viernes, 23 mayo 2025. Estoy en una plaza enorme con Alberto y Salvatore. Se supone que queremos ir a un concierto, pero no hemos conseguido entradas. Alberto y salva van a intentar comprarle a algún reventa. Aparecen unos hombres negros enormes. Uno de ellos se sienta delante de mí. Creo reconocer al cantante del grupo. Me pregunta en inglés si voy a ir al concierto y le digo que no conseguí entradas. Hace un gesto y unas chicas me tienden una. Me da vergüenza decirle que somos tres.
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Alberto y yo estamos en una habitación decorada en tonos sobrios, en penumbra, sentados en unos sillones muy cómodos delante de una mesa camilla, un espacio sereno. Hablamos de apuntarnos a un curso de dos días sobre cómo hacer documentales profesionales. En ese momento aparece un teléfono góndola sobre la mesa y suena. Es mi hermana. Dice que lo ha pensado mejor y ha cambiado los días que va a salir, dice fechas al tuntún, como si estuviera en un bingo. Le digo que no me entero de nada. Mejor ven, dice y asoma la cabeza por la puerta. Le digo que no, que me lo diga claramente. De lunes a jueves, dice. Me sienta muy mal porque el miércoles y el jueves eran los días del curso. Alberto me consuela. Le grito a mi hermana que estoy harta de cambios, que si sigue así no volveré nunca más. Mientras lo digo sé que es mentira porque no puedo dejar de ir a cuidar a mis padres. De repente, estoy en casa de mis padres, mi hermana se va con sus amigas pero antes me dice que me perdona por haberle gritado, que ya le ha contado a Alberto los problemas que tuve con la caca. No sé de qué me habla. ir a un concierto, pero no hemos conseguido entradas. Alberto y salva van a intentar comprarle a algún reventa. Aparecen unos hombres negros enormes. Uno de ellos se sienta delante de mí. Creo reconocer al cantante del grupo. Me pregunta en inglés si voy a ir al concierto y le digo que no conseguí entradas. Hace un gesto y unas chicas me tienden una. Me da vergüenza decirle que somos tres.+Alberto y yo estamos en una habitación decorada en tonos sobrios, en penumbra, sentados en unos sillones muy cómodos delante de una mesa camilla, un espacio sereno. Hablamos de apuntarnos a un curso de dos días sobre cómo hacer documentales profesionales. En ese momento aparece un teléfono góndola sobre la mesa y suena. Es mi hermana. Dice que lo ha pensado mejor y ha cambiado los días que va a salir, dice fechas al tuntún, como si estuviera en un bingo. Le digo que no me entero de nada. Mejor ven, dice y asoma la cabeza por la puerta. Le digo que no, que me lo diga claramente. De lunes a jueves, dice. Me sienta muy mal porque el miércoles y el jueves eran los días del curso. Alberto me consuela. Le grito a mi hermana que estoy harta de cambios, que si sigue así no volveré nunca más. Mientras lo digo sé que es mentira porque no puedo dejar de ir a cuidar a mis padres. De repente, estoy en casa de mis padres, mi hermana se va con sus amigas pero antes me dice que me perdona por haberle gritado, que ya le ha contado a Alberto los problemas que tuve con la caca. No sé de qué me habla.