, pregunta a la dependienta. El frasco es la figura de una diosa griega. Le digo: primero, es de mujer; segundo, dudo que se llame Paquita, se llamará Afrodita o algo  parecido. Dice que le da igual el nombre y que le encanta porque no huele a nada. Nos lo llevamos, dice satisfecho. ¿Vas a pagar más de 70 euros por un perfume que no huele a nada? Claro, es el perfume perfecto.

un socavón y dos copas de vino

viernes, 11 octubre 2024. Mi madre despide a mi hermana. Nada más cerrar la puerta me dice que tiene que enseñarme algo, pero no puedo decírselo a mi hermana para que no se deprima. Levanta una alfombra y debajo hay un enorme socavón. De repente toda la casa está llena en ruinas, incluidas paredes y techos. Nos movemos con dificultad sobre los escombros para ver los desperfectos. Le digo a mi padre que no se levante porque puede caerse. Arreglar esto va a llevar meses, le digo, y que hay que empezar cuanto antes porque podemos caer al piso de abajo. ¿Y no crees que pueda estar listo antes de que llegue tu hermana?, pregunta mi madre.
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Cruzo la calle donde vivía mi abuela y veo a Andrés en una especie de cobertizo. Me siento frente a él. Pregunto, ¿conoces a Larry David? Él responde en lenguaje para sordos, number one. Hay dos copas de vino sobre la mesa. Me hace una seña con el índice sobre los labios para que me calle. A nuestro alrededor parece que se esté proyectando una película. Antonio y otros poetas discuten sobre poesía en un callejón, Antonio cae al suelo, pierde las gafas, voy a levantarme para ayudarlo y Andrés vuelve a decirme con gestos que no me preocupe, que ni siquiera pasó en el pasado, que solo es un sueño proyectado. Se me cae el móvil a una alcantarilla. Andrés lo pesca con un cazamariposas y lo mete en una bolsa, le hace el vacío y me lo da como nuevo. Aparece mi sobrino Darío, pregunta a su padre si nos vamos ya. Andrés le señala con la mirada las dos copas de vino llenas. Me bebo una de un trago. Darío hace lo mismo. Pienso que cuando mi prima Elisa se entere nos vamos a llevar una buena reprimenda porque Darío es menor de edad.

un goya y tres dones

jueves, 10 octubre 2024. Estoy en el que fue mi colegio. Una chica me va enseñando las clases. Están cambiadas. Me las va explicando. Le digo que ya sé qué clases eran antes porque pasé por todas. Le sienta mal y acaba la visita bruscamente. Llegamos a las clases de párvulos, ahora convertidas en comedor. Me enseña una caja con cosas que las alumnas se dejaron. Dice que puedo quedarme con lo que quiera. No sé qué elegir. Y, de todos modos, ¿para qué querría una goma usada o un lápiz mordido? Salgo del colegio con pena y prisa porque llego tarde a una entrega de premios. La acera está como antiguamente (sin enlosar, tierra y piedras; si corro me tuerzo los tobillos). Llego a un auditorio al aire libre. Las gradas están llenas. Veo mi asiento vacío con una tarjeta en la primera fila. Empujo a algunas personas para que me dejen pasar. Llego justo a tiempo cuando dicen mi nombre. He ganado. Salgo al escenario. Aparece Fred Astaire y me entrega un Goya. Me susurra al oído que debemos bailar, que el público lo está deseando. Tú no hagas nada, sigue mis pasos, será fácil, dice. Al momento de tomarme la mano y ver mi torpeza dice que no va a ser tan fácil. Dos chicos nos hacen gestos para que acabemos ya. Le doy las gracias, le doy un beso y me voy.
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Estamos en una plaza con adoquines. En el centro hay un tipo con túnica. Dice que nos irá llamando de uno en uno para que nos acerquemos y lancemos tres monedas al aire. Si una moneda os cae a menos de un metro podéis quedárosla y ese será vuestro don, ¿entendido?, ahora poneos de rodillas, dice. Alberto se burla. Le recuerdo que fue él quien quiso venir, que ya que estamos vamos a hacerlo bien. Se ríe y, no solo se queda sentado, se tumba. Me pongo de rodillas sobre los adoquines (se me clavan). El santón llama a una niña, le dice que lance las tres monedas. La niña se pone nerviosa, las lanza mal, hacia atrás y me caen a mí. No me atrevo a cogerlas, no me atrevo a moverme. Tres dones, pienso, ¿qué voy a hacer con tres dones? De repente estoy en casa de mis padres, llevo las tres monedas apretadas en la mano. Entro en el cuarto de mi hermana y le dejo dos en una de sus cajas.

despacho de quesos

miércoles, 9 octubre 2024. Estamos, en el que se supone, el despacho de Cristina. Son dos habitaciones enmoquetadas casi vacias. Me extraña que todo esté desordenado porque ella es maniática del orden y la limpieza. Al salir, la última habitación es un ultramarinos. ¿Os pongo algo?, dice un chico vestido de blanco, con gorrito a juego, desde detrás un mostrador lleno de quesos. ¡No me tientes!, dice Cristina. Me cuenta que desde que le duele todo no come nada de lo que le gusta. Le digo que yo hago justo lo contrario, como me va a doler igual, como lo que quiero. Ya en la calle, dice que la acompañe a Ronda, que tiene cita con el especialista. Le digo que Alberto me está esperando en el conservatorio. Aparece Andrés paseando un perro blanco enorme. Yo te acompaño, le dice.

aguja envenenada

martes, 8 octubre 2024. Se supone que estamos en Uruguay, en un restaurante, pero la decoración y la comida es china. Entre las mesas nada un gato chato y peludo. El gato intenta beber de un frasco con líquido. Alberto le hecha un chorro de kétchup, el gato cae al frasco y sale teñido de rojo. Nos ha sobrado comida y le pido al dueño que la empaquete. Me da un táper y un cajón. En el cajón hay cubiertos, juguetes, anillos y medallas. Separo cada cosa, se las dejo ordenadas. Me quedo de recuerdo con unos soldaditos planos para Alberto. Daniel dice que le gustó más Cuba y otra chica habla de dos poetas. Le digo que se divorciaron y él se casó con la chica que habían adoptado. ¡Ha hecho un Woody Allen!, dice la chica sorprendida y me da una toalla para que me seque el pelo (no sé por qué me lo he lavado antes de marcharnos). Daniel dice que no le gustan nada los cotilleos, y menos de poetas. Carlos dice que antes de volver a España tengo que probarme unas gafas que ha visto, que me quedarían muy bien porque son muy discretas. Ya por la calle nos cruzamos con un grupo de chicos y chicas. Una de ellas dice, voy acaloraíta. Re acuerdo del anuncio Achicharraíta y lo repito varias veces. El novio de la chica piensa que me estoy riendo de ella, y lanza a Alberto una aguja. Se la quito de la espalda, le pregunto al chico qué es. Eso por reírte de mi novia, a tu novio se le paralizará el cuerpo y después morirá, dice. Busco un taxi para llevarlo a un médico. Una taxista, al parar, empuja una excavadora y la vuelca. Ante mi asombro dice: es que soy muy fuerte, me largo de aquí.

juguetes rotos

lunes, 7 octubre 2024. Voy encontrando juguetes rotos y piezas sueltas enterrados en la arena. Laura me ayuda a recogerlos. e cada uno que vemos asomar entre la arena decimos entusiasmadas: ¡otro!

el chico mochila

domingo, 6 octubre 2024. Cuando vamos a dormir veo una ventana abierta. Pienso que alguien ha entrado a robar, pero no falta nada. En el suelo hay círculos que parecen de cal. Los sigo y me llevan al jardín. Hay unos niños jugando. pienso que son los hijos de los cine que sean collado por la ventana para entrar a jugar. Empieza a llegar gente, hablan unos con otros como si fuese una fiesta. Pienso que debo darles algo, busco bebidas. Un chico se pega a mi espalda como si fuese una mochila, me cuenta cosas mientras yo sigo de un lado para otro atendiendo a los invitados. Busco a Alberto para que me ayude. Alguien señala una mosquitera hecha con una sábana. Al mirar detrás veo que está con una chica desnuda. La chica lleva a una careta con su propia cara. Pienso que es idiota. Les digo que ahí se quedan, que me largo para siempre. Salgo al jardín y pregunto a voz en grito si alguien me lleva a casa. Al decirlo me doy cuenta de que no sé dónde voy a ir porque se supone que esa es mi casa. El chico mochila me dice que me vaya con él. Aunque me gusta mucho, le recuerdo que tiene mujer y dos hijos. Las amigas de la mujer me ayudan quitármelo de encima.
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Estoy en un bar con tres tipos que no conozco. Hablamos de las lecturas de poemas que habrá por la tarde. Por hacerme la graciosa les enseñó lo que llevo en el bolso, entre otras cosas un cepillo plegable (mitad peine mitad cepillo). Primero me peino y después le paso el cepillo por los zapatos de antes a uno de ellos porque los lleva llenos de barro. Les cuento que hay una tienda donde me compré cuatro pares de zapatos iguales. Me acompañan. Le explico a la chica que en el año 91 compré unos zapatos de Gaultier, se los describo, le pregunto si le queda algún par más. Dice que sí, va a la trastienda, aparece como una caja muy pequeña de zapatos y empiezas a sacar alpargatas que no tienen nada que ver con lo que yo busco. También me enseña monederos y collares.