naranjas y cubiertos oxidados

lunes, 21 julio 2025. Entro en un supermercado muy oscuro. Busco naranjas para llevarle a Juan. Solo quedan algunas aplastadas en el fondo de un cajón. Una chica me dice que no sabe qué pasa con la fruta, que sospecha que los dueños se la quedan y dejan la podrida para los clientes. Me consigue unas naranjas y las meto en una bolsa muy bonita. Juan vive en una habitación dentro del supermercado. Llamo a la puerta con el típico toc-toctoctoc-toc para que se ría y responda, como Roger Rabbit, toc-toc. Pero un tipo se me adelanta y hace toc-toc. Juan abre. Ya no sé si debo entrar porque a quien ha abierto es al tipo. El tipo entra. Juan parece no verme. Entro. Es una habitación con una cama enorme, casi no caben más muebles (una cama y una mesilla de noche con muchos libros). A pesar de todo me gusta la habitación, tiene una ventana a la izquierda y buena luz. Pienso que no se necesita mucho más para vivir. No sé donde dejarle las naranjas.
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Estoy en la cocina de la casa de mis padres preparando la cena. Voy y vengo para poner la mesa. El resto de la familia está sentada alrededor, charlando. Nadie se ofrece a ayudarme. Al buscar los cubiertos, no doy con ellos, los han cambiado por cubiertos de cartón que no sirven par nada. Los llevo y distribuyo de todos modos. Al ponerlos en la mesa se convierten en cubierto de metal oxidado. Mi padre se queja. También dice que no paro, que me siente a la mesa. Mi hermana me ha cambiado el sitio y me ha colocado de espaldas a la tele. No me importa, no pensaba verla de todos modos. Todos protestan de todo. La comida en los platos también parece oxidada.