cangrejos chiguatos

miercoles, 9 abril 2025. Llegamos a un restaurante, está muy lleno. Alberto dice que compartamos mesa con una pareja que hay al fondo. La pareja está en una mesa redonda como para ocho. Nos sentamos y entablamos conversación como si nos conociéramos de toda la vida. El camarero dice que van a cerrar, que tenemos que cenar rápido, y nos pone delante una fuente de cangrejos. No tienen buena pinta, nadie se atreve a comérselos. Abro uno pero está vacío. Estos cangrejos están chiguatos, le dijo al camarero. No me hace ningún caso.
+
Me cruzo con Daniel  por la calle, tiene prisa. Sin dejar de andar, me dice que la chica que le presenté lo ha llamado varias veces, pero no quiere que vuelva a llamarlo. Pero si es un encanto, le digo. Me da igual, no soporto su cara triste, responde de muy mal humor.

juego de cartas

sábado, 5 abril 2025. Estamos con un grupo. Entre ellos Chivite, Brooke Shields (hablamos anoche de ella) y dos chicas chinas. Shields está en una piscina inflable mirando hacia la puerta, como esperando a que alguien llegue para sorprenderlo. Una de las chicas me dice que ha inventado un juego, que hay que cantar una canción según llegue tu turno, continuarla y que rime con la anterior estrofa. Le digo que yo nunca canto. La chica reparte unas cartas. Tienen distintas formas y tamaños (algunascartas son solo papel mal cortado). La otra lleva unas fotos en blanco y negro. Son fotos de mi madre de joven. No entiendo  como alguien ha podido  dárselas. Salgo a la calle, me siento en un muro bajo y lloro desconsoladamente. Chivite de me acerca, dice que él tampoco va a jugar. Me fijo en su indumentaria (parece un rapero de quince años, con los pantalones caídos, enseñando unos slips amarillos con letras en la cinturilla).

la mode

viernes, 4 abril 2025. Alberto y yo estamos tumbados como si estuviéramos en la playa, pero en el cuarto de mi hermana. Me levanto, le digo que estoy contenta de haber llegado a los 60 sin barriga, que siempre tuve complejo de gorda y nunca lo estuve. Él dice que le gustan las gordas, que le gustan todas. Conmigo no cuentes, le digo. De repente estoy en un colegio, un tipo me enseña el edificio y las instalaciones. En un sótano han puesto una especie de laberinto para grabar videos musicales. Le da a un botón que hay en la pared y comienza la música. Es Michael Jackson, dice y baila. En realidad es la canción "La evolución de las costumbres" de La mode, pero no digo nada. A la salida hay una niña y un niño en la puerta. ¿Se han olvidado de venir a recogeros?, pregunto. Asienten. Quiero quedarme con ellos o llevármelos a casa. ¡Ni se ocurra!, dice el tipo alteradísimo, ¡nos podrían cerrar el colegio!

cornisa

jueves, 3 abril 2025. Estoy con un grupo en un edificio antiguo, tipo Palacio de la Tinta, y salimos a una cornisa. Tenemos que apretarnos para no caer. Alguien dice que saltemos. Miro hacia abajo. Me planteo saltar, pero les explico que tengo los tobillos finos y me los rompería seguro. Me acerco a un rincón a coger un taco de fotos que, se supone, me deje allí en algún momento. Se me acerca Sábato. Las has recuperado, me dice con cara de ilusión.
+
Estoy con un grupo de chicas que no conozco de nada. Hablan de sus cosas, En algún momento dudo si están actuando, si estamos dentro de una película, y miro a mi alrededor buscando la cámara. Una de las chicas se despide de su novio. El novio se mete en un avión pequeño de hélice muy oxidado, despega y se estrella a unos metros de nosotras. Si no hay explosión puede haberse salvado, pienso. La chica corre a otro cuarto. Ahora viene la explosión, me digo. Efectivamente. Todas corren a consolar a la chica que llora desesperada tirada en el suelo.

percha

miércoles, 2 abril 2025. Estoy en casa de mis padres. Voy a tender ropa. Pongo los calcetines de mi padre en una pecha para que, si llueve, sea más fácil recogerlos. Intento atar la pecha a las cuerdas pero se me escurre. Oigo a mi hermana quejarse de mi tía M. Di ce que le critica todo lo que hace y está harta. No me vuelvo para no tener que opinar (creo que mi tía tiene razón). Cuando vuelvo al salón, mis padres y mis tías está muy sonrientes. Toda la pared está cubierta de plantas y flores. Lo hemos hecho para ti, dice mi tía, por cuidarnos tan bien.

cachorros

martes, 1 abril 2025. Le escribo un mail a Iker, lo escribo en el aire, dibujando las letras con el dedo. Me ha enviado un vídeo de Alessandra jugando con dos bebés como si fueran dos cachorros. Se supone que Iker la ha conocido y no recuerda su nombre. Escribo "alessandra" en el aire, con el dedo.

sándwich de anchoas

lunes, 31 marzo 2025. En casa de mis padres se celebra un concurso de canto. Una chica en pijama, pero muy maquillada, canta ópera. El organizador jalea para que el público aplauda. Después, una chica muy joven canta canciones muy cortitas (de unos cinco segundos) con una voz muy fina. El organizador dice que queda descalificada porque sus canciones son muy cortas. La chica casi llora. Protesto, le digo que sumadas hacen una, y además ha cantado de maravilla y con gran sensibilidad. La chica asume su derrota y va hacia la cocina. Voy tras ella. Me dice que pensaba que pasaría a la segunda fase y había preparado un sándwich para mí, que no deje que se los quede ese tipo y me los lleve. Señala al suelo: hay tres rebañadas de pan de molde sobre una bolsa de plástico, llevan mantequilla y una anchoa cada rebanada. Me da asco y pena porque se ve que lo ha hecho con buena intención. La chica se va. Recojo las rebanadas del suelo y las meto en un táper (aunque no creo que me las coma). Cuando vuelvo al salón no hay nadie. Mi padre pregunta cuándo vuelve mi madre. No lo sé, le digo y voy al baño. Desde el baño oigo la voz cantarina de mi madre. Salgo a saludarla. Trae un bebé en los brazos, lo acuna (como hacía Isabelle Huppert en una película que vi ayer). Se lo voy a presentar a la gata, le digo. Pero al acercarle el bebé la gata intenta arañarle la cara (me despierto agobiada).

rugby de salón

sábado, 29 marzo 2025. Estoy en una habitación pequeña. No hay muebles, solo algunas entanterías atiborradas de jarrones y piezas de porcelana. Daniel y dos amigos más juegan a pasarse una pelota de rugby. A veces me la lanzan a mí y temo romper algo.

funeraria

miércoles, 26 marzo 2025. Nos despedimos de Isa y Jose igual que nos despedimos anoche, pero de repente Alberto dice que quiere ir al baño. Entramos en un garito muy oscuro, Alberto entra al baño y sale disfrazado de Drácula. La gente de repente también está disfrazada. Pienso que tenía que haberme traído, al menos, una careta de casa. Les digo que tengo que ir a llevar a mi padre de la cama y vuelvo. Mis padres están levantados. Le digo a mi madre que voy a ducharla. No quiere, se ríe, hace que forcejea conmigo sin dejar de reír. Dice que hará falta un pimiento y cebolla para la ensalada. Ahora vengo, le digo. Salgo corriendo hacia el supermercado. Nada está en su sitio. No encuentro las verduras. Cojo unas toallas de bidé y trapos de cocina. Para ganar tiempo voy a las cajas de autopago, pero son cintas de aeropuerto y se llevan mi compra y mi bolso. No sé dónde acabarán. Busco por todo el centro comercial. Salgo a la calle varias veces y vuelvo a entrar. En uno de los locales hay una funeraria, veo a dos chicas (me suenan de algo), les pregunto quién ha muerto. Rubén nosequé, un actor muy querido, me dicen. Sospechamos que se ha suicidado, añaden. No lo conozco, pero de repente me siento completamente abatida y salgo de allí sin despedirme. Salgo del edificio dando por perdida mi compra y el bolso de tapicería que me hice (y tanto me gustaba). En la calle me encuentro mi tía M, quiere enseñarme el lugar donde mataron a unos anarquistas. Le digo que no tengo tiempo y que estoy muy triste. Muy mal tienes que estar para no querer verlo, dice. Vuelvo a entrar en el centro comercial, pero todo está cambiado de sitio.

tierra blanca

martes, 25 marzo 2025. Masip y yo salimos de un edificio, nos cruzamos con tres señores que van disfrazados de libros. Mira, van de Código civil, le digo a Masip. Oigo unas risitas. Detrás de nosotros van sus mujeres. Me vuelvo y les digo me encantan los disfraces de sus maridos. Se sienten orgullosas, supongo, porque los han hecho ellas. Cuando estamos fuera, de repente la calle es un camino de tierra blanca (entre montones de tierra) muy ancho, que da una explanada. Se supone que vamos a pilotar una nave espacial. Le digo a Masip que se dé prisa, que vienen esos señores vestidos de libro y nos quieren ganar, y tenemos que ganarles como la otra vez. Corremos hacia la nave, pero de repente Masip se convierte en Antonio y la nave en una casa donde tenemos que robar algo. Tenemos muy poco tiempo, le digo a Antonio (buscamos un motor o algo así). Oímos llegar un coche. Antonio, con una agilidad pasmosa, dale a la terraza y salta una valla. Salgo tras él, pero antes me llamo las manos para no dejar huellas. Una vez fuera, pienso que el dueño se dará cuenta de que alguien ha entrado porque verá gotas en el lavabo y la puerta de la terraza no está cerrada desde dentro.

espárragos

lunes, 24 marzo 2025. Estoy con una pareja y Chivite. Estamos sentados frente a ellos, no dejan de hablar contando bobadas. Yo saco un papelito y escribo palabras sueltas, hago algunos dibujos, y tacho palitos como hacen los presos en sus celdas. Chivite me pregunta al oído si estoy dibujando. Asiento. Dice muy sorprendido que él hace lo mismo cuando no le interesa una conversación. Pienso que a ver si se da cuenta, al fin, de cuánto nos parecemos. Saca una caja cuadrada y plana de la mochila. Es un pañuelo estampado con los mismos palitos de preso que yo había dibujado. Lo abrazo. De repente estamos en un coche con Alberto, Salvatore y Emilio. Os esperamos aquí, dice Emilio. Salimos del coche muy decididos y entramos en una columna de ladrillo. Subimos por una rampa. Cruzamos un puente sobre un lago o río enorme y volvemos a bajar por otra columna igual a la otra. Chivite me lleva ventaja, no lo veo delante de mí. Yo llevo un montón de ropa sucia en los brazos. Date prisa porque el cura se ha dado cuenta. Al salir dejo la ropa en una terraza, junto a unas lavadoras. De repente estamos comiendo, supuestamente, con el cura. El cura preside la mesa. Lo rodeamos, su mujer, mi prima Elisa frente a mí, yo, Chivite y Carlos Pérez (un amigo de la pandilla al que hace años que no veo). Sé que tenemos una misión, pero todavía no sé cuál. Elisa dice que para que nos vayamos antes va a ayudarme e intenta quitarme unos espárragos. Le doy un manotazo porque los espárragos me gustan. Coge patatas, le digo. Carlos le dice a Chivite que estudió medicina (medicina estudió su hija, pero no digo nada; pienso que quizá están hablando en clave). Me levanto discretamente como si fuera al baño, pero mi intención es huir. En una de las habitaciones de la casa veo a Juano y Andrés. No sé si están presos (la ventana tiene rejas) o felizmente instalados. Las camas están revueltas y ellos recostados sin zapatos. Andrés me dice que piense en frases creativas para nosequé, que las espera y confía en mí. Juano me da un sobre y dice que lo envíe, por favor. Marcho sin preguntarles qué hacen allí. Al salir, veo mi montón de ropa (ya está limpia, pero hecha una bola como antes). La cojo, me llega hasta los ojos. Corro por la calle para llegar cuanto antes a las columnas de antes. Recuerdo que tengo que echar la carta de Juano. Entro un bar. La pongo sobre la barra. Una señora le grita a su marido: ¡Un sello para los árabes! Son 59,59. No sé por qué hago la suma y pienso que tengo que pagar 118. Saco un montón de monedas sobre el mostrador (parecen monedas de chocolate) y no me llega. Una chica extranjera que también ha llegado para echar una carta, le dice a su padre que me preste dinero. La señora de la barra le dice que tengo más que suficiente y ella misma se cobra. Salgo de nuevo con mi montón de ropa y llego a un bar con terraza de madera muy oscura y gastada donde me esperan Alberto, Salvatore y Emilio. En el suelo hay tapones de corcho enormes. Pregunto qué son (dicen el nombre de un licor). Algún día tengo que probarlo, les digo y por fin me siento. Supongo que esperan que les cuente con todo detalle, pero yo solo quiero cerrar los ojos y que me dé el sol en la cara.

barro

viernes, 21 marzo 2025. Estoy en un banco con Rosamari. Parece que esperemos algo. De repente se levanta y se va. Pienso qué habré hecho para decepcionarla.
+
Me encuentro a Manuel por la calle. Nos alegramos mucho de vernos. Le dice a alguien que fuimos vecinos un tiempo sin saberlo (no sé de qué habla, pero no le digo nada). Todo eso ocurre deslizándonos por las aceras como si fuesen toboganes acuáticos.
+
Voy por una acera muy estrecha. Me cruzo con dos enfermeras con uniformes blancos (parecen de los años 40). Como la acera está llena de barro las dejo pasar por el lado más limpio para que no se manchen. Me dan las gracias con acento inglés. En el extremo de la calle una señora, que está sacando la compra del maletero, me pregunta quiénes eran esas chicas. Son voluntarias, hacen obras de caridad. La señora saca un papel para apuntarlo. Un chico se me acerca, me dice al oído que esa señora no tiene pinta de pasar necesidad, y señala sus compras. De repente el chico y yo estamos en un autobús, no hay donde agarrarse y, para que no me caiga, me sujeta por detrás. Noto el calor de su cuerpo. Pienso que es lo mejor que me ha pasado en toda la semana.

infusión

lunes, 20 marzo 2025. Estoy en casa de mi abuela. Me extraña que la luz del comedor esté encendida. Me acerco a apagarla con una infusión en la mano. Suena el móvil, no lo veo por ninguna parte. Noto que sale del vaso. El móvil está dentro. Los saco y lo seco lo más rápido que puedo. Respondo y, milagrosamente, sigue funcionado. Es Chivite. Le cuento lo ocurrido como una gracia, para que se ría, pero no hace ningún comentario. Con voz seria me dice que tiene que entregar un trabajo y necesita ayuda. Vanessa y yo vamos a su casa para ayudarlo. La mesa está desordenada, llena de papeles. Escribo varios folios, Vanessa hace dibujos. Él no para, de un lado a otro, se levanta mil veces, se le ve preocupado. Llega su hija Bea y se sientan a charlar. Le digo que así no podemos trabajar. Responde que da igual, que nos paga y nos acompaña a la parada del bus. Le digo que no pienso cobrar a un amigo, que lo he hecho solo por ayudar. Salimos a la calle. Como es muy tarde, decido ir quitándome los pantalones para, cuando llegue a casa meterme directamente en la cama. En semáforo cambia. Ellos cruzan. Yo tengo los pantalones atascados en los tobillos. Me los subo a toda prisa para poder cruzar, pero no me da tiempo. Ellos se alejan. Yo me quedo esperando que el semáforo cambie de nuevo.

sueño que sueño

lunes, 17 marzo 2025. Estoy en un hotel. Me levanto y voy al baño. Al mirarme en el espejo veo que me ha crecido pelo en la cara (el sábado vi en la tele una noticia de un niño perro). Intento cortar mechones, pero cada vez que corto uno cae un árbol en el jardín. Voy a recepción para pedir disculpas. Le explico la situación, le digo que todo está conectado (anoche hablamos de que los árboles se comunican), que lo que puedo hacer es quitarme la cara y dejársela en recepción para que no caigan más árboles (ayer leí un relato de Shepard de un sicario que tenía que desollar a un tipo), pero que no se preocupe porque tengo la sensación de que es un sueño, y cuando me despierte todo va a volver a la normalidad. Vuelvo a mi habitación dejando mi cara en recepción. Cuando me despierto en el sueño todo sigue igual.

leotardos

sábado, 15 marzo 2025. Estoy en un piso con una pareja. La chica me propone que me quede con ellos, y me insinúa que hagamos un trío (hace un gesto de dinero con los dedos). De repente me doy cuenta de que estoy desnuda de cintura para abajo. Veo pasar hacia el dormitorio a un tipo viejo, bajito y muy feo. Va desnudo. Me pongo las botas a toda prisa. Me doy cuenta de que me estoy poniendo los leotardos encima de las botas. La chica dice que si me voy, de qué van a vivir. Ahora pienso que, con el gesto, pretendía que yo le pagara por acostarme con ellos. Cojo mi ropa hecha una bola y huyó. En el descansillo empiezo a vestirme a toda prisa. Desde el edificio de oficinas de enfrente un tipo me mira con curiosidad. 


carretilla

jueves, 13 marzo 2025. Me encuentro a Cristina (compañera de colegio a la que no veía en años, y ahora vive frente a la casa de mis padres). Me pide que la acompañe al banco. Llegamos a una ventanilla como de taquilla de cine (un hueco en una pared blanca encalada. Le dice al chico directamente que quiere sacar todo su dinero y cambiar de banco. El chico, con su mejor sonrisa falsa, le pregunta por qué y a qué banco quiere irse. Quiero mi dinero, responde sin explicaciones. El chico se va y vuelve con unos papeles tamaño folio y cuatro monedas (una de ellas como si le hubieran dado un bocado). Ahora la ventanilla está a ras del suelo. ¿¡Esto qué es!?, me das calderilla, quiero todo mi dinero, to-do, repite ella. El chico desaparece. Veo a una chica temblando de miedo dentro (quizá piensa que peligra su trabajo). Le pregunto qué es esa moneda a la que falta un trozo. Me tenían que dar diecisiete céntimos y le han quitado tres a una moneda de veinte, ¿te gusta?, quédatela, dice. Antes de irnos intento consolar al chico, le digo que me gusta su banco porque es color naranja, que tengo algo de dinero con ellos pero me gusta más Triodos. Me llevo a Cristina tumbada en una carretilla (lleva todo el dinero sobre la tripa). Me pregunta qué es eso de Triodos. Le digo que se autodefinen como banca sostenible y ética. Aunque yo no creo en los bancos, añado. ¿Me recomiendas que meta mi dinero en varios? Le digo que lo primero que me dijeron en Económicas, el primer día de clase, fue que no hay que meter todos los huevos en la misma cesta. Mientras empujo la carretilla, pienso que eso que lleva encima no es dinero, son folios amarillentos, pero no digo nada. Pasan a nuestro lado una fila de monjas como si estuviéramos en una película de Fellini (pero estas son grotescas). Cristina dice desde la carretilla que está cansada. Nos sentamos en unos sofás que hay junto a un muro. Entre los cojines encuentro una cadenita que llevaba mi padre en el bolsillo hace años. Se lo cuento a Cristina y le pregunta a un tipo con muy mala pinta si es suya. ¿No le acabo de decir que era de mi padre?, pienso y me la guardo. El tipo se baja los pantalones y nos enseña el culo. Quiero irme de allí. Entre los cojines también hay un broche rectangular con cositas incrustadas (una tortuga, una espiral, un cartel diminuto de cine...). Cristina dice que me lo quede, que este año se llevan mucho las incrustaciones. De repente Cristina se ha convertido en mi hermana. Mi hermana dice que perdió un dado en ese sofá. Era azul con los puntos blancos. Le digo que no se preocupe, que lo tengo guardado y se lo daré cuando lleguemos a casa. De repente estamos en casa. Quiero enseñarle la cadenita a mi padre. Nada más llegar mi hermana le grita a mi padre: ¡Mentiroso!, ¡no sabes más que mentir! Me voy a la cocina asustada. Mi tía M y mi abuela están cocinando. Me dicen que cada día es igual, que lo trata fatal. Las mando callar para que no las oiga. Las ha oído. Entra en la cocina hecha un basilisco, nos grita, dice que está harta, que se larga de casa. Yo aprieto el dado en el puño. (Me despierto con el corazón a mil).

algeciras

miércoles, 12 marzo 2025. Entramos con Sonia y Míchel a un bar. Me da la impresión de que están cerrando, pero no digo nada. Atravesamos un salón, pero no hay nadie ni hay salida. Volvemos a la terraza donde un camarero saca brillo a los vasos con un paño de cuadros rojos y blancos. Otro tipo se lía un cigarrillo. No me gusta nada, todo está sucio o roto. En otra terraza reconozco a Enrique (un compañero de la facultad al que no veo desde hace años). ¡Henry!, le digo y abro los brazos. Se vuelve, se alegra mucho de verme pero no se levanta (pienso que quizá en estos años haya tenido un accidente y esté en silla de ruedas, pero no digo nada). Le pide a Alberto que nos haga una foto para enviársela a Elías (otro compañero de Económicas). Henry vive en Algeciras, le digo muy contenta a Alberto, como si eso fuera lo mejor del mundo.

losas hidráulicas

martes, 11 marzo 2025. Bajo la calle hacia casa. Veo subir a Marcos con un tipo. Marcos va comiéndose un bocadillo enorme. Se le ve feliz, hace gestos de dibujo animado. El portal está en obras (cambian el suelo de losas hidráulicas de los años 60 por baldosas feas de cuarto de baño). Pregunto a un albañil si me da una de recuerdo. Dice de muy malos modos que has ha roto todas. Varias vecinas esperan el ascensor. Veo un trozo de una en el suelo y cuando voy a cogerla, una vecina le da una patada para acercarla a su lado, pero otra se le adelanta y se la mete en el bolsillo. La de la patada dice que en realidad no la quería, que tiene demasiadas cosas, que debería deshacerse de todo. Pelean. Decido subir por las escaleras. No las reconozco, los descansillos son enormes, cada puerta es distinta, algunas parecen puertas de cuadras (algunas están abiertas o no tienen puerta). Una vecina habla con su novio. La saludo desde lejos, me hace un gesto para que entre. Le digo que la encuentro muy bien, más joven, mucho más guapa con el pelo rubio. Se pone muy contenta (demasiado). Me fijo en su casa. Hay alfombras por todas partes, hasta en las paredes y en el techo. También en que hay una escalera que baja. ¿Tiene un dúplex?, pienso. Me despido, bajo un piso para comprobar lo del dúplex. La puerta está abierta. Veo a una chica en una cama enrome de metal dorado muy vieja, arropada por muchos edredones arrugados y sucios. Le pregunto si está bien. La chica se despereza. Aparecen de debajo de los edredones dos chicas más. El piso es un desastre, una acumulación de cahivaches sacados de la basura. ¿Sois okupas?, le pregunto. Aparecen un montón de cabezas aquí y allá (como lo harían animalillos del bosque en una serie de dibujos animados). Una de las cabezas dice "esa hija de puta nos va a denunciar". Le digo que no debe juzgarme tan a la ligera, que yo propuse que la pareja de aparcacoches, que vive en calle, vivieran en el rellano de los motores del ascensor al menos los días de lluvia y que una vez durmió un niño marroquí, pero cuando fui a llevarle el desayuno había ido asustado. Me echo a llorar, le pido disculpas a la chica de la cama, le digo que estoy muy sensible porque tengo jaqueca cada día (las cabezas van asomando más de sus agujeros). Una de ellas se me acerca (como lo hace Larry David en su serie) para comprobar si las lágrimas son verdaderas. Me creen. Me ofrecen lo que parece un mosaico, pero son trocitos de caramelo que ellos mismos hacen. Otro chico me dice que es poeta. ¿Has leído Utz? (no sé por qué le pregunto eso). Se miran entre ellos casi asustados. Una chica me quiere regalar dos jerseys de rayas. Me dice que ha observado que siempre voy vestida igual y eso es que tengo poca ropa. Me sorprende que ellos me quieran regalar cosas cuando debería ser al revés. Le digo que deberían hacer algo, que tienen un piso enorme, que podrían hacer dulces y venderlos, o poner una imprenta. Eso haría ruido y nos echarían, dice uno. Les digo que conozco a un tipo que lleva el tema okupa. Se ríen, dicen que ya saben quién es y que está loco. Les digo que deben hacer algo, que los veo pasivos, conformistas, que hay que moverse. Me miran como si les hablara en chino. Decido irme a casa. Les digo desde el descansillo que ya se me ocurrirá algo para que no los echen. El chico poeta me da un montón de folios. Son mis poemas, dice. Ya te bajaré uno de mis libros. Ya, ya, dice no creyendo que yo pueda haber publicado nada. Subo por las escaleras, me pesan mucho las piernas y me duele mucho la cabeza. (Me despierta una jaqueca explosiva. Por una parte me da pena que todo eso fuera un sueño, porque me gusta estar allí con ellos; por otra me alegro infinito de que no fuera verdad).

sin salida

lunes, 10 marzo 2025. Estoy en lo que parece un congreso de poetas. Estamos todos en una habitación alargada pequeña sentados en el suelo o en cojines. De lejos veo a Ferran Fernández, pero hay mucha gente y no puedo acercarme a él. En el suelo está sentado Chivite. Le preguntó si se va a quedar a la cena o se quiere venir con nosotros por su cuenta. No me contesta. En un rincón veo a Isabel Pérez Montalbán, María Eloy-García y Carmen López. Están sentadas en el suelo. Me acerco, las tres llevan camisetas de rayas, les digo que yo tengo una igual en otro color. Por la ventana veo que han llegado Isabel Pantoja y Julián Muñoz, y se están haciendo una foto delante de un coche. En la foto se han colado algunos poetas, y Alberto y Javi se ponen detrás y les hacen los cuernos. Cuando vuelvo a mirar la sala está vacía, solo queda Carmen López. Empezamos a andar, vamos muy rápido, como si quisiera enseñarme el pueblo tirándome de la manga. No sé dónde estamos, nos metemos por unas calles sin asfaltar y una de las veces entramos en un callejón sin salida. Nos persigue una moto. Le digo a Carmen que corra. Cuando por fin estamos fuera de peligro, me vuelvo para decirle que de buena nos hemos librado, pero tampoco está. Estoy sola en una plaza vacía.

la chica del elefante

domingo, 9 marzo 2025. Veo unos zapatos en mitad del salón y los saco a la terraza. Al ponerlos juntos, junto al escalón, me doy cuenta de que son distintos. También veo a alguien fuera. Por la seriedad con la que hablan parece que estén decidiendo algo muy importante (son un chico y una chica). No me atrevo a salir aunque es mi propia casa. De repente el chico mete la cabeza entre las cortinas y me dice que ya puedo salir, que ya está todo decidido. La chica se hará cargo del elefante y tú escribirás los artículos, dice. No sé de qué está hablando, pero tampoco me atrevo a preguntar. Yo te conozco, le digo, eres Atencia. Se ríe.

candado

viernes, 7 marzo 2025. Voy con Francis, Cocó y otra chica por la calle. Les enseñó el barrio de mis padres. Cuando llegamos a la plaza que hay delante del que fue mi instituto les cuento, aquel era mi instituto, aquello era magisterio, este edificio era peritos. Recuerdo que Javi dejaba la moto con un junto al edificio y el candado sigue allí. Lo busco por todas partes, pero no doy con él. Pregunto a alumnos, pero no saben de qué hablo. Entramos en una clase y le digo a Francis que nos quedemos. El profesor nos pregunta quiénes somos. Le cuento que estábamos buscando un candado. Se ríe. Dice que no podemos quedarnos. ¿Qué clase toca hoy?, pregunto. La tabla periódica. ¡Me la sé! Entonces no necesitas quedarte, dice, me empuja hacia afuera y cierra la puerta. Lo hace todo dulcemente y sonriendo.

zapatos plegables

jueves, 6 marzo 2025. Estoy en una casa destartalada (se parece a la casa de mi bisabuela en Estepona) con habitaciones de techos altos y muebles antiguos y viejos. Las camas están deshechas y hay ropa amontonada por todas partes. Se supone que varios actores y actrices  (de las películas de Jonás Trueba) la han alquilado para ensayar y a la vez pasar unos días de vacaciones. Mi hermana dice que el tren sale en una hora. Le digo que ya tengo la maleta hecha, pero no la encuentro. Pregunto a todo el mundo si han visto una bolsa de Pippi comiendo espaguetis. Un señor mayor me dice que mejor coja otra cualquiera para no perder el tren. Lleva una insignia republicana. Cojo una chapa con la bandera republicana y me la pongo. Al señor se le ilumina la cara, dice que desde que se fue de la residencia y vive en esa casa con esos jóvenes es muy feliz. Se aleja con su andador. Encuentro una maleta de plástico transparente, pero por más que miro en los armarios, hay ropa parecida a la mía, pero no es la mía. Voy descalza, no encuentro mis zapatos. Pregunto si alguien los ha visto. Son unos zapatos especiales de viaje que se pliegan y no ocupan más que una hoja de papel, explico. Francesco Carril se me acerca enfadado, está molesto porque no le he hecho caso en todas las vacaciones.  Le digo que no estaba segura de si se acordaba de mí, por eso no le dije nada. Dice que cómo he podido hacerle eso con la manera tan bonita en que nos vimos por primera vez. Intento recordar vagamente y me viene la imagen de un decorado de película del oeste, era de noche, él iba andando solo por las calles desiertas y yo lo reconocía y le decía que se viniera conmigo a cenar. Imagino que se refiere a eso. Me echo a llorar. Lo abrazo, le pido disculpas. De repente suena el móvil, mi hermana dice que no lo coja, que perdemos el tren. Es Aghata Ruíz de la Prada. Me pregunta dónde puede comprar mi último libro de poemas. En la Alberti lo tienen seguro. Y ahí empieza a  hacerme preguntas sobre el neoliberalismo y el porqué las novelas históricas se venden más que los libros de poesía. Le digo que pierdo el tren y voy a colgarle, que la llamaré cuando llegue a casa. De repente me doy cuenta de que me he dejado la maleta en casa. Vuelvo corriendo a la casa, pero no avanzo. En ese momento las farolas se apagan y todo queda completamente negro. No veo nada, no sé hacia dónde corro.

zorrilla

martes, 4 marzo 2025. Se supone que todos sabemos que mi hermana está embarazada. Mi abuela y mi madre charlan tranquilamente de donde pondrán la cuna o como se llamara el bebé. Me parece que todas se han vuelto locas. Llevo a mi hermana al que fue mi cuarto (ahora parece una leonera) y le pregunto cómo ha podido dejar que le pasara. No sabe. Le pregunto si el padre que saber algo del tema. Que no. Voy al dormitorio de mis padres y le digo a mi abuela y a mi madre que el bebé debe llamarse como mi padre y llevar el apellido de mi hermana. Mi abuela dice que de ninguna manera, que un hijo debe llevar el apellido del padre. Mi madre dice que ahora está de moda echarlo a suertes. No entiendo nada, no sé cómo están tan tranquilas. Supongo que sabéis que el padre se apellida Zorrilla, les digo.

el ascensor

lunes, 3 marzo 2025. Entro en el ascensor de la casa de mis padres. Detrás de mí entra un chico. Es nacho (parece más joven que hace veinte años). Pienso que debe ser una pesadilla para él estar encerrado en un ascensor conmigo, pero cruza los brazos y se apoya en el espejo del ascensor como si el viaje fuera a durar una hora. Me pregunta qué tal estoy con total naturalidad. No sé qué decirle.

chaleco de cuero

domingo, 2 marzo 2025. Me encuentro a Miguel (un amigo del instituto al que no veo desde hace años), me alegro muchísimo de verlo, nos damos un abrazo. Lo encuentro casi más joven rque entonces. Me extraña su indumentaria (un vaquero ajustado y un chaleco de cuero sin camiseta debajo). Cuando nos estamos poniendo al día aparece una niña india pequeña y le tira del chaleco. La persiguen unos tipos muy raros. Entramos en un bar con escaleras metálicas que forman un laberinto. Llegamos a una azotea atestada de gente bebiendo. Intentamos esconder a la niña. Miguel me dice que me quede con ella mientras él se deshace de los hombres raros. De repente los veo cuchichear y Miguel ya no me parece él. Meto a la niña en un armario y bajo las escaleras a toda prisa. Me persiguen. Llego a una especie de basurero donde parece que estén fabricando coches con tacos de madera sin lijar y planchas de metacrilato. Uno parece que se va. Conduce una chica. Le digo que me persiguen, que por favor me saque de allí. La chica mira hacia atrás como diciéndome que es un coche fúnebre y tendré que ir tumbada.

de premios, porcelanas y collares

sábado, 1 marzo 2025. Tengo que recibir un premio y llego tarde. El recinto es al aire libre, encalado, está vacío y solo queda una farola encendida. Un hombre, antes de apagar la farola, me dice con un gesto y un barrido de mirada que todos se han ido.
+
Llego a toda prisa al mismo recinto de antes. Tengo que entregar un premio. Voy con una chica que no deja de hablarme y entretenerme. Me esperan Ana y Cristina. las veo sonrientes en el escenario. Antes de subir, una azafata se nos acerca con una bandeja llena de copas de vino blanco. Le doy las gracias y le digo que mejor después del acto, pero la chica que me acompaña empieza a bebérselas una detrás de otra. Después sube al escenario, coge el y comienza a hablar. Insulta quien ha ganado el premio (sin saber quién es), insulta al público y hasta a Ana y Cristina. Intento apaciguarla. El público se va indignado. Intento explicar a Ana y Cristina que no sé quién es esa chica y que se ha bebido unas ocho copas de vino de golpe. Lloran, dicen que lo he estropeado todo. No quieren saber nada de mí.
+
He perdido algo. Una chica me dice que sabe dónde puede estar (la chica es Pili, una compañera de colegio a la que no veo desde hace cuarenta años). Pasamos por unas vías muertas llenas de basura y escombros. Hay vagones tumbados llenos de bolsas de basura. Algunas bolsas se mueven. Caminamos sobre ellas. Le digo que prefiero volver. Es lo mejor, dice y me toma por la cintura (de repente Pili se ha convertido en un chico). Pasamos por distintas habitaciones, cada una decorada de una manera. Nos paramos en una con moqueta azul, muebles decimonónicos, pañitos de croché y adornos de porcelana. Me gusta, decimos a la vez y nos miramos. No sé si va a besarme. No sé si es una chica o un chico.
+
Llamo por teléfono a Daniel. Una niña, sin dejarme decir ni hola, me dice que le lleve las medicinas cuanto antes (u tono es tranquilo y su voz demasiado aniñada para ser su hija). Le digo si se puede poner Daniel. Cuelga. Vuelvo a llamar. ¡Abuelaaaaa!, grita la niña. Reconozco la voz de la madre de Daniel que, sin dejarme hablar, me dice que la tía (no recuerdo el nombre) va a traer las medicinas. ¿Se puede poner Daniel? Cuelga. Pienso que quizá Daniel esté enfermo, en la cama, y sea mejor llamarlo al móvil. En ese momento llega mi madre con un montón de collares larguísimos de distintos colores. Quiere que se los vaya separando para poder ponérselos. El montón ocupa lo que un balón de Nivea.

móvil blanco

viernes, 28 febrero 2025. Francis llega corriendo y me cuenta algo realmente entusiasmado. Rebosa alegría Yo sonrío, intento que parezca que me alegro mucho de lo que dice, aunque no puedo oírlo. Tampoco puedo hablar ni mover las piernas. Estoy sentada en una cama, completamente paralizada, pero no dejo de sonreír para que crea que estoy bien y no fastidiarle la felicidad que siente.
+
Voy en un carrito de supermercado como si fuera una bicicleta. En el asiento para bebés llevo a mi prima Elisa (es una niña de unos dos años). Cuando llegamos a una plaza empedrada, nos están esperando ella misma de mayor y su madre (mi tía P). Se alegran mucho de vernos, dicen que no nos movamos, que quieren hacernos una foto. Elisa (mayor) saca una caja de cerillas y las va encendiendo. Se supone que cada cerilla hace una foto (no lo entiendo pero no digo nada porque está muy ilusionada). Aparecen mi sobrino Diego. Se ha cortado el pelo de manera que le queda un penacho en el centro. ¡Parece un pollo!, gritan unos gamberros e intentan pegarle. Se arma un gran revuelo en la plaza. De repente Elisa (mayor) dice que Elisa (pequeña) ha desaparecido. Intento apaciguar a los gamberros, les digo que concentren su energía en encontrar a la niña en vez de pegar a Diego. La buscamos por todas partes, entro hasta en casas particulares. En la trastienda de una charcutería hay una cama con un bulto. Al destaparlo es un perro que duerme. Suena un móvil entre las sábanas. Es un móvil de concha blanco. Al abrirlo se corta la llamada. Llamo a ese mismo número y alguien me dice que la niña ha aparecido, que se quedó dormida en uno de los estantes del el bar "El conejo". Al salir de la charcutería veo pasar a Raquel (ella no me ve). Lleva un traje de chaqueta blanco y un ramo de flores. Pienso que irá a casarse. Me pregunto si llevará en el bolsillo el poema que le envié para la ceremonia.

la decoración

miércoles, 26 febrero 2025. Paseo con Sr. Chinarro, un amigo suyo y mi tía E. Lo mismo estamos en una playa que en unas cales tipo Nueva Orleans, que dentro de un edificio antiguo. Sr. Chinarro nos va explicando lo que vemos. Dentro del edificio, nos enseña (mitad con orgullo mitad con indiferencia) la habitación de su hermano pequeño. Lo tiene decorado estilo punk pero con fotos de toreros y corridas. Justo a la vuelta de la habitación hay una pequeña plaza de toros (me extraña que tenga un árbol y un banco en el centro), aunque lo más raro es que el piso no tengo techo. Le pregunto que pasa cuando llueve. El amigo me mira con sorna, como diciendo: aquí nunca llueve. Sr. Chinarro responde con guasa que ya me lo puedo imaginar. En la plaza de toros también hay un pequeño bar (de juguete, a escala de un niño pequeño) con sillas plegables. Sr. Chinarro le ofrece la más cómoda a mi tía (una butaca con las patas traseras más cortas). Dice que tenía una igual en su casa y se arrepiente de haberse deshecho de ella. Le pregunto si se ha mudado. No, sigue viviendo junto al mar pero ha cambiado la decoración, y me guiña (La decoración es el título de una de sus canciones). (En el sueño no pasa nada, solo andamos y hablamos sin prisa. De algún modo soy consciente de que es un sueño y me da mucha pena despertar y tener que "salir de ahí").

adoquines mojados

domingo, 23 febrero 2025. Tengo que estar en casa de mis padres a las siete de la mañana porque mi hermana se va de excursión a ver almendros en flor. Salgo corriendo de casa cuesta abajo, pero no avanzo nada. Cuando llego el autobús se ha ido. Corro hacia casa de mis padres pero las calles se vuelven empedradas y cuesta arriba. Sigo sin avanzar, me resbalo, me caigo varias veces. Intento alzar el vuelo, hacer que nado con los brazos en el aire. De repente estoy en el portal pero está lleno de cosas (muebles, ropa, objetos de mis padres). Por una parte entorpecen mi camino hacia el ascensor, pero por otro, no sé qué hacen allí y me veo en la obligación de recogerlos para que nadie se los lleve o los tire. Hago un montón con todo bajo la escalera donde están los contadores. Subo los cuatro pisos sin aliento porque el ascensor no funciona. Cuando por fin abro la puerta, mi hermana está en pijama con la cabeza llena de rulos. Me dice muy contenta que ha cambiado de planes, que ya no hay prisa.

dos nombres

viernes, 21 de febrero 2025. Estoy en la barra de un bar con Alberto. Aparece una chica y me pone la barriga desnuda muy cerca de la cara. Le doy un beso (a la barriga). Alberto me hace señas como diciendo que no está embarazada, que solo está gorda. De repente estamos en casa de un compañero de trabajo de Alberto. No conozco a nadie. Voy al cuarto de baño. La casa está hecha con pasillos forrados de tablones de madera muy toscos. El cuarto de baño está muy sucio. Hay una puerta abatible que da a una escalera muy empinada (también muy tosca), que parece dar a un habitación luminosa desde donde se oye música. Dudo si subir. Orino con cuidado porque todo está muy sucio. La orina es sangre. Cuando, sigo sin saber de qué hablar con nadie. Me acerco al hijo del compañero. Me llama por un nombre que no es el mío (empieza por E, pero no recuerdo cuál). Le pregunto si quiere que le diga mi verdadero nombre, que tengo dos, uno de verdad y otro familiar, como su padre. Dice que no, que mejor se lo diga otro día. Le digo que lo más seguro es que no volvamos a vernos.

en batín

jueves, 20 febrero 2025. Juano llega a casa (no se parece a mi casa; se parece más a la casa de mi abuela). Dice que me regaló sin querer un pijama que había comprado para su tío. Alberto trae el pijama. Todavía está envuelto (en papel de seda arrugado). Lo rasga por un extremo para comprobar que es el pijama que busca. Es un pijama rojo de señora con motivos orientales (se parece al último pijama que mi hermana le compró a mi madre). Sí, este es. En ese momento aparecen varias vecinas con sus carritos de la compra (una de ellas va dentro del carrito). Saludan y miran a Juano con recelo. De repente me doy cuenta de que Alberto, Juano y yo vamos en batín. Ellos tienen un pase, pero yo llevo el batín de mi suegro y, para más inri, un gorro de lana muy viejo calado hasta las cejas.


por un bollito

miércoles, 19 febrero 2025. Voy por una calle estrecha. Está llena de estudiantes rubios y altos en camiseta (parecen americanos). Un hombrecillo lleva un cesto lleno de bollitos a la espalda. Uno de los estudiantes (se parece a Trump de joven) le quita uno sin que se dé cuenta. Me vuelvo hacia él, le digo a gritos delante de todo el mundo: ¿¡Te parece bonito robarle a un anciano!?, ¡eso no eres capaz de hacerlo en tu país! El tipo entra en cólera por haberlo puesto en ridículo delante de sus compañeros. Me persigue. Uno de los chicos que va en su grupo se pone a mi lado (más joven, enclenque, pelirrojo con pecas) y me dice que ya era hora de que alguien le parara los pies. El musculitos se quita el cinturón y se lo echa al cuello del pelirrojo para ahogarlo. Consigo quitárselo, le digo que huya. El chico corre hasta llegar a una estación de metro y desaparece. El musculitos me persigue, me alcanza, me golpea, me arranca la ropa, me tira al suelo. La gente a nuestro alrededor no hace nada, solo miran mientras comen helados o hamburguesas y siguen paseando. Cuando lo tengo encima, de repente dejo de ser yo y veo la escena desde fuera, como en una película. Tiene debajo a una chica muy guapa. ¡Defiéndete!, le grito a la chica. La chica se levanta y le tira una piedra enorme a la cara. El chico, sorprendido, dice que nunca había sentido nada igual, que le gusta, que por favor vuelva a golpearlo. La chica no sabe qué hacer y yo no sé qué decirle. La chica le pregunta: ¿Qué haces en estos casos? El chico dice que es él quien suele pegar. Después le da una patada en la mandíbula y ella queda tumbada inconsciente. De repente, los dos son mayores y están en un restaurante rodeados de sus familias. Se les ve muy felices. Celebran el cumpleaños de su hija. Yo lo sigo viendo todo como en una película sin comprender nada.

en camisón

martes, 18 febrero 2024. Josemari sale con prisas de su casa (no se parece a su casa). Sus hijos (no se parecen a sus hijos) le dicen que hay que sacar al perro (tampoco se parece a su perra). Yo estoy en la acera. Josemari me pide que lo saque yo, que todavía no ha hecho sus necesidades y ellos tienen que irse o no llegan al trabajo ni al colegio. Le digo que estoy en camisón. Me dice que el camisón parece un vestido y es tan temprano que nadie va a verme. Cojo la correa y el perro salta a una cubeta llena de escombros. Termina pronto, le digo como si me entendiera.

pulseritas

lunes, 17 febrero 2025. Sonia y yo bajamos por una rampa de lo que parece un barco muy grande (¿estamos en un crucero?). Javi nos espera abajo. Entramos directamente a una tienda de souvenirs. Una chica muy nerviosa quiere vendernos pulseras a toda costa. Me parece raro que las pulseras que nos enseña sean idénticas a las que lleva mi madre. De repente pienso que se las han robado y tengo que comprarlas para devolvérselas porque seguro que las echa de menos.

mudanza

sábado, 15 febrero 2025. Estoy en casa de mis padres, pero no parece la casa de mis padres. Tiene un sofá en forma de L. Mariángeles y Salud están charlando. El sofá está cubierto por unas telas muy arrugadas. Toda la casa está desordenada. Mariángeles dice que quiere mudarse y va a tirar muchas cosas. Miro a mi alrededor, pero tampoco se parece a su casa. Al cabo del rato llega Carlos, su hijo. Me pregunta si cuando limpio el polvo le doy la vuelta a la bayeta y la uso por el otro lado. No sé qué responder. Carlos ve unos cuadros en el suelo. Le digo que su madre está de mudanza y los va a tirar. Se sorprende y enfada muchísimo, dice que por qué no le ha pedido permiso porque los cuadros son suyos. Abre la puerta de la que era mi cuarto y dice: Qué desastre todo. Le cuento que cuando era mi cuarto era precioso. Ahora el suelo no está lleno de ropa y zapatos amontonados.

bigotes

viernes, 14 febrero 2025. Llego a casa de mis padres. Me bajo en el cuarto piso y oigo ruido en el quinto. Subo la escalera. Hay un montón de músicos (o eso parecen) sentados en el rellano. Se supone que tengo que hablar con alguien que lleva bigote. Todos me parecen iguales, todos llevan bigote.

regalos y huevos de mármol

miércoles, 12 febrero 2025. Es el cumpleaños de Pateta, están en el cine y los espero fuera. También a los demás, que han ido a comprar el regalo. Lo trae Blanco, Navarrete y Pacho. Veo que ya se lo han dedicado. Le han dejado el precio y se ven varias pegatinas (una sobre otra) desde su precio original hasta la última naranja fluorescente que pone 5 euros. No pudo quitarla porque alguien ha escrito la mitad de la dedicatoria sobre ella. No sé qué hacer. Envuelvo como puedo porque el papel de regalo que han traído es pequeño y está usado. Cuando por fin Laura y pateta salen del cine, dicen que no les ha gustado nada la película. Era La insoportable levedad del ser. Es justo el libro que le han comprado.
+
Estamos en un monte y tenemos que bajar a la ciudad. Hay un camino pero queda un poco lejos. Michel dice que podemos ir campo a través. Sonia dice que es muy peligroso. Michel baja en un pispás y lo sigo. Hay muchas agujas de pino que me hacen resbalar. Bajo algunos árboles hay nidos con huevos enormes que parecen de mármol. No sé cómo han bajado los demás, pero una vez abajo buscamos un sitio para cenar. Entramos en un local donde sirven comida para vagabundos (hay que pasar por el servicio; hay dos tipos sentados en sendas tazas de váter y ni se inmutan). Michel pregunta si nos darían de cenar. Nos enseñan una carta enorme. El postre es una barra de helado para cada uno. Michel se ofende muchísimo y nos vamos. Al salir, las calles están desiertas y a oscuras. Sobre un tejado hay unos cien gatos negros iguales, sentados, muy quietos. Uno hace ademán de levantarse y los demás de seguirle. Levanto el brazo y le digo que se siente, que después iré a ponerles de comer. Los gatos vuelven a su sitio. Vamos por las calles buscando algo abierto. Le digo a Alberto que me alegro de que las calles (empedradas) estén tan limpias porque voy descalza (a pesar de que hace mucho frío; los demás, Marcos y Javi, llevan abrigo). Se supone que no me puse zapatos para que no me doliera la cadera. (Me despierta un tremendo dolor en la cadera izquierda).

paraguas y yincana

martes, 11 febrero 2025. Un tipo me pregunta si sé arreglar paraguas y me enseña un palo. Le digo que quizá doblando una percha pueda hacer una varilla, y si puedo hacer una podré hacerlas 
+
Omar Montes llega a casa de mi abuela y organiza una especie de yincana en la que participa toda mi familia. Mientras, él se tumba en una especie de camilla, se tapa con una sábana y disfruta viéndonos jugar. Cada vez que lo miro pienso lo mismo: qué chico más guapo.

huevos fritos

sábado, 8 febrero 2025. He quedado con Javi en un bar, se supone, para contarle algo muy importante. Cada vez que intento a hablar aparece alguien, ocupa nuestra mesa y habla a gritos. Nos cambiamos varias veces hasta entrar en una zona con las paredes azules llenas de retratos hechos a lápiz. Me fijo en que conozco a casi todos, pero todos están muy serios. Cuando se lo voy a contar a Javi, veo que dentro del ojos tiene varios huevos fritos pequeños.

manada

jueves, 6 febrero 2025. Parece un festival que se celebra en los pasillos de un edificio antiguo. Estamos sentados en el suelo, con la espalda pegada a la pared, esperando que empiece el espectáculo. De repente aparece una manada de animales (no recuerdo cuáles; supongo que influenciada al ver a la familia de jabalíes en el centro comercial). Un guarda jurado dice que no nos movamos y sobre todo, no le digamos nada a Cumpián, porque hará alguna locura de las suyas. Pienso que precisamente Cumpián no hará nada, se quedará asombrado viendo cómo pasan de largo. Aparece Cristina muy maquillada y me dice que qué hago allí sentada, que ya tenía que estar en el escenario. Le tiendo unos folios. Le digo que nadie me ha dicho lo que tengo que leer ni cuándo. Dice que tenía que haber ido a los ensayos por la mañana. Nadie me avisó. Cristina mira con reproche a un chico que se encoge de hombros.

dientes

miércoles, 5 febrero 2025. Eva me enseña fotos de su familia. Son fotos antiquísimas. Me llama la atención que toda la familia tenga unos dientes enormes.

jabalí

lunes, 3 febrero 2025. Una niña dice que ha desaparecido su jabalí. Lo veo medio enterrado junto a una cerca y parece vivo, pero no puedo decirle nada porque no formo parte del sueño (lo veo todo como en una película).

de rayas

domingo, 2 febrero 2025. Vivo en una casa con jardín. El jardín es compartido con una familia numerosa que siempre vuelve en fila, desde el pequeño al mayor. La fila la acaban los padres. Su ropa está hecha con la misma tela aunque los modelos sean diferentes. Llegan vestidos de rayas (me recuerdan al baby de mi colegio). Según entran me van saludando. El más pequeño me pregunta si mi tía M irá a leerles un cuento que empezó el día anterior. Me sorprende cuando me enseña el libro (en su móvil) porque no es precisamente para niños. También veo que tiene fotos mías con el pelo corto. Intento llamar a mi tía pero el móvil no funciona.

de gaultier

sábado, 1 febrero 2025. Alguien me pregunta con mala cara por mis zapatos. Bajo la mirada, son los zapatos de punta larguísima que compré en 1990. Son de Gaultier y están como nuevos, le digo.

cuenta pendiente

jueves, 30 enero 2025. Estamos en una casa con jardín decorada años 70. Se supone que estamos con varios amigos, pero no conozco a nadie. Alberto y yo vamos a comprar al supermercado. La cajera pasa la mitad de nuestras cosas  distraída (habla con alguien por teléfono) y las deja en un carrito, pensando que son de la pareja que compró antes que nosotros. Le digo que eso también es nuestro. Dice que como ya está pagado (por la otra pareja), no pasa nada y nos lo llevemos. Nos hace una señal para que nos demos prisa porque hay clientes esperando. Me voy muy preocupada porque a esa pareja le aparecerá en el extracto del banco. Llegamos a la casa. Una chica dice que fulanito (no recuerdo el nombre) está muy mal y que tenemos que ir todos a verlo. Pienso que de paso puedo ir al supermercado y pagar lo que le han cobrado a la pareja, pero me he dejado el ticket y mi DNI sobre la mesa del jardín, ha llovido y el ticket se ha deshecho. ¡Date prisa!, dice la chica. Salgo de la casa sin DNI, sin bolso. Por el camino me doy cuenta de que tampoco me he puesto bragas.

jaula

miércoles, 29 enero 2025. Se supone que estoy en casa de mis padres pero no se parece en nada. En una habitación que parece un patio, con las paredes llenas de macetas, hay una jaula muy pequeña en el suelo. Dentro hay un pájaro de colores muy brillantes. El pájaro abre la puerta y sale de la jaula. No vuela, se pasea dando saltitos por el suelo. De repente la gata de mi hermana salta sobre el y se lo come.
+
Estamos en una habitación de hotel. Alberto quiere dar una vuelta. Me veo en el espejo un montón de circunferencias en la cara y en el pecho, como si me hubieran puesto ventosas. Alberto dice que a lo mejor me han sentado mal los cacahuetes (no recuerdo haber comido cacahuetes). Alberto sale y yo me quedo. Oigo cantar a una chica. Canta en inglés y canta muy bien. Bajo a oírla. En la acera están Emilio y Salvatore esperando a Javi para ir a jugar al Trivial. Veo que en la esquina hay un bar que se llama Trivial. Emilio me pregunta si es ese y le digo que no, que cada día se juega en uno distinto. Hay una chica, casi una niña, a mi lado. Le pregunto cómo se llama para presentársela a los demás. Esther. Dice que Javi viene ahora, que de qué lo conozco. Le digo que del instituto, pero que en estudiaba en Maristas. Empezamos a andar hacia el hotel porque dos tipos con muy mala pinta se meten con nosotros. Intento  llamar a Javi pero me sale el recepcionista del hotel. El recepcionista me cuenta que ha escrito un libro de tercetos y que va a enviármelo para que yo lo mande a una editorial. Por más que quiero apagar el móvil, no puedo.

caramelos

martes, 28 enero 2025. Llego tarde a una lectura. Como cada uno está a lo suyo, dejo un libro dedicado en una estantería y me siento a esperar. Una señora me ofrece caramelos, unas bolitas rojas que parecen de cristal. Le doy las gracias y le digo que no como caramelos. Se me  echa encima, intenta metérmelos en la boca a la fuerza. Me grita que tengo muy poca vergüenza y no quiere verme más por allí. Otras dos señoras de la organización me consuelan. Cuando voy a irme fijo en que falta un zapato y el bolso. Sospecho que la señora de los caramelos me los ha escondido. Me apoyo en el quicio de la puerta a llorar. Veo a Oeste (lleva el pelo largo), sale con dos o tres personas. Me apena que se vaya sin habernos saludado. De repente se vuelve y me ve. Se acerca, me abraza, me pregunta si estoy bien. Me echo a llorar desconsoladamente. Le digo que he perdido un zapato y el bolso Me ayuda a buscarlos (estaban escondidos detrás de la estantería). Salimos. La señoras se disculpan por el comportamiento de su compañera, me dicen que vuelva cuando quiera. En la calle hay un atasco enorme. Francis me saluda desde lejos, me hace señas (a mi lado está Farfán, pero me da vergüenza saludarlo después de tantos años). Salvatore va en uno de los coches. Le pregunto si ha visto a Alberto. Dice que está en una conferencia sobre Schopenhauer.

funda de guitarra

lunes, 27 enero 2025. Voy en un autobús. Va completo. Al fondo hay unos turistas con muchas maletas, incluso una guitarra en su funda rígida. En cada parada se van bajando hasta que quedamos solo cuatro pasajeros. Miro al fondo y se han dejado el equipaje y la guitarra. Pienso si lo habrán hecho a propósito y será peligroso, pero no digo nada para ano asustar al resto. El conductor cambia de rumbo, se mete por calles que no conozco. De repente para y se sienta en el pasillo del bus a llorar. Dice que no se sabe el recorrido, que mintió en la entrevista diciendo que era conductor. Mientras lo consolamos miro el equipaje al fondo. Por una parte pienso que deberíamos salir de allí cuanto antes, por otra que llegaré tarde a casa de mis padres y por otra, no sé si ofrecerme a conducir yo.

trivial

domingo, 26 enero 2025. Voy con dos o tres personas por la calle. Avenidas con varios carriles donde se pasa de un barrio elegante a uno muy desfavorecido (ya he soñado alguna vez con esta ciudad, pero no sé qué ciudad es). Buscamos una parada de autobús. Les cuento, por hablar de algo, que ese camino suelo hacerlo a pie para ir al dentista. De repente estoy entrando en un bar muy desangelado con muy mala luz (se parece al comedor del que fue mi colegio). Al fondo están algunos amigos preparándose para jugar al Trivial. Me siento entre Francis y otro tipo que no conozco. Empiezan a llegar más y más personas que no conozco y van apiñándose alrededor de la mesa hasta el punto que tengo que separar mi silla para que quepan. Quedo en segunda fila pegada a la pared. En ese momento me llama mi hermana, dice que mi padre se ha caído. De repente estoy en el dormitorio de mis padres. Mi hermana está en la silla de ruedas con mi padre sentado sobre sus piernas (con aspecto desmadejado; no sé si está vivo o muerto). ¡He conseguido levantarlo sola!, me dice muy contenta.

cubeta

sábado, 25 enero 2025. Estoy en casa de mis padres. Llama mi tía E para decirme que se ha caído y está sola. Mi madre se entera (no sé cómo porque está en la cama durmiendo) y se acerca a mí con una bastón muy tosco que parece sacado de El hobbit. Ve a ayudarla, me dice. Entro en el ascensor pero de repente estoy en la cubeta de una camioneta. En la cabina van un tipo y una chica joven. Discuten. No sé si voy en una ambulancia rústica. Llegan a la autovía, entran por un camino de tierra, damos muchos saltos y temo caer fuera. Volvemos a la autovía. Hacemos el mismo recorrido varias veces. No comprendo qué hacemos porque mi tía vive en el segundo y mis padres en el cuarto piso.

inalámbrico

jueves, 23 enero 2025. Suena el teléfono (aunque no es nuestra casa ni nuestro teléfono, un inalámbrico enorme sacado de una película de ci-fi). Lo coge Alberto pero no le sale la voz. Le digo que hable más alto. Oigo a un teleoperador decir algo sobre una mercería. Alberto le dice que no nos interesa, que no le gusta que llamen a casa para vender cosas. Oigo como el chico se echa a llorar. Le digo que me lo pase. Hablo con él, me cuenta que no ha tenido otra que trabajar de eso. Le digo que él no tiene la culpa, que es la sociedad la que ha fallado, que su generación es la más preparada, que nosotros a su edad no hacíamos nada, no viajábamos, no hablábamos idiomas. Parece que se calma. Según le voy hablando su voz se va pareciendo cada vez más a la de Andrés.

portal

miércoles, 22 enero 2025. Me despiertan unos ruidos. Para salir del dormitorio tengo que pasar por una ranura muy estrecha porque alguien ha movido el tabique. Dos albañiles se asustan al verme (llevo un camisón y un gorro de dormir tipo Scrooge). Han quitado la puerta de casa, están pintando el rellano y la escalera. Han pintado respetando unas flores. Les pregunto si esos frescos estaban ahí. De toda la vida, me dicen. No entiendo nada. De repente estoy entrando en el portal. Tiene dos puertas de barrotes de hierro y están abiertas (les falta el cristal). Las cierro. Intento abrir el buzón con la llave del que fue mi diario. Aparece Carmen (que no vive allí) con unas vecinas. Le explico lo que me pasa. Le digo que los albañiles se dejaron la puerta abierta toda la noche. Nadie me presta atención.
+
Estoy en casa de mis padres. Mi tía M llama por teléfono y se queda callada. A ratos la oigo llorar. No sé cómo consolarla. Le digo a mi madre que le hable. Mi madre hace un gesto con la mano de "paso". Mi sobrina Nadia llega dando vueltas como una bailarina. Se ha cortado el pelo y teñido de rubio platino. ¿Te gusta mi nuevo pelo morado? ¿Morado? Nadia se mira al espejo y se echa a llorar. Le digo a mi prima Elisa que hable con mi tía. Me hace un gesto de "tengo mucha prisa" y desaparece con nadia.

reformas

martes, 21 enero 2025. Estoy en un restaurante con los amigos. Han pedido de postre tarta de queso. Se la traen entera y es muy grande. La cortan en cuatro pedazos. Les digo que no quiero. Salvatore me vuelve a preguntar antes de servirse el último trozo. Nada. No sé por qué estoy de mal humor. Se levantan y se van. Tú pagas, me dicen. Al rato bajo por unas escaleras algo mugrientas (no pegan nada con el resto del local) a un sótano de donde sale música. Todo está muy oscuro. Me parece ver la silueta de un tipo con guitarra. Me quedo quieta por si choco con él. Al rato la vista se me hace a la oscuridad y veo la silueta de Alberto al fondo, haciéndome señas. Me acerco. Las luces se encienden. Una señora me da las gracias por ponerme sus cosas (dice señalando un broche que llevo; el broche no era suyo, era de marina). Salgo del antro y estoy frente a la casa de mi bisabuela. Una señora me dice que ella conocía a la dueña y me da un nombre que no coincide en nada con nadie de mi familia. Le digo que soy la bisnieta, que la casa se vendió y la reformaron entera por dentro. ¿La cocina ya no tiene las losas rojas? No, todo muy moderno. Unos pasos más allá veo un montón de basura apilada, me acerco, han tirado juguetes casi nuevos. Me lo llevaría todo, pero elijo una caja con varios ositos polares y un sobre con letras plateadas del tamaño de una uña.

música transportable

lunes, 20 enero 2025. Suena una canción de Iván Ferreiro en la radio. No puedo llevar la radio del dormitorio de mis padres al salón. Hago un cuenco con las manos para transportarla, como si llevara agua, y la dejo caer sobre la mesa. La música sigue sonando, ahora en los dos sitios. La puerta está abierta y la gata de mi hermana escapa. Corre por el descansillo, baja un tramo de escalera y vuelve a subir espantada (está completamente erizada, parece el doble de grande) y entra en casa.
+
Hay un pájaro blanco, muy gordito sobre la mesa. Parece de madera, pero empieza a moverse. le soplo. Se llena de pintas negras. Parece un bollo con pepitas de chocolate.

plantación

martes, 14 enero 2025. Dos filas de coches bajan una cuesta por una carretera estrecha de tierra. Alberto se mete entre las dos en sentido contrario. Un coche pequeño de la fila derecha hace una maniobra rápida y se aparta (me sorprende su agilidad). Rozamos a uno de la fila izquierda. Se va a liar, pienso. El conductor baja la ventanilla y pregunta cómo es el arañazo. Normal, dice Alberto. Vale, responde. Alberto aprovecha para preguntarle si vamos bien hacia la plantación. Sí, todo recto, en esta época está todo muy bonito.

varsovia

lunes, 13 enero 2025. Se supone que estoy en Varsovia, pero es la calle donde vivía mi abuela. Voy en bicicleta, con dos o tres personas más, buscando una librería. Tenemos que darnos prisa porque no podemos perder el tren de vuelta. Paramos en la esquina para situarnos. Saco un plano muy pequeño y lo desdoblo. Aah, decimos a la vez y entramos en un portal. Es grande y a la derecha tiene unos servicios con ducha. Una de las personas que me acompaña es mi excuñado. Entra a ducharse. Le digo que no tarde mucho porque podemos perder el tren. Una señora y sus dos hijos mayores (con pinta de solterones) me hacen señas para que entre en su casa convertida en tienda. Hay estanterías con tazas desparejadas, figuritas y cajas. No quiero comprar nada, pero lo miro todo con mucha atención por si encontrará algún objeto como souvenir, algo muy especial, algo antiguo, pero todo lo que veo son baratijas de plástico.

horizontal

domingo, 12 enero 2025. Estamos en un supermercado (uno laberíntico con poca luz, con el que ya he soñado otras veces). Alberto coge una bolsa y yo otra. La mía se rompe por el fondo y la compra cae al suelo. La recojo como puedo y la llevo al coche amontonada en los antebrazos. Nos encontramos con alguien. Alberto le cuenta que tenemos el frigorífico roto. ¿Y qué vamos a hacer?, pregunto mirando la compra que llevo en los brazos (carne, pescado). Nada, ponerlo en horizontal como hice la otra vez.

vestido

sábado, 11 enero 2025. Salgo del ascensor (antiguo, con puertas de reja) de un hotel a un paseo marítimo desangelado. Veo a un abuelo y su nieta de espaldas, hablar con alguien que hay abajo, en la playa. Les hago una foto con una cámara enorme (también antigua, de las que se mira desde arriba). Bajo a la orilla. De repente estoy dentro del agua (me llega a las rodillas), intento salir pero los pies se me hunden como si fueran arenas movedizas. Camino muy lento, golpeando el fondo con la planta del pie para evitar hundirme. También voy apartando una nata color mantequilla que flota en la superficie. No avanzo, me hundo (me despierto gritando).
+
Llevo un vestido evasé color marfil sin adornos. Me parece lo más bonito del mudo (no sé si ya me lo he comprado o estoy en una tienda, probándomelo). Alberto dice que es muy soso. Pienso que podría coserle una tira de flores del mismo color a las costuras (como las que le puse al bolso que me hice para la boda de Sonia). Pienso que podría ponérmelo para una fiesta con el bolso plateado que hizo mi tía de joven, pero tendría que comprarme unos zapatos de tacón plateado, y dónde voy yo con unos zapatos así. Pienso que para una boda no me serviría porque parecería la novia. Pienso un montón de cosas mientras me muevo con el vestido puesto, moviéndolo de un lado a otro. De repente estoy en un jardín descuidado. Alguien ha colocado alrededor de una fuente objetos antiguos. Cada uno lleva una etiqueta con el precio (todo excesivamente caro). Pienso si será un truco para que nadie los robe. El suelo está embarrado y temo mancharme el vestido. Miro a mi alrededor, busco a Alberto. Nada ni nadie.

lentejas

viernes, 10 enero 2025. Oeste está firmando en una caseta de la feria del libro. Cuando llega mi turno, dice que para qué he ido expresamente a verlo. Le digo que no, que estaba en la feria por casualidad. Hablamos solo un momento y me despido porque hay mucha cola. Me voy satisfecha de no haberle dicho que he ido expresamente a verlo.
+
Se supone que mi abuela y mis tías se van de casa porque alguien la ha comprado. Por allí anda Laura, sacando muebles al jardín y metiendo cajas. Acompaño a mi abuela, tengo que sostenerla porque casi cae de la acera a la calzada. La calle está vacía como antiguamente, sin coches aparcados. 
+
Llego a una cocina (se supone que es la mía, pero no sé parece en nada). Enrique y una chica esperan para comer, tienen prisa, tienen que irse a trabajar. Le pregunto a mi hermana si puso a remojo las lentejas. Me enseña una copa de vino con agua y unas veinte lentejas. Les digo que no hay tiempo, que busquemos una olla a presión.  Encuentro la tapadera de una. Ya nos falta menos, les digo alegremente.

de señoras

jueves, 9 enero 2025. Estoy en una sala de espera muy blanca con cubos para sentarse. Los cubos son blancos e iluminados desde dentro. Tengo que ir al servicio. Abro una puerta. Es el servicio de caballeros (me llama la atención lo limpio que está). En el otro extremo de la sala hay una puerta blanca abatible que no llega al suelo (tipo cantina del oeste). Se supone que es el servicio de señoras. Todo está sucio y desordenado, toallas con excrementos, papel higiénico sucio en charcos de orines. Siento tanta vergüenza que me planteo limpiarlo, pero decido irme.

infierno

miércoles, 8 enero 2025. Estoy con un grupo de gente que no conozco en una especie de gradas improvisadas en lo que parece un salon de actos. Alberto dice que hay que darse prisa porque tiene que entregar un premio. Digo, de broma, que quiero que me den uno. Un señor me pregunta de qué es el premio. Le digo que por bailar rock and roll. En eso no puedo ayudar, dice. Pasamos a un pasillo muy estrecho y le digo a dos señoras que así es como imagino el infierno. Una de ellas dice que para no querer en Dios hablo demasiado del infierno. Salimos por fin a una sala pequeña que parece un restaurante también improvisado. Dudan cómo sentarse.  Les digo que el lugar que ocupen es muy importante porque tendrán que aguantar a quien les toque al lado toda la noche, pero que hay una manera de solucionarlo y es cambiándonos de sitio cada diez minutos. No me tomen en serio.

ventanas sin cristal

martes, 7 enero 2025. Estoy en casa de mis padres. Salgo a la terraza a regar las macetas y veo que la ventana del estudio de mi padre no tiene cristal. Entro en el que fue mi cuarto y tampoco tiene. Mi hermana está en el sofá charlando con su amigo Marcos. Le pregunto qué ha pasado. Dice que eran su pesadilla y los quitó. Le digo que ahora se llenará todo de polvo, que entrarán bichos. Dice que ya pondrá otros cuando tenga tiempo. ¡Sales todos los días, en vez de irte de juerga haz cosas útiles, coño! Se me ha escapado, lo siento, nunca digo tacos, le digo a Marcos. En ese momento me fijo en que la puerta de casa tiene una ranura enorme por abajo. Veo que la gata escapa. ¿Qué le ha pasado a la puerta?, le digo. Se encoge de hombros. Pues tu querida gata se ha escapado, que lo sepas. No se mueve. Voy a la puerta y veo cómo una vecina la devuelve metiéndola por debajo. Marcos dice que él en su puerta tiene una especie de cepillo para que no entre el aire. Esta no es mi casa, díselo a ella a ver si a ti te hace caso, le digo.

morena

lunes, 6 enero 2025. Buenafuente y Silvia Abril me presentan a su hija. Es una niña de unos cinco años. Lleva abrigo hasta los pies y el pelo muy largo. La miro y después a ellos. Sí, antes era un niño pero ha decidido cambiar de sexo, ahora quiere que la llamemos Morena. Le doy dos besos a la niña y le digo que me parece muy bien que sepa lo que quiere. Buenafuente me pregunta si sigo queriendo ir al programa de Broncano o era una broma. Era una broma, le digo. Me da la espalda y llama por teléfono. Lo oigo hablar. Dice que era broma, pero podemos ir nosotros, dice y Abril asiente muy contenta.

ducha seca

domingo, 5 enero 2025. Estoy en el hall de un hotel que parece acondicionado como una habitación. Todo está revuelto, los muebles colocados en desorden. Por ejemplo, hay una barra de bar con taburetes alrededor de una cama enorme. La barra también sirve de ducha. Alguien me mete prisa, dice que hay que salir ya. Busco mi ropa en varias maletas abiertas, pero no doy con ella. Me pongo un top tipo corsé y una falda vaquera que tuve hace más de veinte años. Todavía que me queda, pero con el corsé queda ordinaria. Se me ha olvidado ducharme, pienso. Tomo uno de los manguitos de la barra y lo meto por el corsé y bajo la falda. No moja. Me miro al espejo. Pienso que así no puedo salir. Finalmente me voy con el grupo, pero unos pasos atrás. Veo una tienda de cómics y entro. Oeste está pagando (va con alguien, Sonia o Begoña, no estoy segura). Me acerco, lo abrazo, me alegro muchísimo de verlo. Lleva el pelo largo (por mitad de la espalda). Le doy puñetazos cariñosos, le digo que no me había contado nada de su pelo ni de su nuevo look (un guardapolvos gris de mezclilla). Dice que me lo contó pero no me acordaré, que el pelo lo ha tenido mucho más largo durante todo este tiempo. Salimos de la tienda a la plaza de la Merced. Oeste desaparece. Todo está sucio como si hubiera habido un mercadillo. Yo llevo una silla roja de madera. No sé qué hago con ella. La dejo junto a un contenedor, doy unos pasos y la vuelvo a coger. Se la dejo a una chica de un puesto por si sabe de quién es.

iglesia

viernes, 3 enero 2025. Voy con Joan por la calle, hablamos muy bajito, al pasar por delante de una iglesia me despido (su supone que él tenía que entrar por algo). Me coge de la mano y seguimos andando.

optica y c2 improvisado

jueves, 2 enero 2025. Llego a una óptica para recoger mis gafas nuevas. La óptica parece una discoteca con adornos y luces doradas por todas partes. Me hacen pasar a una sala donde hay una tarima (una especie de escenario; hay incluso público) con un sillón y unos aparatos que parecen de dentista. Pienso que pretenden intimidarme, pero no saben que estoy acostumbrada a los escenarios. Subo y saludo como si nada. Un tipo comienza a probarme lentes. Lleva una peluca azul de papel metalizado bajo un gorro de lana. Pienso que quieren gastarme una broma. Al fijarme en el tipo, reconozco a un niño que me gustaba (no lo veo desde que cumplí 15 años). ¿Eres José Miguel? Él se queda quieto con dos lentes en la mano, me mira, no me reconoce. Soy Belinka, he cambiado un poco, le digo. Se alegra de verme, se quita el gorro y la peluca, me pregunta si sé algo de Odila y Paco, que deberíamos vernos. Pienso en un día que fuimos a su casa y medio una tirita porque estrenaba sandalias, en que guardé aquella tirita durante mucho tiempo. Pienso que está igual, solo que con el pelo blanco, pero no le digo nada.
+
Se supone que es la hora del recreo. Salgo a andar en vez de quedarme en el patio. Llego a una especie de desierto. De repente me doy cuenta de que he subido una duna (muy dura), que estoy en la cresta y es muy estrecha. Temo caer. Pienso que si he subido y no e he caído, puedo bajarla sin intentando no pensar, que el problema es saber que estás en peligro. Bajo con los ojos cerrados, dando zapatazos, para hacer la duna blanda.
+
Estoy en casa de mis padres. Tengo ganas de orinar. Mi hermana dice que también tiene ganas. Le digo que termino en un momento. Mientras orino apretando, a toda velocidad, me doy cuenta de que con las prisas no me he bajado las bragas.
+
Tengo que ir a casa de mis padres y el C2 no pasa. Pasa un coche donde han escrito a mano en un cartón "C2". Una pareja con una niña se suben. Corro a subir también. El conductor nos dice que con lo mal que funciona todo han tenido que tomar las riendas. Me suena fatal. El C2 improvisado es enorme por dentro y, de repente, se ha convertido en descapotable. La madre se ha sentado en un extremo del asiento trasero, en el otro extremo el padre con la niña. No me queda otra que sentarme en el centro. Hay un atasco. El conductor hace maniobras muy raras, trompos, se mete por calles de dirección prohibida. Miro a la pareja, pero no se inmutan. Decido que me bajaré cuanto antes. Llegamos a un descampado, aparca bajo un árbol. El conductor y la pareja bajan a hacer fotos porque está amaneciendo. Me quedo con la niña en el descapotable. Empieza a caer una lluvia tan fina y lenta que no moja. Es muy agradable. ¡Mira qué bonito!, le digo a la niña y la abrazo.