descalza

viernes, 25 agosto 2023. Voy de excursión en un bus. Grupo sobre todo de mujeres. No conozco a nadie. Llegamos a una ciudad que parece un decorado. Hay un café muy bonito. Le digo a la señora que va sentada a mi lado que si viviera ahí, sería donde quedara con mis amigos. Me dice que necesita comer algo, aunque sea pan Bimbo. Le digo que espere un poco y no interrumpa la visita. Llegamos a una especie de castillo con jardines. La guía explica cosas a las que no presto atención. Solo me dijo en los pájaros. Hay dos tipos: unos diminutos con unos bigotes azules casi transparentes de más de medio metro y otros amarillos redondos como pelotas de baloncesto. Un chico muy dulce (se parece a Emilio, un compañero del instituto) se acerca, se los señalo. Los pájaros se van. Quiero uno, le digo. Y a mí no me haría más feliz otra cosa. No me queda claro si le haría feliz uno de esos pájaros o conseguirme uno. La señora de antes dice que tiene que ir al servicio. Todas se apuntan. Yo me quedo en el jardín mirando unas cajas con exvotos. Hay de todo: lupas tamaño euro azules y blancas con palabras (que no entiendo) en bajo relieve, me dallas de santos, figuras de madera y hasta abridores de botellas de cerveza. Pienso si llevarme algo de recuerdo, pero pienso que si lo hago quizá no se cumplan las peticiones. Cuando entro una señora con los labios mal operados me dice que el grupo está en un lateral y que no haga ruido, a la vez que grita: ¡la señora de los pantalones vaqueros ha llegado! El grupo todavía está entrando en el servicio. La primera en salir es Tilda Swinton, Me dice que cree que ha venido demasiado elegante a la excursión. Le respondo que tiene buena percha y aunque hubiera ido de harapos resultaría elegante (tengo que explicarle eso de la percha porque en su idioma no existe). Después sale Juliette Binoche y dice lo mismo. Lleva un bolso de Chanel de bolas de colores y un abrigo que la hace parecer muy bajita. Tilda, que se ha transformado en Jeremy Irons, le cuenta lo de la percha. De todas las palabras, Binoche la que no entiende es elegante. ¡Pero si es igual en francés!, le digo. Cuando todas salen del servicio entro yo. Hay un camino marcado con cinta aislante roja en el suelo para distinguir el de hombres de mujeres. El suelo está mojado (me doy cuenta de que voy descalza). Al salir, el servicio es un bar. Hay hombres bebiendo cerveza sin levantar la cabeza de sus jarras. Al cerrar me despido alegremente: ¡Au revoir, messieurs!