calle arriba, calle abajo

miércoles, 3 septiembre 2025. Tengo que llevar la pajarita de mi sobrino a casa de mi abuela. Va dando saltitos delante de mí mientras subimos la calle. Cuando veo que está cansado le voy poniendo miguitas de pan delante para que vaya comiendo y avanzando. Al llegar a la puerta Abel me abre con una sonrisa, pero la pajarita ha desaparecido.
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Estoy con un grupo de personas que no conozco, apiñados en una habitación muy pequeña (las paredes y los asientos son color mantequilla y, eso, me inquieta mucho; quiero irme cuanto antes de allí). Se supone que debemos fallar un premio de poesía. Hay tres finalistas. Yo espero que gane Sonia. De repente todos se ponen en pie y dicen: ¡Uno, dos y tres...!, y gritan mi nombre. Me echo a llorar. Pero si no me he presentado, les digo. Tu amiga presentó uno de tus libros, dicen. Todos aplauden, brindan y se ríen. Yo salgo sin que se den cuenta y bajo la calle hacia casa de mi abuela a toda velocidad mientras sigo llorando.