jueves, 4 septiembre 2025. Me despierto en el suelo de la cocina de casa. Todo está manga por hombro. Una chica, que no sé de dónde ha salido, me dice que observe las pistas, y se desvanece. Por las pistas, pienso que me han secuestrado en mi propia casa. Un chico muy macarra (no tendrá más de veinte años) me lo confirma, se ríe orgulloso. Le digo que me da igual lo que haya hecho conmigo, que no quiero saberlo, pero que ya podría haber sido más ordenado y no dejar, por ejemplo, los yogures fuera del frigorífico. Meto restos de comida en bolsas de basura. Aparece un tipo que, al parecer, dormía en el pasillo. Le hago señas para que busque ayuda, le señalo las bolsas de basura, le digo con gestos que con la excusa de bajarlas avise a la policía. No me entiende , desisto.
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Mi hermana y yo hemos salido, cada una por nuestro lado, a comprar un regalo para el cumpleaños de mi madre. Me pierdo por las calles, me encuentro a Marina (lleva andador, me entretiene), intento llamar a mi hermana pero el móvil no funciona (es un móvil diminuto, del tamaño de un mechero y no veo las teclas). Pienso que me mate lleva demasiado tiempo sola y vuelvo a casa. Llamo por fin a mi hermana desde el fijo. Le dijo que ya sé l que podemos comprarle, una mantelería bonita. Dice que me encargue yo, que ella ya está en casa desde hace mucho. Te estoy llamando desde casa y no estás aquí, le dijo. Me cuelga.