cuchillo jamonero

martes, 28 octubre 2025. Estoy en una entreplanta con poca luz. Repaso un texto que alguien me ha pasado. Le digo que es demasiado retórico, que deberías decirlo todo con menos palabras. Por ejemplo, usas cinco palabras para decir "pila", le digo. Es que es una pila bautismal, dice. Pues dos palabras, ni una más. Otro chico me mira desde el fondo, se ríe y se acerca. Critica que sea tan dura (se supone que es traductor). Podrás vengarte de mí cuando leas el poema que he traducido al francés, le digo medio en broma. Abro el bolso para guardar algo y marcharme, y veo que un sándwich vegetal que llevaba lo ha mojado todo. Lo tiro a un a papelera. En la papelera hay seis cuchillos, pienso que son de usar y tirar, pero son metálicos. Se lo digo al chico, se acerca y mira. Una chica viene corriendo, rebusca en la papelera y saca un cuchillo jamonero eonorme. Temo que quiera clavármelo. Corro escaleras abajo. Desde la calle, me vuelvo por si el chico se ha asomado a la ventana a despedirme. Veo su silueta, pero como no llevo las gafas puestas no sé si me saluda.
lunes, 27 octubre 2025. Vamos en coche. Alberto ve una plaza en cuesta donde han dibujado una cuadrícula con tiza. Me hace un gesto y le digo que sí. Bajamos para verla de cerca. En cada cuadrícula hay, de repente, un silla (cada una distinta a la otra). Nos sentamos. La tranquilidad se acaba cuando empiezan a llegar mujeres y niñas. Van arregladas como para una fiesta. Le pregunto a una de ellas qué son las cuadrículas. Me explica algo sobre un santo y señala a una niña que dibuja algo en el suelo, entre las sillas. Una chica se me acerca con un perrito en los brazos. Está preñada, me dice con cara de felicidad (lo dudo porque es un cachorro). Me lo pone en los brazos a pesar de decirle que no quiero cogerlo. Temo que se me caiga porque es muy pequeño. Le noto una gran barriga y dos corazones latiendo. Se lo devuelvo. Efectivamente está preñada, le digo.

broche

domingo, 26 octubre 2025. Entro en casa de mis padre y ya estoy sentada en una silla de tijera. Un perro salta de un lado a otro pasando por encima de mis piernas (sin rozarme).
Llevo el broche plateado enorme con forma de rosa (el que me regaló mi cuñada). Una señora se acerca y me dice que es un broche precioso, que nunca ha visto nada igual. Me lo quito y se lo pongo en la solapa de su abrigo.

a dos manos

sábado, 25 octubre 2025. Entro en casa de mis padres y, en vez de salir a recibirme la gati, salen dos perritos peludos muy monos. Se tumban para que le rasque la barriga. Rasco a cada uno con una mano. La gati me mira desde lejos con cara de pocos amigos.

viento

viernes, 24 octubre 2025. Hace mucho viento. Mi madre y yo recogemos a toda prisa la ropa tendida. Mi madre desde la ventana de la cocina, yo desde la ventana del que fue mi cuarto. Voy quitando pinzas sin darme cuenta de que la ropa va cayendo al vacío. Mi madre, en vez de regañarme, se ríe.
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Me despierto. Una chica muy seria con una bata blanca me dice: Todo lo que has soñado ha pasado. No sé si primero fue el sueño y después los hechos, o al revés.

de tiendas

jueves, 23 octubre 2025. Entro con mamá a una tienda muy sofisticada. La ropa está colgada de manera que hace un recorrido como en un museo. Están especializados en prendas que normalmente no serían de cuero (blusas, camisetas, incluso ropa interior). Una señora se prueba una falda de vuelo. El cuero es tan fino que flota. Le digo con un gesto que cuando camine se le irá  subiendo. Llegamos a una zona de complementos. Hay abanicos de tela semitransparente desflecados por el borde. También hay sujetadores a juego. Mi madre quiere regalarme uno. Le digo que no me gustan, aunque no estoy segura de si me gustan.

abrigo blanco y autobús descarrilado

miércoles, 22 octubre 2025. Estoy en la parte más alta de un cine antiguo con varios niveles. Huele a humedad, a antiguo. Los asientos son de espuma roja gastada. Proyectan una película de Truffaut (ayer vi un documental sobre su vida). Cada dos minutos encienden las luces para que el público aplauda cada escena. Me canso, me levanto y salgo a la calle por un ventanuco que da a un andamio. Veo a Virginia a lo lejos. Empieza a llover. Le digo que entre conmigo al cine para que no se le moje su abrigo nuevo (me envió ayer una foto con él puesto). Subimos por el andamio y entremos por el ventanuco. Todo sigue igual. Virginia me mira con cara de, "¿pero dónde me has traído?".
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Estoy en la terraza de un restaurante con la familia Cabezón Beltrán (se supone que estamos en Uruguay; la mesa a ratos es mesa, a ratos el capó de un coche enorme descapotable). El camarero se acerca y, cuando vamos a pedir, estornuda y se va. Ellos están de espaldas a lo que sucede, yo de frente a la entrada del bar. Veo cómo el camarero y dos chicas se quitan los delantales y cierran. Ariadna se ha puesto a hacer equilibrios sobre unos raíles que hay junto a la mesa-coche. Le gritamos que se baje, que es muy peligroso. Pasa de nosotros. Se baja en el último instante antes de que llegue el tren. El tren es un autobús muy largo. Aprovecho y me subo porque es muy tarde y he quedado con Alberto. De repente el autobús está en Málaga y entra en calle Fernando el Católico. Pienso que no tendrá espacio para dar la curva. Así es. El conductor se baja llorando. Entra una conductora e intenta maniobrar hacia atrás. Vamos a ir marcha atrás hasta Mangas Verdes, dice un pasajero y todos ríen la gracia. Yo estoy de mal humor porque voy a llegar tarde, así que me bajo en marcha (el autobús se ha convertido en un tren de juguete), tomo el autobús (ahora tren) entre los dedos y me lo llevo a casa. En casa dibujo el recorrido de las calles sobre la alfombra del comedor y coloco el tren con cuidado para que los pasajeros no se lastimen. Hago el recorrido maniobrando con cuidado mientras pienso dónde estará Alberto. Con una mano muevo el tren, con la otra lo llamo por teléfono. Alberto está enfadado, dice que no aparecí y se fue. Le explico que un autobús ha descarrilado y lo tengo en el comedor. Alberto dice que es la peor excusa que ha oído nunca. Ya sé que es un sueño dentro de un sueño, pero tengo que acabarlo para que todos los pasajeros puedan despertar en sus casas, le digo.

pelo imantado

martes, 21 octubre 2025. Estamos en casa con toda la familia. Esta oscureciendo. Estoy cansada y digo si nos vamos a dormir. Alberto dice que ha quedado con Jane. Me asomo desde la terraza y veo a una chica esperando. Tiene la melena perfecta. Mientras espera juega a piola con unos niños. Me miró al espero. Mi pelo está mal cortado y tieso. Si lo toco se eriza como las virutas del reloj de arena que me regaló ayer Sora. De todos modos bajo con mi prima Elisa. Han llegado varias amigas de Jane. Hablan en francés, pienso, para que yo no me entere de qué dicen (no saben qué hablo francés). Elisa me hace una seña. Volvemos a casa. Mientras ponemos la mesa, un tipo (supuestamente novio de Elisa), me dice que él sabe cosas, pero no puede decírmelas. Seguimos poniendo la mesa en silencio.

moqueta

sábado, 18 octubre 2025. Estamos en una habitación de hotel y queremos irnos a la cama, pero nuestra sobrina nieta está dentro viendo la tele. Pienso que mejor no molestarla, así que nos tumbamos en la moqueta. Veo que en la tele hay un concurso en el que participa mi sobrino Abel. Todos llevan capucha, no se les ve la cara. Alberto me pregunta cómo lo he reconocido. Es el que corre como un pato aunque no tenga los pies planos, le digo.

sólo un momento

lunes, 13 octubre 2025. Le digo a mi madre que me gusta mucho cómo tengo el pelo ahora (largo y espeso), pero creo que voy demasiado clásica. Levanto la melena por la mitad y le digo que la corte, pero no quiere. Entro en una galería bajo un edificio. Hay una tienda de gominolas, mantecados, juguetes y calcetines. El dependiente se acerca muy lentamente y me pregunta si necesito ayuda. Le digo que voy a comprar regalos de navidad para mis sobrinos y me haga varios paquetes. De todo un poco, le digo. Mientras está poniéndome las chucherías y los calcetines en paquetes de celofán, me dice que se acuerda de mí, que me ha crecido mucho el pelo. No sé de qué me conoce, pero me hace ilusión que me recuerde.
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Etoy en una plaza, es de noche. Parece que va a haber una verbena. Me acerco a dos chicas y les digo si conocen al grupo que va a tocar. No. Se llama Sólo un momento y tienen una canción que me encanta, les digo. Se la canto. Cuando llego a la parte que dice: "oú, vieo, no vea habe" me miran con cara de estupefacción. Una de ellas es Maricarmen Laporte (estaba en mi clase en 1°BUP). Tú tienes que conocerla porque la letra la escribió tu hermano, le digo.

ese

sábado, 11 octubre 2025. Veo una película donde instruyen militarmente a unos niños. Todos van uniformados, hasta un bebé de menos de un año. Desfilan hasta salir de la pantalla. Me aburro y salgo al jardín. Se supone que es la casa de Mesa Toré. Están metiendo tomates en cajas. Las cajas tienen la tapa transparente. Le pregunto qué va a hacer con ellos. Tirarlos. Abro una caja y son tomates cortados a gajos flotando en agua. Pruebo uno y no sabe a nada. Le digo que yo me encargo de reciclarlos, que los tomates irían a un contenedor y las cajas, al ser mixtas, a dos distintos. Un tipo alto llega y me pregunta cómo fue eso de traducir a una poeta francesa. Se lo cuento y les doy a cada uno un pliego de poemas. De repente Mesa Toré se enfada muchísimo, dice que me he referido a él como "ese". No recuerdo haberlo hecho, pero le pido disculpas. Hay confianza, dice el tipo alto, no vamos a nombrarte con nombre y apellidos cada vez que hablamos. Nada, desaparece ofendidísimo. Le digo al tipo alto que me voy a mi casa, que no soporto más que tiren comida y ver a tantos niños desfilando. El tipo intenta retenerme enseñándome una escultura de latón. Le da golpecitos con el pie para que resuene. ¿Quieres que te enseñe mi colección de postales?, por que no sé si lo sabes, pero más que escribir lo que me gusta es la pintura. Dice que no quiere verlas y se tumba en una hamaca.
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Se supone que estoy en un hostal. Me cepillo los dientes. Cuando voy a escupir mi tía está desmontando el lavabo. Intenta recolocarlo, lo pone del revés y lo cambia varias veces de posición porque no atina. No quiero mantener más tiempo el agua sucia en la boca y la escupo por el balcón. Protestan desde la calle. ¡Yo sé quién ha sido!, oigo gritar. Pienso que ya no podré salir de esa habitación nunca más.

museo

viernes, 10 octubre 2025. Estoy en el antiguo dormitorio de mi tía M en casa de mi abuela (cuanto todavía tenía un arco que daba al salón comedor, en vez de puerta). Busco la dirección de Sora en una agenda muy pequeña. No entiendo mi letra. Se apaga la luz y se enciende la lamparita que hay junto al sofá. Como si estuviera haciendo algo malo, corro a la cama y me tapo hasta la cabeza para que crean que duermo. Es Alberto. Menos mal, le digo. Dice que va a salir a pasear. Salgo de la cama y voy con él. Lleva pijama y batín. Yo voy desnuda, con el camisón arrugado y sujeto delante del cuerpo. Estamos en el paseo marítimo. Algunos pescadores sacan el copo. Está muy oscuro, así que me coloco bien el camisón sin miedo a que me vea nadie. De repente es de día y estamos en el Jardín de los Monos. Hay mucha gente en la parada del autobús. Me parece reconocer a Javier. Subimos. Los asientos están muy pegados unos a otros y nos molestan las piernas. Alberto quiere levantarse pero no puede. Finalmente nos bajamos. Un chico baja detrás de nosotros, se acerca, saluda. Es Javier (no se parece en nada). Le digo que no lo había reconocido, si se ha hecho algo en el pelo (lleva el pelo casi en cresta y muy oscuro). Estamos en una habitación vacía y  nos acercamos a un pequeño lavabo que hay en un rincón. Bebemos como si fuéramos animales. Alberto intenta quitarle algo del cuello a una chica gorda y bajita. ¿Qué era? Una garrapata, dice. Es que tengo pulgas, dice la chica. La miro con asco. Dos azafatas nos dicen que es la hora y nos ponen unos auriculares (se supone que estamos en un museo). De los auriculares sale una pajita. Una de las azafatas me la mete a la fuerza en la boca por más que le digo que no quiero beber nada. Salimos a la calle para cruzar a otro edificio. En el hall, Caína se queja de que alguien le debe dinero. Pablo llama a alguien por teléfono y dice que ya lo ha solucionado. El portero del museo se acerca a la pareja de Pablo y le retuerce el brazo. Después agarra a Caína por el cuello y le estampa la frente en la pared. Caína cae al suelo inconsciente. Corro hacia ella. El portero le pone un sombrero y me la entrega como si fuera un saco. Dice que a partir de ahora no le reclamemos dinero a nadie. Nos vamos a urgencias, le digo y cargo con ella. Al salir a la calle, la calzada tiene un enrejado por donde podemos caer. Tenemos que dar un rodeo para llegar hasta el río, a la altura de Comisaría. Intento parar a un coche de policía pero pasa de largo. Intento para un taxi, pero me enseña un cartel de cartón donde ha escrito algo que no llego a leer.

equinoccio

jueves, 9 octubre 2025. Tengo unos papeles delante, sobre una mesa muy tosca de madera hecha con tablones. Me fijo en que los papeles son una quiniela rota. Intentó montar el puzzle y copiarla en un papel para mirar los resultados. Todos son equis. Pienso en la palabra equinoccio. Pienso en la palabra equino. "Nada que ver", escribo en uno de los trozos de papel.

fotos de mermelada

miércoles, 8 octubre 2025. Marcos y yo estamos en una habitación decimonónica. Hablamos muy bajito para que no nos oiga nadie. Como pensamos que nos pueden espiar por la ventana, en vez de cerrarla nos metemos en la cama y nos tapamos hasta la cabeza. Alguien se asoma y pregunta cuándo empieza la fiesta. Nos miramos y pensamos que no ha servido de nada tomar tantas precauciones. La habitación se va llenando de personajes extraños, parecidos a los de la serie Fantasmas. 
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Tengo delante un móvil enorme que ocupa casi toda la mesa. Abro la galería e intento borrar fotos. Las marco, le doy a papelera, pero no se borran. Tengo que pasar páginas (el móvil tiene páginas) para pulsar otra papelera. Me extraña que muchas fotos sean de cantantes de pop coreano. En otra página hay fotos de postres, pero los postres son en 3D y se pueden comer. Mi madre mete el dedo en cada uno y los va probando. Le regaño. Dice que no pasa nada y vuelve a comerse la mermelada de cada dulce que ve. ¡Eres diabética!, le grito.

mi querido bill

martes, 7 octubre 2025. Estoy en una azotea. Hay un grupo charlando. No participo. Un tipo me pregunta si no me aburro. Le hago un resumen: él practica gallego con su hermano porque va a prepararse unas oposiciones, la luz sobre el pelo de la chica es preciosa y ahí han puesto columpios (sobre otra azotea). Se asombra de que me haya fijado en todo eso porque parecía estar en otro mundo, dice. Dos de ellos se suben al muro. Les digo que tengan cuidado. Uno de ellos es el actor Bill Nighy. Hace el tonto y cae delante de nosotros. Le pregunto si puede mover los pies y las manos, si le duele algo. Dice que nada y se ríe. Mantiene su elegancia innata. Nos vamos a urgencias, le digo. Uno dice que va a por el coche. Yo cargo con Nighy. Al llegar a la calle no hay nadie (parece Londres). Entro a buscar ayuda en un museo, pero es un laberinto. Le digo a dos visitantes que me ayuden, pero hacen que no me entienden (a pesar de hablar español) y se escabullen. A estas alturas Nighy está completamente inconsciente, me pesa cada vez más, se me cae hacia atrás. Me asomo a una ventana y grito ¡Help! muchas veces seguidas, pero nadie me hace caso.

luna de miel

lunes, 6 octubre 2025. Llegamos a la boda de Raquel y Federico. Nos cuesta encontrar el sitio porque es en unas naves enormes en mitad del campo. Me llama la atención lo blancas y nuevas que parecen las naves.. No sé si las han pintado para la ocasión. Resulta que es una de esas bodas múltiples. Hay más de cien parejas para casarse (cada una con sus invitados). Comenzamos la búsqueda. Entramos en la primera nave. Alberto está cansado y se sienta en uno de los bancos de atrás. Inmediatamente un perro se le sube para jugar. Le digo que ni lo toque porque si no el perro nos perseguirá todo el día y acabaremos llevándonoslo a casa. Unas señoras nos miran mal, pensando que hemos llevado un perro a misa (la nave por dentro es una iglesia barroca). Seguimos buscando. Alguien me dice que perdemos el tiempo, que ya se han casado y están camino de su luna de miel en Nueva York. Bajo a toda prisa un terraplén que da a un camino de tierra y veo pasar su coche de largo que, como en las películas, deja atrás una enorme polvareda.

la fiesta final

domingo, 5 octubre 2025. Descampado cerca del mar. Oeste está apoyado en un coche grande blanco (un modelo de los años 70) como si estuviera esperando a alguien. Paso con dos niñas de la mano para dejarlas en un edificio bajo que hay detrás. Lo saludo con la cabeza. Después te voy a ver, dice.
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Bajo al portal de la casa de mis padres. Los buzones están cambiados de sitio. No tengo llave e intento sacar lo que hay dentro metiendo los dedos. Cada vez que lo hago aparece alguien y disimulo, vayan a creer que estoy robando el correo.
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Estoy en una especie de chiringuito decorado como si fuera Hawaii. Hay muchas mesas largas de madera. Se supone que estamos en un congreso de poetas. Desayunamos cada uno en una mesa y hablamos a gritos entre nosotros. Una chica me tira los tejos (a gritos) y el resto se ríe. Le digo que quién sabe, que habrá que esperar a la fiesta final. Después alguien hace un comentario, y yo le respondo algo tan gracioso (no recuerdo qué) que acabamos todos en el suelo a carcajadas.

azufre

azufre sábado, 4 octubre 2025. Alguien me dice que tengo que cenar antes de media noche porque si no la sopa sabrá a azufre. 
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Estoy delante de la barra de un bar. Detrás de la barra hay una pista de hielo y una pantalla enorme. Jurdi se me acerca. Me susurra al oído que la película que van a poner ya la ha visto, que es una porno y que en una de las escenas aparece el pubis de una chica pero que era tan raro y feo que no supo si era de verdad un pubis o un caballo. Lo miro asombrada. Cuando lo veas ya me dirás, dice. Un tipo con mala pinta le hace una seña a la chica que está a mi lado, ella se levanta sin ganas y, al entrar en la pista de hielo, el hielo se transforma en agua. Comienza la película, pero no en la pantalla, dentro del agua. La chica se ha dejado el pubis sobre la barra de bar y, efectivamente, parece un caballo.
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Llueve y entramos en un bar decorado como una cabaña de paja. Dentro llueve más que fuera. Me voy quitando la ropa y la retuerzo para sacarle el agua. Llevo el último libro de Carles. También se ha mojado. Lo abro. Pienso que al tener forma de acordeón se secará antes. Aparecen Elisa y Andrés. Salimos del bar. Elisa dice que se ha comprado una moto para llevar a mi madre al médico. No digo nada, cosa que ella interpreta como que no estoy de acuerdo y se enfada muchísimo porque dice que fui yo quien le dijo que tenía que solucionar los traslados al médico. No sé de qué habla, pero sigo sin decir nada. Andrés me pregunta cuál es el sitio más cutre donde hemos hecho lectura de poemas. Hago un repaso, pienso en bares pero ninguno me parece demasiado cutre.

cabra montesa

miércoles, 1 octubre 2025. Estoy en una habitación que parece un parque de bolas. Una pareja tiene un niño con unas orejas enormes. El niño me mira insistentemente y, por decirle algo, le preguntó cómo se llama. La madre me mira mal y se lo lleva. Hay un cuadro muy grande. Parece que el padre del niño espera algún comentario (quizá lo haya pintado él, pienso). Le digo que me recuerda mucho a un pintor, pero no me sale el nombre (un expresionista alemán). Él nombra a algunos pintores que no tienen nada que ver. No me da buena espina. Me alejo disimuladamente. Detrás de un poyete de obra (es todo muy precario), hay una tele antigua donde alguien ha puesto un vídeo en el que se ve a mi tía M pintando un retrato. Mi prima Elisa hace de modelo (es una niña; lleva un camisoncito blanco). Pienso que podría ir parando el vídeo y hacer fotos para que mi tía lo viera, pero una señora apaga la tele de un golpe y dice que esa cinta es inmoral. Otra señora me lanza unos tacos de goma que esquivo como puedo. A partir de ahí me toca escapar de una masa que me persigue. Una chica dice que en esa isla tratan muy mal a los turistas y que me vaya cuanto antes. Corremos hacia el puerto, pero el barco ya ha zarpado. Llegamos a una zona alta donde, al parecer, llevan a los turistas diciéndoles que es un sitio típico. Los tumban boca abajo sobre la tierra con la excusa de hacerles una foto, les ponen encima una cabra montesa, les dicen que sonrían y, en ese momento, la cabra les da un cabezazo y los mata. La chica se queda espantada por qué no sabía qué eso pasara en su pueblo. Queda en shock cuando ve unos barracones con montones de cuerpos muertos y apilados, envueltos en lonas y cuerdas.

hojas amarillas

domingo, 28 septiembre 2025. Estoy en una salón de actos estrecho con bancos de madera (podría decirse que es una capilla). Alguien me dice si ya sé qué poemas voy a leer. No sé de qué me habla. Miro a mi alrededor y todo el mundo repasa unas hojas como si tuvieran que aprenderlas de memoria. De repente recuerdo que hoy era el homenaje a Cumpián. No llevo poemas ni bolso donde buscarlos. Intento salir del banco, pero estoy rodeada por ambos lados. De repente alguien desde detrás me pasa unas hojas amarillas con poemas. Cuando me vuelvo para darle las gracias es el propio Cumpián, que me guiña y se desvanece.

cama amarilla

jueves, 25 septiembre 2025. Estamos en una especie de covertizo. Voy señalando cosas: aquí había tal, allí cual, etc. ¿Qué es esto?, pregunto. Eso era mi cama, dice Cantos. Intento montarla (es una especie de hamaca amarilla). Cantos la extiende en el suelo (al tocarla ha pasado de rígida a blanda). La ponía aquí, la inflaba y dormía muy bien, dice. Salimos del cobertizo, es de noche, nos acercamos al coche para irnos. Salvatore me abraza y llora. Mi tío abandonó sus cosas en la otra orilla, dice entre lágrimas.

el monje asesino

miércoles, 24 septiembre 2025. Voy con Carlos Areces por la calle. Va muy serio y callado. No me atrevo a decirle cuánto lo admiro. Le pregunto si es verdad que escribe novelas y si me dejaría leer alguna. Dice que sí, pero que son muy serias y seguramente la gente crea que van a ser de humor, que ha publicado una de la vida de un monje asesino. Dice que quiere enseñarme algo. Entramos en un patio de vecinos con muchas macetas. De repente desaparece. Pienso que no le he dicho que tengo un montón de fotos de niños y niñas de comunión y que quería dárselas. Me doy cuenta de que llevo un libro suyo en la mano. La cubierta es de papel de seda morado que se va haciendo cada vez más grande hasta el punto de tener que hacerlo una bola y tirarlo. El libro es una novela de Areces.
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Mis tías están dentro de la bañera de mi casa, sentadas en el borde mirando hacia la pared. Se supone que están enfadadas conmigo por algo. Les digo que es una tontería enfadarse porque tenemos que seguir viéndonos queramos o no.
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Buscamos un bar para tomar algo. Hay uno en una plaza con algunas mesas vacías. Un niño de unos doce años me dice que tienen buenas tapas y que la mesa de dentro está muy fresquita. Se lo digo a Alberto pero elige una en la acera, la más alejada del bar. Pienso que el pobre niño tendrá que dar largos viajes para servirnos. De repente estamos en otra mesa con dos tipos (se supone que son amigos de Alberto), les han servido jarras de cervezas y a mí vino Oloroso. Nos dicen que la especialidad es el brócoli. Preguntamos si hay algo más. Que no. Pues brócoli para todos. Les pregunto qué iremos a ver mañana (se supone que estamos en otra ciudad). Los dos tipos dicen que tienen que irse a sus casas. Alberto dice que él también tiene plan, volver a casa e ir a nadar. Me siento totalmente decepcionada. En ese momento pasa el niño por la acera, que ya vuelve a su casa. Se gira y me saluda con una sonrisa enorme. Levanto el brazo y lo saludo felicísima.
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Estoy en la terraza de la casa de mis padres. Se supone que tengo que llevar a mi tía E al médico, pero no quiere ir. Se lo estoy contando a mi hermana para que me eche una mano, pero dice que ella ya ha quedado. Suena el timbre de la puerta. Cuando voy a abrir suena el teléfono. Pienso que es Andrés, que como no le he abierto a tiempo, me está llamando. Cojo el teléfono y, efectivamente, es Andrés. Le digo que ahora le abro, pero me dice que está en su casa, que solo llamaba para charlar. Le digo que tengo que abrir la puerta, que estoy muy liada. Al ir a la puerta, veo que está abierta. Abro del todo. Es mi tía E (parece muy joven). Le pregunto por qué no ha empujado ella sola la puerta, si ya estaba abierta. Dice que no quería molestar. Entra directamente en la cocina, abre el grifo y se sirve un vaso de agua.

pircing

martes, 23 septiembre 2025. Estoy en casa de mis padres. Han organizado una comida. Han puesto dos mesas en L. En un extremo está mi cuñada con sus hijos. Voy al cuarto de baño. Está sucio y el techo roto. Pienso que me da vergüenza que alguien entre y lo vea. En ese momento empujan la puerta (tampoco hay pestillo), la sostengo con el pie. Es mi sobrino Diego. Dice que necesita mi ayuda. Abro la puerta y el cuarto de baño se transforma en un descampado. Quiere que le quite un pircing para que no se le enganche al comer. Lo tiene en la oreja, arriba del todo, y lleva una cadena hasta el labio. Intentó quitársela sin hacerle daño. Le pregunto si le duele. Dice que no me preocupe, que él se la quita todas las noches antes de irse a dormir.

frutas naranjas

sábado, 20 septiembre 2025. Estoy en el comedor de la casa de mi abuela. He preparado la mesa con muchos platos distintos porque viene Joan a cenar. Come con ganas. Le digo si quiere postre, pensando que me dirá que no. Hace un gesto de, eso ni se pregunta. Voy a buscar qué hay. En un mueble del pasillo (es la primera vez que lo veo), hay un flan, dos tarrinas muy pequeñas de natillas, un trozo de bizcocho. Lo pongo todo en una bandeja para que pueda elegir. Mi tía Paqui me llama desde el cuarto de estar. En la mesa hay restos de frutas, algunas no las conozco. Me cuenta algo supuestamente divertido y me río por compromiso para irme y no hacer esperar a Joan. De la mesa del cuarto de estar he cogido unas cuantas uvas y unas frutas naranjas con pinta de dátiles, que no sé lo que son. Cuando vuelvo al comedor le pongo la bandeja delante. Ha llegado Jorge. Les digo que elijan, que pueden comer todo lo que quieran. Eligen las frutas naranjas, que de repente se han vuelto muy grandes y me parecen muy jugosas. Pruebo una y no me sabe a nada. Después de las frutas cogen un trozo de pizza como si no hubieran comido en años. No entiendo nada.
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Vamos por lo que parecen los pasillos del metro. Llevo un cómic que he leído y no me ha gustado. Alberto me lo quita de la mano y lo pone en una estantería giratoria que hay en un puesto. La chica le llama la atención, él sigue andando. Le digo a la chica que si se lo quiere quedar y vender está como nuevo. Me dice que las cosas no se hacen así, que si lo quiero donar tengo que ir al piso de abajo. Le pido disculpas. Unos metros más allá Alberto se ha sentado en el suelo (no se parece en nada Alberto). Dice que no le gusta el hotel. Le digo que no tenemos por qué quedarnos, incluso podemos irnos ya a casa y olvidarnos de la lectura que hay por la noche. Dice que a la lectura sí podemos quedarnos. No estás en situación de elegir, le digo, a partir de ahora voy a decidir yo: baja recepción y dile a la chica que no nos podemos quedar, que nos ha surgido un imprevisto, mientras yo voy a recoger nuestras cosas, cogemos el coche y nos vamos a los Picos de Europa. Alberto se levanta del suelo y desaparece. Entro en nuestra habitación. Es una habitación minúscula y está llena de gente porque es una habitación compartida (ayer vimos un documental sobre micropisos). De repente todos se van, dicen que dejan la habitación solo para nosotros. De todas formas no me quiero quedar allí, los muebles están muy viejos y el cuarto de baño solo tiene un lavabo. Intento recoger nuestras cosas, pero lo único que hago es ponerme calcetines unos encima de otros. Alberto llega. Le pregunto si ha cancelado la habitación. Se encoge de hombros.

pañal

viernes, 19 septiembre 2025. Cuando voy a cambiarle los pañales a mi padre, veo que el anterior se lo han puesto sin lavarlo. Le digo que espere un momento, que no encuentro pañales limpios ni la hoja de reclamaciones.

dificultades

jueves, 18 septiembre 2025. Estoy en casa de mis padres y llego tarde al colegio. Busco mi ropa pero está toda tirada por el suelo del que fue mi cuarto. Tengo que llevar la comida, huevos duros, pero no encuentro un cazo para cocerlos. Mi hermana intenta ayudar pero me da un táper. Le explico que si pones un táper al fuego o sobre la vitrocerámica se quema. Me mira con cara de no entender. Voy de un lado a otro a toda velocidad metiendo libros y cosas en la mochila. Me va persiguiendo por toda la casa leyéndome las instrucciones de algo. Mi madre, que ya estaba levantada, se ha vuelto a acostar vestida (incluso lleva un collar de perlas). Veo que mi padre se ha levantado e intenta subir la persiana. Ha dejado el andador a un lado y temo que se caiga. ¡Que alguien ayude a papá!, grito. Entro en el cuarto de mi hermana. Detrás de la puerta, en el suelo, hay dos mochilas con llaves. Como no me da tiempo a buscar las mías me las llevo todas. Algo se mueve dentro de la cama de mi hermana. Es mi tía M (no sé qué hace allí), y me dice que no haga tanto ruido, que quiere dormir hasta el medio día. Miro el reloj, tenía que haber salido de casa a las 08:30 y son las 8:45. Dudo si abandonar y quedarme en casa, pero pienso que hace mucho que no voy al colegio. Salgo al descansillo, hay cola para el ascensor. Bajo las escaleras de tres en tres. Voy pensando que como hace tanto que no voy quizá hoy haya examen o vayan por una lección de la que no sé nada. Aprendo rápido, pienso. Al llegar al portal me doy cuenta de que llevo un perro pequeño blanco. El perro corre delante de mí y se aleja (la correa va extendiéndose). Pienso en si sería mejor parar un taxi para llegar a tiempo, pero creo que no llevo ni dinero ni tarjeta. Pienso en a quién le podré dejar el perro mientras estoy en clase, porque lo veo demasiado nervioso para que se quede quieto durante tantas horas bajo el pupitre.

cortinas de cretona

miércoles, 17 septiembre 2025. Estoy en una habitación que recuerda a la casa de la vecina de mi abuela, con muebles y cortinas de cretona. La supuesta dueña de la casa está a mi lado, saca algo del bolso y me lo enseña. Lo vuelve a guardar inmediatamente. A mi izquierda está Sonia. Me hace gestos de que tenemos que largarnos de allí cuanto antes. Dicho y hecho. Sonia se levanta y se va. La señora me dice que desde donde está no puede ver bien la tele, que corra el sofá. No hay ninguna tele pero empujo el sofá que se ha convertido en una cama enorme y pesada. Sonia vuelve. La señora la echa a gritos. Salgo detrás de ella con la excusa de pedirle disculpas (le digo a la señora), pero con intención de no volver. Sonia dice que la peluquera me está esperando. Abro la puerta de un local muy moderno. La peluquera está tumbada en el suelo con postura de pasar de todo. Me mira con desgana y rencor. Sé quien eres, pero no te he reconocido, dice. Pienso que está molesta porque hace mucho que no voy a cortarme el pelo.

clase de hipocresía

martes, 16 de septiembre de 2025. Llego a una clase. Se supone que soy la profesora. Hay sillas, sillones y sofás. Alumnas en su mayoría (entre ellas, personajes de la tele, como Terelu Campos). Subo a la tarima, no sé qué decir. Lo digo abiertamente: no sé de qué voy a daros clase durante todo un curso. Podemos hablar de nuestras cosas, dicen. Tenemos que buscar un tema, digo y les pregunto: ¿alguien puede definir la hipocresía?
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Vamos en el C1. Un tipo nos pregunta dónde esta la parada del C2 y si falta mucho. Le digo que justo en la esquina, que solo debe bajar y subir porque el C2 viene justo detrás, y además es gratis porque no ha pasado una hora entre uno y otro. Al llegar a la parada vemos a un señor en el suelo. Alberto me dice que le va a tocar atenderlo. El tipo que quería tomar el C2, al ver tanto alboroto, empuja a los demás viajeros para salir, se baja y para un taxi a pesar de que el C2 está justo detrás. Este hombre es tonto, le digo a Alberto, que todavía está dudando si va a bajar a ayudar o no.

red de sueños y la chica bebé

domingo, 14 septiembre 2025. Al lado de la cama he puesto una bolsa de red para que los sueños se vayan guardando solos y no tener que apuntarlos a la mañana siguiente.
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Estoy en una clase bastante vetusta con asientos de madera y terciopelo rojo. Justo antes de que entre el profesor me suena el móvil (el móvil es un billete de tren; lo desdoblo y respondo). Un tipo me pregunta si soy fulanita nosequé Gil (solo recuerdo el segundo apellido). Se ha equivocado, le digo, pero él insiste. ¿Seguro que no eres tú?, porque estoy buscándola para algo muy interesante. Lo dejo hablar porque tiene la voz muy bonita. Habla de otras chicas, todas pintoras, también, dice. Pensé que preguntabas por escritoras, le digo. Su voz me suena, me recuerda a la de Sergio Gaspar. Le pregunto si conoce a una tal Isabel Bono. No la conoce (me río). De repente estoy en un vagón de tren. La revisora me pide el billete (qué es el móvil por el que estoy hablando), me lo quita, lo mira y dice que está equivocado, lo arruga y lo tira al suelo. ¡Oiga, que estaba hablando por teléfono!, le digo y recojo el billete, lo estilo y me lo vuelvo a poner en la oreja, pero ya no se oye nada. Los demás pasajeros me miran como si estuviera loca. Me obligan a bajar en la siguiente parada. Estoy en un andén de un pueblo que no conozco. Llega a una chica que me recuerda a Jessa de la serie Girls. Pelea con un camarero porque ha pedido un menú pero a la hora de pagar no tiene dinero. Me hace gracia y me uno a ella. Dice que tenga cuidado con mi maleta, que me la ate a la pierna (lo intento, pero me es imposible andar, desisto). Llegan tres tipos muy guapos, parecen sacados de un casting de Hair. Una chica muy bajita y no precisamente guapa (aunque no es fea, es que tiene cara de bebé) llora porque está enamorada de uno de los tres melenudos y no es correspondida. La consuelo acariciándole la cara y la cabeza, exactamente como haría con un bebé. Se queda dormida. Los chicos se despiden y se van en moto. Nosotras nos vamos por las callejuelas del pueblo. Le digo a la falsa Jessa que uno de los chicos le ha metido algo en el bolsillo trasero del pantalón. Pienso que pueden ser drogas, pero es una lata con huevos de pascua. Por si acaso, los deja en el alféizar de una ventana. Una niña viene corriendo a traérnosla. Os habéis dejado esto, dice sonriente. Le damos las gracias y volvemos a deshacernos de ella, esta vez tirándola a una papelera.

mi mascota era un robot

viernes, 12 septiembre 2025. Estoy en una habitacióncon luz macilenta. Tengo que leer unos poemas. Empiezo de memoria, pero no recuerdo el final del texto. Cojo un libro y empiezo de nuevo. El libro es de texto, de 1°EGB. Incluso tiene anotaciones con letra de niña. En vez de leer le voy contando al público lo que voy encontrando. Aquí preguntaban el nombre de mi mascota y escribí: T12-M2.

seguro

jueves, 11 septiembre 2025. Estamos en la planta de arriba de la librería Traficantes de sueños, aunque parece un restaurante. Nos han servido un vino blanco muy turbio. Un cocinero desde detrás del mostrador pregunta si nos gusta porque tiene un sabor muy peculiar. Aparece Araceli (trabaja en la librería) y bajamos con ella al patio. El patio es un autobús. Hablamos de los seguros de decesos. Le digo que siempre me han parecido absurdos, que mis padres me apuntaron nada más nacer, que todo ese dinero se lo podrían haber gastado en viajar, que de todas formas si te mueres y no tienes dinero, en la calle no te van a dejar, te entierran de todos modos. Nadie en el autobús me da la razón.

alfombra de césped

miércoles, 10 septiembre 2025. Parece un vídeo musical. Estoy con cuatro personas más, tumbados boca arriba en el césped. Una chica canta y nosotros repetimos el estribillo. Cantamos en inglés. La letra dice algo así como "recuerda que estás aquí y ahora, agárrate bien al suelo, recuerda este momento los días grises". Me agarró al césped (parece una alfombra muy mullida). La chica nos pide que repetimos el estribillo más y más fuerte.
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Mi tía E dice que tendría que cortarse el pelo, pero no puede ir a la peluquería. Me ofrezco a cortárselo. Empiezo por los lados, pero alguien me llama y tengo que salir urgentemente. Cuándo vuelvo veo a mi padre con los brazos cruzados delante del horno. Le pregunto si está preparando la cena. Asiente. Le pregunto desde cuándo sabe usar el horno, pero no dice nada, está enfadado, le pido disculpas por llegar tan tarde. Se le ve joven y fuerte. Mi tía aparece como si se hubiese hecho una permanente, pero lo tiene blanco. Se parece mucho a mi abuela. Estoy sorprendida de que ella misma se lo haya peinado. Pienso si mi tía M se enfadará con ella y conmigo por cortárselo. Mi hermana quiere enseñarme lo que ha hecho con el que fue en mi cuarto en casa de mis padres. Lo ha ordenado, parece enorme, hasta hay una mesa camilla. Quiero hacerle una foto para enseñársela a Alberto y vea lo bien que ha quedado, pero cada vez que disparo mi hermana aparece en ropa interior y tengo que borrarla.

examen

martes, 9 septiembre 2025. Estamos en calle Cuarteles, en la acera delante de la panadería El burrito. Me entretengo jugando con el broche de estrella que me regaló Alberto. Es tan pequeño que se me escapa de las manos, cae en la acera. Los busco por todas partes, entre el bordillo, en el asfalto... Nada. No quiero perderlo porque me lo trajo de la URSS en 1984 y ya es una reliquia. Aparecen una madre y una hija.Ya estamos aquí, dicen (como si las hubiéramos estado esperando a ellas), podemos irnos. Empujan un coche que comienza a rodar solo. Hay tráfico, les digo que tengan cuidado y corro detrás del coche para intentar montarme en marcha y reconducirlo. De repente estamos en el rellano de la casa de mis padres esperando el ascensor. Entramos. La madre  se queda fuera y oímos que cae. Salimos. Tiene una pierna rota. De la pierna le salen tripas. Otra vez estamos en la acera y varias personas llaman al 112. Os dejo en buenas manos, les digo y me voy a toda prisa porque tengo un examen. Llego tarde a clase. Las puertas ya están cerradas. Abro con cuidado y busco un asiento libre. Qué bien, dice un chico cuando me siento a su lado. No te creas, no vas a poder copiar mucho porque no he estudiado. Los profesores empiezan a repartir fuentes de comida (no platos, fuentes) como si fueran folios en blanco. Nos ponen primer y segundo plato. También un plato con unas tortas de pasas prensadas. Pienso que va a sobrar más de la mitad, que es un despilfarro. Un profesor mayor vuelca otro plato de tortas dentro de mi bolsa. Para después, dice. Podéis empezar el examen, dice una profesora. En mi mesa no hay espacio para escribir ni tampoco tengo papel. Pongo las fuentes en el suelo y me levanto a pedir un folio. La profesora me tiende una servilleta de papel La servilleta es de cuadros celestes y blancos. No hay preguntas así que improviso. Decido escribir una carta de amor a la comida. Escribo: "Nada como una servilleta de Vichy celeste para expresar mi amor". Cuando voy a arrugarla, porque me parece una chorrada, la profesora me la quita de las manos y me dice que he terminado. Te vamos a aprobar de todos modos, dice y me guiña.

suegra

lunes, 8 septiembre 2025. Estoy sentada (hacia dentro) en el poyete de la ventana de un bar. Una chica entra y toca la flauta. Se pone delante de mí y dice que son 16,38 euros. Le digo que no voy a dar nada y menos así, con una tarifa. La chica me amenaza con algo que lleva escondido en el pelo.
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Subo (entre niñas de uniforme) el Camino Nuevo hacia el que fue mi colegio. Al ir acercándome a la puerta noto cierto revuelo. Las aceras están como entonces, sin losas, de tierra y piedras, pero esta vez embarradas. Hay tipos muy raros en coches muy raros (tipo Mad Max). Se oyen hasta disparos. Las niñas siguen apiñándose delante de la verja del colegio que sigue cerrada. Pienso que son tontas, que aprovechen y se vayan a casa, que se alegren de que hoy no haya clases. El ambiente es cada vez más peligroso. Veo un camión aparcado y me meto en la cubeta, bajo una lona, esperando a que todo pase.
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Estamos en una habitación con las paredes verde pito, en silencio, comiendo fideos chinos. Cada uno come de su caja, ni siquiera los volcamos en un plato. Las cajas son tan grandes y profundas como las de palomitas que ponen en los cines. Veo como los demás las rebañan metiendo las manos o la cara dentro. Yo intento sacar lo que hay e el fondo con unos palillos. Solo conozco a Alberto que, sentado a mi lado, es el único que no come con ganas. Raúl Cimas aparece de repente (se supone que es el dueño de la casa) y dice que necesita papel higiénico. Su mujer le da un rollo y desaparece. Aparece de nuevo haciendo la V de victoria, feliz, gritando que ni quiero lo ha necesitado. Abraza por detrás a una señora que estira masa con un rodillo sobre la mesa de la cocina. ¡Esa es mi suegra!, grita. Necesito ir al cuarto de baño, pero la puerta tiene una ventana de cristal redonda (pueden verme desde fuera), además no hay pestillo y el váter está demasiado lejos de la puerta como para aguantarla. No sé qué hacer, si arriesgarme. Antes que nada busco papel y no hay. Sobre el lavabo hay toallitas húmedas, pero al coger una se deshace entre los dedos como si fueran espuma.
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Alguien ha subido a Facebook unas fotos en las que salgo con Nené, Ángeles y otra chica en un balancín. Todas llevamos jerséis verdes tirando a turquesa. En otra sale el erizo César (con su pantalón verde). A pie de foto han escrito: ¿Qué pasa con el verde? Todo el mundo pone comentarios jocosos. No entiendo de qué se ríen.

circo

domingo, 7 septiembre 2025. Estoy en la entrada de un circo. Van llegando algunos amigos. Primero Enrique y Lucas (Enrique ha adelgazado mucho), después Andres y Daniel, finalmente Juano (me llevo una gran sorpresa y alegría porque hacía mucho tiempo que no nos veíamos). No hablamos, no les digo nada. Solo, según llegan, voy agarrándoles las caras entre las manos y dándoles un beso. Se van sentando en una grada que hay a mi izquierda.
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Llego a la que fue la casa de mi abuela. Le explico a alguien que antes el jardín era de césped, no de losas, y lo felices que fuimos en esa casa. Según hablo la luz va cambiando, haciendo el jardín y la casa más y más bonitos.

kimono

viernes, 5 septiembre 2025. Llego a la que era mi casa de calle Salitre. El portal es distinto, tiene varias zonas de buzones, algunas escondidas. Los buzones pueden abrirse sin llave. Eso no me gusta nada. Afortunadamente en el mío no hay nada. Cuando subo, la casa tiene un patio andaluz lleno de macetas. Me recibe Mario Virgilio en kimono. Lo encuentro muy guapo y de buen humor. Pone música que sale por unos altavoces gigantes que hay junto a una barra de obra. Bailamos.

basura

jueves, 4 septiembre 2025. Me despierto en el suelo de la cocina de casa. Todo está manga por hombro. Una chica, que no sé de dónde ha salido, me dice que observe las pistas, y se desvanece. Por las pistas, pienso que me han secuestrado en mi propia casa. Un chico muy macarra (no tendrá más de veinte años) me lo confirma, se ríe orgulloso. Le digo que me da igual lo que haya hecho conmigo, que no quiero saberlo, pero que ya podría haber sido más ordenado y no dejar, por ejemplo, los yogures fuera del frigorífico. Meto restos de comida en bolsas de basura. Aparece un tipo que, al parecer, dormía en el pasillo. Le hago señas para que busque ayuda, le señalo las bolsas de basura, le digo con gestos que con la excusa de bajarlas avise a la policía. No me entiende , desisto.
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Mi hermana y yo hemos salido, cada una por nuestro lado, a comprar un regalo para el cumpleaños de mi madre. Me pierdo por las calles, me encuentro a Marina (lleva andador, me entretiene), intento llamar a mi hermana pero el móvil no funciona (es un móvil diminuto, del tamaño de un mechero y no veo las teclas). Pienso que me mate lleva demasiado tiempo sola y vuelvo a casa. Llamo por fin a mi hermana desde el fijo. Le dijo que ya sé l que podemos comprarle, una mantelería bonita. Dice que me encargue yo, que ella ya está en casa desde hace mucho. Te estoy llamando desde casa y no estás aquí, le dijo. Me cuelga.

calle arriba, calle abajo

miércoles, 3 septiembre 2025. Tengo que llevar la pajarita de mi sobrino a casa de mi abuela. Va dando saltitos delante de mí mientras subimos la calle. Cuando veo que está cansado le voy poniendo miguitas de pan delante para que vaya comiendo y avanzando. Al llegar a la puerta Abel me abre con una sonrisa, pero la pajarita ha desaparecido.
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Estoy con un grupo de personas que no conozco, apiñados en una habitación muy pequeña (las paredes y los asientos son color mantequilla y, eso, me inquieta mucho; quiero irme cuanto antes de allí). Se supone que debemos fallar un premio de poesía. Hay tres finalistas. Yo espero que gane Sonia. De repente todos se ponen en pie y dicen: ¡Uno, dos y tres...!, y gritan mi nombre. Me echo a llorar. Pero si no me he presentado, les digo. Tu amiga presentó uno de tus libros, dicen. Todos aplauden, brindan y se ríen. Yo salgo sin que se den cuenta y bajo la calle hacia casa de mi abuela a toda velocidad mientras sigo llorando.

fórmula

martes, 2 septiembre 2025. Estoy en un hotel que se parece mucho al Miramar. Me asomo a la terraza y se me cae un papel que va directamente a la piscina. No sé lo que hay escrito pero temo perder algo muy valioso. Veo como un chico rubio lo lee y se ríe. Mi madre dice que baje rápidamente a por él. Voy en camisón y calcetines. Mi madre dice que no me arregle, que baje tal y como estoy. Me pongo unas chanclas de plástico muy feas que no sé de dónde han salido. Voy hecha un fantoche. Hay dos puertas de ascensor y en el sueño consta que una es falsa y no puedo equivocarme. Pulso el botón que no es, se hunde y suena una alarma. Pulso inmediatamente el otro y la puerta se abre. Bajo al jardín. No encuentro al chico, miro entre los setos, pregunto si alguien lo ha visto. Una chica que vende bebidas señala hacia un macetero. Detrás hay una especie de pecera esférica con varias bolas gelatinosas. Le pregunto a las bolas cuál de ellas es el chico rubio. Las bolas se ríen, se empujan entre ellas. Casi me echo a llorar, les explico que ese papel era muy importante para mí. Una de las bolas sale a la superficie y me habla (tiene una bola más pequeña dentro). Dice que entregó el papel a un señor con barba, que en el papel había una fórmula secreta que salvaría a la humanidad y el señor de las barbas ha escrito un libro y ahora es multimillonario. Podrías ser tú si no hubieras dejado caer el papel, dice. Me vuelvo y en una de las ventanas del hotel hay una pila de ejemplares del libro con la foto del señor de las barbas en la portada. Me da igual que se haya hecho millonario. Me da igual que sea él o yo quien haya salvado al mundo. Mi madre me pregunta con gestos desde la terraza si he conseguido el papel. Le digo que sí.

muchos ceros

lunes, 1 septiembre 2025. Aunque ya estoy en casa de mis padres, tengo que ir a casa de mis padres. Decido ir cruzando el garaje para probar una llave que me ha dado la presidenta. Pulso el menos uno, abro la puerta y en vez de garaje hay un loft improvisado, amueblado precariamente. Hay gente joven, desde los diez años hasta los cuarenta. Cruzo entre ellos, ni me miran (unos sentados en sofás, otros alrededor de una mesa, otros preparando café en una barra de bar de obra). Mis padres están en un apartado oscuro, en la cama. Les digo que hay que levantarse, que ya son las tres de la tarde. Se asombran muchísimo. Oigo a lo lejos la voz de mi hermana. La veo con una especie de megáfono, dando instrucciones. Todos la miran con ilusión. Les dice que habrá para todos. No sé de qué habla. Me acerco y le pregunto de qué va todo eso y quiénes son esas personas. Se sienta en un sofá apartado y me dice con gesto triste y asustado: muchos ceros. No te entiendo. Ceros, muchos ceros, y tres. Explícate mejor. Les he prometido tres millones de euros a cada uno por ser mis amigos. Me enfado muchísimo pero me contengo, le digo serenamente que los amigos no se compran, que ya se lo he advertido muchas veces. No te preocupes (la calmo), no pasa nada, no te habrán creído, sabrán que es broma. De repente se ha convertido en una niña y se echa a llorar. No, no es broma, están esperando al notario para cobrar, pensaba pagarles con el dinero de mamá y papá, dice. ¿De verdad crees que tienen tres millones de euros? Mi hermana al oírme se desmaya (como hacía de niña cuando no quería hacer algo). Paso con ella en los brazos (pesa muy poco) entre la gente, que nos grita y abuchea reclamando el dinero prometido. Les digo que ha habido un malentendido, que no hay ningún dinero. Algunos se van, otros nos siguen e insultan mientras voy con ella inconsciente por la calle, sorteando varios andamios que hay en la acera. No sé bien dónde llevarla porque no reconozco las calles. Pienso en cómo estarán mis padres, si se habrán levantado solos de la cama, temo que se caigan o que los que han quedado en casa los insulten o agredan. (Me despierto sudando con el corazón a mil).

líquido fucsia

domingo, 31 agosto 2025. Vamos a cruzar hacia ollerías pero pasan muchos coches. Un autobús casi embiste a Alberto, le pasa a menos de cinco centímetros. Le grito que tenga cuidado. Cuando miro ya no está.
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Llegó a casa de mis padres. En el descansillo, junto a la puerta, mi hermana está poniendo botellas vacías. Una se le derrama y deja una mancha fucsia hasta el ascensor. Le digo que hay que limpiarlo antes de que llegue alguien y se caiga. Me da un estropajo de aluminio. Me tira una toalla de playa para que yo me encargue. Cuando lo tengo todo limpio aparece con más botellas y basura. Le digo que no puede dejar eso ahí, que lo meta en casa. Llegan dos vecinas y me ven arrodillada en el suelo limpiando. Me miran con decepción.
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Estamos en sevilla. He dejado Alberto en el hotel porque está enfermo y busco una farmacia. Todas las calles están vacías y a oscuras. Una señora explica a otra desde un balcón que están en fiestas. Le digo a la señora que me gusta más Sevilla así, vacía. La señora cierra el balcón enfadada. Tengo sed, entro en un bar, pido una caña. A la hora de pagar me dicen que son nueve con cuarenta euros. Pienso que se han equivocado, pero no digo nada. Les sienta muy mal cuando digo que quiero pagar con tarjeta. A mi lado una chica muy borracha le dice a sus amigos que va a robar la copa en la que bebe porque es muy bonita. Los amigos se apartan de ella. Temo que se caiga. Salgo del bar, las calles siguen muy oscuras, no sé si sabré volver al hotel.

bebida verde

sábado, 30 agosto 2025. El corte inglés ha organizado una semana de la moda. Solo pueden asistir diez personas. Sonia y yo logramos entrar. Nos meten en una habitación pequeña y en penumbra con sofás alrededor. Los hay de dos y tres plazas. Entramos a trompicones, Sonia se sienta en uno de dos y yo en uno de tres. Alguien nos da una bebida a cada una. A mí me toca un vaso alto de cerveza (casi de un metro), pero tiene agua. A Sonia le dan un vaso bajo y ancho con un líquido verde. Me hace señas desde lejos, como diciendo: qué asco. Nos reímos. De repente alguien dice que me toca. Hay dos puertas con dos funcionarios para renovar el carnet de conducir. Me dicen que elija bien, que como me toque el malo no me lo da. Entro en el de la derecha. Es un señor mayor muy afable (me recuerda a mi profesor de Derecho Civil). Me pregunta si me han advertido de algo, que hay gente muy supersticiosa que cree que si le toca él  es un hueso, o que hay que entrar con el pie derecho en su oficina. Nos reímos. Me renueva el carnet sin preguntar nada ni hacerme ninguna prueba. Una chica entra y le pregunta donde está nosequé cosa. Los tres nos agachamos a mirar por debajo de todos los muebles sin saber bien qué buscamos.
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Elisa ha organizado una cena para darme una sorpresa. Es una especie de entreplanta abierta con más de cien mesas. Todas están preparadas con manteles blancos y muchas copas.Todas están vacías menos una, en la que está Francis. No va a venir nadie, le dijo. Veo a mi madre a lo lejos, a la sombra de un árbol. Le digo que se acerque para hacer una foto de grupo, pero se limita a saludar con la mano sin cruzar la calle.
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Se supone que estoy en casa de Sonia. Es una casa enorme y destartalada tipo años 70. Está en la cocina preparando la cena. Dice que ha tenido una gran idea. Le digo que ya sé cuál, que lo soñé esa misma noche. Vas a incluir poemas en tu novela, le digo. Eso es, dice y se ríe. La veo muy feliz. Sobre la mesa del salon hay una libreta negra que, se supone, regalé a Míchel. Al pasar las paginas, algunas estan escritas, en otras hay fotos de revistas pegadas y en otras hasta se ven películas. Me alegra que le hayas dado buen uso, le digo. Dice que no es nada y que no me fije en su letra, que es muy fea. Nos reímos. Cuando salgo al jardín veo a mi madre en una silla de playa. Parece tranquila y feliz. De repente, de debajo de la manguera salen unas serpientes sin cuerpo, solo las cabezas, y se le acercan. Las espanto con las manos a pesar del asco que me dan.

cuadro de barro

viernes, 29 agosto 2025. Ami ha organizado una fiesta en honor a su hermano. Estamos en un patio con balcón corrido de madera en el primer piso. Cada cual ha hecho algo conmemorativo. Un tipo con pelo largo me enseña un retrato en tonos marrones que parece estar hecho con barro. ¿A que lo he clavado? No sé cómo decirle que no se parece en nada a Cumpián, que ha pintado a Jim Morrison. Pon tu fima también, me dice sonriendo de oreja a oreja. Sorprendentemente, veo pasar a Paco que lo mira y sonríe. ¿Cómo negarme? Lo firmo con tinta amarilla. 

ola de arena

jueves, 28 agosto 2025. Paseo por una playa de arena muy fina y muy blanca con Salud y Elisa. Aparece una ola de arena que no acaba de caer. Remuevo con el pie. Elisa dice que tenga cuidado. Le digo a Salud que estoy segura de que debajo hay piedras negras. Aparecen. No podemos llevarnos ninguna porque la ola de arena cae. Huimos.

gorra vs chistera

miércoles, 27 agosto 2025. Le cuento a Alberto que Inglada se compró una chistera y cuando llegó a casa no le quedaba. De repente aparece Inglada con una gorra de capitán de la marina, tan grande, que le tapa los ojos y hasta la nariz.

bolso de red

martes, 26 agosto 2025. Paseo con Carmen por una calle de tiendas turísticas. Me fijo en que nos siguen dos chicas. Le digo a Carmen que tenga cuidado con el bolso, que vienen a por nosotras. Yo llevo el bolso de red. Temo que lo corten con unas tijeras y se lleven lo que llevo dentro. Hago un repaso y pienso que no llevo nada de valor. Sigo mirando suvenires tan tranquila.

ganga

lunes, 25 agosto 2025. Espero al C1 para ir a casa de mis padres. Mí hermana se va a Londres y tengo que sustituirla. El C1 para, pero no abre las puertas. Una chica con un carrito rojo y yo las golpeamos para que nos deje entrar. Arranca y se va. Cruzo el puente a toda velocidad. Recibo un mensaje de mi hermana. Me envía fotos con su amiga mostrando los billetes de avión con pegatinas de corazones. Dice que ya no hay prisa, que vaya por la tarde.
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No se bien donde estoy, si es el pasillo de una casa, un bar, un tren o un barco. Una chica me dice que adivine cuánto le ha costado la ropa que lleva (un chándal pijamero color granate muy feo). Antes de que me dé tiempo a responder dice, ¡un euro cada pieza! Pienso que para lo feo que es me parece caro, pero la felicito. Su marido la mira orgulloso. Salgo a una terraza donde señores mayores muy elegantes toman el aperitivo al sol. Entre ellos está Jacinto. Me enseña un libro que le presté y está leyendo. Me hace un gesto de que esta muy gastado. Le digo que lo he prestado mucho, que incluso una vez me devolvieron lleno de arena.

balby

domingo, 24 agosto 2025. Estoy junto a un castillo hinchable con tobogán. Baja con mucho estilo una chica rubia muy guapa. Es Balbina del Rosario. Al llegar abajo me saluda efusivamente. Me sorprende que me reconozca porque solo nos vimos una vez hace muchos años en uno de sus conciertos, cuando se llamaba Balby. Le digo que está guapísima, tan delgada y elegante, que la encuentro incluso más joven. De repente dice que tiene que irse porque ahí llega su pasado. Desaparece a toda velocidad y aparece la antigua Balby con un vestido de leopardo rodando a trompicones por el tobogán.

móvil

sábado, 23 agosto 2025. Intento llamar por teléfono, pero solo salen anuncios.

perro de fibra óptica

viernes, 22 agosto 2025. Estoy en una clase que se parece mucho a la que fue mi clase de 1°BUP. Los pupitres están desordenados y faltan algunas sillas. Me siento en el suelo, pero acabo tumbándome porque me duele mucho la espalda. Un chico se tumba a mi lado y dice que hagamos ejercicio, que él de joven sabía hacer el puntal y el clavo. Yo también, le digo muy contenta e intento hacerlo pero no tengo fuerza para levantar las piernas. Nos reímos. Animo a que las demás hagan ejercicio, todas lo hacen menos una chica con gafas, muy seria, sentada al fondo de la clase (me recuerda a mí de joven). Voy a una clase que hay al lado. Parece una cocina. Veo a mi prima Elisa llorando. Tres chicas la consuelan. Le pregunto qué le pasa, pero niega con la cabeza. De repente la cocina tiene barandilla y da al puerto. Llegan dos coches grandes y brillantes. Salen dos señoras mayores con dos hijas y cada hija con dos niñas mellizas. Cada una trae un perro. Uno de los perros parece una lámpara de fibra óptica. De repente empezamos a movernos como si estuviéramos dentro de un barco y tengo que agarrarme a la barandilla para no caer.

destino bilbao

jueves, 21 agosto 2025. Se supone que estoy en Bilbao. Voy por la calle, delante de mí van Jonás y unos amigos. Se supone que vamos a un festival de poesía. De repente estoy en un camión que conduce Tesán. No te vas a creer lo que acabo de ver, le digo, una chica en patinete pintando un colgante que lleva al cuello. Tesán frena, me bajo del camión y le digo que Google se ha equivocado, que estamos en una calle sin salida que da a un río. Tesán da la vuelta y desaparece. Para separar el borde de la calle del río hay una maceta con una planta que da flores de tres colores (tipo limpiatubos, en rojo, rosa y azul). Le pregunto a un tipo que está vendiendo bocadillos cómo se llama la planta. Es extranjero, dice un nombre muy raro y se va. Alguien que pasa por allí me dice que la planta se llama Lavandera. Pienso que eso es un ave, pero no le digo nada. De repente estoy en un bar muy pequeño con tres señoras que no conozco (se supone que son familia de Alberto). Alberto ha ido a recoger un abrigo a una tintorería y lo veo venir a lo lejos. Dos de las señoras pelean por pagar. Les digo que pago yo, que para eso soy la que ha ido a leer poemas. La tercera señora, al oírlo, dice que entonces pedirá también la merienda. La camarera le dice que hasta las seis no sirven meriendas. Son las seis y cuarto, dice la señora gorrona. Alberto llega, pero en vez de un abrigo trae una capa en una funda. De repente voy con mi abuela y Tesán por una especie de castillo en ruinas. El vigilante los para, dice que no han pagado las entradas y tiene que detenerlos. Yo tengo prisa por volver a Bilbao y le pregunto si la estación de autobús o de tren están cerca. Me da unas explicaciones muy complicadas. Antes de irme le digo que no los detenga, que son mi abuela y un amigo y yo pago lo que deban. El vigilante se ríe y los suelta. Salgo corriendo. Me pregunta porque tengo tanta prisa y le digo, sin parar de correr, que me han dado un premio y llego tarde a recogerlo. Bajo las escaleras a toda velocidad (se van estrechando y volviendo oscuras; pienso que acabaré en el sótano y no llegaré nunca a Bilbao). Salgo por fin a una calle empedrada. Es de noche. Llego a una plaza. Veo una chica que también corre y le preguntó si sabe dónde está la estación. Dice que viene de allí pero no recuerda el camino. Sin venir a cuento dice que escribe poemas. Dudo si decirle que yo también. Nos sentamos sobre unas jardineras sin flores y le enseño un cómic que he hecho pegando folios doblados a una cartulina. La chica no sabe abrir el libro y lo rompe (pienso que si no sabe abrir un libro menos va a saber escribir). De repente tenemos delante una mesa con cervezas enormes. Allí están Alberto, Tesán y Fernando. Aparece Begoña y recompone lo que la chica ha roto. Me legro muchísimo de verla, aunque ella hace su trabajo y desaparece. La chica me pregunta a qué edad conocí la música de Los planetas. Le digo que muy mayor, con diecinueve, por lo menos. Me dice que es imposible porque el grupo todavía no existía. Voy a cumplir sesenta y un años, le digo y paso de ella. En ese momento aparece Jota y le dice algo al oído a Tesán. Tesán dice que Jota invita. Le enseñó a Fernando una Moleskine con dibujos y textos (parecidos a los que hace Manuel del Barrio y que estuve viendo ayer). Fernando está muy raro porque no lleva barba. Me fijo en que Alberto lleva puesta la capa y unos colmillos de plástico tipo Drácula. Cuanto más me fijo en cada uno más raros me parecen. Dudo si serán dobles. Pienso que ya no llegamos a tiempo a Bilbao y siento una tristeza enorme.

sick of myself

miércoles, 20 agosto 2025. Alguien me dice que tengo algo en la cara. Me la toco y noto, sin tener que mirarme al espejo, que unas rayas azules me la recorren. (Vi esa película ayer).

vuelo

martes, 19 agosto 2025. Tengo que coger un avión y llego tarde (es el mismo avión que en otros sueños, una especie de habitación metálica con varios asientos en el centro como si fuera un cine). Otra chica también llega tarde, lleva una sillita de bebé pero el bebé es una sandía. Mientras la registran, bajo corriendo las escaleras (son escaleras de obra, como en un edificio normal) y me siento en primera fila. Delante hay unas cortinas rojo oscuro muy gastadas (parece una sala cutre de teatro alternativo). Salen auxiliares de vuelo para dar instrucciones, lo hacen con desgana. Un chico habla en inglés (no se le entiende nada), su compañera se supone que debería ir traduciendo, pero lo repite en inglés aunque cambia algunas palabras y hace gestos de "no le hagan caso que este no sabe lo que dice".

cejas de tinta

lunes, 18 agosto 2025. Mi madre me cuenta que mi hermana está obsesionada con operarse el pecho porque tiene demasiado. Cuando un día vea que tu madre lo tiene mejor puesto que ella le va a dar algo, dice como si hablara de otra persona. Me lo cuenta tumbada en la cama mientras se pinta las cejas con un pincel mojado en un líquido muy negro. ¿Te pintas sin mirar? Me sé mis cejas de memoria, dice.

con cáscara

domingo, 17 agosto 2025. La casa está desordenada, llena de cosas tanto buenas como inservibles (tapones de botella, restos de papel, fotos y pedazos de fotos, relojes y plumas en sus estuches, etc). También hay mucha gente (personas que conozco y otras que no). Me pongo a ordenar haciendo varios montones, separo las cosas que son de plástico de las de papel para reciclar en distintos contenedores. Las cosas que sirven las voy colocando sobre una de las sillas del comedor. Alberto dice que me dé prisa, que tenemos que irnos. No quiero irme dejando la casa así. Todos empiezan a bajar de cuatro en cuatro en el ascensor, se ríen, hablan muy fuerte. Javi se acerca a despedirse, me abraza. Ahí va un beso de huevo con cáscara, dice y me da un beso en el cuello que en realidad es una pedorreta de las que se le dan en la barriga a los bebés. Le pregunto cómo sería un beso de huevo sin cáscara. Repite la pedorreta al otro lado del cuello. Todos se van, me quedo ordenando, hay también ropa y paraguas rotos. Cuando voy a cerrar la cancela de la terraza veo pasar una sombra. Llega Alberto, le digo que hay alguien en la terraza, pero cuando nos asomamos no hay nadie. Justo antes de irnos me vuelvo a mirar, y veo dos sombras.

suegra

sábado, 16 agosto 2025. Estoy cuidando del hijo de Pablo. Su abuela (suegra de Pablo) me dice que tengo que irme porque es la hora de comer (Mario tiene en el sueño unos cinco años). Mario corre a su cuarto para traerme un libro. Te lo regalo, dice. Me hace muchísima ilusión. Cuando nos despedimos me fijo (y me extraña) en que su abuela y él tienen la misma nariz que Pablo.

salto

viernes, 15 agosto 2025. Estoy en casa de una chica que se parece mucho a la protagonista de Oh Hell. Me acaba de cortar el pelo. No ha quedado muy bien pero no le digo nada. Dice que es mejor que salga por la ventana. Me asomo, son unos diez metros. Le digo que quizá sea mejor salir por la ventana del lavadero, como la otra vez, que está más cerca del suelo. Me subo a unas secadoras que hay junto a la ventana, me asomo, habrá dos metros hasta la calle. Veo a Alberto esperándome apoyado en el coche. Antes de saltar me quito las sandalias porque creo que cayendo descalza me haré menos daño. Cuando estoy en la acera me despido con la mano y voy hacia el coche, pero ya no está. Doy varias vueltas a la manzana. Nada.

en blanco y negro

jueves, 14 agosto 2025. Me asomo a una barandilla. Veo una grada de piedra (parecida a la de un teatro romano). Veo al padre de Joan y a Joan a su lado, pero es casi un niño y en blanco y negro. Mira mamá, ha venido mi amigo Masip desde el pasado para que vea cómo era de niño, le digo a mi madre que se alegra muchísimo (hasta da palmas de alegría).

luna

miércoles, 13 agosto 2025. Llaman a la puerta de la casa de mis padres, abro y la gata aprovecha para escaparse. La llamo varias veces, me asomo a la escalera (que es distinta, tiene barrotes), nada. Bajo a la calle y la busco. Hay un puesto de feria donde venden coco cortado, turrón y altramuces. También puedes llevar tu mascota para que otra persona la adopte. Una chica me tiene unos impresos, dice que puedo dejar a la gata allí y que otra familia la acogerá. De repente me doy cuenta de que llevo a la gata en brazos. La aprieto contra mi cuerpo y corro hacia casa, feliz de haberla encontrado.
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Voy con Sonia y Mesa Toré por un parque desangelado, de vuelta a casa. Le digo a Mesa que en el homenaje a Manuel Alcántara leí un poema suyo. Eres buena, me dice.
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Alberto y yo vamos por el paseo marítimo sentados en una especie de sillón con motor. Veo a Francis mirando el mar. Pasamos por su lado sin detenernos. Me vuelvo a mirarlo y le hago un gesto como diciéndole: ya te contaré.

gallur

martes, 12 agosto 2025. Estoy esperando para cruzar Muelle Heredia. Se acercan tres chicos. Pienso que acaban de llegar en patera. Me preguntan dónde pueden ir a comer. Uno de ellos dice, calle Bolsa. Le digo que allí todo es muy caro; hacia el este todo muy caro, hacia el oeste más barato. Aparece un coche pequeño amarillo, hace un trompo para entrar en el puerto y los tres chicos salen corriendo. De repente estoy en una habitación anexa a la iglesia de la Victoria. Una de las profesoras pregunta a tres chicas de dónde son. De Zaragoza. Les dice que digan nombres de calles de su ciudad. Dicen nombres muy raros, parecen nombres que yo les pondría a unas cabras. Se lo digo: ¿En vuestra ciudad ponéis a las calles nombres de cabras? Todas ríen como si hubiera contado un chiste. La profesora quiere recordar el nombre de una sierra. Guadarrama, le digo. Me mira con admiración. Le digo que no tiene importancia, que yo todo lo aprendí hasta los siete años, después nada. Vuelve a preguntar a las chicas por pueblos de su tierra, pero no saben ninguno. Gallur, respondo. Todas se miran y cuchichean.

edredones

lunes, 11 agosto 2025. Estoy preparando el desayuno. Llaman a la puerta. Pienso que siempre miro por la mirilla con el ojo derecho y esta vez voy a hacerlo con el izquierdo. No veo nada. Abro. Mi hermana y mi prima Cristina son niñas. Están acostadas en el descansillo sobre edredones y sábanas revueltas. Hablan de sus cosas. Les pregunto si han llamado. Dicen que no saben, que igual le han dado al timbre por error. Vuelvo a lo mío. Al meter la taza en el microondas, choca y se derrama. La taza es ovalada. No sé de dónde ha salido. Busco mi taza favorita pero no doy con ella. Me paro a pensar: ¿cuál es mi taza favorita?

neopreno

domingo, 10 agosto 2025. Estoy de visita en casa de una chica a la que no conozco. De repente me dice que su hermana acaba de llamarla, tiene que contarle algo muy personal y tengo que irme. Ponte los zapatos y te acompaño, dice. Le digo que puedo irme sola, pero ella insiste. Le digo que solo me acompañe la mitad del camino. A su lado está Oeste que intenta varias veces acercarse a mi mochila. Supongo que quiere meterme de regalo un mechero que le dije que es muy bonito.
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Estoy en la cola de un puesto de helados hecho de madera. Alguien se pone detrás, muy pegado a mí. Me vuelvo y es un chico muy alto, miro hacia arriba y es Paco. Me mira muy serio, me saluda fríamente. Soy yo. Lo sé, responde. Le digo que me alegro muchísimo de verlo. Dice que también, pero actúa mecánicamente. Le digo que justo hace un momento acabo de saludar a José Miguel y a Laura. Miro a ver si están todavía en la playa. Paco entra al patio de un bar. Se sienta en una mesa con una pareja mayor (imagino que son sus suegros). A su lado hay una sillita de bebé. Me dice que la ropa que lleva la ha hecho su hijo (es una especie de vestido muy ancho de lino verde militar; me extraña porque hace un momento llevaba un traje corto de neopreno). Dice que también hace bordados. Miro la sillita y es de bebé de pocos meses, no creo que pueda sostener ni el biberón, mucho menos una aguja, pero no digo nada.
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Estoy en un hotel caótico. Comparto habitación con una señora mayor mal teñida. Está viendo la tele a un volumen exagerado. Cojo la mochila y salgo a buscar un lugar tranquilo. Cuando bajo al patio, una chica aparece con un cuenco de sopa. Se le va cayendo por el camino, se tambalea como si caminara por una pasarela. Me dice que no salga, que el cielo va a explotar. Miro al cielo y está de un color rarísimo y una forma abombada. Le pregunto al dueño del hotel si puedo ir al monte a leer. Dice qe no me lo recomienda, que en los días explosivos todo el mundo va al bar a emborracharse. Es que yo quiero leer y la señora pone la tele muy fuerte. Tenías una habitación para ti sola, pero me pediste que te cambiara. Vuelvo al hotel. Me fijo en que voy vestida de rosa pálido. En el suelo encuentro una tira de tela de cuadros madrás muy bonita en tonos pastel. Al ponérmela veo que los dobladillos están solo hilvanados. Mientras espero el ascensor llega una pareja mayor. Él va de blanco de la cabeza a los pies (incluidos pelo y cara)Pienso que parece un personaje de David Lynch. Al entrar en el ascensor, solo entra ella. Le pregunto a qué piso va. Dice que al 8 pero le da al 2. Bajamos. Frente al ascensor hay una taquilla de cine antiguo. Un chico desde dentro grita: ¡ha llegado la abuela! Y sobre la ventanilla se enciende un luminoso rojo donde puede leerse LA ABUELA. Pienso que ese hotel es una locura. Al ir hacia mi habitación, noto el sueño del pasillo blando. Parece que caminara sobre un colchón de agua. Delante de cada habitación hay un agujero con agua. Pienso que quizá hayan inundado la planta de abajo para conseguir ese efecto. Al llegar donde se supone que estaba mi habitación, pasan del número 13 al 15. Le pregunto al dueño qué ha pasado. Como decías que había mucho ruido la he eliminado, si quieres puedes quedarte con la mía, dice. Siento una tristeza enorme, quiero irme a casa, pero estoy tan cansada que acepto quedarme con su habitación. Sígueme, dice.

solo

sábado, 9 agosto 2025. Levanto a mi padre de la cama. De repente vamos andando por la calle. Va muy diligente hasta el punto de que lo suelto del brazo y camina solo. ¡Mira mamá, papá vuelve a caminar solo! No te confíes, dice mi madre.

bricolaje

viernes, 8 agosto 2025. Estoy en casa, pero tiene la distribución de la casa de mi abuela, incluso la terraza se parece al patio. Salgo y a la izquierda dos señoras barren. Me preguntan qué es eso tan bonito que hay junto a la ventana del baño. Eso tan bonito es un engendro de bricolaje que, se supone, hicimos entre Alberto y yo para matar el tiempo. Una tabla de aglomerado a la que fuimos pegando piezas rotas de plástico y mármol.

castores

jueves, 7 agosto 2025. Estoy en un bar. Veo a Alberto y Salvatore en otra mesa. Cojo mi vaso y voy con ellos. El camarero pregunta si quiero tomar algo y yo pongo mi vaso sobre la mesa. El camarero se va y apaga la luz. Alberto cuenta que una amiga ha estado de viaje, que el hotel era muy barato, que compartía habitación con una familia con un montón de niños, y lo peor era que los niños tenían cada uno como mascotas castores que se pasaban la noche haciendo ruido. Lo cuenta muerto de risa (yo no le veo ninguna gracia). Pienso que nunca lo había visto reírse tanto de algo.

erizo

miércoles, 6 agosto 2025. Alberto y yo llegamos a un centro comercial. A un lado del pasillo hay una cubeta grande y cuadrada de plástico transparente de la que salta un erizo. Cuándo está a nuestros pies se hace una bola, lo cojo con cuidado y lo devuelvo a su sitio. En la cubeta hay bolas de papel virutas de madera. El erizo vuelve a saltar. Alberto intenta cogerlo pero se pincha. El erizo se me sube a la pierna como si quisiera venirse a casa conmigo.
+
Mi padre está metido en la cama. Mira el reloj aunque sé que no puede ver la hora. Están tardando mucho, dice. Es que no he llamado a Urgencias, se reirían de nosotros por llamarlos para una tontería.

música

martes, 5 agosto 2025. Perkins me está esperando tumbado sobre el césped. Me tumbo junto a él. Le cuento que han convertido en música un libro mío, que ha quedado precioso. Miramos el cielo, lo recorren dos estelas paralelas de nubes.

revolución

lunes, 4 agosto 2025. Entro en una tienda (pero entro desde dentro). Paso por delante del mostrador de mármol, donde un tipo coloca lonchas de jamón como si fuera pescado fresco. Pienso que, ya que estoy allí, podría comprar para la fiesta de feria que quiero hacer en casa de mis padres. Una chica me llama desde otra puerta que hay junto a la que da a la calle. Quiere enseñarme algo. Entro. Pasillos y una gran habitación destartalada a modo de almacén. Me recuerda a las imprentas clandestinas. Sobre la mesa hay papeles amontonados y cajas de cartón abiertas. Me enseña un catálogo sin encuadernar con fotos de políticos, entre ellos Alberto Garzón. ¿Qué fue de él?, pregunto. Me manda callar. Me enseña otro catálogo con fotos de pueblos. Eso es Teba, le digo, mi suegro era de allí. ¿Sabías que Teba fue el único pueblo que apoyó la Revolución de Asturias en el 34?, le digo. Me saca del brazo de la habitación, me acompaña hasta la calle. No vuelvas, dice.

medio corte

domingo, 3 agosto 2025. Alguien me dice que le gusta mi corte de pelo. Le digo que de la mitad hacia la nuca me lo han hecho en una peluquería y de la mitad hacia adelante en otra.

mascota azul

sábado, 2 agosto 2025. Estoy con un grupo de personas que no conozco. Aparecen Maribel, Purranki y Ash. Purranki lleva una mascota con correa. La mascota es una bayeta azul de 25x25 cm. Se mueve alegremente cuando la acaricio. No te extraña nada, dice Maribel muy contenta. Ash lleva una pecera con asa en la tapa a modo de maleta. Dentro hay pequeñas bayetas de colores de no más de 5x5 cm. No comprendo que la que supuestamente es su madre pueda vivir fuera del agua, pero no digo nada.

teba

viernes, 1 agosto 2025. Llegamos a una calle de casas matas bajando unos escalones de piedra. De la que hay frente a la que se supone que es la nuestra, salen Sr. Chinarro y dos tipos con cara de no haber dormido. ¿De trasnoche?, le digo. Dice que no, que se acostaron pronto porque hoy tienen dos conciertos, uno en Fuengirola y otro en Tebas, que si llega a saber que íbamos a vernos me hubiera guardado un par de entradas. Le digo que no se preocupe, que estoy muy cansada. Cuando se van le digo a Alberto si se ha fijado en que ha dicho Tebas en vez de Teba, que todo el mundo lo dice mal.

azotea

jueves, 31 julio 2025. Estoy en un hostal. Se supone que he ido a un congreso sobre un poeta (no recuerdo el nombre). Me estoy cepillando los dientes cuando entra una chica cargada de maletas (no recordaba que tenía que compartir habitación. Mis cosas están todavía sobre la cama, las aparto hacia el lado derecho y me arrepiento de momento porque yo suelo dormir en el izquierdo. La chica dice que está muy emocionada, pero que el poeta en cuestión tampoco le emociona. En algo hay que entretenerse, le digo y me enjuago la boca. La chica quiere fumar, le digo que tenemos terraza y azotea. me pregunta si a Alberto no le importará que fume. Le digo que está en la habitación de al lado y no creo que le llegue el humo. La terraza está llena de trastos y macetas. Tiene una escalera muy precaria. La chica intenta subir pero tiene una tela metálica que lo impide. A pesar de que la chica es muy agradable, pienso que hubiese preferido que me tocara Sonia de compañera de habitación.

concierto

martes, 29 julio 2025. Llego con mis padres a una plaza donde un tipo va a empezar a cantar. Me siento en el suelo. No lo conozco, pero me sé todas las canciones. Cuando el concierto acaba, bajo las escaleras de un local (ya no estamos en la plaza) y el tipo me sigue. Quiero que me pregunte cómo es que me sabía las letras, pero me adelanta escaleras abajo y sigue su camino.

tacones

domingo, 27 julio 2025. Voy por Alcazabilla arriba con Alberto y Joan. Han puesto bares a la izquierda. Uno de ellos tiene un columpio de madera en vez de sillas. Joan se sienta, una chica de otra mesa le dice que el columpio es solo para niños. No le hacemos caso. El camarero trae unos rollitos negros brillantes (me recuerdan a las babosas que quedaban sobre la arena cuando bajaba la marea). De repente, Alberto dice que va a pasar el autobús y tenemos que irnos. Allí quedan las tapas sin probar. Me alegro porque me pareció que se movían.
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Voy por las calles de un pueblo que no conozco. Están en fiestas, oigo el murmullo de la multitud a lo lejos. Llevo tacones muy altos (los que llevé a la boda de Tony) y la falda beige estampada que también tiene muchos años. Como solo he abrochado los primeros botones, al andar, deja ver las piernas (parecen largas y preciosas). Las calles están vacías y mal asfaltadas, es de noche, pero me siento tan guapa que avanzo segura y feliz. A ratos hasta me permito correr (no doy ni un traspiés). Llego a un descampado con una cancha de fútbol de tierra, muy precaria. Nadie. Sigo el murmullo, pero todo está vacío. Tampoco me importa, me siento bien andando sin llegar a ninguna parte.

botines de goma

sábado, 26 julio 2025. Mi madre dice que la gata está preñada. La miro y tiene la barriga floja, pero nada más porque nunca sale de casa. Mi madre dice que la niña de la vecina juega con la gata y, como tiene un perro, quizá haya traído "algo" en los dedos y al tocarla, ya sabes. No sé si habla en serio. No creo que la gata esté preñada, le digo. Tú hermana también lo está, dice.
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Bajo por Fernando el Católico. A la altura de Gordón, un coche aparca, calcula mal y queda sobre dos coches. La chica que conduce le dice a su madre que baje inmediatamente y entré en la tienda a comprar algo. Después la chica baja el coche a la calzada. me sorprende lo rápida que ha sido. Veo a su madre muy despistada y entro a ayudarla. Me doy cuenta de que voy descalza. Salgo y entro en una zapatería que hay justo al lado. Hay botines de goma con botones colgados en ristras como si fuesen ajos. Pregunto si tienen el 38. Solo lo que hay colgado. Me pruebo un 36 y me queda enorme. Pienso que las tallas están mal y me llevo unos rojos. Pienso que son del estilo de mi prima Cristina. Cristina aparece en la tienda. Mira, los he comprado por solo cuatro euros, le digo. Le encantan. Se los regalo.
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Vamos por la calle. De repente todo se vuelve sombra. Miramos hacia arriba y vemos que es un árbol que da distintos frutos. Aguacates, ciruelas, uvas, cebollas, incluso algunas que no conocemos. Alberto prueba una fruta morada. Dice que está muy buena. Las cebollas tienen forma de pera. Me pregunto si serán dulces. Alberto se sienta en un sofá bajo el árbol. Qué suerte tener esto dentro de casa, dice. Miro a mi alrededor y, efectivamente, estamos en casa.

morir en rusia

viernes, 25 julio 2025. Estamos en la terraza de un bar. Me extraña que Alberto se haya pedido una Coca-Cola. Escribe algo en un papel y se lo pega a la copa. Deja el dinero sobre la mesa y se levanta. Solo le ha dado dos sorbos. Ya sabía yo que no te gustaba, le digo. Se echa a llorar, dice que no es eso, que sus problemas para tragar han ido a más. Pero tiene solución, puedes operarte. Con todo lo que tú tienes..., dice. No te preocupes por nada, todo irá bien, le digo y lo abrazo. De repente vamos por la autovía. Al pasar por Benalmadena en vez de verse la estupa se ve la Catedral de San Basilio. Que horteras son los rusos, le digo. También hay unos bloques pintados de rojo y azul muy feos. Al apartar la vista de la carretera, el coche se le va hacia el quitamiedos y Alberto tiene que dar un volantazo. Pienso que esa sería otra solución, caer rodando con el coche y que dijeran: murieron en Rusia.

de la mano

jueves, 24 julio 2025. Estoy en lo que parece una fiesta. Veo pasar a lo lejos a José Miguel (un niño que me gustaba de niña y al que no veo desde hace más de treinta años). Unas niñas, entre ellas su hermana Eva, quieren ayudarme a alcanzarlo. Me cogen de la mano y corremos a la calle, pero no está. Creo que se ha ido por allí, dice una. Es muy difícil avanzar porque las calles son de adoquines muy gastados.

michelin

martes, 22 julio 2025. He quedado con Salva en la esquina de Michelin. Veo a Emilio. Imagino que Salva lo ha avisado. Emilio va con un bañador tipo nadador muy pequeño y esta comiendose un bocadillo. Cuando llega Salva no lo reconozco porque se ha afeitado la barba y la cabeza. No entiendo nada. Lo único que tengo claro es que no pienso ir a comer con estos dos con esas pintas.

naranjas y cubiertos oxidados

lunes, 21 julio 2025. Entro en un supermercado muy oscuro. Busco naranjas para llevarle a Juan. Solo quedan algunas aplastadas en el fondo de un cajón. Una chica me dice que no sabe qué pasa con la fruta, que sospecha que los dueños se la quedan y dejan la podrida para los clientes. Me consigue unas naranjas y las meto en una bolsa muy bonita. Juan vive en una habitación dentro del supermercado. Llamo a la puerta con el típico toc-toctoctoc-toc para que se ría y responda, como Roger Rabbit, toc-toc. Pero un tipo se me adelanta y hace toc-toc. Juan abre. Ya no sé si debo entrar porque a quien ha abierto es al tipo. El tipo entra. Juan parece no verme. Entro. Es una habitación con una cama enorme, casi no caben más muebles (una cama y una mesilla de noche con muchos libros). A pesar de todo me gusta la habitación, tiene una ventana a la izquierda y buena luz. Pienso que no se necesita mucho más para vivir. No sé donde dejarle las naranjas.
+
Estoy en la cocina de la casa de mis padres preparando la cena. Voy y vengo para poner la mesa. El resto de la familia está sentada alrededor, charlando. Nadie se ofrece a ayudarme. Al buscar los cubiertos, no doy con ellos, los han cambiado por cubiertos de cartón que no sirven par nada. Los llevo y distribuyo de todos modos. Al ponerlos en la mesa se convierten en cubierto de metal oxidado. Mi padre se queja. También dice que no paro, que me siente a la mesa. Mi hermana me ha cambiado el sitio y me ha colocado de espaldas a la tele. No me importa, no pensaba verla de todos modos. Todos protestan de todo. La comida en los platos también parece oxidada.

sinsorga

domingo, 20 julio 2025. Entro en una tienda donde vender piedras y barras de labios. Hay varias chicas jóvenes sentadas en un banco bajo que recorre el perímetro de la tienda. Están probándose distintos colores con purpurina. La dueña me pregunta si he visto la serie Sexo en Nueva York. Le digo que la vi hace poco porque siempre voy con retraso, del tirón, y que no me gustó nada. Después me pregunta qué me parece Harrison Como decís en tu tierra, es un sinsorga. Se ríe. Pone una silla alta a modo de mesa y sirve lo que parecen canapés. Me fijo en que quien come con ella es Eduardo. Me acerco sin que ella me vea, le hago señas, le digo que no coma, que son pastelitos de piedras venenosas. La tienda se ha convertido en un bar oscuro. Estoy en una mesa larga con Alberto y Andrés. Cuando por fin viene el camarero y vamos a pedir algo, Andrés dice que acaban de decirle que hay una mesa libre en un bar de su barrio. Alberto le responde que propuso ese bar hace un rato y (Andrés) le dijo que no le gustaba. Nos levantamos, nos ponemos nuestros sombreros vaqueros y salimos. Cruzamos la plaza de la Merced (que es como antiguamente, con adoquines y tráfico). Es de noche, ha llovido y los adoquines brillan. Pienso que debemos de tener una pinta extraña. Me parece reconocer a Caína. Me vuelvo, me quito el sombrero y lo agito en el aire para saludarla. Pienso que si se viniera con nosotros se le ocurrirían un montón de cosas divertidas y lo pasaríamos mejor. Llegamos al bar. El bar no es más que una sala con las paredes color crema, desconchadas, y un tablao al fondo. La luz es mala (un par de fluorescentes en el techo). Javi entra muy animado, dice que bailemos. Se ha dejado el flequillo largo, lo mueve a soplidos mientras baila (me recuerda a un personaje de las leliculas de Rocío Durcal). Me gusta verlo feliz. Veo a Inma con una mini Inma a la espalda, como si fuera una mochila. Está muy delgada. Le pregunto si se está cuidando, que si sigue sin comer pronto su "mini yo" será más grande que ella. Me da igual, dice. Vale, pero si te mueres ven a contarme cómo es el otro lado, le digo.

sillas de tijera

sábado, 19 julio 2025. Estoy en casa de mis padres. Me despido hasta el próximo día. Mi tía le pregunta a mi hermana si me lo ha dicho. Mi hermana dice que no. Al parecer, me dijo que dormía tres noches fuera pero ahora serán más. Le digo que ya había hecho planes, que así nunca puedo organizarme ni descansar. Salgo de la habitación conteniendo mi rabia. En el suelo del salón hay varias sillas de tijeras tiradas que no dejan pasar. Voy plegándolas y ordenándolas contra la pared. También cojines planos, de sillas de terraza (que no sé de dónde han salido). Los amontono sobre una butaca. De repente estoy en la calle. Al mirar la hora veo que al reloj  de pulsera (no suelo llevar) se le ha caído la tapa trasera. Al ir a recogerla del suelo (está entre unos adoquines), Antonio la pisa. Se supone que solo está jugando, pero me enfado de verdad. Cuando la cojo se trata de una lámina de papel plateada. Antonio habla con una chica, le cuenta cómo nos conocimos. ¿Te acuerdas de que siempre me ha gustado el mismo tipo de hombre?, le digo. No sabe de qué le hablo. ¿No te acuerdas de que Araceli me dijo que no distinguía a mis amigos porque todos se parecían? No se acuerda. Al ver que no podemos seguir con ese tema le digo que da igual, que ya no tengo tipo de hombre, que a partir de ahora jamás me verá con ninguno.

zapatos feos

miércoles, 16 julio 2025. Llego a una zapatería que están desmantelando. Hay un cajón lleno de pares sueltos. Todos parecen usados. Le pregunto a una dependienta si tiene alguno del 38. No me hace caso, sigue hablando con otra clienta que le cuenta con acento argentino cómo le va a su hija. La dependienta con muy mala cara, al ver que no me voy, me responde un no rotundo. Miro el cajón de zapatos, hay manoletinas con el empeine alto, muy feas. Las manoletinas hacen pies de Minnie Mouse, recuerdo que decía Mario. En realidad no quiero esos zapatos tan feos, no sé qué hago allí.

americana

martes, 15 julio 2025. Estoy en una cancha de baloncesto donde va a empezar una lectura de poemas. La chica que está a mi lado explica lo que va a leer. Le digo que no hace falta, que se entiende muy bien todo. Lo explica de todas maneras. El público se aburre, hablan, otros se van. De repente estoy llegando al portal de la casa de mis padres con mi hermana y mi sobrino Abel. Sale un vecino, lo saludo. Le digo a mi hermana que debería saludar a los vecinos, ser más amable, que después no se queje de no encontrar pareja, que lo ideal sería alguien del edificio, que ya sabe como son los pisos. Me veo reflejada en el cristal de la puerta. Llevo un vestido por la rodilla y unos leotardos burdeos que me hacen las piernas torcidas. Me cojo del brazo de Abel (lleva una americana amarilla) y nos vamos. Por el camino pienso que, él con esa americana y yo con los leotardos burdeos, debemos de parecer dos payasos. Llegamos a una cafetería. Al entrar pienso que ya he estado ahí y me alegro mucho de volver. No la recordaba tan bonita, le digo. El suelo es de baldosas exagonales blancas, unidas por las esquinas con baldosines rojos. Han pintado las patas de las sillas de turquesa pálido. Para pasar a la parte de la cristalera le pido permiso a una niña está en un taburete alto. ¿Puedo mover el taburete un poco para pasar? La niña tiene la boca llena y niega con la cabeza. Tiene los ojos muy grandes, es preciosa. No te preocupes, paso por detrás de la columna, le digo.

cajón

domingo, 13 julio 2025. Una chica me dice que llame a alguien (no recuerdo el nombre) porque están muy preocupados por él, que ya tenía que haber llegado, que seguro que a mí me hace caso. Llamo, le dejo un mensaje en el contestador. Al rato alguien me dice que no me preocupe, que está en el fútbol. Parece que la chica se queda conforme. Miro la hora, es muy tarde y tengo que hacer la maleta. Abro el cajón de la ropa interior, pero está desordenado y no reconozco ninguna prenda. Lo vacío sobre la cama (el cajón es pequeño, me sorprende la cantidad de ropa que sale). Hay varios camisones enormes (según los doblo se hacen de talla pequeña), bragas también enormes sin estrenar (todavía llevan la etiqueta), pendientes de diseños raros (que jamás me pondría). No sé qué hacer ni qué meter en la maleta porque no podré ponerme nada. De vez en cuando corro a la cocina a mirar en el reloj qué hora es, cuánto tiempo me queda.

receta

sábado, 12 julio 2025. Estoy en una farmacia. Dos chicas insisten en que no puedo dejar el tratamiento porque puedo quedarme ciega. Les digo que he olvidado la receta, que puedo pasar un día sin gotas. De ninguna manera, llévatelas de todas formas, dicen y me dan una caja de madera llena de damasquillos.

luz de postal

viernes, 11 julio 2025. Vamos por la autovía. Hay un coche haciendo maniobras extrañas. De repente frena y una chico joven muy delgado se baja tranquilamente, como si fuera a fumarse un cigarrillo. Algunos coches lo esquivan, otros chocan entre sí. Le digo a Alberto que pare en el arcén hasta que todo vuelva a la normalidad. Más que en lo que está ocurriendo, pienso en la luz tan brillante y maravillosa bajo la que sucede todo.

ducha imposible

miércoles, 9 junio 2025. Estoy en una habitación de hotel, es enorme, el cuarto de baño sin pared ni puerta. Tengo que darme prisa porque debo dejar la habitación. Cada vez que intento ducharme aparece alguien: Juano con una novia (se asoman por la ventana, se ríen, intentan entrar, me hacen bromas), les digo que tengo prisa y que no hagan el tonto; Juan y su hija (se sientan en uno de los sofás y leen revistas), no les digo nada; tres chicas (una de ellas les enseña cómo llevarse cosas del hotel sin que nadie lo note), tú no eres una influencer, eres una ladrona, le digo me voy. Doy una vuelta a la manzana a ver si se van todos. Detrás del hotel veo un perro boca arriba con la barriga abierta. Me da pena y asco. Cuando intento volver al hotel no está, toda esa zona de ha convertido en un decorado. Pienso en dónde estarán mis cosas. En un rincón veo un montón de sandalias con tiras, pero son de goma. Me las pruebo, pienso en si sería capaz de llevarlas (no me gusta ir con los pies desnudos). De repente estoy en una terraza de una especie de venta (aunque se supone que es mi casa). Recibo a algunos amigos que han venido a celebrar un homenaje a Cumpián. Cuan veo que llega Jacinto me acerco y lo abrazo. Poneos cómodos que ahora vuelvo, les digo y cruzo una explanada por donde pasan coches que parecen de juguete. Una chica me da un resguardo y dice que vaya a por sus maletas. Pienso que quizá también encuentre la mía, la que dejé en el hotel. Llego a una cola, entramos por unos pasillos muy largos (tienen las paredes de baldosas blancas, parece un psiquiátrico). Junto a mí va un actor que se supone es argentino. ¿No te han llamado nunca el Ewan McGregor argentino?, le pregunto. Como me pone mala cara le digo que a lo mejor no es argentino, es uruguayo. Me pone peor cara todavía. Me dice, soy gallego soy de Toledo, Cantabria. No estoy segura de si allí hay una región que se llame así o bien se está riendo de mí. Una chica con carpetas se le acerca (pienso que es su secretaria), él se queja de que por ser famoso la gente se cree que es idiota (la chica lo consuela). Sigo por el pasillo feo, pero no da a una sala para recoger maletas sino a un vagón de tren donde la gente va apilada en literas (una madre le da de comer un yogur enorme a su hija). Desde una de las ventanillas veo al actor Ernesto Alterio en el andén, en una hamaca (pesa como 200 kilos), pienso que ha tenido que engordar para un personaje. Quiero preguntarle cómo va a hacer para adelgazar, pero el tren se pone en marcha. Junto a la señora con su hija reconozco a una amiga de mi hermana (me alegra ver a alguien conocido). Le pregunto si ella también ha perdido su maleta. Dice que no, que las envían a casa. Miro por la ventanilla, no reconozco las calles. ¿Tú no te mudaste? Piensa un poco y responde que da igual, que confía en que la maleta llegará a su destino. Pienso que, como se ha mudado cerca de casa de mis padres, mi maleta lleva el mismo camino que la suya.