martes, 2 septiembre 2025. Estoy en un hotel que se parece mucho al Miramar. Me asomo a la terraza y se me cae un papel que va directamente a la piscina. No sé lo que hay escrito pero temo perder algo muy valioso. Veo como un chico rubio lo lee y se ríe. Mi madre dice que baje rápidamente a por él. Voy en camisón y calcetines. Mi madre dice que no me arregle, que baje tal y como estoy. Me pongo unas chanclas de plástico muy feas que no sé de dónde han salido. Voy hecha un fantoche. Hay dos puertas de ascensor y en el sueño consta que una es falsa y no puedo equivocarme. Pulso el botón que no es, se hunde y suena una alarma. Pulso inmediatamente el otro y la puerta se abre. Bajo al jardín. No encuentro al chico, miro entre los setos, pregunto si alguien lo ha visto. Una chica que vende bebidas señala hacia un macetero. Detrás hay una especie de pecera esférica con varias bolas gelatinosas. Le pregunto a las bolas cuál de ellas es el chico rubio. Las bolas se ríen, se empujan entre ellas. Casi me echo a llorar, les explico que ese papel era muy importante para mí. Una de las bolas sale a la superficie y me habla (tiene una bola más pequeña dentro). Dice que entregó el papel a un señor con barba, que en el papel había una fórmula secreta que salvaría a la humanidad y el señor de las barbas ha escrito un libro y ahora es multimillonario. Podrías ser tú si no hubieras dejado caer el papel, dice. Me vuelvo y en una de las ventanas del hotel hay una pila de ejemplares del libro con la foto del señor de las barbas en la portada. Me da igual que se haya hecho millonario. Me da igual que sea él o yo quien haya salvado al mundo. Mi madre me pregunta con gestos desde la terraza si he conseguido el papel. Le digo que sí.