espumillón y uniforme

lunes, 9 junio 2025. Tengo que hacer la maleta porque se supone que volvemos a casa, pero estamos en el patio de la casa de mi abuela. Al abrir la puerta del lavadero, veo a mi madre haciendo la suya. Ha metido tantas cosas que no cierra. Le digo que podemos repartirlas en dos porque yo no llevo casi nada. Recuerda las medidas, me dice. Al abrir la mía para meter sus cosas aparecen adornos navideños de cuando era niña. Me entra una tristeza enorme al ver espumillón de colores y bolas doradas.
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Mi prima Cristina llega a casa muy contenta. Dice que por fin ha encontrado una tienda donde venden zapatos a su gusto. La tienda se llama Paréntesis. Le digo que no la conozco. Me dice que prefiere comprar allí que en las tiendas que compra mi hermana y sus amigas porque visten todas igual. Llevas un look ochentero que me gusta, le digo. Aparece Carlos, dice que se ha dejado algo entre mis cosas. Busco en una carpeta pero no encuentro nada. Ya vendré otro día, dice y se va. Aparece Antonio. Hace mucho que no nos vemos, dice. Me toma del hombro y nos asomamos  a la calle desde la terraza. La calle se mueve como si estuviéramos en un barco que se aleja del puerto. Le cuento que una vez un niño le pidió a mi abuelo (que iba con el uniforme de marino) chicle y otro le dijo "déjalos, que son ingleses", así, en plural. Nos sentamos. De repente, mi abuela está sentada entre nosotros y le cuenta a Antonio que en otra ocasión (yendo mi abuelo también de uniforme), lo tomaron por un músico de una banda y le preguntaron a qué hora era el concierto. Antonio ríe las dos anécdotas exageradamente.

flanes

domingo, 8 junio 2025. Subo una verja de tela metálica con enorme facilidad. Arriba está Isa. Dice que la acompañe a su casa, quiere enseñarme algo, pero no me apetece encontrarme con Javier. Como si me leyera el pensamiento me dice que Javier no está. Al llegar está su hija Paula, pero son dos paulas iguales que saludan a la vez. Cada una de las paulas lleva un plato con un flan. Los flanes vibran. Quiero irme de allí.

merluza, sumidero y zapatos de niña

sábado, 7 junio 2025. Estoy en un restaurante con Perkins y Fernando. Los camareros van y vienen pero no nos traen nada. De repente tengo delante la camisa de uno de ellos. ¿Os habéis fijado que están hechas a mano?, tienen hilos sueltos y hace muy bonito, les digo. De repente estamos en la misma mesa pero en una terraza en la calle, junto a unos árboles. Sobre el restaurante hay habitaciones y se ve una luz encendida. Le digo a Perkins que lo único que importa es la luz, que hace poco estuve en un sitio parecido, con ruido de coches, pero la luz era tan bonita que el resto no me importaba. Un camarero nos trae al fin algo de comer. Una fuente grande de lo que parece rúcula y dos cajas de helado. Lo deja para que nos lo sirvamos nosotros. Bajo la rúcula hay varias merluzas crudas. ¿Os sirvo helado?, pregunto. Al otro extremo de la mesa se ha sentado uno de los camareros y charla con una chica. Me fijo en Fernando y digo en alto: no llevas gafas, luego te has operado los ojos y mañana te vas de viaje, eso solo puede significar una cosa. Antes de seguir hablando, Fernando me dice al oído que no se lo diga a nadie, que se va a Argentina a rodar un documental sobre una chica a la que le desaparecieron a su familia.
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Estoy en la habitación de un hostal. La ventana está abierta pero no se puede cerrar. Desde mi ventana veo otras ventanas. En una de ellas a una chica con una melena muy larga. Está sentada al lado de su cama donde debería ir la mesilla de noche. Tengo prisa, debo ducharme, pero temo que me vean desde fuera. Me ducho con una toalla liada al cuerpo. La ducha sale directamente de la pared. Me coloco sobre un sumidero que hay en el centro de la habitación. Hay dos alfombras. Intento no mojarlas, pero cuando les cae agua sale de ellas mucha suciedad que arrastro hacia el sumidero con el pie. Por más agua que echo, más suciedad 
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Estoy en casa de mis padres. A mi lado está Marina (amiga de la familia). Me enseña unas sandalias que se ha comprado. Se quita una para la que vea bien. Son unas merceditas moradas con tira sobre el empeine adornadas con una línea de perlitas. Si no fuera por el medio tacón parecerían de bebé, pienso. Muy bonitas, pero no son sandalias, le digo. Me cuenta que se está quedando calva y se está pensando ir a Turquía. Le digo que yo empiezo a tener entradas y me pongo las gotas para el glaucoma en las sienes.

rodillo de gomaespuma

miércoles, 4 junio 2025. Estoy con Sonia y Míchel en la Alcazaba, pasamos de un jardín a otro. Míchel dice que tiene que cortarse el pelo. En uno de los jardines hay una peluquería al aire libre.Le digo que podíamos aprovechar para cortárnoslo nosotras también.  Sonia encuentra una butaca libre y se sienta. Dice que busquemos otra más barata fuera, y si la encontramos la avisemos. De repente voy con la silla entre los coches. Aparece un camión enorme. Como no puedo esquivarlo, hago como en la playa cuando viene una ola grande, dejó que me pase por encima. Lo noto sobre mí como un rodillo de goma espuma. Cuando pasa sigo mi camino. Veo a Míchel que baja la calle. Dice que he encontrado una peluquería estupenda y que va a recoger a Sonia.

un sueño cursi

martes, 3 junio 2025. Estoy en la cama, en el dormitorio de la vecina de mi abuela. La habitación da al jardín y entra una luz preciosa. Pienso que es una pena que nadie más pueda disfrutar de ese momento. De repente aparece Marcos entre las sábanas. Me alegro mucho de no estar sola ante tanta belleza. Nos dormimos completamente felices.

lo peor

domingo, 1 junio 2025. No recuerdo cómo empieza el sueño, pero supuestamente hemos llegado a casa de Miki Nadal (nos ha llevado él). Hablo con su madre y su abuela. Son encantadoras. Me piden que convenza a su hijo de que coma menos, que adelgace, porque el médico le ha dicho que si sigue así puede pasar lo peor. Nadal a ratos es él y a ratos mi amigo Jorge. Nada más llegar se sienta a comer un postre enorme de chocolate. la madre y la abuela me hacen una seña para que le diga algo él creo que se da cuenta se levanta y desaparece. La abuela me dice, sé dónde se ha escondido pero no puedes decirle nunca que te lo he dicho. Me lleva a una especie de garaje donde hay una puerta pequeña que da a un cuarto supuestamente secreto. Ahí se escondía de joven para hacer música y se creía que no lo oíamos, dice la abuela. Cuándo vemos que va a salir nos escondemos, me agacho y cierro los ojos. Al abrirlos estoy cruzando un puente de Londres. Hay una estatua metálica enorme, con un hueco debajo, donde la gente entra para hacerse fotos. Oigo disparos, le digo a dos personas que están conmigo que no se muevan, que nos quedemos ahí hasta que pase el tiroteo.

nada va bien

jueves, 29 mayo 2025. Estoy en casa de mis padres. Todo está muy revuelto. Me dicen que coma, pero yo estoy pendiente de mi padre porque se ha levantado solo y va a toda velocidad hacia la puerta como si quisiera escapar. Mi padre se da la vuelta, señala uno de los cuadros y se burla del pintor con palabras ininteligibles. Nadie parece darse cuenta de que se ha vuelto loco. Lo dejo en su sillón y ve voy a la cocina. Me siento en el suelo, escondo la cabeza entre las manos y me echo a llorar. Mi hermana me pregunta en tono de azafata si todo va bien. Nada va bien, le digo.
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La casa está llena de gente que no conozco. Llegan gritos desde la calle. Salimos a mirar desde la terraza. Pandillas de hooligans rompen botellas y vas destrozando todo a su paso. Según miramos la terraza va bajando hasta ponerse al nivel de la calle. Les digo a todos que entren en casa. Cuando creo que todos están dentro cierro la reja, pero siempre aparece alguien más. Tengo que volver a quitar el candado, etc. Dentro de casa, una señora muy mayor dice que tiene unos pechos preciosos. Se saca uno. Su hijo se avergüenza. También tiene dos bebés que andan por la casa en pañales. Un chico intenta dormir en el suelo, dentro de un saco. Alberto come unas gambas enormes que parecen de plástico en la mesa donde está la señora. La señora se levanta y trae una jarra de margaritas que parece agua sucia. Todos se acercan a beber como si fuera no pasara nada.

frasco

martes, 27 mayo 2025. Alberto está en la terraza de un bar (el bar es la iglesia de Fuente Olletas). Yo paso con prisa, lo saludo, le enseño un frasco muy feo y sucio. Le digo que voy a fregarlo y pintarlo por dentro para convertirlo en jarrón. Él hace un gesto de "mejor tíralo". Sigo mi camino hasta la que fue nuestra primera casa en calle Salitre. Al llegar a la esquina noto que hay guardias civiles por el barrio. Uno de ellos muy cerca de la puerta de casa. Pienso que no me dejará entrar con el frasco. Lo escondo. Pienso que, si me preguntara , le diría que lo acabo de bajar para reciclar. Entro en el portal a toda prisa. Un vecino me saluda. Dice que hace mucho que no me veía. Al notar mi cara de "no sé quién eres", me dice que fue quien me hizo la copia de la llave del portal. Quiero subir cuanto antes a casa, pero no recuerdo el piso ni la puerta. Entro en el ascensor a toda prisa antes de que suba alguien más. Le doy al tres. Una vez arriba me dejó llevar por la intuición y voy a la derecha. ¿Es esta la puerta B?, pregunto a dos chicas que están desayunando. Al parecer llevan un rato esperándome. El piso no tiene nada que ver con cómo era mi casa (ahora parece un hotel decorado tipo Ikea). No sé qué hacer, si sentarme o marcharme.

dos bodas

domingo, 25 mayo 2025. Somos los testigos de una boda (no sé de quién). Llevamos un calendario hecho por nosotros, donde en cada casilla hemos puesto un acontecimiento gracioso. Cuando entramos en la iglesia está atiborrada. Raquel se nos acerca muy sonriente y nos dice que ya no hace falta que hagamos de testigos, que lo hará Jairo (no sabemos quién es). Dudo si decirle que me parece muy mal habernos hecho ir para nada. Se lo digo suavemente. ¡Es que ha venido Jairo!, nos dice con una sonrisa enorme.
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Elisa se casa. Toda la familia está en casa de mis padres. No encontramos la camiseta que Elisa quiere llevar. Mi madre dice que fue a comprarla con ella y la metió en una bolsa. Busco dentro de su armario, pero solo encuentro los puños cortados. me los pongo y salgo. Para relajar el ambiente les digo que puede casarse solo con la falda y los puños. Todos ríen. Empieza a llover muy fuerte, nos asomamos. Algunos vecinos tienen caballos en sus terrazas. Se lo digo a mi padre muy asombrada. Dice que él no puede verlos, que ya casi no ve. Salgo a dar un paseo. Me encuentro a Luisa Etxenike (lleva una maleta enorme). Me miro los pies, voy en zapatillas. Para que no se dé cuenta le hablo de tonterías para distraerla (de que no me gustan los lunares en la ropa, o que mis zapatos favoritos para estar en casa son las alpargatas porque es como si estuviera siempre de vacaciones). Le cuento que me las pongo en chancleta, doblando el talón hacia adentro. Le pregunto cómo se dice eso en euskera. Dice dos palabras, la segunda, "etxaniz". Le pregunto qué significa porque he observado que la ponen al final de muchas frases. Antes de que me conteste ya hemos dado una vuelta a la manzana. Subimos a casa de mis padres (que no se parece a la casa de mis padres). En el ascensor hay una caja con huesos. No pienso subir con eso ahí, dice Luisa. Es mi prima, no pasa nada, le digo (no sé si me refiero a que es mi prima muerta o los huesos que le dimos para estudiar la carrera). Al llegar arriba, la casa es un enorme salón de actos con butacas numeradas. Todos están en sus asientos. Elisa no ha llegado. Salgo de nuevo a buscarla. La veo a lo lejos por la calle (ya es de noche). De repente alguien me atrapa con un cazamariposas y me mete en una jaula enorme donde hay mayores y niños. Elisa se asoma y pregunta si alguien sabe dónde revelan fotos, que acaba de casarse y no puede esperar a mañana para ver las fotos. Cierran la puerta y se queda dentro. Le explicamos al carcelero toda la historia, pero no nos cree, hace un gesto con la mano como diciendo que estamos borrachas. Elisa consigue escapar. Dos niñas lo intentan también. El carcelero les dice que si se portan bien la próxima vez las llevará al fútbol para que vean jugar al Granada, las niñas se ponen muy contentas y vuelven a la jaula.

cuscús

sábado, 24 mayo 2025. Estamos en un cine-restaurante. Nos sirven una ensalada de cuscús. Cuando vamos a empezar a comer y a ver la película intentan echarnos para que se sienten otras personas. Les digo que mi amigo es abogado, pero no sirve de nada.
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Vamos en un coche con el volante a la derecha. Yo voy detrás. La persona que conduce me dice que tienen que operar a Alberto. Les digo que se equivoca, que quiero bajarme, pero el coche corre cada vez más.

entradas y telefono góndola

viernes, 23 mayo 2025. Estoy en una plaza enorme con Alberto y Salvatore. Se supone que queremos ir a un concierto, pero no hemos conseguido entradas. Alberto y salva van a intentar comprarle a algún reventa. Aparecen unos hombres negros enormes. Uno de ellos se sienta delante de mí. Creo reconocer al cantante del grupo. Me pregunta en inglés si voy a ir al concierto y le digo que no conseguí entradas. Hace un gesto y unas chicas me tienden una. Me da vergüenza decirle que somos tres.
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Alberto y yo estamos en una habitación decorada en tonos sobrios, en penumbra, sentados en unos sillones muy cómodos delante de una mesa camilla, un espacio sereno. Hablamos de apuntarnos a un curso de dos días sobre cómo hacer documentales profesionales. En ese momento aparece un teléfono góndola sobre la mesa y suena. Es mi hermana. Dice que lo ha pensado mejor y ha cambiado los días que va a salir, dice fechas al tuntún, como si estuviera en un bingo. Le digo que no me entero de nada. Mejor ven, dice y asoma la cabeza por la puerta. Le digo que no, que me lo diga claramente. De lunes a jueves, dice. Me sienta muy mal porque el miércoles y el jueves eran los días del curso. Alberto me consuela. Le grito a mi hermana que estoy harta de cambios, que si sigue así no volveré nunca más. Mientras lo digo sé que es mentira porque no puedo dejar de ir a cuidar a mis padres. De repente, estoy en casa de mis padres, mi hermana se va con sus amigas pero antes me dice que me perdona por haberle gritado, que ya le ha contado Alberto los problemas que tuve con la caca. No sé de qué me habla.
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Queremos ir a un concierto, pero no hemos conseguido entradas. Alberto y Salvatore van a intentar comprarle a algún reventa. Aparecen unos hombres negros enormes. Uno de ellos se sienta delante de mí. Creo reconocer al cantante del grupo. Me pregunta en inglés si voy a ir al concierto y le digo que no conseguí entradas. Hace un gesto y unas chicas me tienden una. Me da vergüenza decirle que somos tres.

nokia

miércoles, 21 mayo 2025. Tengo que enseñarle alguien un álbum de fotos. Es un álbum antiguo con hojas de papel donde las fotos están pegadas con esquinas adhesivas. Según voy pasando páginas, voy tachando las fotos con una brocha muy ancha y cola semi transparente.
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Alberto y yo nos despedimos cerca de Fuente Olletas. Empiezo a subir pero decido volver a casa en bus. Ya dentro de autobús le pregunto al conductor si es el C1, dice que es el C5, que mejor me baje y tome el 92 (como si supiera dónde está mi casa). Unos pasos más allá veo a Albero salir de una tienda donde arreglan móviles. Dice que el tipo que los arregla, cuando lo ha abierto, se ha echado a llorar y ha llamado a su madre para que lo consolara.
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Salvatore me llama por teléfono. Dice que no entiende cómo en su ordenador le ha salido el mío, que él solo quería sacar un billete de avión. Dice que ha visto que yo tengo uno guardado en descargas y que se puede usarlo.

muro fácil

martes, 20 mayo 2025. Voy por el paseo marítimo, no sé si voy andando o en un vehículo invisible. Llevo un carrito de supermercado, hay una fila de mujeres con carritos de dos supermercados distintos. Una chica vestida de azafata va dejando pasar según el carrito que lleven. Le digo que mi carrito es de un supermercado con una etiqueta azul y me manda hacia la derecha, pero hacia la derecha lo que hay es un muro que tengo que escalar con una cuerda. Curiosamente me resulta muy fácil. Cuando llego arriba no hay supermercado, lo que hay son muchos servicios uno al lado del otro. Dejo el carrito fuera y entro en uno de los servicios. Voy buscando uno que esté limpio. Todos están asquerosos.

llaveros

lunes, 19 mayo 2025. Mi hermana tiene una colección de llaveros de ranas. Los tiene colgados de una viga que ha colocado en el techo de su cuarto. La viga sale por el marco de la puerta y recorre todo el pasillo. Algunos llaveros son de goma y están medio derretidos. Me dan un poco de asco.

gusarapos

domingo, 18 mayo 2025. Paseo con Daniel por una calle estrecha y encalada, adornada con arriates de plantas y flores muy bien cuidadas. Es como si estuviéramos de viaje, le digo. Le cuento cómo arreglé un reloj, desmontándolo e imantando un destornillador para no perder los tornillos que eran del tamaño de las patas de una hormiga. Me enseña el suyo, dice que no es bonito pero se lo regaló su hija y tiene que llevarlo (un reloj de colores, con dibujos infantiles). La calle no es más que un arco que acaba en la misma plaza. Hay una fuente. Nos mojamos las manos. Las sacamos a la vez porque nos da asco (está llena de gusarapos). Nos miramos y nos reímos. Alberto nos espera leyendo el periódico.

los idiotas de la piscina

sábado, 17 mayo 2025. Estoy en una especie de chalet destartalado. Todo el mundo anda de un lado para otro preparándose para ir al funeral de Cumpián. Cada vez que intento salir me encuentro a alguien que me para para preguntarme o contarme algo. Cuando por fin consigo escabullirme y al salir al jardín, en la piscina hay un montón de gente bañándose con ropa. Al parecer empujan al agua a quien pase cerca. Me ven, me persiguen, intentó escapar por la parte de atrás. En la parte de atrás hay una plaza de toros pequeña (a ratos es plaza de toros y a ratos laberinto). Desde la terraza de un edificio que hay muy cerca, una señora me dice que tenga cuidado porque hay un toro suelto. Decido volver a la casa y esconderme en un armario a esperar que los idiotas de la piscina se vayan.

nido

viernes, 16 mayo 2025. A ratos parece un restaurante a ratos una playa improvisada junto a un pantano donde ha bajado el nivel del agua. Hay una familia descansando bajo una sábana atada a cuatro cañas. Llama la atención, eso tan rústico, con ropa blanca y elegante, las señoras parecen sacadas de un cuadro de Sorolla. Me invitan a sentarme con ellas. Le digo que me salen manchas en la piel. Unas niñas dicen que es bonito estar morena. Les digo que hay quien se pone morena y a quién le salen manchas. Hablamos de banalidades, pero se está bien. De repente de nuevo en el restaurante, un camarero le da un puntapié a un perro pequeño. Le pregunto a la dueña si lo ha visto. Me explica que no pueden echarlo, que tiene un contrato de por vida. De repente de nuevo con las hijas de las señoras de blanco haciendo montones de arena que parecen termiteros.
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Hay un espejo antiguo junto a la puerta de una casa. Delante están Sonia y Míchel. Van vestidos con ropa oscura de paño y están muy serios, parecen el matrimonio Curie. Intento hacerles una foto, pero aparecen reflejadas unas chicas muy modernas que están sentadas en una escalinata (llevan chándal fluorescente y chaquetones furry en rosa chicle y naranja). Imposible, les digo. Se abre la puerta. Aparece Miguel Ángel en batín, nos invita a pasar. Nos explica que su madre está cambiando toda la casa (el espejo era suyo; no entiendo que lo tiren, es precioso y antiguo). Donde estaba la cocina ahora hay un espacio enorme vacío. En una habitación muy pequeña, que quizá usaban para la plancha, ha montado una mesa para jugar al risk. Le digo que podría montarla en la nueva cocina, en el suelo, y podría hacer batallas de verdad. ¡Claro, qué buena idea!, dice pero no mueve nada. Nos enseña un salón sin ganas (no parece muy conforme con los cambios de su madre). Casi piso a un pájaro pequeño y muy rojo. Dice que su madre los tiene sueltos por la casa, que tengamos cuidado. Intento hacerle una foto, pero no se deja. Llegamos a un dormitorio con una cama enorme. Allí están sus hermanos y otros amigos. Hoy jugaremos desde la cama, dice. ¿Sois cinco hermanos y una hermana, no? ¡Cómo te acuerdas!, dice (todo lo dice con  exclamaciones; creo que exagera; en la vida real no es así ni tiene cinco hermanos). ¡Mi hermana es idéntica a ti, tiene muchas ganas de conocerte!, dice. Llega su hermana. Es idéntica a él, con los ojos igual de azules, pero con el pelo oscuro. Todos se meten en la cama para empezar a jugar. Todos llevan papel y boli. Les digo que prefiero jugar fuera, en una silla. Jugamos por grupos. Tenemos que dibujar algo y que el otro grupo lo adivine. Dibujo la cabeza de un viejo con unos puntitos cerca de la nariz. No lo acertarán nunca, le digo a la hermana (que es de mi equipo). Me fijo que en un rincón, a un metro del suelo hay un nido. ¡De ahí salen los pájaros rojos!, dice Miguel Ángel. De repente veo lo tarde que es, debo volver a casa. Miguel Ángel llama a un taxi. Aparece un coche antiguo negro (parece el coche de un gánster). ¡Llévela!, dice. Me despido con la mano pensando que no creo que vuelva. Llego a la casa de mi bisabuela en Estepona. Desde la calle puedo ver el piso de arriba porque las ventanas están abiertas. Me extraña verlas a todas, incluso a mi bisabuela, porque ya murieron todas. Salgo directamente del taxi por una escala metálica que apoya en la fachada. Detrás de mí sube alguien. Es mi tía Pepa (que también murió). Espera, le digo, será mejor que yo suba detrás de ti por si te caes.

escabechina

jueves, 15 mayo 2025. Se supone que hemos comprado una casa en la playa con otra pareja y vivimos allí los cuatro. Es una casa enorme con salones inmensos con muebles muy modernos. Parece sacada de una película de Hollywood. De repente empieza a entrar y salir gente, no sé quiénes son, le pregunto a la otra pareja si son sus invitados. Dicen que no, que debe de ser que hay una fiesta en el hotel de al lado, piensan que somos parte del hotel, y entran a usar mi cuarto de baño. Lo dicen muy tranquilos, sentados en el sofá tomando una copa. Soy yo la que tiene que explicarles todo y echarlos. Algunos se ponen violentos, otras olisquean toda la casa. No puedo más. Le digo a Alberto que no quiero vivir allí. De repente vamos por la calle los cuatro. Alberto y la pareja caen en una zanja. Me asomo y Alberto dice, esto ha sido una escabechina, enseñándome un brazo amputado de alguien. Llamo al 112, llegan inmediatamente, se llevan los cuerpos del chico y la chica. De repente volvemos a estar en la casa. Alberto parece muy triste, corre las cortinas. Le digo que la casa hay que venderla ya. Unos niños se bañan en la piscina. Cuando me acerco me piden perdón. Les digo que pueden bañarse todo lo que quieran, que la piscina es suya para siempre, y si conocen a alguien que quiera comprar la casa se la vendo muy barata o se la regalo.

camisa de lino

martes, 13 mayo 2025. Estoy con Elisa en una cama turca, charlando cómodamente. Dice que he adelgazado mucho, que tenemos la misma talla, nos reímos. Llega mi hermana llorosa y enfadada a la vez. Dice que su amiga Maricarmen le ha dicho que no va a salir más con ella, y que ahora tendrá que quedarse en casa. Inmediatamente se levanta, coge el bolso y se va, porque ha quedado con su amiga Virtudes.
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Estoy en lo que era el hall del cine Alameda. Se supone que ahora el dueño es Ricardo. Está tras la barra ordenándolo todo porque va a haber una actuación. Para no perderme nada, cada vez que voy al servicio orino con la puerta abierta. Entro en la sala, Francisco está actuando, canta muy bien y con mucho desparpajo. Lleva una camisa blanca de lino con bordados en el escote y las bocamangas. Parece feliz, el público lo aclama. Cuando termina se acerca a saludarme. También se acerca Iker, que ha venido expresamente de Asturias para la actuación. Le doy a Ricardo una cámara de fotos. Dice que no es suya, que se la habrá olvidado alguien. Es una cámara analógica. Una chica dice que para saber de quién es lo mejor es abrirla y mirar los negativos. Justo antes de abrirla le grito: ¡Vas a velarlas!

ibuprofeno

lunes, 12 mayo 2025. Mis padres y yo estamos a punto de salir de casa. Mi padre pregunta si ya nos han dado las notas. Le digo que he hablado con la profesora y me ha dicho que no diga nada hasta que no nos den los boletines, pero le adelanto que mi hermana mal todo y yo bien. Bien a secas, recalco. Mi madre protesta de que no entiende la letra de mi hermana, que le deja notas pero nunca se entera de nada. Al abrir la puerta para ir al ascensor, un perro pequeño (que no tenemos; ayer estuve jugando con el perro de Tony) escapa de casa a toda velocidad. Le digo a mis padres que podemos llevarlo si le ponemos la correa. Mi madre acepta no muy convencida. Esperamos el ascensor. me fijo en que mi padre no lleva zapatos ni camisa. Le hago un gesto a mi madre que responde con toro de "deja que vaya como quiera". En el portal hay muchos niños de mi edad (a ratos soy una niña a ratos soy mayor). Cristina presenta a mi padre a los niños como El capitán. Uno le pregunta (no sé si para reírse de él) si la tierra también es redonda en Andalucía. Mi padre responde muy serio que el arco del fragmento que le corresponde, por supuesto es curvo. El niño se ríe a carcajadas, le llama maricón. Mi padre acerca su cara a la del niño y lo amenaza (no llego a oír qué le dice). El niño se queda blanco. Bajo la calle detrás de mi madre. Al entrar en la farmacia, están hablando con la farmacéutica. Los cuatro, incluido el perro, me miran. Dicen que cierre le puerta. En la zona de fuera están Cristina y Jonás. Jonás tiene muy mala cara y está recostado en una hamaca. Cristina le dice que le dé una pastilla, que siempre llevo muchas. Es la reina de las pastillas, dice. Miro en el bolso, no llevo nada, les digo que yo también necesito ibuprofeno. Jonás se ofrece a ir a comprarlo. Dice que comprará la caja más grande y nos la repartiremos. No entiendo dónde va porque ya estamos en una farmacia, pero no digo nada. De repente voy por la calle con el perro. Espero para cruzar, pero un coche frena para dejar cruzar a alguien que parece muy enfermo. Es Marcos. Me acerco a preguntarle qué le pasa. No dice nada. le digo que se vaya directamente a casa y se meta en la cama.

sacarino

domingo, 11 mayo 2015. Estoy con un grupo de personas en un restaurante (se supone que son mis amigos con sus hijos, pero no conozco a nadie). Después de comer alguien quiere ir a felicitar al cocinero. Unos van por un camino; un chico muy alto y yo por otro. Llegamos a un punto en el que hay que pasar por una cornisa curva que parece mojada y resbaladiza. Le digo que no puedo pasar, me echo a llorar. Le digo que le doy todos mis muñecos (los saco, los llevo en el bolso) si no me obliga a ir a felicitar a nadie. No sé cómo llegamos al comedor sin haber pasado por la cornisa ni la cocina. El chico tiene mis muñecos sobre la mesa. Me acerco, cojo uno de ellos y me lo guardo. Lo siento, pero a Sacarino no puedo dártelo, le digo.

ahá

sábado, 10 mayo 2025. Tengo delante a Jota y a Cova. Están sentados muy juntos al sol. Ella apoya la cabeza en el hombro de él. Parecen dos bebés gigantes. Los miro y pienso que no saben que en un futuro se conocerán por 
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Tengo que hacer comida para muchísima gente. La cocina de la casa de mis padres está muy desordenada, tengo todos los fuegos encendidos y ni aun así doy abasto. A través de la puerta oigo hablar a mi hermana con Andrés. Él le da consejos. Ella solo dice ahí, de vez en cuando.

la risa de mi madre

viernes, 9 mayo 2025. Tengo que ir a algún sitio y llego tarde. Busco por todas partes (en la casa de mis padres) mi trenka verde (que llevé a Cudeca hace años). Mi madre dice que me ponga otra cosa. Le explico que en el bolsillo de la trenka hay algo muy importante, por eso debo encontrarla. Mi madre me ayuda sosteniendo una escalera plegable para que mire si está en el altillo del que fue mi cuarto. Por fin aparece hecha un gurruño. No hay nada en los bolsillos. Mi madre y yo nos miramos y nos encogemos de hombros. Mi madre se ríe y hace un gesto de "qué más da".

calendarios de bolsillo

jueves, 8 mayo 2025. Quiero comprar una batería externa para el móvil. Le he dicho a Francisco que venga conmigo para que me aconseje. La tienda parece un chiringuito de playa, una caseta de madera con el mostrador muy alto. Hay mucha gente. Cuando por fin puedo acercarme, le digo al dependiente lo que quiero. Mira mi móvil con asco, lo sostiene en el aire con dos dedos como si fuese un kleenex sucio. Aparece con una especie de teclado de un metro. Francisco y yo nos miramos. Saco de la mochila mi batería tipo tarjeta d crédito. Quiero algo así de pequeño pero con más potencia, le digo. El chico niega con la cabeza y se va. Francisco juega con mi móvil. ¿Sabías que no es un móvil, que es una radio?, dice. Los doy a los dos por perdidos. Me entretengo mirando en un mostrador calendarios de bolsillo para llevarle uno a Francis, pero todos están mal cortados.

termitero

miércoles, 7 mayo 2025. Cenamos, con los que se suponen son nuestros vecinos, en un patio encalado con una mesa larga. No conocemos a nadie. Se nota que quieren causar buena impresión, con velas y flores en la mesa. Me sirven unos espaguetis pegajosos. No digo nada. Justo en el momento que voy a empezar a comer, Alberto pone un mi plato un trapo sucio tan pegajoso como la comida. Lo miro asombrada. Come, dice muerto de risa. Los demás no saben si reír, mantienen el tipo. Me levanto y me voy. Para llegar a casa de mis padres tengo que trepar por un montículo de tierra seca color ladrillo (parecido a un termitero), que se me mete en las uñas. Cuando llego arriba, veo que en la calle hay varios coches de policía y varios ladrones tumbados boca abajo sobre el asfalto. Lo veo todo desde arriba como en una película. Me pregunto cuándo podré bajar y, sobre todo, cómo porque la altura es enorme y la pared del otro lado del termitero demasiado vertical.
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Estamos en una sala de cine estrecha que parece un autobús. No recuerdo qué estamos viendo, pero yo me aburro muchísimo. En ese momento la sala se convierte en un autobús de verdad. Una abuela y su nieta suben. El bonobús no tiene viajes. El conductor les dice que se bajen. La señora le pide que deje a su nieta ir hasta la siguiente parada, que allí la espera su madre y ella le pagará. El conductor se niega. Varios pasajeros nos levantamos a pagarle el billete. De repente el autobús se convierte en un patio estrecho con paredes de ladrillo donde dos señoras mayores recitan sus ripios. El público aplaude exageradamente. Después un chico, con la cara pintada de blanco y los labios rojos, se tumba boca arriba en el suelo y recita algo tan flojito que no se oye. Yo llevo unas botas que al mínimo movimiento me hacen botar y elevarme a una cuarta del suelo. Intento no moverme para no llamar la atención, pero el chico se da cuenta y, como si fuera un caracol, se esconde debajo de una de las mesas.

grifo

martes, 6 mayo 2025. Pablo está esperándome en una estación de metro o algo parecido. Me alegro mucho de verlo, le doy un abrazo. Él deja los brazos colgando a los lados de su cuerpo.
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Marcos y yo estamos fregando platos y cubiertos en casa de mis padres. Llega Sonia y nos pregunta si estamos liados. Marcos y yo nos miramos sorprendidos, como si nos viéramos por primera vez. ¡No!, decimos a la vez. Marcos podría ser mi hijo, le digo. Tampoco te pases, dice Marcos muerto de risa. Marcos se enfada ante la insistencia de Sonia, dice que no se lo cree. Marcos gesticula con restos de jabón n las manos, explicándole que eso es imposible. A mí me da igual lo que piense. Solo me preocupa el grifo que se ha quedado abierto.

chándal beige y camiseta de ovejas

lunes, 5 mayo 2025. Estamos en una habitación de hotel. Tengo que arreglarme  a toda prisa porque es la hora de la cena y tenemos reserva. Suena el teléfono, es Salud y está llorando. Alberto dice que me dé prisa. Mientras la escucho me voy vistiendo con la ropa que encuentro (un chándal beige muy feo que no sé de dónde ha salido). También me pinto los párpados con maquillaje usado que hay en una caja. De repente me doy cuenta de que no hay nadie al otro lado del teléfono, que voy horrible y, sobre todo, que no quiero ir a cenar.
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Estoy en un bar muy grande y destartalado con Marcos. Estamos solos y muy a gusto, sin ruido ni música. Me pregunta qué tal me fue con el hermano de la Miss, si nos besamos al final (en el sueño se supone que el hermano de la Miss es Miquel Barceló). Le digo que nunca me besaría con él porque nuestras bocas no son compatibles, que solo por la forma de una boca ya sabes que el beso no irá bien. Mientras hablamos el bar se va llenando de gente. A nuestra mesa se sienta un grupo que parece no haber comido en años. Piden estofado y magro con tomate, comen como cerdos. Marcos y yo queremos irnos pero no hay sitio ni para ponerse en pie. Al fondo veo a Sr. Chinarro haciendo de camarero. Lleva una bandeja extremadamente grande con una sola mano. Como era de esperar se le cae, todos los vasos y copas se rompen y por fin se hace el silencio.
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Estoy en una tienda mirando ropa por mirar. Veo unas camisetas muy baratas con dibujos de ovejas. Me hacen gracia, pero no sé si me atrevería a ponerme algo así. Una señora me pregunta si hay bragas para su hermana. Le pregunto por la talla. Es que tiene mal la cabeza, se le olvida, dice. ¿Se le olvida la talla? La señora no dice más y se echa a llorar.

fétido

domingo, 4 mayo 2025. Un tipo grande con gabardina (tipo Fétido Adams) dice que quiere entrevistarme. Entramos al hall de un hotel. Dice que busquemos un sitio con menos ruido. Llegamos a una zona de spa donde un montón de chicas están tumbadas con mascarillas blancas de papel en la cara. Todas llevan turbante, todas parecen la misma. El tipo empieza a hacerme preguntas a gritos. Siento muchísima vergüenza. Una de las trabajadoras nos pide que nos marchemos. De repente vamos por la calle, por dentro de un arriate lleno de barro. Llevo los zapatos Gaultier y temo haberlos destrozado. El tipo dice que si pongo los pies en alto durante diez minutos, el barro se secará y con un golpe seco caerá dejando los zapatos como nuevos. De repente estamos en una habitación de hotel, en la cama. El tipo me pregunta qué opino de la economía mundial y de cómo afectará a los países de África. Le digo que pensaba que las preguntas serían sobre poesía. Me levanto, busco mis zapatos para marcharme.

saco de piedras

viernes, 2 mayo 2025. Se supone que estamos de vacaciones en Buenos Aires. Nos reúnen a todos los extranjeros en el hall del hotel (que se parece a la casa de mis padres). Pienso que van a secuestrarnos. Veo llegar un caza. Corro a buscar mis cosas (un saquito con mis anillos y algunas chapas que no quiero perder). Veo que Elisa y Andrés se acercan al hotel. Me escabullo y se lo doy, le digo que huyan. Policías armados nos dicen que nos pongamos en fila pegados a la pared y que vayamos entrando en una habitación para meter en una bolsa lo indispensable. En otro descuido, le doy a una camarera una bolsa de tela con piedras. No quiere hacerse cargo. Le digo que si mete una en el monedero le dará suerte, que alguna vez volveré a recuperarlas. Acepta. Meto en una bolsa de deporte algo de ropa. Cuando nos sacan del hotel caminamos en fila por la acera. Javier e Isa están comprando cerveza para celebrar que su equipo ha ganado. Javier no se hace cargo de la situación, se ríe, dice que nuestro equipo ha perdido. Le hago una señal a Isa con la mirada, pero tampoco me entiende. Nos llevan a una especie de óptica para niños. Nos van pasando uno a uno para hacernos unas pruebas. La chica que tengo delante, en vez de preguntarme hace muecas con la cara para hacerme reír. Me río exageradamente, quizá por los nervios. Dice que es la mejor prueba que ha visto nunca y veo como escribe 10 (con una flecha hacia arriba) en su hoja. No tengo claro si en este caso 10 significa vida o muerte. Al fondo de la sala de espera está Momo y otro chico. Momo hace bromas, dice que si las preguntas son en inglés suspenderán todos. Alberto ha colado su móvil pequeño, suena, me lo pasa. Oigo la voz lastimera de mi hermana. Dice que está ingresada en el hospital, pero que no me preocupe, que le han dicho que solo necesita reposo. Le susurro que estamos retenidos, que es posible que estemos en peligro, que no sé cuándo voy a poder volver. Su voz se recompone de repente, pero ya no entiendo lo que dice.

santa rota

jueves, 1 mayo 2025. Estamos en una tienda de juguetes. La dependienta nos enseña un tablero en el que pones un poco de pintura y al pasar el pincel suena la música de la película que elijas. Una señora dice que quiere para su nieto la banda sonora de Harry Potter. Pasa el pincel con mucha agilidad y las notas van sonando al ritmo de cada pincelada. La señora compra el juego contentísima. La dependienta le dice a Alberto que pruebe. Suena la música de Barry Lyndon. Cuando la dependienta desaparece para envolver el regalo de la señora pruebo pasar el pincel, pero no suena nada. Pienso que es un truco, que cuando está la dependienta delante le dará a un botón.
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Estoy sentada frente a la tele y alguien me da una figura de Santa Rita como si se tratara de un bebé. Se me cae, se rompe en varios pedazos, la recompongo.
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Un grupo de amigos quiere ir a comer caracoles. Para eso cogemos un ascensor que nos deja en lo alto de un monte. Después empezamos a bajar por terraplenes. Bajan con mucha facilidad, como si esquiaran. A mí se me cruzan un montón de gallinas. Aparece un perro. Las va matando a todas a bocados. Grito desde arriba que no puedo seguir. Alberto intenta subir para ayudarme. Le digo que no suba, que hay un perro rabioso. Veo un túnel. A la entrada hay una bobina de hilo rojo. Lo sigo para no perderme, pero dentro del túnel hay un montón de gente atrapada, liada como si fueran capullos de seda en otros hilos de otros colores. Los separo y ayudo a salir uno a uno. Cuando por fin llego el restaurante está cerrado. Me alegro porque jamás comería caracoles.
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Vuelvo a estar sentada frente a la tele y vuelven a darme la figura de la misma santa. Se vuelve a caer, se me vuelve a romper. Está vez está tan rota que será imposible recomponerla. (Me despierta una jaqueca explosiva).

pastel de piña

miércoles, 30 abril. 2025. Voy a tender ropa en casa de mis padres. Veo que las cuerdas están llenas de ropa tendida. Deben de llevar mucho tiempo porque está todo acartonado. Intento correr las cuerdas, pero están atascadas. Pienso que si estiro muchos los brazos podré llegar hasta el final. Los brazos parecen de chicle. Incluso llegan al patio del primer piso donde unos niños juegan (yo estoy en el cuarto piso). Un niño dice que no toque sus cosas. Me doy cuenta de que entre la ropa que he recogido está una de las botas de uno de los niños.
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Acompaño a una niña a una pastelería. La niña va vestida de dependienta de otra pastelería con un uniforme blanco y un delantal con peto de rayas verticales blancas y color café con leche. Tienes que probar su mejor pastel, le digo, el de piña. La niña duda cuál pedir. De piña solo queda uno, dice el dueño. Ponga uno de piña y otro de fresa y así prueba los dos, digo. Una pareja de mi edad se acerca, me dicen que me oyeron leer ayer y se emocionaron mucho, que todo se solucionará. La chica me abraza. Lloro.

vecinas

martes, 29 abril 2025. Mi casa da a casa de los vecinos porque no hay pared de por medio. Son una familia numerosa (sobre todo mujeres) que parecen sacadas de una película del este (faldas de flores hasta los pies y pañuelos en la cabeza). Entran y salen de mi casa con fuentes de comida (casi todo dulces y gominolas). Se supone que Inma y Tito se han quedado en casa y están esperando a que me despida de ellos o los acompañe a la estación. Están con mala cara en la puerta con las maletas preparadas, pero no puedo atenderlos por culpa del trasiego de vecinas y sus hijos. De repente aparece mi madre. Cae hacia atrás. Corro hacia ella. No pasa nada, he tropezado, me dice. La miro fijamente. En realidad me he desmayado, dice. (Me despierto agitada).

visón

sábado, 26 abril 2025. Estamos en un bar de una plaza porticada. Carmen tiene una niña sentada en sus rodillas, pero no es suya. También está David (pero no se le parece en nada). Alguien me dice le pregunté a si de verdad Franco estuvo en su clase. Qué tontería, podría ser su bisabuelo, le digo. Le pregunto de todos modos. David se echa llorar, dice que está  harto de que le hagan a misma pregunta. Que sí, que es verdad, que estaba en su clase y que no puede decir nada malo de él. Que era un niño normal y corriente, que incluso ayudaba a los demás a hacer los deberes. Mientras habla, en segundo plano, hay una tele en la que se ve una clase dónde las niñas están boca abajo debajo del agua. Carmen se levanta y echa a andar, me agarro de su brazo. Noto un tacto raro y es que lleva un abrigo de visón hasta los pies. Salimos a la plaza. Hay dos grúas enormes. Casi nos atropellan. Le digo que nos va a pasar lo mismo que cuando nos marchamos los zapatos de graba. Nos reímos.

santo perro

viernes, 25 abril 2025. Estoy en un restaurante con un grupo de chicas. Solo conozco a Cristina. La mesa es pequeña y estamos apiñadas a su alrededor. Pienso que cuando traigan los platos no cabrán y nos daremos con los codos al comer. Hablan sin parar. Yo no tengo nada que decir. Intento sonreír y asentir de vez en cuando. Alguien saca el tema de lo que lleva en el bolso y aprovecho para decir que yo llevo una estampa del Santo Perro. Noto miradas y risitas. Los busco para demostrarlo. No doy con él. Empiezo a sacar papeles cortados con dibujos infantiles. Dudo que sea mi bolso. Tampoco está el DNI ni la tarjeta de crédito. Llegan dos chicos, se sientan a la mesa. Cristina me presenta al que está a mi lado. Te presento a salvador, dice. Los miro y es Camilo. No entiendo nada. De repente Cristina se levanta. Todas la siguen. La despedida más veloz de la historia, pienso. Al salir no sé en qué ciudad estoy ni cómo volver a casa. Una chica (que resulta ser Thais Villas), se despide con un abrazo sincero, dice que ella me cree. En ese momento aparece la estampa del Santo Perro y se la enseño. Escríbeme, me dice. No me gusta molestar, mejor escríbeme tú, y le digo mi mail al oído.

dos paraguas

miércoles, 23 abril 2025. Estoy en una ciudad enorme y busco la calle México. Nadie sabe decirme dónde está o me dan pistas falsas. Corro de un lado a otro. Entro en un edificio muy antiguo. Cuando por fin alguien me dice que está tan solo a dos calles, salgo a toda velocidad, pero en las escaleras del edificio han puesto un restaurante. Familias de extranjeros muy rubios toman cerveza y sangría. Una familia quiere invitarme a comer cuando paso por encima de su mesa. Les doy las gracias, les digo que llego tarde, que tengo cita con un editor. El padre de familia me dice que su hija pequeña escribe y lea sus poemas. Consigo zafarme de todos, salgo del edificio y comienza a llover. Llevo dos paraguas, uno abierto muy pequeño y otro más grande cerrado. Un chico que pasa por mi lado me mira como pensando: esta es idiota. Cruzo a lo loco (hay mucho tráfico). Una familia también cruza a mi lado. Pienso que así, juntos, será más fácil. Lo conseguimos. La madre me dice que quiere enseñarme su casa. Como doy por perdida la entrevista, acepto. Tiene colecciones de todo. Las paredes llenas de vitrinas. También una mesa con un gran cajón de cristal donde guarda fichas con números de teléfono. Dice que solo apunta las seis primera cifras para que nadie que los vea pueda molestarlos. Por ejemplo, este es el número de la Reina Sofía, dice. Las hijas se ríen entre dientes, la abuela pone los ojos en blanco. Pienso en todo ese tiempo perdido apuntando para nada. Me fijo en una pared donde ha pegado molduras de madera. La de polvo que debe acumular eso.

pasta cruda

lunes, 21 abril 2025. Estamos en un restaurante a punto de que nos sirvan la comida (parece una pizzería). Veo al fondo a Jurdi sacando algo de una máquina expendedora. Como la máquina no funciona se lía a patadas con ella. Temo que me vea y me relacionen con él. Me ponen delante un plato de pasta con tomate que no he pedido (además la pasta está cruda). En ese momento mi prima Elisa dice que nos vamos. ¡Rápido!, dice. Todavía no he comido, protesto. Vamos por la calle a toda prisa. No sé dónde me lleva.

medias de blonda

domingo, 20 abril 2025. Salgo con mi familia de un reunión en una especie de iglesia. Se supone que tenemos que ir a a boda de alguien de la familia de Isabel de Inglaterra, que ella misma asistirá. Mi madre dice que a las bodas no se puede ir de negro (eso para los funerales), tengo que llevar medias blancas. Mi padre, que jamás ha conducido, dice que él me lleva en el coche. Tiene un deportivo amarillo. Vamos a toda velocidad por una carretera muy estrecha llena de curvas. Me sorprende su pericia. Llegamos a una especie de parque temático infantil. Entramos en un edificio decorado con payasos y dinosaurios. Dentro hay ropa ordenada por colores. La ropa es feísima. Mi padre señala un pack de medias de varios colores. Son de blonda, horrorosas, pero son la únicas que hay. Buscamos la caja, tenemos prisa. Detrás de una cortina hay un salón de actos. Alguien dice que ya que estoy allí lea algún poema. Le digo que tenemos mucha prisa, que tenemos que asistir a una boda, que por favor me cobren. Nada. Dudo entre llevármelas sin pagar o ir a la boda sin medias, total, solo se me verá el tobillo porque voy a ponerme pantalones. En esas estoy cuando veo a mi padre hablando con su amigo Gabriel. No entiendo nada. Gabriel murió hace años.

tendedero de niñas

viernes, 18 abril 2025. En calle Cristo, a las puertas de Maskom, han puesto unas escaleras mecánicas en forma de L, la primera en el mundo, dicen. Incluso han venido de la tele para dar la noticia. Los hermanos Ordóñez suben y bajan dando piruetas. La gente enloquece y aplaude. Uno de ellos tira naranjas y tomates para que rueden calle abajo. No comprendo el funcionamiento de la escalera, cómo da la curva (que no es curva, es esquina de noventa grados). En esas estoy cuando uno de los hermanos cae rodando y al llegar a la acera se convierte en tomate. Arriba, donde comienzan a salir los escalones, hay un tendedero plegable. Me fijo y no es ropa lo que cuelga, son niñas muy pequeñas. Me acerco por si puedo ayudarlas. Intento quitar las pinzas de una de ellas, pero dice que le duele mucho, que la deje como está. Le digo que aguante lo que pueda, que en cuanto terminen de inaugurar la chorrada de escalera todo volverá a la normalidad.
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Me encuentro a Lucas por la calle y me alegro mucho de verlo. Va en un segway. Dice que puedo montar con él. Entramos en un edificio y hasta subimos la escalera sin problema a toda velocidad. le digo que lo maneja de maravilla, que estoy soprendidísima. En el último piso hay una escuela. Un niño nos insulta, dice que va a contárselo todo a sus profesores. Le digo al niño que siendo tan impertinente nadie va a quererlo y pasará la vida solo y morirá solo. El niño se echa a llorar. Me doy cuenta de lo desproporcionada que ha sido mi reprimenda. Le cojo la cara entre las manos, le digo que era broma, que quién no iba a querer a un niño tan encantador.
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Estoy en una boda. En mi mesa hay cinco mujeres a las que no conozco y Jesús Gea (a quien no veo desde hace más de 40 años). En el centro de la mesa hay un plato de queso con unas hojas verdes por encima. Todas comen en silencio. Este queso es dulce y no pega nada con estas hojas, digo y de repente todas se animan a opinar. A nadie le gusta. Les propongo comerlo con mermelada, que voy a robarla de la cocina. Se ríen, aplauden (me parecen muy infantiles). Llevo varias mermeladas distintas. Jesús va probando los distintos sabores. Antes de volver a meter la cucharilla en una mermelada distinta la limpia en el jersey de la chica que está a su lado. No estoy segura de si la chica no se da cuenta o le da igual.

el sombrero naranja de la risa

jueves, 17 abril 2025. Se supone que volvemos de una excursión. Empieza a llover. Nos resguardamos en una copistería. Junto a la pared veo algunas de nuestras cosas que ya estaban allí al entrar; se supone que las dejamos allí hace días para que no estorbaran en casa). Le digo a Alberto que igual es hora de llevarlas a casa, que estamos abusando de ese negocio y que encima no los conocemos de nada. Les da igual, responde. Efectivamente, las chicas no han reparado en las cosas ni en nosotros (que nos cambiamos de ropa delante de ellas). Salimos a la calle con ropa seca pero volvemos a mojarnos. Saca el sombrero naranja que le compré (para reconocerlo cuando está entre mucha gente), y se lo pone. Se ríe. Yo saco mi sombrero de agua y encima me pongo la capucha del anorak. A Alberto el hace mucha gracia, me da la mano para que no nos perdamos (hay mucha gente en la calle escapando de la lluvia). Llegamos a una especie de pasaje. Al ir a entrar en nuestra casa. me quedo parada. Aquí no es, digo. Alberto vuelve a reírse. Te he dejado que te equivocaras por ver dónde acabábamos, dice. Hoy le hace gracia todo, pienso.
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Se supone que estoy en casa pero se parece más a la casa de mis padres. A mi derecha, en el sofá, hay una chica rubia con sus dos hijos, un niño de unos tres años y un bebé. El niño lloriquea porque tiene sueño, tira de su madre. El bebé protesta, dice que el niño siempre se sale con la suya y va a la cama antes que ella, que ella debería ser la prioridad puesto que no tiene ni cuatro meses. Parece que soy la única sorprendida de que el bebé hable y argumente tan perfectamente. La madre, pasando de todo, le dice a Alberto que todavía no se ha leído el libro que le recomendó, que en su casa no hay libros, que si se puede llevar alguno de los nuestros. Me sorprende que Alberto recomiende libros a una vecina y que ella se levante y rebusque entre mis libros. La habitación se va agrandando hasta convertirse en un salón cuadrado con una alfombra en el centro rodeada de camas turcas (parece una tetería). También se ha ido llenando de amigos (aunque solo reconozco a Andrés y a Francis). La chica se queja de que llaman mucho a su casa para venderle cosas, que no sabe de dónde habrán sacado su teléfono porque acaba de mudarse. Le digo que no se puede fiar de nadie, que hasta el Colegio de Médicos vende datos, que lo sabemos porque el apellido de Alberto estaba mal y empezamos a recibir publicidad de otras empresas con ese mismo error. También le aconsejo que responda con cualquier barbaridad cuando la llamen, como hizo Andrés cuando llamaban a  m prima de El Corté Inglés. Andrés se acerca, pienso que va a contar él la anécdota, pero dice que se la cuente yo. Se la cuento. La chica me pregunta si he fumado algo. No he fumado en mi vida, le digo. ¿Y por qué ves purpurina en las caras de esa gente?, dice. efectivamente veo purpurina en las caras de todos. Pienso que alguien la traía y al saludarse con dos besos se la fueron pegando unos a otros, pero no digo nada. Me he hartado de ella, no sé qué hace en mi casa porque ni siquiera sé su nombre. Me levanto a recoger restos de comida de la mesa. Francis me pregunta si ya tengo las notas. Le digo que no pienso ir a recogerlas, que me dan igual. Eso es que has suspendido, dice. Andrés le dice que no con un gesto, que aprobé todo.

cuñas

miércoles, 16 abril 2025. Entro en el que era mi cuarto en casa de mis padres, hay dos camas en diagonal, una al fondo y otra a la entrada. La que se supone es la mía está deshecha y revuelta. Estoy tan cansada que me meto de todos modos sin estirar las sábanas.
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Estamos en un bar. Enrique dice que quiere ir a ver una exposición, pero pide una caña, saca un libro y se pone a leer. Yo tengo que ir a casa de mis padres y se me hace tarde. Estoy descalza, no encuentro mis zapatos. Alberto dice que vio a Carmen meterlos en su maleta. La miro. Se levanta y se va a otra mesa. No te los doy, dice y se cruza de brazos. Le ruego que me los devuelva, que tengo mucha prisa y no puedo llegar hasta allí descalaza. Nada. Helena le quita los zapatos a su madre (unas cuñas de tacón). Carmen le grita que no sabe andar con ellos y se los va a romper.

puente

lunes, 14 abril 2025. Voy con Daniel por la calle. Vamos de la mano. Al cruzar un puente me parece ver a Pablo Aranda, pero no digo nada para que no me tome por loca.

albornoz amarillo

domingo, 13 abril 2025. Estoy arreglándome para salir. El cuarto de mi hermana está manga por hombro, no encuentro nada. Busco mi antiguo albornoz y está hecho una bola entre los zapatos. Como tengo prisa me pongo el primer jersey que veo, uno rojo muy ancho que no es mío. Alberto, Sonia y Míchel me esperan. Se ponen a andar muy rápido, no puedo seguirlos. Todo se vuelve negro, como si me hubiera quedado completamente ciega. Camino a tientas. Les grito para que paren. Nada. Pienso que ellos sí podrán verme gracias al jersey rojo. Recupero la vista. Un acantilado y abajo una playa enorme de arena dorada. Veo a Alberto que sigue avanzando. Sonia se vuelve, me hace señas con la mano para que los siga. No sé por dónde bajar.
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Alberto y yo vamos en coche por una ciudad que no conocemos. Las calles son de adoquines y todavía están húmedas por la lluvia. Paramos un momento sobre una acera en curva para orientarnos. Menos mal que nunca hemos atropellado a nadie, pienso y en ese momento un niño en bicicleta se estrella contra nosotros. Iba despacio, podría habernos esquivado, pero lo ha hecho a propósito. Te tira sobre el capó, hace grandes aspavientos. Demasiado teatro, pienso. Pero la gente que pasa por la calle lo cree y nos culpa. Le digo a Alberto que no salga del coche, que yo lo arreglo. Hablo con ellos tratos de convencerlos de que el niño está bien. El niño ríe cuando no lo mira nadie. ¡Se está tiendo!, les digo. Una camarera rubia con pelo frito le dice a Alberto que tiene que pagar por estacionar sobre la acera. Alberto le da su tarjeta de crédito. ¡Qué haces!, le digo y corro tras ella. La chica ni siquiera trabajaba en el bar. Doy con ella escondida en una pizzería. Solo tengo que mirarla con ira para que me devuelva la tarjeta, pero está rota. Corro de nuevo hacia el coche pero ya no está. Intento llamar a Alberto pero nunca he conseguido aprenderme su número. Aparece con un señor, se supone que su abogado. Estoy va a ser fácil, dice el supuesto abogado, que de repente se transforma en Crespo-Massieu, me toma del brazo y dice que tenemos que hablar de Pedro Salinas.

un pato y dos gallinas de dos metros

sábado, 12 abril 2025. Tenemos que llegar a casa porque ha empezado a llover y las calles se están inundando. Sonia dice que necesita dinero suelto y va a comprar lo mínimo, un tomate, para que le den cambio. La frutera se pone muy contenta al verla, le pregunta cuántos kilos quiere y Sonia responde que solo quiere un tomate bola. La frutera dice que se lo regala. Sonia quiere que le cobre algo para poder tener dinero suelto, pero la frutera cree que está burlándose de ella y enfurece, le tira el tomate a la cara. La lluvia moja a Sonia y la convierte en un pato. Para que no se me pierda le ato un cordel. Al llegar a la que se supone que es su casa, está la calle inundada. Desde unos escalones balanceo el cordel para que el pato-Sonia coja impulso y entre directamente por la puerta sin pasar por la calle. Lo consigo. Alberto dice que ya que estamos allí, y hay tanta agua, va a aprovechar para nadar los 1.500 que hace a la semana, y que yo también debería nadar para mis dolores de espalda. Al meter la punta del pie para comprobar si está muy fría, el agua se vuelve negra y se hace de noche de repente. Miro por la ventana de la casa de Sonia y veo que ha encendido la luz. Sonia ya no es un pato, le digo a Alberto. ¿Cómo lo sabes? Porque los patos no llegan a los interruptores, respondo.
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Llego a un hotel con un grupo de chicas. Se supone que Sr. Chinarro nos está esperando para grabar un vídeo musical. La chica de la recepción me dice que acaban de limpiar la moqueta y tenemos que llegar sin pisar el suelo. No nos da más instrucciones. Avanzo agarrándome a las lámparas del techo como si fuera un mono. Tengo ganas de llegar para contárselo porque sé que se reirá. ¡Por fin estás aquí!, dice y me abraza. Comienzan a grabar. Las chicas que venían conmigo están disfrazadas de personajes de cuentos. Cristina Pedroche dirige (va vestida de pastorcilla). La habitación está decorada con muebles pintados en colores pastel. Sr. Chinarro me advierte: Veas lo que veas no te rías, que esto también es trabajo. Asiento y me quedo en un rincón a mirar. Todo está en completo silencio. De repente las puertas de los muebles se abren y aparecen bailando los personajes de cuento. Del mueble del fondo sale Sr. Chinarro disfrazado de gallina doble (cosido a su disfraz otro muñeco de gallina idéntico). Aguanto lo que puedo, pero se me escapa un ruido tipo risa de perro Pulgoso. Pedroche entra en cólera, pregunta quién está riéndose. Me escondo como puedo bajo un montón de ropa.

ascensor

jueves, 10 abril 2025. Subo en un ascensor con rejas de hierro y puertas plegables de cristal. Estoy inquieta, como si no supiera qué voy a encontrar cuando llegue. Justo antes de pegar a la puerta con los nudillos, se abre. Sr. Chinarro me recibe sonriente, me da un beso. Pasa, estás en tu casa, dice.

cangrejos chiguatos

miercoles, 9 abril 2025. Llegamos a un restaurante, está muy lleno. Alberto dice que compartamos mesa con una pareja que hay al fondo. La pareja está en una mesa redonda como para ocho. Nos sentamos y entablamos conversación como si nos conociéramos de toda la vida. El camarero dice que van a cerrar, que tenemos que cenar rápido, y nos pone delante una fuente de cangrejos. No tienen buena pinta, nadie se atreve a comérselos. Abro uno pero está vacío. Estos cangrejos están chiguatos, le dijo al camarero. No me hace ningún caso.
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Me cruzo con Daniel  por la calle, tiene prisa. Sin dejar de andar, me dice que la chica que le presenté lo ha llamado varias veces, pero no quiere que vuelva a llamarlo. Pero si es un encanto, le digo. Me da igual, no soporto su cara triste, responde de muy mal humor.

juego de cartas

sábado, 5 abril 2025. Estamos con un grupo. Entre ellos Chivite, Brooke Shields (hablamos anoche de ella) y dos chicas chinas. Shields está en una piscina inflable mirando hacia la puerta, como esperando a que alguien llegue para sorprenderlo. Una de las chicas me dice que ha inventado un juego, que hay que cantar una canción según llegue tu turno, continuarla y que rime con la anterior estrofa. Le digo que yo nunca canto. La chica reparte unas cartas. Tienen distintas formas y tamaños (algunascartas son solo papel mal cortado). La otra lleva unas fotos en blanco y negro. Son fotos de mi madre de joven. No entiendo  como alguien ha podido  dárselas. Salgo a la calle, me siento en un muro bajo y lloro desconsoladamente. Chivite de me acerca, dice que él tampoco va a jugar. Me fijo en su indumentaria (parece un rapero de quince años, con los pantalones caídos, enseñando unos slips amarillos con letras en la cinturilla).

la mode

viernes, 4 abril 2025. Alberto y yo estamos tumbados como si estuviéramos en la playa, pero en el cuarto de mi hermana. Me levanto, le digo que estoy contenta de haber llegado a los 60 sin barriga, que siempre tuve complejo de gorda y nunca lo estuve. Él dice que le gustan las gordas, que le gustan todas. Conmigo no cuentes, le digo. De repente estoy en un colegio, un tipo me enseña el edificio y las instalaciones. En un sótano han puesto una especie de laberinto para grabar videos musicales. Le da a un botón que hay en la pared y comienza la música. Es Michael Jackson, dice y baila. En realidad es la canción "La evolución de las costumbres" de La mode, pero no digo nada. A la salida hay una niña y un niño en la puerta. ¿Se han olvidado de venir a recogeros?, pregunto. Asienten. Quiero quedarme con ellos o llevármelos a casa. ¡Ni se ocurra!, dice el tipo alteradísimo, ¡nos podrían cerrar el colegio!

cornisa

jueves, 3 abril 2025. Estoy con un grupo en un edificio antiguo, tipo Palacio de la Tinta, y salimos a una cornisa. Tenemos que apretarnos para no caer. Alguien dice que saltemos. Miro hacia abajo. Me planteo saltar, pero les explico que tengo los tobillos finos y me los rompería seguro. Me acerco a un rincón a coger un taco de fotos que, se supone, me deje allí en algún momento. Se me acerca Sábato. Las has recuperado, me dice con cara de ilusión.
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Estoy con un grupo de chicas que no conozco de nada. Hablan de sus cosas, En algún momento dudo si están actuando, si estamos dentro de una película, y miro a mi alrededor buscando la cámara. Una de las chicas se despide de su novio. El novio se mete en un avión pequeño de hélice muy oxidado, despega y se estrella a unos metros de nosotras. Si no hay explosión puede haberse salvado, pienso. La chica corre a otro cuarto. Ahora viene la explosión, me digo. Efectivamente. Todas corren a consolar a la chica que llora desesperada tirada en el suelo.

percha

miércoles, 2 abril 2025. Estoy en casa de mis padres. Voy a tender ropa. Pongo los calcetines de mi padre en una pecha para que, si llueve, sea más fácil recogerlos. Intento atar la pecha a las cuerdas pero se me escurre. Oigo a mi hermana quejarse de mi tía M. Di ce que le critica todo lo que hace y está harta. No me vuelvo para no tener que opinar (creo que mi tía tiene razón). Cuando vuelvo al salón, mis padres y mis tías está muy sonrientes. Toda la pared está cubierta de plantas y flores. Lo hemos hecho para ti, dice mi tía, por cuidarnos tan bien.

cachorros

martes, 1 abril 2025. Le escribo un mail a Iker, lo escribo en el aire, dibujando las letras con el dedo. Me ha enviado un vídeo de Alessandra jugando con dos bebés como si fueran dos cachorros. Se supone que Iker la ha conocido y no recuerda su nombre. Escribo "alessandra" en el aire, con el dedo.

sándwich de anchoas

lunes, 31 marzo 2025. En casa de mis padres se celebra un concurso de canto. Una chica en pijama, pero muy maquillada, canta ópera. El organizador jalea para que el público aplauda. Después, una chica muy joven canta canciones muy cortitas (de unos cinco segundos) con una voz muy fina. El organizador dice que queda descalificada porque sus canciones son muy cortas. La chica casi llora. Protesto, le digo que sumadas hacen una, y además ha cantado de maravilla y con gran sensibilidad. La chica asume su derrota y va hacia la cocina. Voy tras ella. Me dice que pensaba que pasaría a la segunda fase y había preparado un sándwich para mí, que no deje que se los quede ese tipo y me los lleve. Señala al suelo: hay tres rebañadas de pan de molde sobre una bolsa de plástico, llevan mantequilla y una anchoa cada rebanada. Me da asco y pena porque se ve que lo ha hecho con buena intención. La chica se va. Recojo las rebanadas del suelo y las meto en un táper (aunque no creo que me las coma). Cuando vuelvo al salón no hay nadie. Mi padre pregunta cuándo vuelve mi madre. No lo sé, le digo y voy al baño. Desde el baño oigo la voz cantarina de mi madre. Salgo a saludarla. Trae un bebé en los brazos, lo acuna (como hacía Isabelle Huppert en una película que vi ayer). Se lo voy a presentar a la gata, le digo. Pero al acercarle el bebé la gata intenta arañarle la cara (me despierto agobiada).

rugby de salón

sábado, 29 marzo 2025. Estoy en una habitación pequeña. No hay muebles, solo algunas entanterías atiborradas de jarrones y piezas de porcelana. Daniel y dos amigos más juegan a pasarse una pelota de rugby. A veces me la lanzan a mí y temo romper algo.

funeraria

miércoles, 26 marzo 2025. Nos despedimos de Isa y Jose igual que nos despedimos anoche, pero de repente Alberto dice que quiere ir al baño. Entramos en un garito muy oscuro, Alberto entra al baño y sale disfrazado de Drácula. La gente de repente también está disfrazada. Pienso que tenía que haberme traído, al menos, una careta de casa. Les digo que tengo que ir a llevar a mi padre de la cama y vuelvo. Mis padres están levantados. Le digo a mi madre que voy a ducharla. No quiere, se ríe, hace que forcejea conmigo sin dejar de reír. Dice que hará falta un pimiento y cebolla para la ensalada. Ahora vengo, le digo. Salgo corriendo hacia el supermercado. Nada está en su sitio. No encuentro las verduras. Cojo unas toallas de bidé y trapos de cocina. Para ganar tiempo voy a las cajas de autopago, pero son cintas de aeropuerto y se llevan mi compra y mi bolso. No sé dónde acabarán. Busco por todo el centro comercial. Salgo a la calle varias veces y vuelvo a entrar. En uno de los locales hay una funeraria, veo a dos chicas (me suenan de algo), les pregunto quién ha muerto. Rubén nosequé, un actor muy querido, me dicen. Sospechamos que se ha suicidado, añaden. No lo conozco, pero de repente me siento completamente abatida y salgo de allí sin despedirme. Salgo del edificio dando por perdida mi compra y el bolso de tapicería que me hice (y tanto me gustaba). En la calle me encuentro mi tía M, quiere enseñarme el lugar donde mataron a unos anarquistas. Le digo que no tengo tiempo y que estoy muy triste. Muy mal tienes que estar para no querer verlo, dice. Vuelvo a entrar en el centro comercial, pero todo está cambiado de sitio.

tierra blanca

martes, 25 marzo 2025. Masip y yo salimos de un edificio, nos cruzamos con tres señores que van disfrazados de libros. Mira, van de Código civil, le digo a Masip. Oigo unas risitas. Detrás de nosotros van sus mujeres. Me vuelvo y les digo me encantan los disfraces de sus maridos. Se sienten orgullosas, supongo, porque los han hecho ellas. Cuando estamos fuera, de repente la calle es un camino de tierra blanca (entre montones de tierra) muy ancho, que da una explanada. Se supone que vamos a pilotar una nave espacial. Le digo a Masip que se dé prisa, que vienen esos señores vestidos de libro y nos quieren ganar, y tenemos que ganarles como la otra vez. Corremos hacia la nave, pero de repente Masip se convierte en Antonio y la nave en una casa donde tenemos que robar algo. Tenemos muy poco tiempo, le digo a Antonio (buscamos un motor o algo así). Oímos llegar un coche. Antonio, con una agilidad pasmosa, dale a la terraza y salta una valla. Salgo tras él, pero antes me llamo las manos para no dejar huellas. Una vez fuera, pienso que el dueño se dará cuenta de que alguien ha entrado porque verá gotas en el lavabo y la puerta de la terraza no está cerrada desde dentro.

espárragos

lunes, 24 marzo 2025. Estoy con una pareja y Chivite. Estamos sentados frente a ellos, no dejan de hablar contando bobadas. Yo saco un papelito y escribo palabras sueltas, hago algunos dibujos, y tacho palitos como hacen los presos en sus celdas. Chivite me pregunta al oído si estoy dibujando. Asiento. Dice muy sorprendido que él hace lo mismo cuando no le interesa una conversación. Pienso que a ver si se da cuenta, al fin, de cuánto nos parecemos. Saca una caja cuadrada y plana de la mochila. Es un pañuelo estampado con los mismos palitos de preso que yo había dibujado. Lo abrazo. De repente estamos en un coche con Alberto, Salvatore y Emilio. Os esperamos aquí, dice Emilio. Salimos del coche muy decididos y entramos en una columna de ladrillo. Subimos por una rampa. Cruzamos un puente sobre un lago o río enorme y volvemos a bajar por otra columna igual a la otra. Chivite me lleva ventaja, no lo veo delante de mí. Yo llevo un montón de ropa sucia en los brazos. Date prisa porque el cura se ha dado cuenta. Al salir dejo la ropa en una terraza, junto a unas lavadoras. De repente estamos comiendo, supuestamente, con el cura. El cura preside la mesa. Lo rodeamos, su mujer, mi prima Elisa frente a mí, yo, Chivite y Carlos Pérez (un amigo de la pandilla al que hace años que no veo). Sé que tenemos una misión, pero todavía no sé cuál. Elisa dice que para que nos vayamos antes va a ayudarme e intenta quitarme unos espárragos. Le doy un manotazo porque los espárragos me gustan. Coge patatas, le digo. Carlos le dice a Chivite que estudió medicina (medicina estudió su hija, pero no digo nada; pienso que quizá están hablando en clave). Me levanto discretamente como si fuera al baño, pero mi intención es huir. En una de las habitaciones de la casa veo a Juano y Andrés. No sé si están presos (la ventana tiene rejas) o felizmente instalados. Las camas están revueltas y ellos recostados sin zapatos. Andrés me dice que piense en frases creativas para nosequé, que las espera y confía en mí. Juano me da un sobre y dice que lo envíe, por favor. Marcho sin preguntarles qué hacen allí. Al salir, veo mi montón de ropa (ya está limpia, pero hecha una bola como antes). La cojo, me llega hasta los ojos. Corro por la calle para llegar cuanto antes a las columnas de antes. Recuerdo que tengo que echar la carta de Juano. Entro un bar. La pongo sobre la barra. Una señora le grita a su marido: ¡Un sello para los árabes! Son 59,59. No sé por qué hago la suma y pienso que tengo que pagar 118. Saco un montón de monedas sobre el mostrador (parecen monedas de chocolate) y no me llega. Una chica extranjera que también ha llegado para echar una carta, le dice a su padre que me preste dinero. La señora de la barra le dice que tengo más que suficiente y ella misma se cobra. Salgo de nuevo con mi montón de ropa y llego a un bar con terraza de madera muy oscura y gastada donde me esperan Alberto, Salvatore y Emilio. En el suelo hay tapones de corcho enormes. Pregunto qué son (dicen el nombre de un licor). Algún día tengo que probarlo, les digo y por fin me siento. Supongo que esperan que les cuente con todo detalle, pero yo solo quiero cerrar los ojos y que me dé el sol en la cara.

barro

viernes, 21 marzo 2025. Estoy en un banco con Rosamari. Parece que esperemos algo. De repente se levanta y se va. Pienso qué habré hecho para decepcionarla.
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Me encuentro a Manuel por la calle. Nos alegramos mucho de vernos. Le dice a alguien que fuimos vecinos un tiempo sin saberlo (no sé de qué habla, pero no le digo nada). Todo eso ocurre deslizándonos por las aceras como si fuesen toboganes acuáticos.
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Voy por una acera muy estrecha. Me cruzo con dos enfermeras con uniformes blancos (parecen de los años 40). Como la acera está llena de barro las dejo pasar por el lado más limpio para que no se manchen. Me dan las gracias con acento inglés. En el extremo de la calle una señora, que está sacando la compra del maletero, me pregunta quiénes eran esas chicas. Son voluntarias, hacen obras de caridad. La señora saca un papel para apuntarlo. Un chico se me acerca, me dice al oído que esa señora no tiene pinta de pasar necesidad, y señala sus compras. De repente el chico y yo estamos en un autobús, no hay donde agarrarse y, para que no me caiga, me sujeta por detrás. Noto el calor de su cuerpo. Pienso que es lo mejor que me ha pasado en toda la semana.

infusión

lunes, 20 marzo 2025. Estoy en casa de mi abuela. Me extraña que la luz del comedor esté encendida. Me acerco a apagarla con una infusión en la mano. Suena el móvil, no lo veo por ninguna parte. Noto que sale del vaso. El móvil está dentro. Los saco y lo seco lo más rápido que puedo. Respondo y, milagrosamente, sigue funcionado. Es Chivite. Le cuento lo ocurrido como una gracia, para que se ría, pero no hace ningún comentario. Con voz seria me dice que tiene que entregar un trabajo y necesita ayuda. Vanessa y yo vamos a su casa para ayudarlo. La mesa está desordenada, llena de papeles. Escribo varios folios, Vanessa hace dibujos. Él no para, de un lado a otro, se levanta mil veces, se le ve preocupado. Llega su hija Bea y se sientan a charlar. Le digo que así no podemos trabajar. Responde que da igual, que nos paga y nos acompaña a la parada del bus. Le digo que no pienso cobrar a un amigo, que lo he hecho solo por ayudar. Salimos a la calle. Como es muy tarde, decido ir quitándome los pantalones para, cuando llegue a casa meterme directamente en la cama. En semáforo cambia. Ellos cruzan. Yo tengo los pantalones atascados en los tobillos. Me los subo a toda prisa para poder cruzar, pero no me da tiempo. Ellos se alejan. Yo me quedo esperando que el semáforo cambie de nuevo.

sueño que sueño

lunes, 17 marzo 2025. Estoy en un hotel. Me levanto y voy al baño. Al mirarme en el espejo veo que me ha crecido pelo en la cara (el sábado vi en la tele una noticia de un niño perro). Intento cortar mechones, pero cada vez que corto uno cae un árbol en el jardín. Voy a recepción para pedir disculpas. Le explico la situación, le digo que todo está conectado (anoche hablamos de que los árboles se comunican), que lo que puedo hacer es quitarme la cara y dejársela en recepción para que no caigan más árboles (ayer leí un relato de Shepard de un sicario que tenía que desollar a un tipo), pero que no se preocupe porque tengo la sensación de que es un sueño, y cuando me despierte todo va a volver a la normalidad. Vuelvo a mi habitación dejando mi cara en recepción. Cuando me despierto en el sueño todo sigue igual.

leotardos

sábado, 15 marzo 2025. Estoy en un piso con una pareja. La chica me propone que me quede con ellos, y me insinúa que hagamos un trío (hace un gesto de dinero con los dedos). De repente me doy cuenta de que estoy desnuda de cintura para abajo. Veo pasar hacia el dormitorio a un tipo viejo, bajito y muy feo. Va desnudo. Me pongo las botas a toda prisa. Me doy cuenta de que me estoy poniendo los leotardos encima de las botas. La chica dice que si me voy, de qué van a vivir. Ahora pienso que, con el gesto, pretendía que yo le pagara por acostarme con ellos. Cojo mi ropa hecha una bola y huyó. En el descansillo empiezo a vestirme a toda prisa. Desde el edificio de oficinas de enfrente un tipo me mira con curiosidad. 


carretilla

jueves, 13 marzo 2025. Me encuentro a Cristina (compañera de colegio a la que no veía en años, y ahora vive frente a la casa de mis padres). Me pide que la acompañe al banco. Llegamos a una ventanilla como de taquilla de cine (un hueco en una pared blanca encalada. Le dice al chico directamente que quiere sacar todo su dinero y cambiar de banco. El chico, con su mejor sonrisa falsa, le pregunta por qué y a qué banco quiere irse. Quiero mi dinero, responde sin explicaciones. El chico se va y vuelve con unos papeles tamaño folio y cuatro monedas (una de ellas como si le hubieran dado un bocado). Ahora la ventanilla está a ras del suelo. ¿¡Esto qué es!?, me das calderilla, quiero todo mi dinero, to-do, repite ella. El chico desaparece. Veo a una chica temblando de miedo dentro (quizá piensa que peligra su trabajo). Le pregunto qué es esa moneda a la que falta un trozo. Me tenían que dar diecisiete céntimos y le han quitado tres a una moneda de veinte, ¿te gusta?, quédatela, dice. Antes de irnos intento consolar al chico, le digo que me gusta su banco porque es color naranja, que tengo algo de dinero con ellos pero me gusta más Triodos. Me llevo a Cristina tumbada en una carretilla (lleva todo el dinero sobre la tripa). Me pregunta qué es eso de Triodos. Le digo que se autodefinen como banca sostenible y ética. Aunque yo no creo en los bancos, añado. ¿Me recomiendas que meta mi dinero en varios? Le digo que lo primero que me dijeron en Económicas, el primer día de clase, fue que no hay que meter todos los huevos en la misma cesta. Mientras empujo la carretilla, pienso que eso que lleva encima no es dinero, son folios amarillentos, pero no digo nada. Pasan a nuestro lado una fila de monjas como si estuviéramos en una película de Fellini (pero estas son grotescas). Cristina dice desde la carretilla que está cansada. Nos sentamos en unos sofás que hay junto a un muro. Entre los cojines encuentro una cadenita que llevaba mi padre en el bolsillo hace años. Se lo cuento a Cristina y le pregunta a un tipo con muy mala pinta si es suya. ¿No le acabo de decir que era de mi padre?, pienso y me la guardo. El tipo se baja los pantalones y nos enseña el culo. Quiero irme de allí. Entre los cojines también hay un broche rectangular con cositas incrustadas (una tortuga, una espiral, un cartel diminuto de cine...). Cristina dice que me lo quede, que este año se llevan mucho las incrustaciones. De repente Cristina se ha convertido en mi hermana. Mi hermana dice que perdió un dado en ese sofá. Era azul con los puntos blancos. Le digo que no se preocupe, que lo tengo guardado y se lo daré cuando lleguemos a casa. De repente estamos en casa. Quiero enseñarle la cadenita a mi padre. Nada más llegar mi hermana le grita a mi padre: ¡Mentiroso!, ¡no sabes más que mentir! Me voy a la cocina asustada. Mi tía M y mi abuela están cocinando. Me dicen que cada día es igual, que lo trata fatal. Las mando callar para que no las oiga. Las ha oído. Entra en la cocina hecha un basilisco, nos grita, dice que está harta, que se larga de casa. Yo aprieto el dado en el puño. (Me despierto con el corazón a mil).

algeciras

miércoles, 12 marzo 2025. Entramos con Sonia y Míchel a un bar. Me da la impresión de que están cerrando, pero no digo nada. Atravesamos un salón, pero no hay nadie ni hay salida. Volvemos a la terraza donde un camarero saca brillo a los vasos con un paño de cuadros rojos y blancos. Otro tipo se lía un cigarrillo. No me gusta nada, todo está sucio o roto. En otra terraza reconozco a Enrique (un compañero de la facultad al que no veo desde hace años). ¡Henry!, le digo y abro los brazos. Se vuelve, se alegra mucho de verme pero no se levanta (pienso que quizá en estos años haya tenido un accidente y esté en silla de ruedas, pero no digo nada). Le pide a Alberto que nos haga una foto para enviársela a Elías (otro compañero de Económicas). Henry vive en Algeciras, le digo muy contenta a Alberto, como si eso fuera lo mejor del mundo.

losas hidráulicas

martes, 11 marzo 2025. Bajo la calle hacia casa. Veo subir a Marcos con un tipo. Marcos va comiéndose un bocadillo enorme. Se le ve feliz, hace gestos de dibujo animado. El portal está en obras (cambian el suelo de losas hidráulicas de los años 60 por baldosas feas de cuarto de baño). Pregunto a un albañil si me da una de recuerdo. Dice de muy malos modos que has ha roto todas. Varias vecinas esperan el ascensor. Veo un trozo de una en el suelo y cuando voy a cogerla, una vecina le da una patada para acercarla a su lado, pero otra se le adelanta y se la mete en el bolsillo. La de la patada dice que en realidad no la quería, que tiene demasiadas cosas, que debería deshacerse de todo. Pelean. Decido subir por las escaleras. No las reconozco, los descansillos son enormes, cada puerta es distinta, algunas parecen puertas de cuadras (algunas están abiertas o no tienen puerta). Una vecina habla con su novio. La saludo desde lejos, me hace un gesto para que entre. Le digo que la encuentro muy bien, más joven, mucho más guapa con el pelo rubio. Se pone muy contenta (demasiado). Me fijo en su casa. Hay alfombras por todas partes, hasta en las paredes y en el techo. También en que hay una escalera que baja. ¿Tiene un dúplex?, pienso. Me despido, bajo un piso para comprobar lo del dúplex. La puerta está abierta. Veo a una chica en una cama enrome de metal dorado muy vieja, arropada por muchos edredones arrugados y sucios. Le pregunto si está bien. La chica se despereza. Aparecen de debajo de los edredones dos chicas más. El piso es un desastre, una acumulación de cahivaches sacados de la basura. ¿Sois okupas?, le pregunto. Aparecen un montón de cabezas aquí y allá (como lo harían animalillos del bosque en una serie de dibujos animados). Una de las cabezas dice "esa hija de puta nos va a denunciar". Le digo que no debe juzgarme tan a la ligera, que yo propuse que la pareja de aparcacoches, que vive en calle, vivieran en el rellano de los motores del ascensor al menos los días de lluvia y que una vez durmió un niño marroquí, pero cuando fui a llevarle el desayuno había ido asustado. Me echo a llorar, le pido disculpas a la chica de la cama, le digo que estoy muy sensible porque tengo jaqueca cada día (las cabezas van asomando más de sus agujeros). Una de ellas se me acerca (como lo hace Larry David en su serie) para comprobar si las lágrimas son verdaderas. Me creen. Me ofrecen lo que parece un mosaico, pero son trocitos de caramelo que ellos mismos hacen. Otro chico me dice que es poeta. ¿Has leído Utz? (no sé por qué le pregunto eso). Se miran entre ellos casi asustados. Una chica me quiere regalar dos jerseys de rayas. Me dice que ha observado que siempre voy vestida igual y eso es que tengo poca ropa. Me sorprende que ellos me quieran regalar cosas cuando debería ser al revés. Le digo que deberían hacer algo, que tienen un piso enorme, que podrían hacer dulces y venderlos, o poner una imprenta. Eso haría ruido y nos echarían, dice uno. Les digo que conozco a un tipo que lleva el tema okupa. Se ríen, dicen que ya saben quién es y que está loco. Les digo que deben hacer algo, que los veo pasivos, conformistas, que hay que moverse. Me miran como si les hablara en chino. Decido irme a casa. Les digo desde el descansillo que ya se me ocurrirá algo para que no los echen. El chico poeta me da un montón de folios. Son mis poemas, dice. Ya te bajaré uno de mis libros. Ya, ya, dice no creyendo que yo pueda haber publicado nada. Subo por las escaleras, me pesan mucho las piernas y me duele mucho la cabeza. (Me despierta una jaqueca explosiva. Por una parte me da pena que todo eso fuera un sueño, porque me gusta estar allí con ellos; por otra me alegro infinito de que no fuera verdad).

sin salida

lunes, 10 marzo 2025. Estoy en lo que parece un congreso de poetas. Estamos todos en una habitación alargada pequeña sentados en el suelo o en cojines. De lejos veo a Ferran Fernández, pero hay mucha gente y no puedo acercarme a él. En el suelo está sentado Chivite. Le preguntó si se va a quedar a la cena o se quiere venir con nosotros por su cuenta. No me contesta. En un rincón veo a Isabel Pérez Montalbán, María Eloy-García y Carmen López. Están sentadas en el suelo. Me acerco, las tres llevan camisetas de rayas, les digo que yo tengo una igual en otro color. Por la ventana veo que han llegado Isabel Pantoja y Julián Muñoz, y se están haciendo una foto delante de un coche. En la foto se han colado algunos poetas, y Alberto y Javi se ponen detrás y les hacen los cuernos. Cuando vuelvo a mirar la sala está vacía, solo queda Carmen López. Empezamos a andar, vamos muy rápido, como si quisiera enseñarme el pueblo tirándome de la manga. No sé dónde estamos, nos metemos por unas calles sin asfaltar y una de las veces entramos en un callejón sin salida. Nos persigue una moto. Le digo a Carmen que corra. Cuando por fin estamos fuera de peligro, me vuelvo para decirle que de buena nos hemos librado, pero tampoco está. Estoy sola en una plaza vacía.

la chica del elefante

domingo, 9 marzo 2025. Veo unos zapatos en mitad del salón y los saco a la terraza. Al ponerlos juntos, junto al escalón, me doy cuenta de que son distintos. También veo a alguien fuera. Por la seriedad con la que hablan parece que estén decidiendo algo muy importante (son un chico y una chica). No me atrevo a salir aunque es mi propia casa. De repente el chico mete la cabeza entre las cortinas y me dice que ya puedo salir, que ya está todo decidido. La chica se hará cargo del elefante y tú escribirás los artículos, dice. No sé de qué está hablando, pero tampoco me atrevo a preguntar. Yo te conozco, le digo, eres Atencia. Se ríe.

candado

viernes, 7 marzo 2025. Voy con Francis, Cocó y otra chica por la calle. Les enseñó el barrio de mis padres. Cuando llegamos a la plaza que hay delante del que fue mi instituto les cuento, aquel era mi instituto, aquello era magisterio, este edificio era peritos. Recuerdo que Javi dejaba la moto con un junto al edificio y el candado sigue allí. Lo busco por todas partes, pero no doy con él. Pregunto a alumnos, pero no saben de qué hablo. Entramos en una clase y le digo a Francis que nos quedemos. El profesor nos pregunta quiénes somos. Le cuento que estábamos buscando un candado. Se ríe. Dice que no podemos quedarnos. ¿Qué clase toca hoy?, pregunto. La tabla periódica. ¡Me la sé! Entonces no necesitas quedarte, dice, me empuja hacia afuera y cierra la puerta. Lo hace todo dulcemente y sonriendo.

zapatos plegables

jueves, 6 marzo 2025. Estoy en una casa destartalada (se parece a la casa de mi bisabuela en Estepona) con habitaciones de techos altos y muebles antiguos y viejos. Las camas están deshechas y hay ropa amontonada por todas partes. Se supone que varios actores y actrices  (de las películas de Jonás Trueba) la han alquilado para ensayar y a la vez pasar unos días de vacaciones. Mi hermana dice que el tren sale en una hora. Le digo que ya tengo la maleta hecha, pero no la encuentro. Pregunto a todo el mundo si han visto una bolsa de Pippi comiendo espaguetis. Un señor mayor me dice que mejor coja otra cualquiera para no perder el tren. Lleva una insignia republicana. Cojo una chapa con la bandera republicana y me la pongo. Al señor se le ilumina la cara, dice que desde que se fue de la residencia y vive en esa casa con esos jóvenes es muy feliz. Se aleja con su andador. Encuentro una maleta de plástico transparente, pero por más que miro en los armarios, hay ropa parecida a la mía, pero no es la mía. Voy descalza, no encuentro mis zapatos. Pregunto si alguien los ha visto. Son unos zapatos especiales de viaje que se pliegan y no ocupan más que una hoja de papel, explico. Francesco Carril se me acerca enfadado, está molesto porque no le he hecho caso en todas las vacaciones.  Le digo que no estaba segura de si se acordaba de mí, por eso no le dije nada. Dice que cómo he podido hacerle eso con la manera tan bonita en que nos vimos por primera vez. Intento recordar vagamente y me viene la imagen de un decorado de película del oeste, era de noche, él iba andando solo por las calles desiertas y yo lo reconocía y le decía que se viniera conmigo a cenar. Imagino que se refiere a eso. Me echo a llorar. Lo abrazo, le pido disculpas. De repente suena el móvil, mi hermana dice que no lo coja, que perdemos el tren. Es Aghata Ruíz de la Prada. Me pregunta dónde puede comprar mi último libro de poemas. En la Alberti lo tienen seguro. Y ahí empieza a  hacerme preguntas sobre el neoliberalismo y el porqué las novelas históricas se venden más que los libros de poesía. Le digo que pierdo el tren y voy a colgarle, que la llamaré cuando llegue a casa. De repente me doy cuenta de que me he dejado la maleta en casa. Vuelvo corriendo a la casa, pero no avanzo. En ese momento las farolas se apagan y todo queda completamente negro. No veo nada, no sé hacia dónde corro.

zorrilla

martes, 4 marzo 2025. Se supone que todos sabemos que mi hermana está embarazada. Mi abuela y mi madre charlan tranquilamente de donde pondrán la cuna o como se llamara el bebé. Me parece que todas se han vuelto locas. Llevo a mi hermana al que fue mi cuarto (ahora parece una leonera) y le pregunto cómo ha podido dejar que le pasara. No sabe. Le pregunto si el padre que saber algo del tema. Que no. Voy al dormitorio de mis padres y le digo a mi abuela y a mi madre que el bebé debe llamarse como mi padre y llevar el apellido de mi hermana. Mi abuela dice que de ninguna manera, que un hijo debe llevar el apellido del padre. Mi madre dice que ahora está de moda echarlo a suertes. No entiendo nada, no sé cómo están tan tranquilas. Supongo que sabéis que el padre se apellida Zorrilla, les digo.

el ascensor

lunes, 3 marzo 2025. Entro en el ascensor de la casa de mis padres. Detrás de mí entra un chico. Es nacho (parece más joven que hace veinte años). Pienso que debe ser una pesadilla para él estar encerrado en un ascensor conmigo, pero cruza los brazos y se apoya en el espejo del ascensor como si el viaje fuera a durar una hora. Me pregunta qué tal estoy con total naturalidad. No sé qué decirle.

chaleco de cuero

domingo, 2 marzo 2025. Me encuentro a Miguel (un amigo del instituto al que no veo desde hace años), me alegro muchísimo de verlo, nos damos un abrazo. Lo encuentro casi más joven rque entonces. Me extraña su indumentaria (un vaquero ajustado y un chaleco de cuero sin camiseta debajo). Cuando nos estamos poniendo al día aparece una niña india pequeña y le tira del chaleco. La persiguen unos tipos muy raros. Entramos en un bar con escaleras metálicas que forman un laberinto. Llegamos a una azotea atestada de gente bebiendo. Intentamos esconder a la niña. Miguel me dice que me quede con ella mientras él se deshace de los hombres raros. De repente los veo cuchichear y Miguel ya no me parece él. Meto a la niña en un armario y bajo las escaleras a toda prisa. Me persiguen. Llego a una especie de basurero donde parece que estén fabricando coches con tacos de madera sin lijar y planchas de metacrilato. Uno parece que se va. Conduce una chica. Le digo que me persiguen, que por favor me saque de allí. La chica mira hacia atrás como diciéndome que es un coche fúnebre y tendré que ir tumbada.

de premios, porcelanas y collares

sábado, 1 marzo 2025. Tengo que recibir un premio y llego tarde. El recinto es al aire libre, encalado, está vacío y solo queda una farola encendida. Un hombre, antes de apagar la farola, me dice con un gesto y un barrido de mirada que todos se han ido.
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Llego a toda prisa al mismo recinto de antes. Tengo que entregar un premio. Voy con una chica que no deja de hablarme y entretenerme. Me esperan Ana y Cristina. las veo sonrientes en el escenario. Antes de subir, una azafata se nos acerca con una bandeja llena de copas de vino blanco. Le doy las gracias y le digo que mejor después del acto, pero la chica que me acompaña empieza a bebérselas una detrás de otra. Después sube al escenario, coge el y comienza a hablar. Insulta quien ha ganado el premio (sin saber quién es), insulta al público y hasta a Ana y Cristina. Intento apaciguarla. El público se va indignado. Intento explicar a Ana y Cristina que no sé quién es esa chica y que se ha bebido unas ocho copas de vino de golpe. Lloran, dicen que lo he estropeado todo. No quieren saber nada de mí.
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He perdido algo. Una chica me dice que sabe dónde puede estar (la chica es Pili, una compañera de colegio a la que no veo desde hace cuarenta años). Pasamos por unas vías muertas llenas de basura y escombros. Hay vagones tumbados llenos de bolsas de basura. Algunas bolsas se mueven. Caminamos sobre ellas. Le digo que prefiero volver. Es lo mejor, dice y me toma por la cintura (de repente Pili se ha convertido en un chico). Pasamos por distintas habitaciones, cada una decorada de una manera. Nos paramos en una con moqueta azul, muebles decimonónicos, pañitos de croché y adornos de porcelana. Me gusta, decimos a la vez y nos miramos. No sé si va a besarme. No sé si es una chica o un chico.
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Llamo por teléfono a Daniel. Una niña, sin dejarme decir ni hola, me dice que le lleve las medicinas cuanto antes (u tono es tranquilo y su voz demasiado aniñada para ser su hija). Le digo si se puede poner Daniel. Cuelga. Vuelvo a llamar. ¡Abuelaaaaa!, grita la niña. Reconozco la voz de la madre de Daniel que, sin dejarme hablar, me dice que la tía (no recuerdo el nombre) va a traer las medicinas. ¿Se puede poner Daniel? Cuelga. Pienso que quizá Daniel esté enfermo, en la cama, y sea mejor llamarlo al móvil. En ese momento llega mi madre con un montón de collares larguísimos de distintos colores. Quiere que se los vaya separando para poder ponérselos. El montón ocupa lo que un balón de Nivea.

móvil blanco

viernes, 28 febrero 2025. Francis llega corriendo y me cuenta algo realmente entusiasmado. Rebosa alegría Yo sonrío, intento que parezca que me alegro mucho de lo que dice, aunque no puedo oírlo. Tampoco puedo hablar ni mover las piernas. Estoy sentada en una cama, completamente paralizada, pero no dejo de sonreír para que crea que estoy bien y no fastidiarle la felicidad que siente.
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Voy en un carrito de supermercado como si fuera una bicicleta. En el asiento para bebés llevo a mi prima Elisa (es una niña de unos dos años). Cuando llegamos a una plaza empedrada, nos están esperando ella misma de mayor y su madre (mi tía P). Se alegran mucho de vernos, dicen que no nos movamos, que quieren hacernos una foto. Elisa (mayor) saca una caja de cerillas y las va encendiendo. Se supone que cada cerilla hace una foto (no lo entiendo pero no digo nada porque está muy ilusionada). Aparecen mi sobrino Diego. Se ha cortado el pelo de manera que le queda un penacho en el centro. ¡Parece un pollo!, gritan unos gamberros e intentan pegarle. Se arma un gran revuelo en la plaza. De repente Elisa (mayor) dice que Elisa (pequeña) ha desaparecido. Intento apaciguar a los gamberros, les digo que concentren su energía en encontrar a la niña en vez de pegar a Diego. La buscamos por todas partes, entro hasta en casas particulares. En la trastienda de una charcutería hay una cama con un bulto. Al destaparlo es un perro que duerme. Suena un móvil entre las sábanas. Es un móvil de concha blanco. Al abrirlo se corta la llamada. Llamo a ese mismo número y alguien me dice que la niña ha aparecido, que se quedó dormida en uno de los estantes del el bar "El conejo". Al salir de la charcutería veo pasar a Raquel (ella no me ve). Lleva un traje de chaqueta blanco y un ramo de flores. Pienso que irá a casarse. Me pregunto si llevará en el bolsillo el poema que le envié para la ceremonia.

la decoración

miércoles, 26 febrero 2025. Paseo con Sr. Chinarro, un amigo suyo y mi tía E. Lo mismo estamos en una playa que en unas cales tipo Nueva Orleans, que dentro de un edificio antiguo. Sr. Chinarro nos va explicando lo que vemos. Dentro del edificio, nos enseña (mitad con orgullo mitad con indiferencia) la habitación de su hermano pequeño. Lo tiene decorado estilo punk pero con fotos de toreros y corridas. Justo a la vuelta de la habitación hay una pequeña plaza de toros (me extraña que tenga un árbol y un banco en el centro), aunque lo más raro es que el piso no tengo techo. Le pregunto que pasa cuando llueve. El amigo me mira con sorna, como diciendo: aquí nunca llueve. Sr. Chinarro responde con guasa que ya me lo puedo imaginar. En la plaza de toros también hay un pequeño bar (de juguete, a escala de un niño pequeño) con sillas plegables. Sr. Chinarro le ofrece la más cómoda a mi tía (una butaca con las patas traseras más cortas). Dice que tenía una igual en su casa y se arrepiente de haberse deshecho de ella. Le pregunto si se ha mudado. No, sigue viviendo junto al mar pero ha cambiado la decoración, y me guiña (La decoración es el título de una de sus canciones). (En el sueño no pasa nada, solo andamos y hablamos sin prisa. De algún modo soy consciente de que es un sueño y me da mucha pena despertar y tener que "salir de ahí").