atajo, se supone

lunes, 31 diciembre 2012. Salgo de la casa de mis padres hacia el que fue mi colegio, he perdido el bus y tomo un atajo. El atajo parece una campo de batalla. Subo y bajo montañas de escombros, debo sortear piedras que caen, muros de alambre de espino, hasta tengo que caminar sobre troncos engrasados que giran. Unos metros antes de llegar, trepo por una tapia encalada y me dejo caer por un tobogán de cemento hacia una acequia vacía. Miro a mi alrededor. No sé dónde estoy, no sé qué hora es. No recuerdo dónde iba. 

calamares y maletas

lunes, 24 diciembre 2012. Me asomo a una especie de patio de luces. Está inundado y flotan calamares y maletas. Un hombre entrega a los que se asoman unos anzuelos con tres ganchos. Una niña intenta pescar calamares, pero todos se le escapan. Pescar una maleta es más fácil, le digo. ¿Por qué? Porque las maletas no saben nadar. La niña se ríe y pesca una maleta roja enorme.

okupas

sábado, 22 diciembre 2012. Han venido a vivir a casa toda mi familia y unos cuantos niños que no sé quienes son. Han llenado el cuarto de estar de sillas, como si fuera un cine, y tienes la tele puesta a todo volumen. Les digo que al menos saquen a la terraza las sillas que estén vacías. Ni caso. Al sacar unas cuantas veo que han sacado nuestra cama fuera.

mentalista

jueves, 20 diciembre 2012. Vamos en coche a toda velocidad, subimos por una pista de arena junto a la playa. El coche cae sobre una nido enorme de rocas y ramas. Salimos por la ventanilla. Mientras Alberto va a buscar una grúa, me concentro en volver el coche más pequeño. Lo consigo, ahora es fácil empujarlo con un solo dedo y devolverlo a la pista de arena.

pérdidas

martes, 11 diciembre 2012. Mientras intento dormir oigo que entran a robar en casa. Los oigo vaciar armarios y cajones. Me levanto pensando que ya se han ido, pero siguen ahí, raspando las paredes para llevarse incluso el cemento. Las paredes están con los ladrillos desnudos, no quedan muebles. Les pregunto por mi ropa. La hemos tirado al contenedor, dice uno.
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Estoy en casa de mis padres. Huele a quemado, abro la puerta y veo que suben llamas desde el primer piso. Les grito que cojan lo imprescindible y corran antes de que sea imposible escapar. Nadie me hace caso. Entro en el que fue mi cuarto, busco algunas piedras, el colgante que me regalo Iker, mis zapatos favoritos. Lo meto todo en una bolsa. Mi padre me da algo en papel de embalar. Yo me quedo, dice.

rosa homogéneo

sábado, 8 diciembre 2012. Tengo delante unos frascos pequeños con algo que parece suavizante para el pelo. Lo hay de color fucsia y blanco. Parece que mi misión es mezclaros de uno en uno hasta que todos queden de color rosa pálido. Lo hago con cierta prisa, y mirando de vez en cuando por encima de mi hombro, como si esperara que alguien me pillara en falta.

muy descabellado

jueves, 29 noviembre 2012. Hay mucha gente en casa, no sé quiénes son. Una chica parece llevar la voz cantante. Mueven los muebles de sitio, hablan de echar paredes abajo, pero lo que me molesta es que quieran forrar de aironfix el armario que conservo desde niña. Me explica con suma paciencia que quedará mucho mejor, que también forrará las patas del sofá para que vayan a juego. Forrar madera con aironfix que imita madera es descabellado, le digo. Se ríe, dice que lo hará de todos modos. Si lo haces me iré de casa. Pues vete, dice.

continental breakfast, quizá

lunes, 26 noviembre 2012. Camilo se acerca, trae una taza y me la da. Cuando voy a beber veo que está llena de llaves.

de caza

miércoles, 22 noviembre 2012. Me persiguen. Conocidos y desconocidos. Incluso niñas que estaban conmigo en el colegio y a las que no veo desde hace años. Cuando parece que van a cazarme se paran, disimulan, me dejan que encuentre una salida, y cuando vuelvo a escapar vuelven a perseguirme. Me canso, me paro definitivamente. Hay una chica rubia, preciosa, en un descampado. Separa botellas, por colores, en distintos contenedores. ¿Crees que si les digo que vamos a casarnos, me dejarán en paz?, le digo. La chica se ríe, la chica no dice nada.

olvidos

miércoles, 21 noviembre 2012. Alberto desayuna en la barra de un bar. Entro a saludarlo. Dice que se ha afeitado en el servicio porque olvidó afeitarse en casa. Te acompaño hasta el parque, dice. Cerca del reloj de flores encuentro a mi tía Encarna. Alberto se despide y cruza a toda prisa. ¿Qué hora es?, pregunto. Ya no llegas, dice ella. Tengo que llegar porque me he dejado una carpeta con poemas. Te la has dejado a propósito. Intento correr, mis piernas se mueven muy rápido, me falta incluso el aire, pero no logro avanzar ni un centímetro.

camisa muy blanca

domingo, 18 noviembre 2012. Llego a una playa donde no hay ni un centímetro libre. Todo está lleno de sombrillas y toallas. La playa tiene varios escalones de arena, resulta muy difícil caminar. A lo lejos veo a Chivite buscando también un sitio. Cuando llego a su lado se ha hecho de noche, no queda nadie. Chivite se quita los pantalones, se deja la camisa puesta y corre hacia el agua. Hace el muerto cerca de la orilla. Es noche cerrada, pienso que debería volver a casa, pero no quiero dejar a Chivite solo. Me siento en la arena y sigo el rastro de su camisa blanca para no perderlo de vista.

camafeo

viernes, 16 noviembre 2012. Voy por la calle, noto que me miran. Una chica muy joven vestida de monja, me dice: No te miran a ti, la miran a ella. No entiendo nada. Señala un colgante que llevo al cuello y que jamás había visto antes. El colgante es una especie de camafeo con el retrato de una chica. Es por ella, repite la monja.

collares

jueves, 15 noviembre 2012. Deshago unos collares, separo sus cuentas por colores y comienzo a ensartarlos de nuevo. Cuando los tengo casi terminados, cada uno de un solo color, pienso que debería haberles hecho un foto por si alguna vez quiero volver a dejarlos como estaban.

cosas de la próstata, supongo

sábado, 9 noviembre 2012. Ferran y yo llegamos a una casa donde nos recibe una chica que parece sacada de cuento de Cenicienta. Nos muestra la casa, cada habitación, cada objeto, con una ceremonia ridícula. Le digo a Ferran que deberíamos irnos cuanto antes de allí. La chica me oye, se vuelve hacia mí, me tira al suelo e intenta atarme. Consigo deshacerme de ella, corremos por la casa, nos persiguen varias personas con armas. Cuando estamos a punto de salir, Ferran se para en seco y me pregunta si antes de escapar no quiero pasar al cuarto de baño. No. Pues yo sí, dice.

laca

jueves, 8 noviembre 2012. Camino unos pasos por detrás de mi madre. Temo que se pierda. Es un paisaje raro donde se combina césped muy cuidado con charcos de barro y plantas silvestres. Camina muy rápido. Llega a un puente de piedra, debajo hay un riachuelo sucio. Mi madre pierde pie y cae. El riachuelo se ha convertido en una poza de agua muy limpia. Mi madre se baña vestida, incluso mete la cabeza en el agua sin temor a despeinarse. Cuando la saca, el cardado está perfecto y seco. Pienso que debería dejar de usar tanta laca.

estampida

lunes, 5 noviembre 2012. Alberto es una mujer y besa a Sora. Por la calle, una estampida de caballos.

tolstoi y un sandwich de pelo

viernes, 2 noviembre 2012. Salgo de una casa mata en la que, se supone, vivo. En toda la calle hay casas matas, parecen recién encaladas. Por la acera de enfrente veo a un tipo vestido como si anduviera sobre la nieve, incluso lleva unas botas altas atadas a unas raquetas. Me viene la imagen de Tolstoi. Me fijo bien en él y reconozco a Fernando. Veo que busca mi casa, que llama a la puerta equivocada y pregunta por mí. Intento cruzar la calle, le hago señas, grito su nombre, pero a pesar de que es una calle estrecha ni me ve ni me oye. Pienso si estaré soñando o estaré muerta o. Oigo una voz que dice: Sólo estás metida en una burbuja espacio-temporal.
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Como un sandwich junto a una ventana. Se supone que la ventana da al patio de la casa de mi abuela, pero a veces veo pasar una playa, unos turistas o el mar, como si en realidad estuviera en el camarote de un barco. En la habitación hay más gente que no conozco. Encuentro un pelo en el sandwich. Como lo ha preparado mi madre y no quiero dejarla mal, lo tiro al suelo con disimulo. Empiezo a encontrar más y más pelos, pero no digo nada. Mi tía se acerca, le grita a mi madre que menudo sandwich de pelos ha preparado. Coge toda una maraña del suelo y los pone sobre la mesa. Mi madre no dice nada. Voy a la cocina a beber agua, por no pelear con mi tía. Cuando vuelvo, le está contando a mi madre, tranquilamente, que ha comprado una armadura para pintarla de blanco y colocarla junto a la cama.

diez más

lunes, 29 octubre 2012. Me encuentro a Juan en la puerta de un bar, dice que me quede a tomar algo, que quiere enseñarme unas fotos. Saca una cámara enorme donde las fotos se ven como diapositivas. Hay sobre todo fotos de piedras y de sus hijos. Llegan sus amigos, al parecer han quedado para ver en la tele del bar un programa donde Juan habla de su última novela. Le digo desde lejos a Juan que me voy. Se moja el dedo en cerveza y escribe en un cristal "10+". Asiento, me quedaré diez minutos más. Vemos el programa, le han puesto de fondo una canción muy triste. Una chica con un vestido calado, azul oscuro, llora sola en una mesa. Pienso que si Juan la ve irá a hablar con ella para consolarla. Aprovecho un descuido para marcharme sin que me vea. En la calle ya es de noche, no reconozco la ciudad. Camino hasta una parada de bus donde hay varias monjas. Me subo al bus número siete. Una vez dentro, pienso que no estoy segura de si me llevará a casa.

un dragón negro

domingo, 28 octubre 2012. Hay un concurso de piano en una especie de alcazaba construida con ladrillos sin cocer. Nacho intenta sacar de su habitación a un tipo que está en coma para que se presente. Le propongo poner unas almohadas sustituyendo el cuerpo para que crean que sigue allí. Así lo hacemos. Mientras vigilo que nadie entre en la habitación se pone a llover y la alcazaba empieza a descomponerse, a transformarse en un enorme charco de barro. Nacho vuelve contento, celebra que el tipo ha ganado el concurso y para celebrarlo baila sobre el charco de barro. Al levantar los brazos y subírsele la camiseta, veo que lleva un tatuaje. Lo miro sorprendida. Sí, llevo un dragón negro tatuado alrededor de mi cuerpo, dice.

un metro de pelo

sábado, 27 octubre 2012. Mi madre, acercándoseme con unas tijeras enormes que parecen de podar, dice que va a cortarme un metro de pelo. Le explico lo que es un metro estirando los brazos. Le digo que jamás he llegado a tener más de cuarenta centímetros de pelo. Pues hoy te voy a cortar hasta un metro, dice.

abuelas alienígenas

miércoles, 24 octubre 2012. Estoy con mi hermana en el jardín de la casa de mi abuela. Mi hermana no tiene más de cinco años. Mira, dice, un avión cuadrado. Una furgoneta cruza el cielo a toda velocidad, después otra. El cielo se va llenando de furgonetas que comienzan a dispararnos rayos. Empujo a mi hermana dentro de casa, le digo que no saga, que cierre la puerta y todas las ventanas, pero ella avisa a mi madre y a mis tías para que salgan a ver el espectáculo. Cada rayo que nos alcanza hace que nuestra ropa se vuelva de lana usada, vieja, en colores pálidos. Miro a mi familia, cada una vestida ridículamente en tonos pastel. Bueno, pues ya nos han convertido en abuelas alienígenas, les digo con resignación.

de naves y ballestas

domingo, 21 octubre 2012. Estoy en un descampado esperando a Joan. Vuelve de un viaje que ha hecho por el espacio. Cuando veo aparecer la nave me parece pequeña. Ocho personas salen en fila, muy serios, entre ellos Joan. Los dos últimos en salir son Maribel y Purranki. A lo lejos, veo llegar a un grupo de personas. Caminan muy lentamente en silencio. Cuando están cerca extienden el brazo para darnos la mano, parecen felices y muy aburridos. Nos señalan un camino y vamos con ellos. A los dos lados de una vía hay puestos de collares, bolsos de tela y todas esas cosas que suelen vender en los puestos jipis. Todo transcurre en silencio. Miro a Joan, hablamos por telepatía. Le digo que no pienso quedarme en ese planeta. Él me dice que ahora es cantante y ha grabado un disco mientras estaba fuera. Las canciones suenan dentro de mi cabeza.
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Estoy en el recreo del colegio. Entre los árboles del camino que sube a la gruta veo a un hombre con una ballesta. Es Ruíz Gallardón. Dispara contra una gaviota, la atraviesa, la veo caer en picado. Intento moverme para que no de caiga encima, pero me cae justo en la frente.

de termitas y fachadas

jueves, 18 octubre 2012. Voy con unos amigos por una calles que no reconozco. Buscamos un bar, pero todos están llenos. La ciudad parece en fiestas. Veo un bar y recuerdo que es uno de los favoritos de Alberto. Cuando vamos a entrar, nos dicen que el bar está en ruinas, que tiene termitas. Sin embargo dentro hay gente comiendo. En ese momento comienza a crujir la madera de la fachada y cae. Le grito a la gente de la calle que se aparte, pero no hacen caso. Cae la fachada dejando ver otra debajo pintada de rojo. También cae a los pocos segundos. Así hasta seis o siete fachadas de madera distintas. Intento grabarlo para que Alberto lo vea luego, pero me han robado la cámara y la agenda. Mi prima Elisa me mira con cara de "te lo dije", mientras mastica un trozo de madera que cogió del suelo. Le digo a Andrés que llame a Alberto porque creo que también me han robado el móvil. Andrés, sin prestar atención a lo que le digo, saca una anilla de lata de cerveza y dice que parece un anillo. Anda que no está visto ya eso, le digo. Una de las camareras me pregunta si conozco a Mocito Feliz le diga que el bar a tenido que cerrar. Lo dice entre lágrimas. En ese momento aparece Francisco. Se ha encontrado una PSP en la acera y vuelve con cara de felicidad.

caca de perro con forma de perro

martes, 16 octubre 2012. Alberto y yo estamos viendo el fútbol en un bar. Unos tipos quieren cambiar de canal y buscan el mando entre las mesas. Alberto lo esconde y nos vamos a casa muertos de risa. Por el camino nos encontramos a mi suegra y mi cuñada que han salido de compras. Un perro pequeño va con ellas. El perro hace cacas en mitad de una acera. Mi cuñada dice que eso no puede quedarse ahí, pero los tres siguen su camino. Busco dos cartones para recogerla. Cuando me acerco, veo que la caca tiene forma de perro. Sosteniéndola entre dos cartones la echo a un contenedor. Mientras tanto he perdido de vista a Alberto y su familia, no reconozco las calles, ha oscurecido. Veo a lo lejos a alguien disfrazado de rey mago. Cuando se acerca se quita las barbas y el turbante: es Carmen López. Le cuento el episodio en el que me he perdido por culpa de una caca con forma de perro. Se ríe. Dice que la acompañe a su casa para coger el coche y así me lleva a casa. Vive en una cada enorme con las paredes y el techo de madera, en el salón hay varios niveles, varios sofás y varios teléfonos. Desde una cristalera enorme se ve un patio donde un grupo de chicas ensaya sobre una pasarela. Ya te dije que mi casa daba a una escuela de modelos, dice. Carmen se ha puesto a ordenar cuentas de collar, hace montoncitos por colores. La ayudo. Pienso que Alberto estará preocupado, pero no me atrevo a llamarlo desde ninguno de los teléfonos ni a decirle a Carmen que me lleve a casa.

gorro de cuentas

sábado, 13 octubre 2012. Estoy en la casa de mi abuela esperando para irme de vacaciones. Mientras espero me pruebo ropa que se supone que es mía, pero no reconozco. Me aburro tanto que me pongo a coser cuentas a un gorro peruano hasta cubrirlo por completo. Me lo pongo. Alguien me llama desde el jardín, parece que nos vamos. El gorro pesa tanto que soy incapaz de quitármelo y tengo que salir con él puesto. 

por dos a

viernes, 12 octubre 2012. Virginia está en un pupitre escribiendo lo que parece una plana. Camilo está detrás y le lleva la mano sobre cada letra. Yo estoy en el pupitre de al lado intentando recordar la fórmula para resolver ecuaciones de segundo grado. Camilo me mira. ¿Menos B masmenos raíz cuadrada de B menos cuatro AC partido por dos?, le digo. Por dos A, responde.

horizonte

jueves, 11 octubre 2012. Voy con Salud y sus hijos en un coche. El coche es pequeño, vamos muy apretados. Paramos en una cala de piedras. El mar, en el horizonte, parece estás más alto que la propia playa. Hay piedras muy bonitas, intento no coger muchas. Junto a una pared de roca hay una caja de zapatos llena de corales negros, rojos y verdes. No sé si están ahí para que las gente se los lleve de recuerdo o si son de alguien.

baldosas nocturnas

miércoles, 10 octubre 2012. Agustín vive en un ático. El ático tiene una cristalera que hace esquina. Hay gente esperando en el portal para subir a verlo. Veo a Agustín, desde abajo, enseñar las vistas. Soy incluso capaz de leer en sus labios: El mayor mérito de este piso son estas baldosas, dice. Se ha hecho de noche, subo hasta el ático, está  a oscuras, paso la mano sobre las baldosas. Son muy suaves, brillan en la oscuridad.

la excusa perfecta

martes, 9 octubre 2012. Mi hermana convence a mi madre para que salgan. A mi madre se la ve cansada, pero cede. Mi hermana intenta convencerme de que vaya con ellas. Yo me visto lentamente sin decir nada. Me fijo en que detrás de la cama, entre la cama y la pared hay pájaros muertos en descomposición, incluso la pata de una garza. Mi hermana y mi madre salen de casa, justo en la puerta les digo que yo no voy. El gato aprovecha para escapar. Mi hermana se enfada muchísimo. Mi madre me mira resignada, pero pidiéndome una explicación. Tengo que limpiar mi cuarto de pájaros muertos, hay hasta una pata de una garza descomponiéndose bajo mi cama, le digo. Siempre fuiste muy buena poniendo excusas, dice mi madre.

colchón esponja

jueves, 4 octubre 2012. Llego a un pasillo que comienza a inundarse. Abro la puerta para que el agua salga a la calle. Nada. Mi cuñada dice que compró un colchón nuevo súper absorbente. Lo echa al suelo. El colchón absorbe en un segundo todo el agua.

de excursiones y nudos

lunes, 1 octubre 2012. Hablo con Josemari por teléfono. Me pregunta cuándo sale mi próximo libro y si cuento en él algo sobre nuestras excursiones al Chorro. Contaré lo que pasó entre una y otra, le digo. Me bajo del árbol desde donde le hablo y bajo la calle. me cruzo con Andrés, nos saludamos sin pararnos, haciendo un leve gesto con la cabeza. Francis y sus dos hijos pequeños me esperan para coger piedras. Le digo a Francis que a la pulsera que me hizo se le han soltado los nudos. Francis me consuela como si fuera tan pequeña como sus hijos.

monigotes

domingo, 30 septiembre 2012. Alguien ha pintado en un muro unos monigotes. Me fijo bien y veo que se mueven. Le pregunto a Alberto si cree que tendrán hambre porque está muy delgados.

trastornada

miércoles, 26 septiembre 2012. Mi hermana se encuentra a Nathalie Seseña en la cola del súper. La felicita por su papel en una serie. Seseña le dice que no es nada. Sólo hago de trastornada, dice.

toro mimoso

martes, 25 septiembre 2012. De un charco de barro aparece un toro enorme y viene hacia mí. Más que embestirme parece que quiera que le rasque el lomo. Lo hago, el toro se echa a dormir a mi lado. Aprovecho para escapar. Llego a un pasillo que da a varias puertas. Alguien me empuja y caigo de bruces dentro de una habitación con ventana a medio tapiar. Oigo voces, entreveo macetas. Una chica entra, me deja un cuenco con agua y un pedazo de pan. Intento averiguar qué hago allí o para qué me encierran. Dudo entre beberme el agua y sentarme a esperar o intentar escapar de algún modo.

números por nombres

domingo, 23 septiembre 2012. Llego a una especie de hospital. En mi habitación hay tres camas, una de matrimonio y dos gemelas. Llegan dos chicas, una con su hija. Se reparten las tres camas. Me quedo sin ninguna. Pensaba que tú dormirías con tu hija en la de matrimonio, le digo. No me contestan, empiezo a pensar que no me ven. Dicen sus nombres en alto, se presentan varias veces y cada vez dicen un nombre ditinto. Creo que os llamaré por colores o por números, ¿qué preferís? les pregunto. No responden.

paella de cristales

sábado, 22 septiembre 2012. Carlos y yo esperamos a que Pepe traiga la comida. Aparece con una paella enorme. La paella está hecha de trocitos de cristal rojo. Los tres, como si fuese un juego, ponemos las manos a la espalda, contamos hasta tres y hundimos las caras en la paella. Al levantarlas vemos las heridas de los otros, nos reímos con la boca llena de cristales.

cuentas de queso

jueves, 20 septiembre 2012. Daniel y yo entramos a cuatro patas en la casa de mis padres. Vamos recogiendo cuentas del suelo. Ahora tienes que tomarte una, dice Daniel. Corto una de las cuentas por la mitad. Está rellena de queso.

ataúd de helado

miércoles, 19 septiembre 2012. Entro con Ferran a una heladería. Ferran tropieza con un ataúd lleno de helado y cae dentro. Hace que nada, se ríe. El mostrador es un muro de nichos. Cuando llego comienza a elevarse. Me agarro como puedo, quedo colgada. Allá abajo hay alguien haciendo un agujero en la tierra. Pienso que si caigo sólo tendrá que poner algo de tierra sobre mi cuerpo.

el frío cansa

martes, 18 septiembre 2012. Un tipo uniformado dice que nos demos prisa, que el museo va a cerrar, pero que él puede colarnos. El grupo lo sigue inmediatamente, a mí me cuesta ir a su ritmo, hay que subir y bajar escaleras y los escalones miden más de medio metro de altos o, al menos, a mí me lo parecen. Los pierdo. Me siento en uno de los escalones a esperar. Aparece Camilo. Me pregunta si voy a marcharme con él. No sé a quién se refiere, pero le respondo que no, que no voy a marcharme. El frío cansa, le digo. Me da un beso, me agarra las manos, no dice nada.

alas de jamón

sábado, 15 septiembre 2012. Parece que se celebra algo en la casa de mis padres. En una vitrina hay varias fuentes con dulces y canapés. Mi madre pone una en la mesa. Los canapés resultan ser insectos vivos con las alas de jamón. Mi padre coge uno y lo observa. ¿Para comerlo tengo que matarlo antes?, pregunta.

cubos impresos

lunes, 10 septiembre 2012. Abro una caja de cartón, dentro hay un disfraz: blusa beige, chaqueta sin solapas con broche, falda de cuadros y peluca rubia con flequillo. Me lo pongo todo. Llega una señora vestida exactamente igual y posamos juntas ante un fotógrafo. Aparece Javier, dice que la máquina de fotocopias está libre. Le doy a varios botones para imprimir mis últimos poemas. Javier se echa las manos a la cabeza. ¡No!, ¡esa es la impresora de cubos!, dice. Efectivamente, mis poemas no aparecen en folios sino en las etiquetas de unos cubos de pintura, cada cubo un poema. Alguien dice que eso es mucho mejor. Coloca los cubos con los poemas en una fila, en el suelo, y junto a ellos hace un collage con las fotos disfrazada que me hicieron. Javier está muy contento, se abraza a la chica. Un perro se acerca a oler los cubos, después me huele a mí, me mira a los ojos y niega con la cabeza.

migas de la nada

domingo, 9 septiembre 2012. Aliso el mantel de una mesa enorme. Por más que lo aliso siempre saco diminutas migas de pan tostado. Oigo voces, pienso que ya llegan a comer, aunque no sé quién. Aliso el mantel con las dos palmas de las manos, pero siempre aparecen más migas de la nada.

saber volver

viernes, 7 septiembre 2012. Acompaño a Francis y a su hijo Javi hasta la puerta de casa. No reconozco la calle. Para que no se pierdan subo con ellos al autobús y les voy diciendo los nombres de las calles. Nos despedimos. Intento volver. Las calles van perdiendo el asfalto y acabo en solar donde hay animales sueltos. Entro en un bar donde todos van vestidos de punkis de los 80, entre ellos María. Le pregunto si sabe dónde estoy y cómo puedo volver a mi casa. No sabe. Al salir, hay una pelea. Trepo por una pared agarrándome a unas cabezas de piedra. Mientras trepo, pienso que desde allí arriba veré toda la ciudad y podré volver a casa.

museo de cubitos de hielo

miércoles, 5 septiembre 2012. He ido a ver a Jota. Su casa está en obras, no se puede entrar, así que vamos a un museo de cubitos de hielo. Nos abrazamos a cada momento. Un vigilante me guiña con una mueca digna de cualquier videoclip cutre. Su novia nos mira y sonríe. Al principio no lo entendía, ahora te quiero mucho, me dice. Le digo que no se preocupe, que no me volverán a ver, que ya no hace falta. Te he hecho una bufanda color canela, le digo, la he dejado en el armario de la entrada. A pesar de las obras entramos como podemos en la casa, buscamos la bufanda en el armario. Está lleno de bolsas de plástico idénticas. De repente estoy en el parque, recuerdo que había quedado para comer con mis padres, miro el reloj. ¿Ya son las siete y veinte?, digo en alto. Hoy todo te va del revés, son las cuatro menos veinte, dice una voz en off. De todos modos la hora de comer ha pasado, compraré unos dulces e iré a merendar, me digo. Una familia india vestida con la equipación del Barça, me pregunta cuándo pasa el autobús negro. Le digo que aquí los autobuses son azules. No, el negro, repiten. A pesar de la prisa les explico que no existen autobuses negros, que sólo eran negros los taxis, pero de eso hace más de 30 años. Se ríen, estábamos de broma, dicen. Pienso que no llego ni para la hora de la cena. Cada autobús en el que intento entrar se convierte en un armadillo enorme y me pregunto si era eso a lo que se referían los indios del Barça. Mientras espero a que pase el C1 se ha hecho de noche. Una niña lee un cuento sentada en la parada. En la portada hay un dibujo de una pareja abrazada delante de un enorme cubito de hielo. 

delicioso carburante

martes, 4 septiembre 2012. Construyo un avión de tamaño natural. De vez en cuando alguien me trae piezas y yo voy soldándolas. Cuando lo he terminado, vienen a verlo. Les explico que a simple vista es un avión normal, pero la gran diferencia es que funciona con delicioso café con leche. De lo que no estoy segura es de si el litro de café con leche es más barato que el litro de carburante, les digo.
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Alberto y yo llegamos a una casa donde han convertido el salón en un bar para ver el fútbol. La casa está construida sobre la arena. Se ha puesto a llover y la arena, de repente, es negra. Pasa un chico en bici, pasa un abejorro verde metalizado. Veo a Camilo, a mi lado, mirando el paisaje. Qué bonito, ¿no? No, responde. Me gustaría verte escribiendo poemas, porque de algún sitio tienen que salir. No dice nada, se da la vuelta, entra en el improvisado bar y se sube a la barra. Mierda, ha marcado el Madrid, dice. Cuando baja de la barra pesa unos 10 kilos más y está completamente calvo. No le digo nada. Hablamos de banalidades mientras bebemos cerveza. No me atrevo a preguntarle si está bien. Me doy cuenta de que he perdido los zapatos y afuera sigue lloviendo. Encuentro unas John Smith a cuadros y me las pongo sentada en la cocina. Sobre la encimera hay un pescado enorme sin piel ni cabeza. Me produce un asco inmenso. Alberto entra, dice que termine de calzarme, que nos vamos. Mientras me ato los cordones le pregunto a Alberto: Si Camilo está en fase terminal, ¿podré ir a cuidarlo? Claro.

flores de pacífico

domingo, 2 septiembre 2012. Vemos un monte ardiendo desde un embarcadero de madera. La madera es muy oscura y destaca sobre el agua teñida de rojo. Unas chicas saharuis hacen equilibrios sobre sogas. Llevan mehlfas de colores brillantes que destacan sobre el agua roja. Parecen flores de pacífico, le digo a Alberto. Voy a por la cámara de fotos. Me encuentro a Elisa y Andrés. Están enseñando a conducir a Darío. Me parece peligroso dejar solo al volante a un niño de cuatro años, pero no digo nada. Me hablan a la vez, no sé qué dicen, usan palabras que suenan a modelos de muebles de Ikea. Yo a una mesa le llamo mesa, les digo. De repente vemos que Darío se ha estrellado contra un poste. Otros coches lo esquivan. Elisa y yo corremos hacia él. Andrés saca un pijama de su bolsa y se lo pone espacio.

dos pájaros

sábado, 1 septiembre 2012. Mis padres se están instalando en una casa a pocos metros del mar. Hay que barrer continuamente porque la arena entra en la cocina. Los marcos de las puertas están astillados y el suelo muy gastado. Mi padre coloca ramas alrededor de las puertas para disimularlos. Dice que así, además, los pájaros no entrarán en casa. En ese momento dos pájaros sobre el marco de la puerta me miran, usan las alas como manos, me amenazan. Uno hace el gesto de "silencio" poniendo el ala vertical delante del pico, y el otro pasa el ala por delante del cuello, como diciendo "si nos delatas te cortamos el pescuezo". Mi hermana se acerca a la baranda, pienso que hay que poner tela metálica. Busco la cinta métrica en una caja de costura, pero al tocarla se vuelve de color negra y los números desaparecen. De todas maneras mido sobre el suelo. Los dos pájaros son ahora dos hombres chinos. Uno acuchilla al otro mientras me hace el mismo gesto de amenaza. Cuando entro en casa mi hermana coquetea con un tipo al que le da fuego. Mi madre sale de puntillas de la habitación. Mi padre llora en el sofá. El suelo está cubierto de agua sucia. Busco una fregona y limpio sin decir nada.

rizos perfectos

domingo, 19 agosto 2012. Miro un lago desde una loma. El agua está negra. Le hago una señal a varios bañistas e inmediatamente se lanzan al agua de cabeza y sacan del fondo un cuerpo. Con otro gesto les digo que lo dejen en la orilla. Camino despacio, temo que no me reconozca. Está ahí, me dice alguien. El tipo ya está seco, vestido y sentado en la orilla mirando el lago. Me siento a su lado y le aprieto la pierna como saludo. Me mira, le alegra muchísimo de verme, me da un beso de abuela. Está tan delgado que noto sus pómulos y su mandíbula clavarse en mi cara. ¿Cómo me ves, notas cambios?, pregunta. Estás muy guapo y tienes el pelo más suave que nunca. Le acaricio la cabeza, unos rizos de anuncio que no se deshacen por más que los toques. Nos quedamos allí sentados, mirando el lago. A pesar de la alegría de volver a verlo, la sensación de fondo es de tristeza, como si él tuviera que volver al fondo del lago. No estoy segura si el tipo era Antonio Vega, Jurdi, david González, o una mezcla de los tres.

dolor cuatro estaciones


sábado, 18 agosto 2012. Explico a mis padres mi permanente dolor de cabeza. Cortamos la cabeza por la mitad, horizontalmente a la altura de los pómulos, colocamos una pizza y después cerramos de nuevo la cabeza. Los ingredientes de la pizza no son malos, pero no son los de mi cabeza. Es como si hubiera pedido una Margarita y me hubieran puesto una Cuatro estaciones, les digo. Pues así es mi dolor. Mi padres no dicen nada. Y ahora voy a enseñaros a respirar, les digo. ¡Oh, eso sí que sería estupendo!, dice mi madre.
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Alberto toma café en el puerto mientras lee el periódico. Me fijo en que un barco enorme acelera, derrapa y hace trompos como si fuera un coche tuneado. Algunos hombres saltan al agua por la borda. Miro a mi alrededor, parece que soy la única que lo ve. Una camarera llega con dos cafés y se sienta en el suelo. Paso mucho calor en el trabajo, dice. Le pongo en la mesa uno de los cafés a Alberto y me siento con la chica. La chica está de espaldas al mar, yo de frente, el barco sigue derrapando. De repente una ola enorme viene hacia nosotros. ¡Corred!, les digo. No se mueven, la chica incluso se tumba. Entro en la cafetería y me agarro con todas mis fuerza a una columna. El agua nos cubre durante unos segundos y desaparece. Al salir, veo a la chica sentada de nuevo, abanicándose. Alberto está tumbado cubierto con el periódico. ¿Estás bien?, le pregunto. Déjame dormir, dice. Las tazas de café están llenas de agua.

cabeza abajo

jueves, 16 agosto 2012. Voy por la calle con mi sobrino Darío. Dice que debería comprarme unas botas de agua, que él ya las tiene. Son de Bob Esponja, dice. Veo un cilindro con botas de agua y zapatos. Me pruebo en un pie una bota amarillas semitransparente y en el otro unas sandalias de cuelo que llevan ruedas incorporadas. Begoña y Sr. Chinarro están sentados en unos sofás, leen revistas. Les enseño mis pies. Ni me miran. Me descalzo, pongo la cabeza en el suelo sobre un cojín y levanto las piernas. Me quedo haciendo el puntal un rato. Entra Enrique, un compañero de Económicas a quien no veo desde entonces. Enrique les pregunta a Begoña y Chinarro: ¿Lleva así mucho tiempo? Lleva cabeza abajo toda la tarde, responden.

alfileres, un perro

miércoles, 15 agosto 2012. Estoy en una sala cuadrada enorme y enmoquetada. Recojo alfileres. Hay otras personas haciendo lo mismo. Cuando tengo casi todos los de mi zona metidos en dos recipientes con forma de huevo, alguien me dice que los ordene por colores (son alfileres con la cabeza esférica). Vuelco los alfileres en la moqueta, separo los verdes con los azules, los rojos con los negros. Me gusta ese trabajo, el color y el tacto de la moqueta. Aparece un perro enorme de pelo largo. Los recolectores de alfileres corren, desaparecen. Cuando el perro pasa a mi lado, me subo como si fuese un caballo y me tumbo sobre el lomo. Me agarro muy fuerte a pelo, me duermo.

cernuda da sueño

martes, 14 agosto 2012. Subo en ascensor a la que se supone es mi casa. Al salir hay gente en el rellano. Dos chicos me preguntan si pueden entrar. Abro la muerta, no reconozco la casa ni los muebles. ¿Tienes el libro de Cernuda?, dice uno. Niego con la cabeza, no sé de qué me habla, me tumbo en el suelo dispuesta a dormir. Mi padre entra con un libro en la mano. Es "Blanca" y está dedicado. Pienso que Cernuda no escribió ningún libro que se titulara "Blanca" y mucho menos que se lo dedicara a mi padre. Los dos chicos se ponen muy contentos. Yo sólo intento dormir encogiéndome en el suelo.

un purito, dos perros

sábado, 11 agosto 2012. Una chica me dice que tengo que leer poemas en la biblioteca, y me señala una puerta. Camino por pasillos oscuros y llego a una estación de tren. Pregunto por la biblioteca. Es esta, me dicen. Allí sólo hay taquillas y andenes. Al llegar de nuevo al salón de actos ya hay alguien leyendo. Entro sin hacer ruido. Maldonado está junto a la puerta. Cuando te toque no leas más de cinco minutos, me dice. Busco a tientas un sitio libre. Cuando los ojos se hacen con la luz, veo que Chivite está sentado a mi lado. Me alegro muchísimo de verlo. Me dice que no soporta las lecturas. Depende de si la postura que pilles es buena, le respondo. Se ríe, saca una lata de puritos. La lata no lleva advertencias, se lo digo. Sí, cada vez es más difícil encontrarlas. ¿Irás a leer a Logroño en diciembre?, le pregunto. Niega con la cabeza. Un tipo pasa por delante de nosotros con un libro de Pedro Salinas. Pienso que me dejé el bolso fuera y me lo ha robado. Lo sigo. Hay una cuesta pronunciada de cemento, no consigo alcanzarlo. Aparecen dos perros, cada uno me muerde una mano, me sangran. Cuando bajo, en un banco junto a la puerta del salón de actos, Chivite fuma un purito, se le ve relajado y feliz. Escondo las manos para no preocuparlo. 

la equitativa

viernes, 10 agosto 2012. Juan "y medio" vende globos de gas. Le compro uno para colocarlo en lo alto de La equitativa. Es para cuando llegue mi amigo Juan, así  sabrá que me acuerdo de él, le digo a "y medio". No sé cómo subir al edificio porque está cerrado por demolición. Me siento en la puerta. Pienso en la imagen tan tonta que debo dar: sentada en el escalón con un globo de gas en la mano. Alberto pasa en coche, le digo que me lleve a casa. También llegan los que van a echar abajo el edificio. Alguien dice algo por el portero electrónico. ¡Queda gente dentro! Sí, dice Alberto muy tranquilo, vive Atencia. Alberto y Atencia discuten a través del portero sobre si son mejores las pizzas hechas en casa o las del Telepizza. Mientras tanto los obreros entran en el edificio. En ese momento aparece Mario y comienza a contarme algo sobre su nueva tienda. También me suena el móvil y me entra un sms. Todo a la vez. De repente no sé qué he hecho con el globo.

guantes de boxeo

jueves, 9 agosto 2012. Llego a una especie de venta donde he quedado  con un grupo. Es una venta con habitaciones. Me toca una habitación con ventana a un patio andaluz donde hay gente desayunando. Cuando me quedo sola, me río tapándome la boca. Me acuerdo de Juan, de lo que disfrutaría allí, diciendo los dos: "Cuanto peor, mejor". Alguien llama, dice que es la hora. Bajo al patio, un grupo me espera. No conozco a nadie. La mayoría son chicas. Llevan carpetas. Saco un archivador de anillas y lo pongo sobre la mesa. Todas me miran. Con toda naturalidad, lo abro y les voy contando lo que guarda cada página plastificada. Son fotos que resumen mi vida. En una de ellas aparecen unos guantes de boxeo rojos, como los que llevaba David en la foto que me envió. Estos guantes son un recuerdo de mi amigo Elías, les digo. De repente, Elías está sentado a mi lado. Me acuerdo de ese día, dice sonriente. Me alegro muchísimo de verlo, tengo ganas de abrazarlo, pero sigo pasando páginas. Cuando termine con esta pantomima, nos vamos, le digo con la mirada.

examen de chino


miércoles, 8 agosto 2012. Llego a un salón de actos con los asientos en cuesta muy pronunciada, con los asientos muy juntos. Veo a mi familia e intento sentarme en el otro extremo. Para llegar tengo que molestar a mucha gente, pedirles que me dejen pasar. Carlos me hace señas, a su lado que da un sitio libre. Carlos lleva muletas y unas gafas de cristales muy gruesos. No me atrevo a preguntarle qué le ha pasado.
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Tengo un examen de chino. Juan me da una bolsa militar con unos apuntes donde ha señalado qué debo estudiar. También hay unos colgantes de plata muy bonitos. No sé si los ha metido en la bolsa para que me ponga alguno para el examen. El que más me gusta parece un abrelatas con forma de hipopótamo y un cristal azul en la tripa. Abro mi caja negra de los colgantes. Pienso que debo ponerme uno, pero no sé cuál. Entre ellos hay un pequeño perfumador que no recuerdo quién me regaló. Se me ocurre que pudo ser Juano y que tengo que escribirle para darle las gracias.

pelo de oveja

domingo, 5 agosto 2012. Llego a la casa de mis padres. Mi madre cocina con cara de circunstancia. Mi padre está de mal humor, pero no dice nada. Detrás del cristal esmerilado veo a mi hermana tonteando con alguien. Pienso que ha vuelto con su marido. No puede ser, digo en alto. No le digas nada, dice mi madre. Mi hermana dice que es muy feliz. Todos intentamos decirlo todo con la mirada. La situación es muy incómoda. A mi excuñado le ha crecido el pelo. Vuelve a tener pelo de oveja, digo al fin, por romper el hielo.

ajajá

sábado, 4 agosto 2012. Llego a una residencia en el campo (se parece a Villa San Pedro, donde iba de niña a hacer ejercicios espirituales). Llevo una bolsa de viaje años 70 y la luz es perfecta y dorada. A la puerta me esperan tres personas sonrientes. Una parece la dueña de la villa y organizadora, pues parece que se trata de un encuentro, pero no sé de qué. Me da una habitación enorme que en vez de armario tiene frigorífico. La cama está deshecha, como si alguien acabara de levantarse. M presentan a una señora mayor que acaba de llegar. Por las ceremonias que le hacen debe de tratarse de alguien importante. Me pregunta si ya sé con quién dormiré. Sola, respondo. Cuchichea con la dueña, me miran, me calibran. Abro el frigorífico y lo observo como si quisiera comprobar algo. Todo lo que hay dentro ya está empezado: la mermelada, una botella de vino, un frasco de pepinillos. Ajajá, digo en alto. Las dos mujeres me miran. Abro el primer cajón del congelador y efectivamente hay un pañuelo doblado y helado tal como lo dejé en el congelador de mi casa. Ajajá, repito. Las dos señoras empujan a un tipo hacia mí. El es tipo que hace de Amador en la serie "La que se avecina". Él no dice nada, me presento, le doy la mano. La tienes helada, dice. Le cuento en voz baja que la cama estaba deshecha y la mermelada empezada. Le enseño el pañuelo del congelador. Le explico que en mi casa siempre tengo un pañuelo helado para el dolor de cabeza, que eso ellas no podían saberlo. Él me mira con cara de no entender nada. ¿la botella de vino también está abierta?, pregunta. ¡Sí!, le respondo entusiasmada, pensando que por fin ha comprendido. Pues ponme un vaso, dice.

un sol espléndido

viernes, 3 agosto 2012. He quedado con alguien. Busco el móvil en una bolsa enorme que llevo a la espalda llena de cosas que no son mías (trapos, una manta, trozos de cables). Llego a la que se supone es la casa de Marcos, cerca de la playa, con un huerto. Me cuenta que su madre siempre presumía de que sus hijos se criaban muy bien. Miramos el mar, está verde, hay oleaje. Está a punto de llover. Tengo ganas de un día de sol espléndido, le digo. Sí, un sol espléndido, dice y echa a correr hacia la playa. Veo a su padre echarse al agua vestido, rígido, parece un tronco. Marcos se tira detrás, a rescatarlo. Corro tras ellos. Elisa y Andrés están en el huerto, les digo que me ayuden. Tenemos que hacer la lista de la compra, me responden. En la orilla hay tres adolescentes mirando el mar. Les pregunto si han visto a dos hombres tirarse al agua. Uno está ahí, dicen. Veo a Marcos flotando boca arriba a medio metro de la superficie, les pido que me ayuden, no se mueven. Saco a Marcos como puedo, está extremadamente blanco, le golpeo el pecho, le grito que no se muera. Marcos se encoge, se pone en posición fetal. Déjame dormir, me dice.

un astronauta en la bañera


jueves, 2 agosto 2012. Voy con una chica por la calle de una ciudad que no conozco, mi hermana es una niña pequeña y nos sigue. La chica, que parece extranjera, me pregunta por algo. Cuando quiero darme cuenta no veo a mi hermana. La busco por todas partes. La chica dice que nos escondamos en un portal y quizá así aparezca.
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Me levanto de la cama y salgo directamente a la calle. Es un barrio de casas matas con jardín. Llego a la casa donde, se supone, me dejé el portátil la noche anterior. Inés está desayunando. Le digo que no la molesto, que recojo mis cosas y me voy. No dice nada. El portátil está en el jardín, pienso que ha pasado la noche a la intemperie. Intento darme prisa, pero los cables son larguísimos y me lleva un rato enrollarlos. Vuelvo a mi casa. Alberto está regando. Oigo la ducha abierta. Imagino que la ha abierto para mí. Entro en el cuarto de baño, la ducha dale del centro del techo, lo moja todo. Dentro de la bañera hay dos almohadas. No sé qué hacer, por dónde empezar. Me meto en la bañera y abro las bocas de los calcetines que llevo puestos. Dejo que se llene de agua como si fueran dos globos. Alberto entra en ese momento y observa el caos. ¡Soy un astronauta!, le digo.

el fumigador y los bombones

miércoles, 1 agosto 2012. Vicente tiene una prueba de teatro. Va vestido de fumigador. Espera su turno en la que fue mi clase de 8ºEGB. Le digo que no se preocupe que lo hará de maravilla. Él pasea de un lado a otro por la clase vacía. En una especie de entreplanta hay varias cajas de bombones. Pienso si comiendo algunos se le pasarán los nervios. Trepo como puedo y alcanzo una caja. Cuando bajo, Vicente ya no está.

esmeraldas con superpoderes y otras cosas que brillan


martes, 31 julio 2012. Se supone que es fin de año. Abro la puerta del que era mi cuarto y veo a mi abuelo Manuel despiéndose de mi padre, lo besa en la boca. Los miro asombrada. El abuelo dice que no nos besa a todos porque tiene prisa. Me alegro. Pienso que yo tampoco tengo mucho tiempo: quiero darle una sorpresa a Juan, ir a verlo, felicitarlo y volver a casa antes de las doce. Mi madre está ilusionada, quiere que me ponga unos pendientes enormes con esmeraldas y diamantes que no sé de dónde han salido. Me los pone, me llegan a los hombros. Sé que no seré capaz de llevar algo así, pero no sé cómo decírselo. No hay luz en las calles, le digo al fin, pueden robármelos. ¡Oh, es verdad!, dice con gestos exagerados, casi cómicos. Es una pena, porque tienen superpoderes, dice cuando se los devuelvo. Efectivamente, noto que el pelo me brilla muchísimo. Muevo la cabeza, tengo una melena de anuncio de champú. Pienso que debo darme prisa, que en estos casos el efecto suele acabar a las doce. También pienso que si Juan ve mi nueva melena y al día siguiente vuelvo a ser yo, se decepcionará y será peor. Mientras decido ante el espejo si voy o no voy a verlo, va pasando el tiempo.
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Parece un aula de colegio, sin mesas ni sillas, pero se supone que es nuestra casa. En el centro hay un muro bajo que hace de cocina americana. Tiene puertas correderas de madera. Quizá acabamos de mudarnos porque no hay muebles, ni cortinas. Todo está pintado en blanco. Los ventanales tienen persianas venecianas verdosas. Lo miro todo con cierta pena. La luz es mala, dice Alberto. Sí, al menos las vistas son buenas, le digo. Por la ventana sólo se ven eucaliptos. Tres tipos abren la puerta de repente. Ya están aquí, dice Alberto con resignación. Uno de ellos es Juano. Al parecer cada cual tiene su misión: Uno busca cosas que hagan ruido al romperse, otro las rompe, y Juano va narrando lo que hacen. Pienso que si es una performance no tiene ninguna gracia. Rompen varios platos, varias tazas. Buscan botellas. Alberto me guiña, como diciendo que las escondió bien. Juano se da cuenta, me dice que no romperán ninguna botella de vino pero a cambio le diga dónde están las de tónica. Señalo el cesto del reciclaje. Juano sonríe, convence a sus amigos de que rompan las botellas vacías, lo narra meticulosamente y se van. La habitación queda llena de cristales rotos que brillan exageradamente en el suelo. La luz sigue siendo mala, dice Alberto.

negativos felices

lunes, 30 julio 2012. Encuentro en la acera unos negativos, los miro al trasluz, en todas las fotos aparece Juan sonriendo.
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Veo pasar una cabeza de camión que arrastra un panel enorme blanco. Elvira y un chico se dejan caer por el panel vertical, hacen figuras con el cuerpo. Cuando pasan, la gente se para y les aplaude.
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Estoy en una cocina enorme donde hay mucha gente trabajando. Unos limpian el techo, otros ordenan cubiertos sobre la mesa. A mí me toca hacer de comer. Francine, el personaje de "American dad", me dice que mejor dedique la mañana a forrar el fondo de los cajones del mueble de los cubiertos, y que no olvide que los cubiertos siempre van en el primer cajón. Pablo, que estaba en una escalera limpiando el techo, se me acerca y me dice: Recuerda que todo acaba expandiéndose.

barco de salón

domingo, 29 agosto 2012. Espero el autobús sentada en un banco de piedra. El bolso se me ha abierto y mis cosas andan desperdigadas. También hay una taza de café. Llega el bus, no me da tiempo a recogerlo todo, lo pierdo. Se para en un semáforo, corro, golpeo la puerta, subo. El conductor se ríe cuando le digo que he perdido mi taza de café. Me da un plano de la ciudad. No entiendo nada. Al cabo de un rato me bajo delante de un edificio blanco en forma de cubo, con ventanas muy pequeñas. Subo al primer piso, la puerta está abierta. Juan y unos amigos dan los últimos toques a un barco que hay atracado en el salón. Pero sois ocho y sólo lleváis cuatro roscos salvavidas, le digo. Juan se ríe, dice que hay mensajes en el contestador para mí. En otra habitación completamente vacía hay un teléfono en el suelo. Hay dos mensajes, uno de Neira y otro de José Luis. Aparece Salvador. Dice que no lo entretenga, que tiene que revisar todos los test. Recuerdo que yo también hice uno. Miro el que está corrigiendo: Alguien ha cosido cristalitos y telas de colores como respuestas.

disfraz de abuela

jueves, 26 julio 2012. Carmen y Enrique se han mudado a la casa de mi abuela. Han pintado las losas del patio en tonos azules y marrones. Carmen me cuenta que su hijo nacerá en octubre. Le miro la tripa y la tiene completamente plana. Entramos en el cuarto de la lavadora. Le cuento que de niña solía esconderme allí. Hay cajas amontonadas donde, sospecho, hay juguetes que fueron míos, pero no digo nada. También hay una bata que fue de mi abuela. No la tires, le digo, puede servirnos para disfrazarnos.

un escritor incurable

miércoles, 25 julio 2012. Encuentro un libro en el jardín de la casa de mi abuela. Lo sacudo de tierra, le falta la portada y las primeras páginas. Está impreso con distintos tipos de letra y en varios tamaños, párrafos en negrita. También hay páginas con sopas de letras y crucigramas. Es la historia de un primer amor. Hay mucha tensión, por ejemplo cuando el chico lleva a su novia a un edificio en obras para acostarse con ella, cómo describe su cuerpo desnudo sobre el cemento, porque uno no sabe si va a besarla o a matarla. Pienso, de repente, que un libro tan bueno sólo puede ser de Chivite. Vuelvo a las páginas de las sopas de letras intentando encontrar alguna palabra que me dé la clave. Alguien que pasa por la acera me dice: No encontrarás pistas, es un incurable. ¿Un incunable? No, un escritor incurable.

el extraño viaje

martes, 24 julio 2012. Subo una cuesta con dos tipos que se empeñan en enseñarme la ciudad.. Parece Italia. Uno de ellos me pregunta por qué llevo un pañuelo en la cabeza. Para esconder las canas. Se ríen, piensan que es broma. Mi madre se me acerca, me zarandea, me dice al oído: ¿Por qué estamos aquí? ¡Estoy harta!, me zarandea. Le digo que no fui yo quien quiso venir, que estamos en la misma situación. Mi madre intenta darme una bofetada. Le agarro el brazo, se lo muerdo. Mientras los dos tipos han subido a una hornacina con un santo, sobre la puerta de un bar, y se hace fotos.

entrevistas y champú para caballos


lunes, 23 julio 2012. Hay una fiesta en casa de Javi. La casa tienen muchas habitaciones y mala luz. Hay una terraza enorme a la que se sale saltando por una ventana. No conozco a ninguno de sus amigos. Todos llevan gafas. Hay mucha comida. Siempre pierdo mi vaso. Alberto va a entrevistarlos. Ha colocado una silla en el centro de la habitación. Todos nos sentamos alrededor. Llega Marcos y se sienta en un rincón, discretamente. Le hago señas. Entiende que estoy preguntándole si van a entrevistarlo y niega exageradamente con la cabeza. Entra otro chico con gafas, muy alto, y se sienta con las piernas encogidas. Pienso que es Jota y que ojalá después se acerque a saludarme, aunque no creo que me haya reconocido. 
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Tiendo ropa en unas cuerdas que cruzan el dormitorio de mi hermana. Una lagartija aparece desde detrás de la cortina y se esconde tras una estantería. Llega Jurdi. Me habla de un amigo al que no le va muy bien. Le digo que es una pena que alguien tan inteligente no haya sabido encontrar su sitio en el mundo. En realidad lo digo por él. Me mira, niega con la cabeza. No pienso volver a trabajar, dice. Le digo que no tiene por qué ser el mismo trabajo, que no vuelva a la tele, que haga otras cosas que le gusten. De repente estamos en la terraza de un bar, delante de la cristalera. Dentro veo a Javier con el pelo a lo perocho. ¿Usará champú para caballos?, pienso. La conversación continúa. El bar es bastante austero pintado en magenta y turquesa. Ves, no me importaría tener un negocio así, dice Jurdi. Yo te ayudo, le digo. Me pone la mano en el hombro. Pero, ¿tú cómo estás?, dice. No respondo, me miro en el cristal, tengo una melena preciosa, no parezco yo. Estoy bien, ahora uso champú para caballos, le digo.

petimetre

domingo, 22 julio 2012. Salgo al patio de la casa de mi abuela, me dice que la ayude a tender sábanas. Me parecen pequeñas para ser sábanas, pero no digo nada. La mitad del patio está cubierto de barro. Como si mi abuela pudiera leerme el pensamiento, me dice que no lo limpie. Deja las cosas como están, dice. Mi abuela entra en la cocina. Una muñeca de colores chillones se levanta del charco de barro e intenta limpiarse la cara. Deja las cosas como están, recuerdo. Le hago fotos. La muñeca me ve y me grita: ¡Petimetre!

carrera y desorden


sábado, 21 julio 2012. Tengo que correr en una carrera en la que hay que hacer en un solo día los kilómetros que un caballo haría en dos meses. Varias personas me ayudan a vestirme como si fuera un torero. Me dan instrucciones. Les digo que quiero llevar libreta y boli por si se me ocurre algún poema mientras corro. Cuento menos peso lleves, mejor, me dicen. En un descuido escondo un lápiz pequeño en la cinturilla del chándal.
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Estoy en la buhardilla de una casa construida sobre la arena, a pocos metros de la orilla. Miro el atardecer tumbada en una cama que está justo al ras de una ventana que da a la playa. Veo a los últimos bañistas recoger sus cosas. La luz se va a una velocidad de vértigo. Veo una isla a pocos metros de la costa. A mi lado hay alguien leyendo, le digo: Antes era una isla, ahora han construido y hasta hay tendederos con ropa. Todo acaba siendo basura y desorden. En ese momento deseo bajar a la playa y coger una piedra, pero me echo a llorar. Me tiro al suelo y me echo a llorar.

cuchara por crucifijo

viernes, 20 julio 2012. Estoy tumbada en la cama, boca arriba con las manos sobre el pecho y los ojos cerrados. Entre las manos tengo una cuchara de madera, del modo en el que se le colocaría un crucifijo a un muerto. A los pies de la cama están Marcos y Thomas Bernhard. Después de pasar los tres un buen rato callados y e inmóviles, les digo: Tengo hambre. Marcos pregunta: ¿Calabaza o mermelada? Algo naranja, el color naranja lo arregla todo, responde Bernhard.

perder y volver


jueves, 19 julio 2012. Subo la cuesta de Fuente Olletas con una bolsa enorme de deporte. Pesa muchísimo. Delante de mí, un chico arrastra también su bolsa. Cada tantos pasos miramos hacia atrás por si aparece el autobús. Al parecer, si lo perdemos, tendremos que esperar hasta el día siguiente. Por fin estamos en la parada, dejamos las bolsas en el suelo. El bus llega y pasa de largo. El chico y yo nos miramos decepcionados.
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Daniel y yo llegamos a la que fue la casa de mi abuelo. Se supone que ahora es su casa. Subimos la escalera muy despacio. Daniel dice que tengo que contarle muchas cosas. Llevas años de retraso, me dice. Entramos en un dormitorio que parece de niña, con muebles pequeños pintados de blanco. Me abraza. Voy a la cocina, pero no te vayas, dice. No pienso volver a marcharme, le digo.

en obras

miércoles, 18 julio 2012. Se supone que Alberto y yo llevamos unos días preparando una especie de nave en el campo para cuando lleguen los amigos. Hemos hecho muros bajos para separar el espacio en habitaciones. Todo está revuelto y sucio de cemento. En una mesa enorme hay restos de tartas de distintos sabores. Oigo que afuera derrapa un coche, salgo, el coche no tiene puertas, veo que lo conduce Nacho. Ya llegan y nada está en su sitio, le digo a Alberto. Vuelvo dentro, huele  a gas, veo tres hornillas encendidas. Creo que una va a explotar, digo y en ese mismo instante explota. Tengo que ducharme, le digo. Entro en una habitación donde sólo hay un catre en un rincón y una manguera en otro. Todo da asco, me ducho con los calcetines puestos para no pisar el suelo descalza.

kiosco de piel


martes, 17 julio 2012. Al ir a hacer la cama encuentro dos piedras enormes entre las sábanas. Miro al techo y veo un agujero. Le pregunto a Alberto si no ha notado que le han caído dos piedras encima mientras dormía.
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Desde la terraza de la que era la casa de la abuela de Odila, veo pasar a un tipo con capa y melena al viento. Pasa dos veces y mira hacia arriba. Toda la calle está a oscuras, él irradia su propia luz.
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Estoy en lo que parece la sala de espera de la consulta de un médico. El médico sale y me hace preguntas muy personales delante de todo el mundo. No respondo. Me hace pasar a la consulta, me toca la tripa, dice que será mejor hacerme una radiografía. Me da unas bolsas para los pies y dice que espere. Intento decirle que ya me hicieron una ecografía y una colonoscopia, pero no me hace caso.
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En la esquina de la calle donde viven mis han vuelto a poner el kiosco que había cuando yo era niña. Al acercarme veo que el kiosco está hecho de piel humana y tiene ombligo.

recuerdos gelatina

lunes, 16 julio 2012. Llego a la casa de mis padres, mi madre dice que tengo visita. La hija mayor de Chivite acaba de llegar de viaje, lleva pijama y bebe un tazón de leche. Hablamos de ciudades, le pregunto por Nepal, por Buenos Aires. Dice que Buenos Aires no le gustó y que nadie la comprende cuando lo dice. De repente me parece estar una calle de Buenos Aires, llena de gente y de tráfico ruidoso. Camino muy rápido a pesar de llevar unos tacones altísimos. No sé qué hago allí, pienso que quizá pueda volver a casa a través de una tienda de discos. Las escaleras mecánicas son rodillos con púas de goma a las que hay que agarrarse para no caer. Le pregunto a una chica por la sección de música clásica. Llevas a Scriabin en una chapa, me dice. Le respondo que sí, que es Scriabin para poder marcharme cuanto antes (aunque el de la chapa es Peano). Me indica cómo salir de allí. Aparezco de nuevo en casa. Hay un chico de unos 20 años idéntico a Chivite. Me habla de su nueva impresora, de que las fotos se borran a los pocos días y está desesperado. No hay manera de conservar nada, dice. Le cuento que he descubierto un modo de conservar los recuerdos convirtiéndolos en gelatina, voy a la cocina y cuando vuelvo, el chico vuelve a ser la hija. ¿Ves esto?, le digo enseñándole una bolsita con gelatina rosa congelada. ¿Te enfadarías mucho si te dijera que he conseguido colorear y congelar la respiración de tu padre?, le pregunto. ¡Cómo voy a enfadarme!, ¡Yo habría hecho lo mismo!, dice entusiasmada.

ciruela por céntimo


domingo, 15 julio 2012. Pepo está muy agobiado porque debe empezar la presentación de un libro y el presentador no ha llegado. Le digo a Juan, que anda por allí, que lo presentemos entre los dos. Juan y yo subimos a una tarima de madera y hablamos entre nosotros del libro. ¡Goooooool!, nos gritan entusiasmados desde el público.
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Camino por la calle detrás de una familia. Madre, hijo y abuelo. El niño dice: Mira, El prado. La madre le dice que no, regaña al niño. Los alcanzo en un semáforo. El niño y el abuelo insisten en que quieren visitar el museo. La madre les regaña como si tuvieran a misma edad. Sí es El prado, intervengo, y más allá está El retiro. El niño me mira feliz. Le cuento que el museo era gratis para los españoles enseñando el DNI, y que yo iba casi todos los días con un carnet enorme azul. El niño se ríe. Estamos en el hall del museo, al abuelo le dan una revista sobre arte japonés contemporáneo. La mujer se lo quita, dice que las entradas son muy caras, que hay que pagar incluso para ir al servicio. Recuerdo que necesito ir al servicio. A la puerta hay una mesa pequeña de madera con trozos de tarta. La camarera me tiende un trozo de papel del tamaño de un folio. Le doy 30 céntimos y, como no tiene cambio, me da una ciruela pasa, aclarándome que no tiene hueso. Detrás de la mesa también está Cristina Chaneta, una niña del colegio a la que no veo desde hace años. A ver qué tarta eliges, dice. Hay triángulos de chocolate y limón. Alberto es alérgico al chocolate, respondo. En ese momento caigo en que no sé qué hago en Madrid, que son más de las diez de la noche y que debería llamar a Alberto. Al sacar el móvil del bolso, saco una toalla de playa. De repente, estoy en casa tendiendo la toalla en la terraza. Miro la hora en el móvil. Las diez en punto.

un objeto inexplicable de dos puntas

sábado, 14 julio 2012. Hemos quedado en un bar. Hay gente que no conozco alrededor de una mesa enorme. Si estirara los brazos no alcanzaría a los que tengo enfrente. Enfrente tengo a Chivite y a su mujer. Te he traído un regalo, le digo y le lanzo un rotulador con una punta en cada extremo. Su mujer lo alcanza antes que él. No sirve para nada, dice y se lo da. Chivite lo observa detenidamente, lo estudia como si fuera un mapa. La punta fina es para que escribas, la gruesa para que dediques tus libros, le digo medio en broma. Él sigue observando el rotulador como si fuese algo de otro mundo. Un objeto inexplicable de dos puntas, dice al fin.

penitencias

viernes, 13 julio 2012. Salgo de la casa de mis padres y me siento en la acera. Me desplazo sin esfuerzo, empujándome con las manos. La calle está como cuando era niña. El kiosco todavía está en la esquina, los autobuses son color crema, los taxis negros con una raya azul. Pienso que podría ir a ver a Rosamari. Hace más de 25 años que no nos vemos. Su padre está en la puerta de la tienda, no me reconoce. Le pregunto por su hija. No está, está su hermana. Quiero irme, pero entro. María José no se extraña al verme. Le pregunto por Rosamari, dice que está bien, que mañana estará en la tienda, que ella ahora tiene prisa porque tiene que hacer penitencia. Le digo que yo también. He venido sentada en vez de andando, le digo. Me mira con desprecio. Me despido en a esquina de la calle de mis padres. Dime el mail de Rosamari y mejor le escribo, le digo. No vas a acordarte, dice, ie@mas.com. Pienso que acaba de inventárselo. No le digo nada, me da igual.

sopa de doraemon

jueves, 12 julio 2012. Parece que hay un congreso en un hotel cerca de la playa. Alberto y yo llegamos tarde, cuando todos están ya en sus mesas comiendo. Alberto dice que tenemos las sillas 60 y 61. Las mesas están agrupadas de diez en diez. Cuando llegamos a la nuestra, unas chicas nos ofrecen sopa. Cada una come directamente de una sopera. Parecen dibujos animados. Incluso la sopa se parece a la que come Doraemon. No digo nada, pienso que ya está bien de hablar de dibujos animados, que debo empezar a parecer una persona serie. Llega Fernando muy contento, ocupa la silla número 62, y dice: He preguntado si se puede bajar al restaurante en pijama y me han dicho que sí! ¡Mira, la sopa de Doraemon!, le respondo entusiasmada.
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Juan da una fiesta en su casa nueva. Es un apartamento pequeño sobre la arena (no es que esté en primera línea de playa, es que está construido sobre la propia arena). Lo veo a lo lejos, atendiendo a los invitados. Yo intento mantener la intendencia: que no falten vasos, hielo, saludar a los que van llegando. De repente todos se han ido, sólo quedan su hijo y un amigo (que en el sueño tienen unos 5 años). Quieren que juegue con ellos a las parejas. Les advierto que soy muy buena. Se ríen. Los niños echan las cartas al fregadero. Juan aparece en la cocina, está muy cansado, se pone a fregar vasos, las cartas se van por el desagüe. Pienso que es hora de que me vaya, antes entro al cuarto de baño y hablamos a través de la puerta abatible. Te han dejado esto bueno, le digo. A través de la puerta, me cuenta que está muy solo a pesar de tener a sus padres en la casa de al lado. Lo escucho hablar sin decir nada, sin saber qué decir.

recalcitrantes

miércoles, 11 julio 2012. Salud da una fiesta en su casa (aunque la casa del sueño no se parece a su casa). En la acera hay una pequeña barbacoa. Cada uno debe recordar la forma de su trozo de carne, dice alguien. Parece que se lo pasan bien. No conozco a nadie, así que procuro quedarme en la cocina haciendo fotos. Desde allí, oigo decir que es hora de bailar. Saco unos vasos de un mueble y hago que los friego por, si vienen a por mí, que me vean ocupada. Salud me pregunta qué hago. Tengo fiebre, le digo. Sal, no te preocupes, sólo quedan los recalcitrantes, dice muy contenta.

pijameras, pasaportes y clara de huevo

lunes, 9 julio 2012. Alberto, Sanmartín y yo (y dos chicas que no conozco) vamos por la acera en una especie de carricoche de lata. Paramos en un cruce. Alberto dice que quiere que Sanmartín vea a "las pijameras". Mientras esperamos a que pase alguna, me fijo en que Alberto va en pijama. Como si me leyera el pensamiento, Sanmartín dice: Yo también. Alberto lleva un pijama con ositos rosas, y Sanmartín uno con ositos azules.
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Llego a casa de mi abuela, noto cierto revuelo. Todo el mundo hace algo con prisa. ¡Date prisa, mañana nos vamos a parís!, dice alguien. Salgo al jardín y escarbo en la tierra con un palo. Alguien me pregunta si ya tengo hecha la maleta, y que sepa que soy la encargada de los pasaportes. De repente estamos en un aeropuerto (aunque el aeropuerto es sólo una mesa de playa que hace de mostrador). La azafata me pregunta si soy la encargada de los pasaportes. Le entrego un trozo de papel. Pueden pasar. Al menos veinte personas, familiares y desconocidos, pasan al avión. Entre ellos está Nacho. Nacho me dice en voz baja que necesita su tarjeta de embarque. La azafata lo oye y lo empuja con los otros viajeros. Mientras lo empuja le grita. ¡Estoy harta de exigencias!
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Estoy a la puerta de una cabaña con un grupo de desconocidos. Cada uno trabaja en solitario, yo coso ramas y hojas a un tronco seco. Algunas cortezas se levantan y tengo que volver a empezar. Una de ellas huele a algarrobas. Era un algarrobo, le digo al chico que está a mi lado cascando piedras como si fueran nueces. Una chica dice que necesita una cáscara de huevo. Le abro uno y del huevo sale una cara gelatinosa translúcida. La chica se la lleva para enseñársela a los de dentro de la cabaña. Todos se asustan, dicen que no debería haber entrado con eso en la mano, que ahora ese fantasma se quedará en la cabaña para siempre. De repente me pregunto qué hago yo allí, quiénes son y, sobre todo, cómo podría largarme cuanto antes. Aparece Salva con una blusa blanca con encajes, muy bonita. Intenta quitarle hierro al asunto. Pienso que cuando deje de hablar le pediré que me saque de allí.

un buen trabajo

sábado, 7 julio 2012. Camilo me cuenta que ha encontrado un nuevo trabajo y está muy contento, solo le hacen falta referencias. ¿Puedes ayudarme?, dice. Ahora mismo te escribo una carta de recomendación, ¿qué quieres que ponga? Ven, dice. Llegamos a un bar con la barra en S. Me siento en el extremo más discreto, con la espalda pegada a la pared. Él se sienta en el otro, iluminado. Sólo tienes que asentir cuando te miremos. No me da más explicaciones, pero le digo que lo haré. Mientras esperamos, cada uno en un extremo de la barra, pienso que va a trabajar de gigoló, y que cada vez que una chica le pregunte si es bueno en la cama, me mirarán para que yo asienta. No me parece mal trabajo, ni el mío ni el suyo. Sin embargo no se le ve contento, está echado sobre la barra y sostiene la cerveza con las dos manos. Pienso que quizá el trabajo sea con hombres y por eso está mal. En el momento en el que voy a levantarme para decirle que nos vamos, que ya encontrará otra cosa, se le acerca una chica guapísima, hablan, se ríen. Camilo me señala, le chica me interroga con la mirada. Estoy tan contenta de que no sea un hombre, que en vez de sólo asentir, le dedico una sonrisa enorme y levanto los dos pulgares como diciendo "las mejores referencias".

a la carrera

jueves, 5 julio 2012. Jorge y yo hemos quedado con otros amigos en un restaurante. Todas las aceras están levantadas y nos cuesta andar. Cada esquina ha sido tomada por una mujer disfrazada de soldado (disfrazada porque no es un uniforme, es algo que quiere parecer un uniforme, pero mezclando prendas de andar por casa). En cada esquina hay sacos amontonados. Algunas llevan armas. Una de ellas nos persigue, dice que hemos pisado su esquina y va a matarnos. Me sorprende lo rápido que es Jorge. Incluso me agarra de la mano y hace que yo corra a su velocidad. En la carrera le pregunto: ¿Vamos bien para el restaurante? No tengo ni idea, dice, si te digo la verdad no sé ni en qué ciudad estamos.

todos es todos

miércoles, 4 julio 2012. Mi madre dice que este año me toca comprar todos los regalos de Navidad. Siempre lo hago, le digo. No, todos es todos, aclara. Todos es: los tuyos para los demás, los de los demás para los demás y los de los demás para ti. Estoy mirando el escaparate de "El río de la plata" donde mi madre nos compraba los uniformes para el colegio. Mi hermana se me acerca y dice que espera que le compre esa muñeca. Señala una muñeca de su tamaño, con la cabeza cuadrada. ¿Y sabes qué quieren los demás? Todos quieren muñecas, dice.

taburetes giratorios

martes, 3 julio 2012. Estoy en casa de la familia Chivite. Su mujer dice que la ayudemos a organizar las mesas para la cena. Improvisamos una mesa en U, usamos incluso la mesa de la plancha. Las cubrimos con distintos manteles y sábanas. Seremos diez, ¿verdad?, me pregunta. Se supone que después irán a cenar algunos de mis amigos. Sus dos hijas ordenan la habitación. Les digo que salgo a por mis amigos. Chivite se me acerca, me retira el pelo de la oreja y me dice al oído: Respóndeme sólo sí o no. Me hace una pregunta. ¿Cómo puedes pensar que no?, respondo. Mientras voy a recoger a mis amigos pienso que no le he respondido sí o no como me pidió, que soy un desastre, que no soy capaz de ceñirme a unas reglas. Mis amigos bajan de un autobús. El autobús ha tenido que esquivar a un grupo de azafatas que se habían tumbado en mitad de la calzada. No comprendo nada. Es que no quieren volver a su país, me explica Francis. En realidad no son azafatas, son astronautas, dice Emilio. Francis dice que estoy muy guapa, que nunca me había visto tan arreglada. Me fijo en que llevo ropa que no es mía ni de mi estilo siquiera. Un traje de chaqueta ajustado color burdeos, unas medias de red y unos tacones años 60 de punta cuadrada. Me veo horrible, per no hay tiempo. Llegamos a casa de los Chivite. Les digo que esperen en una habitación con vitrinas llenas de lo que parecen recuerdos de viaje. Hay figuritas de cristal y de madera, sobre todo de caballitos. Los miro desde el cuarto contiguo. Los dos cuartos están separados por una pared de cristal. Pienso que puedo verlos sin que me vean. Ayllón baila alocadamente, mis primas se ríen. Algunas figuras caen al sueño. Mi sobrina las vuelve a poner en su sitio. ¡Al que rompa un solo caballo no vuelvo a dirigirle la palabra!, les grito. Todos suben ordenadamente la escalera para cenar. Las mesas ya no están en U, ahora es una mesa muy larga y muy alta. Tendremos que cenar sobre taburetes giratorios, aclara Chivite. La hija pequeña de Chivite acuna a un bebé que llora porque se ha caído de su taburete. Se supone que ese bebé es el hijo de mi sobrina. ¿Cuándo has tenido a ese niño y dónde está tu hija? le pregunto. Mi madre se acerca a Chivite con un atlas enorme. Le pregunta si para pasar de un estado a otro hay que pagas peaje. Chivite le explica con paciencia el mapa de Estados Unidos y las fronteras donde hay que pagar. Miro a mi alrededor y todo es caos.  Pienso que tiene paciencia de Santo. El único que está quieto, sin tocar nada, es Antonio. Al caos ayuda la música de fondo, una chirigota a todo volumen. No sé si llegamos a cenar, pero llega el momento de ver la primera película que ha escrito y dirigido Chivite. Una especie de road movie con coches enormes de goma que me parece realmente mala. Como si pudiera leerme el pensamiento, Chivite me mira y me aclara: Es de risa.

dulces azotes

lunes, 2 julio 2012. Voy con un grupo para que nos hagan una visita guiada a lo que parece el almacén de un Ikea. Nos suben en una especie de vagón muy rudimentario y pasamos por delante de cajas con artículos, casi todos de plástico de colores. Vamos de pie, amontonados. Delante de mí va Concha. A veces tengo que agarrarla de la cinturilla del pantalón, porque ve algún artículo que le gusta y se lanza a por él. ¿Para qué necesitas eso?, le pregunto cada vez que pesca algo. Me mira con cara de niña la mañana de Reyes, y no puedo hacer otra cosa que ayudarla a pescar objetos. Llegamos por fin a una sala. Todos se sientan ordenadamente. Yo me quedo en pie, con la espalda apoyada en el muro. Camilo está detrás de un atril y va a leer algo. Una chica negra, grande, guapa, con los labios pintados de rojo y un pañuelo atado a la cabeza, intenta hacer en lenguaje de sordos lo que Camilo va leyendo. Camilo lee demasiado rápido. Le hago señas, pero parece no entender mi lenguaje de sordos improvisado. La chica se quita el pañuelo de la cabeza y le caen hasta el suelo trenzas y rastas. Las agarra como si fuesen una red y azota a Camilo con ellas. Todos aplaudimos.

correspondencia

jueves, 28 junio 2012. María y Camilo se levantan con prisa, dicen que no tenemos tiempo. Camilo intenta ponerse unas alpargatas a la vez que se come una magdalena. Cuando salimos a la calle comienza a llover. Los tres llevamos alpargatas y se hinchan al mojarse, nos pesan, no avanzamos. Le pregunto a María que cómo no ha tenido hijos, que si piensa tenerlos. Como respuesta, dice que vayamos al portal de la casa de mis padres para jugar con los buzones. Nos sentamos en el suelo y separamos la publicidad de la correspondencia. Encontramos varias cartas para mí. María las va abriendo y clasificando. ¡Otro regalo de navidad!, dice cada vez que abre un sobre.

una jirafa, una cebra

martes, 26 junio 2012. Llego a una especie de iglesia con una puerta de más de diez metros de alta, muy pesada. La empujo con todas mis fuerzas. Detrás no hay nada. Andrés dice que no la cierre, que deje correr el aire. En el suelo hay un agujero por donde sale aire muy frío. Llega Antonio, dice que la lectura de Sanmartín va a empezar. Me extraña que lleve bolso. Dice algo sobre que todos los poemas deben rimar. Hasta los tuyos, dice y me pega con en bolso. No comprendo nada. La iglesia se transforma en una playa. Sanmartín juega con la arena. Le pregunto si busca algo, pero no dice nada y me pongo a buscar con él. Mientras, Andrés y Antonio se han convertido en jirafa y en cebra, y van vestidos de legionarios. Se calientan las manos un una pequeña hoguera.

obstáculos

lunes, 25 junio 2012. Busco el paseo marítimo para correr. No conozco la ciudad, voy  preguntando a la gente con la que me cruzo, pero, como voy corriendo, o no me hacen caso o no me entero de la respuesta porque ya me he ido. Una niña me dice que le duelen los zapatos que lleva puestos, que le diga a su madre que se los cambie. Si dejar de dar saltos, como hacen los que corren en los semáforos, intento decirle a través de la ventana a una mujer que duerme, que a su hija le duelen los pies porque los zapatos llevan cremalleras en la punta. Ni caso. Mientras la mujer duerme, o hace que duerme, en la tele anuncian el último trabajo de Sabina. Es una canción de Sr. Chinarro, incluso con su misma voz. Pienso que tengo que avisarlo de que Sabina lo ha plagiado.

un manitas

domingo, 24 junio 2012. Mi madre y Fernando arreglan algo sobre la mesa, algo muy pequeño que les hace estar pegados, con las cabezas muy juntas. Pienso que parecen dos cirujanos operando a una hormiga. Ni si quiera se dan cuenta de que he llegado, así que enciendo el ordenador y me pongo a escribir. Al cabo de unos minutos recogen lo que estaban haciendo. A otra cosa, dice Fernando. Mi madre abre un cajón y saca un puñado de baratijas rotas. ¡Este chico es un manitas!, dice entusiasmada.

memoria selectiva

viernes, 22 junio 2012. Estoy con dos chicas en lo que parece el hall de un hotel. Por allí pasan escritores y actores conocidos. Entra Raúl Arévalo, se acerca a nuestra mesa, me abraza efusivamente, como si nos conociéramos de toda la vida, como si lleváramos mucho sin vernos. Habla con las chicas de David González. Me preguntan por él, pienso que esperan que lo critique. David es como yo, no tiene memoria para lo malo, les digo. Nada más decirlo, me pregunto si será cierto.

dientes metálicos

miércoles, 20 junio 2012. Estoy en una habitación desordenada con una chica. Mientras ella se arregla para salir yo hago tiempo acariciando a su perro. Alguien abre la puerta sin llamar, con su propia llave. Parece de una agencia y viene a enseñarle el piso a un grupo de gente que toma apuntes de todo. El piso no es más que una habitación cuadrada, pero los que han llegado hablan de sus muchas posibilidades y se ponen a hacer obras inmediatamente.
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Se supone que mi madre está en el hospital y voy a ir a visitarla. No sé qué llevarle, no sé qué necesitará si ropa o revistas. Meto un poco de todo. La bolsa pesa demasiado y pienso que quizá ya le hayan dado el alta. Vuelco de nuevo la bolsa sobre la cama. Pienso que no sé en qué hospital está ni cómo llegar hasta allí.
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Camino por la calle, parece que tengo prisa. Al llegar a las terrazas de la Plaza del Obispo veo a una camarera cantando entre las mesas. Canta menús y tapas. Veo a Maldonado y me acerco a saludarlo. Me pregunta si Alberto encontró por fin título para su último documental. La camarera se saca la dentadura y deja ver unos dientes metálicos perfectamente alineados. Quiero largarme de allí cuanto antes.

¡viva murcia!

martes, 19 junio 2012. Paseo con mi hermana por una ciudad con edificios coloniales. Al llegar a una bodega, mi hermana dice, ¡Viva Murcia! Nos sentamos en una terraza. Llega su exmarido y otro chico que se sienta a su lado y la abraza. Le hago señas para que se separe un poco de su nuevo novio porque mi excuñado está a punto de llorar. Surgió así, dice ella. Mientras tanto, el camarero nos ha servido sin preguntar dos tés y dos cervezas.

despertar


domingo, 17 junio 2012. Me despierta el teléfono en una casa que no reconozco. Oigo una voz que tampoco reconozco, que me habla en lo que parece algún idioma africano. Termina diciendo: Dime si quieres venir. Pienso que es Andrés, que me llama desde Ciudad del Cabo. Hay también un mensaje en el contestador. Es la voz de Omar. Dice que si no sé dónde estoy suba al tejado de la casa. Subo. El tejado es plano y hay zarzas que me llegan a las rodillas, me arañan las piernas. Miro a mi alrededor y sólo veo un bosque algo seco con caminos de tierra.

la excusa del tiburón

viernes, 15 junio 2012. Paso por delante de una tienda de bolsos y recuerdo que mi hermana quería uno rojo. Antes de entrar, no sé cómo, meto el mío a través del cristal y lo dejo en el escaparate. Todo está a contraluz, tropiezo, casi me caigo. La tienda ha cambiado, ahora parece una almoneda. La dueña está sentada detrás de una mesa camilla. Le pregunto si puedo pasar al escaparate porque he dejado mi bolso allí. Al entrar, rompo una puerta de cristal. La mujer me explica que son puertas especiales para guardar dentro encajes, que ella guarda encajes incluso dentro del cristal de los vasos. Sin dejar que yo diga nada, comienza a hablarme de relojes de comunión. Como quiero irme de allí, y para no seguir la conversación, le digo que a mí no me regalaron ninguno. Me mira con desconfianza. Se me acerca un niño, me pregunta si voy a quedarme a comer. Le digo que tengo que irme a casa, con mi gato y con mi perro. Tú no tienes gato ni perro, dice. No, pero tengo un tiburón enorme, le digo. El niño dice que quiere ir al baño. La mujer me da dos pulseras de cuentas de plástico, se supone que son las llaves de los baños, y dice: Adivina cuál es cuál. El niño grita y se ríe: ¡Están mojadas, están mojadas!

despertador con plumas


martes, 12 junio 2012. Estoy durmiendo. Suena el despertador. El despertador es una caja de cartón grande, que hace las veces de mesa de noche, con una gaviota dentro. La gaviota chilla. Le doy unos golpecitos y se calla. Me levanto
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Marcos me cuenta que tiene el hígado muy mal. Lo tengo hinchado, mira. Le toco el vientre, enorme como una embarazada de ocho meses. También tengo una piedra. Vuelvo a tocar. Donde antes había vientre hinchado ahora hay un bulto del tamaño de una pelota de tenis. Tienes que operarte, le digo. No te preocupes, si pides la piedra te la darán en un tarro con formol.
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Hay tres ascensores sin paredes ni puertas. Los botones no tienen números, tienen dibujos. En dos de ellos se ven unas bolsas de basura atadas con lazos rojos. No sé a qué piso voy, no sé dónde estoy.
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Una chica llora en el pasillo de casa, junto a la puerta del baño. Dice que no hay agua y no puede ducharse. Voy a la terraza, todas las plantas han desaparecido. Ni siquiera hay manguera, le digo a la chica, pero no te preocupes, ya encontraré una solución. La chica sigue llorando, se me te en el cuarto de baño y comienza a cortarse el pelo a trasquilones.

puerta verde


lunes, 11 junio 2012. Fernando y yo bajamos por la calle Arganzuela de Madrid. Le llama la atención una puerta pequeña de madera pintada de verde. Ni te imaginas lo que hay detrás, le digo, pero ten cuidado al entrar. Fernando sube un par de escalones, entra con tantas ganas que se golpea la cabeza con el marco de la puerta y cae. Está tumbado en la acera, boca arriba. Por la calle pasa gente que ni nos mira, intento reanimarlo. Suena su móvil, respondo. Una voz de mujer me dice: Lleva la tarjeta sanitaria en el bolsillo de la camisa.

un verdadero apache

viernes, 8 junio 2012. Parece una habitación de hotel aunque a ratos parece un hospital. Allí está mi familia, en la terraza, alrededor de una mesa haciendo tiempo. En la habitación está mi tía haciendo un recuento de muestras de cosméticos. Mi hermana y Andrés están en un sofá viendo fotos.  Salgo al pasillo. La moqueta está llena de cáscaras de pipas. Entra y sale gente de la habitación de al lado. El ministro de Economía me saluda. Dice que desde la habitación no se entiende nada Es por el eco, le digo. Lo acompaño hasta el punto del pasillo donde se oye bien. Lleva chaqueta y corbata, pero en vez de pantalón, una falda gris por la rodilla y unos tacones negros de aguja. Lo que quieres oír es un discurso que alguien está dando en la calle. Vuelvo a la habitación de mi familia. En el pomo de la puerta hay dos pelucas, una rubia con flequillo y otra pelirroja. Me pongo la pelirroja, la melena me llega a la cintura. Encima me coloco un gorro de lana. ¿Qué tal me queda el pelo largo? Mi hermana tuerce el gesto, Andrés dice que a mí todo me sienta bien, mi tía sigue contando cosméticos. En la terraza, al rededor de la mesa, ya no están mis padres, hay un montón de niños. Uno de ellos se acerca a tocarme el pelo. Tira fuerte, le digo. Se queda con cara de asombro y la peluca en la mano. Ya eres un verdadero Apache, le digo.

turistas


jueves, 7 junio 2012. Alberto me dice que hay que darse prisa si queremos ver la ciudad. No sé a qué se refiere. Salgo de un salto de la cama. No hay tiempo, dice Alberto, agárrate fuerte. Sin duchar, ni vestir siquiera, me abrazo a él. Desde la terraza toma un pequeño impulso y volamos en vertical. Efectivamente, está anocheciendo y desde donde estamos se ve una ciudad desierta. Sobrevolamos una zona de edificios de piedra en ruinas. Alguien desde abajo nos hace señas, algo así como que nos volvamos a casa porque van a cerrar.
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Llueve, entro en un bar para resguardarme. Hay mucha gente, consigo llegar hasta un rincón donde hay una tabla en la pared que hace de barra. Comienzo a sacar todas las cosas del bolso y voy secándolas con servilletas de papel. Hola, me dice el tipo que está en el taburete de al lado. Es Chivite. ¿Pero qué haces tú aquí? Como única respuesta saca de su bolso algunos objetos muy parecidos a los míos: una moleskine de cartón, un rotulador de punta fina, unas llaves sin llavero. Lo que más me llama la atención es que lleve un monedero de ante con cremallera, idéntico al mío. ¿De dónde lo has sacado? Me lo regalaron mis hijas cuando fui abuelo, dice. ¿Has sido abuelo? No. ¿Y quieres serlo? No, ¿y tú? No lo sé. ¿Quién te lo regaló a ti? Mi padre, aquí guardaba el tabaco de pipa. Después pide que le enseñe mi libreta. Las hojas están sueltas, arrugadas y mojadas, me da vergüenza que las vea, las guardo en el bolso. Mientras hablamos llega Daniel y se toma un café a nuestro lado. Te presento a mi amigo Daniel. Antes de que Chivite se vuelva, Daniel me hace un gesto de "déjame en paz" con la mano y se va. Chivite me pregunta si ha ido mucha gente a la manifestación. Le digo que no, que por culpa de la lluvia no ha ido casi nadie. Quiero preguntarle qué hace en Málaga, si ha venido a la manifestación o a la lectura de su amigo Félix Grande. Como si pudiera leerme el pensamiento, dice: he venido a la lectura de Félix. Tengo que irme, meto todas mis cosas en el bolso. Nos vemos mañana en la lectura, entonces, le digo y me voy sin despedirme. Al llegar a casa, Alberto me está esperando con una enorme maleta. ¡Nos vamos!, dice muy contento. Pienso que tengo que avisar a Chivite de que no podré ir a la lectura, descuelgo el teléfono y, al ir a marcar, recuerdo que no tiene móvil.

un globo

miércoles, 6 junio 2012. Voy andando por la Alameda de Colón, entre los coches. No avanzo nada porque hay atasco. Saco un globo del bolsillo, lo inflo y me elevo. Veo los coches cada vez más pequeños desde el aire, los dejo atrás.

agujas del seis

lunes, 4 junio 2012. Hago la maleta a toda prisa, meto la ropa sin doblar, no miro si es de verano o de invierno, no calculo los días. Dudo si meter libros o el punto. Meto libros, los saco, meto una bufanda a medio hacer. Pienso que no me dejarán entrar en el avión con unas agujas del seis. Vacío la maleta sobre la cama. Vuelta a empezar.

el blanco es el color de la risa


sábado, 2 junio 2012. Estoy durmiendo sobre un cartón en la acera.  Llega un grupo con pinta de haber pasado toda la noche de bares (entre ellos Carlos, Susi, Blanco y Camilo). Susi pone canciones de los Kinks en un pequeño equipo de música que hay junto al cartón. Nadie dice nada, parecen muy cansados. Al momento deciden marcharse. Quiero ir con ellos, pero tengo que llevar un paquete a casa de mi abuela. Corro por la calle, avanzo muy rápido. Con las prisas he salido en pijama. Pienso que si tuviera los pechos más pequeños correría aún más rápido. Los pechos se me hacen más pequeños al instante. Dejo el paquete en la ventana que da al jardín. Es tan temprano que temo asustar a mis tías. Soy yo, no pasa nada, digo al dejarlo entre las macetas. Corro de nuevo para unirme al grupo, los veo sentados en una grada, todos van de negro menos Camilo. Le hago señas, me saluda con la mano, hace señas para que me acerque. Menos mal que tu camiseta es amarilla, le grito.
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En la acera, delante de la casa de mi abuela hay una madre muy joven jugando con su hijo. Cuando paso, ella le dice al niño que mire mi falda. Llevo una falda blanca de tutú con mucho vuelo, parece un merengue. El niño la toca El blanco es el color de la risa, dice. Le digo a la madre que he visto jugar a su hijo muchas veces y pienso que es un verdadero artista. Sí, hace cosas bonitas con arena. Intento convencerla de que no pueden estar todo el día jugando en la calle, que el niño debería estudiar, que no debería desperdiciar tanto talento. De repente pienso que es Juano de niño. Caminamos, llegamos a un túnel donde ella, dice, tiene que entregar un trabajo. El niño y esperamos fuera. ¿Qué son?, me pregunta señalando unas tumbas viejas. Son tumbas, ¿sabes lo que son? Ah, sí, es querer levantarse a comprar más césped y no poder.

una boda

jueves, 31 mayo 2012. Llego a una explanada de adoquines en cuesta. Es difícil andar poruqe llevo unas sandalias de tacón. Voy vestida para una boda. Dos coches blancos derrapan en el centro de la explanada, casi me atropellan. Sale una novia y posa ente los coches. Un tipo me empuja junto a otros invitados a un salón de actos. Me siento en la última fila. Hablan de los novios, hacen chistes malos. Cuando dicen el nombre de los novios, pienso que me he equivocado de boda, pero hay gente a los dos lados, las butacas están muy juntas y no puedo salir de allí.

superpoder

lunes, 28 mayo 2012. Espero a Carlos a la puerta de su casa. Lleva una chaqueta de terciopelo verde y unos zapatos trenzados. Parece mayor. Bajamos en bici una avenida peatonal. Entramos a un restaurante y nos sentamos con un grupo. No conozco a nadie. El tipo que está a mi lado come ensalada, tose y expulsa un aro blanquísimo de cebolla que no vemos dónde ha ido a parar. Carlos, al otro lado de la mesa, se quita un zapato, saca el aro de cebolla y lo devuelve al plato. El aro ha traspasado la mesa y tu zapato, dice el chico. Pues ya sabes cuál es tu superpoder, le responde Carlos.

almohadas cervicales

domingo, 27 mayo 2012. Mi padre quiere que lo ayude a redecorar su dormitorio. Dice que quiere quitar todas las almohadas de la pared y sustituirlas por cuadros. No te he entendido muy bien, pero vamos allá, le digo. Efectivamente, cuando entro en su cuarto veo toda una pared cubierta de almohadas cervicales de viaje. Tú sólo ve desinflando, dice.

aviones plateados


sábado, 26 mayo 2012. Grabo imágenes por la calle, imágenes normales de gente que pasa. Hago zoom en sus ojos, sus bocas y sus zapatos. Llego a una especie de hangar, estoy cansada y busco un sitio para sentarme, pero todo está sucio de cagadas blancas y enormes de gaviota. Veo a Rafa sentado en una silla metálica plegable. Me pregunta si he grabado a chicas desnudas. Niego con la cabeza. Siempre pensando en lo mismo, le digo. Claro, dice, la vida es corta. Se ríe, nos reímos. Llega Juan muy apurado, dice que estaba buscándome, que me acompañará a casa. Antes quiero ver los aviones, le digo. No son más que aviones plateados, así que vámonos a casa, repite llevándome de la mano.
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Voy en una barca pequeña de madera. También van unos niños que juegan a empujarse. Pienso que, al menos a ellos, deberían haberles puesto chaleco salvavidas. La barca es muy inestable. Uno de los niños me da un móvil. Es tu madre, dice. ¿No ibas a venir hoy?, pregunta mi madre. Voy para allá. Mi madre comienza a decir cosas muy raras. Dice que no recuerda cuándo se quedó viuda, dice que bajo la ventana, dentro del dormitorio, hay un coche aparcado con un hombre durmiendo dentro, dice que no recuerda cuándo empezó a usar faldas de crepe, dice que vaya cuanto antes. Pienso que ha perdido la cabeza del todo. Salto de la barca y corro por una avenida con árboles. Veo a Blanco apoyado en uno. Mi madre ha perdido el juicio, le digo. Me da la mano. Iré contigo, dice. ¿Te ha pillado por sorpresa?, me pregunta. No. Me aprieta la mano, me da un meso en la cabeza a través del pelo.

pretendiente

viernes, 25 mayo 2012. Un chico muy joven me coge de la mano. Me cuenta que es diseñador de muebles, me dice cómo será nuestra casa. Tendremos una lancha, dice. Lo miro son sorprenderme. Le digo que podría ser su madre. Corramos, dice. Echamos a correr, corro muchos más rápido que él a pesar de llevar tacones. Lo ves, me dice, no eres tan mayor. Llegamos a un bar. Dice que cada diez minutos cambian el mobiliario, el próximo es el suyo. Nos sentamos en unos taburetes de colores que parecen de guardería. De repente veo a Purranki, lo abrazo, le pregunto qué hizo con "El potadero". Dice que lo envió a una editorial portuguesa y a otra inglesa. ¿Qué pasó? Se los pasaron por los huevos, dice. Nos reímos. En una mesa veo a Fernando cenando con tres chicas saharauis. Menuda sorpresa, le digo. Nos abrazamos, le levanta en volandas. No pesa nada, dice. Le presento a Purranki. En otras mesas veo a Alberto, Agustín y Juan. Ya están cenando. Juan está de pie, le acerco uno de los taburetes que ha diseñado mi supuesto pretendiente. Son taburetes de hierro con una especie de cinturón también de hierro para atarte mientras cenas. Cuando Purranki ve los taburetes y a todos atados mientras comen, me dice: Ya me imagino cómo será tu casa.

ese gesto

jueves, 24 mayo 2012. Hay una especie de congreso de poetas en un pueblo. Me deslizo por las calles empedradas sin andar, sólo impulsándome sobre dos cristales redondos que hacen de patín. Veo a algunos amigos. Javier, por ejemplo, echa las cartas a un tipo. Llego hasta una sale enorme donde hay una exposición de dibujos de sillas. Algunas tienen tres patas. Andrés dice que lo está pasando muy bien, que ha aprendido mucho. Le digo que no pienso quedarme ni un segundo más, que nada de eso tiene sentido. Vamos a comer algo, dice y se acerca a un stand con pollos. Los pollos llevan una cadenita como si fueran llaveros. Lo ves, aquí todo es mentira, le digo y después le señalo la silla de tres patas. Veo una piedra muy negra y muy brillante en e suelo, la aprieto en el puño. Aparece Marcos. Voy a sacarte de aquí, dice. Se pone a mi lado y coge de la mano suavemente. Me sorprende ese gesto. Gracias, gracias, le repito.

discreto

martes, 22 mayo 2012. Miro el río y la que fue mi casa de calle Salitre desde un mirador que cada vez es más alto. El río en vez de agua lleva personas que caminan lentamente, parecen hormigas. Alguien con una libreta me pregunta si me quedaré a comer. Le digo que no. Apunta algo y se va. Llega Silvestre, se pone a mi lado, miramos el río en silencio. Dice que él tampoco puede quedarse. La próxima vez te contaré la nueva novela que quiero escribir, le digo. Se pone muy contento, se sube de un salto al bordillo de la acera. Dame un abrazo, dice. Le digo que con sus dos metros y sobre el bordillo no voy a llegar. Se ríe, me abraza. Cuéntame esa novela, seré discreto, dice.

azules muy azules


lunes, 21 mayo 2012. Estoy en una catedral inmensa donde se entregan unos premios de poesía. Antonio está en primera fila, esperando que digan su nombre. Al pasar entre la gente, me entero de los nombres de los ganadores y ninguno es Antonio. Le digo que nos vayamos, que todo eso da lo mismo. Él quiere quedarse. Intento salir de allí, pero me cuesta porque hay mucha gente. En la sacristía veo a Javier. Tiene delante un plato de carne cruda. Me ofrece. Meto el plato en una radio antigua y al cabo de unos segundos la carne está perfectamente cocinada. Javier me pregunta por mis zapatos morados. Le cuento que se los regalé a María. Después le hablo de que prefiero los zapatos grandes a los pequeños y el porqué. Doy unos cuantos saltos en el suelo.
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Begoña me pregunta de qué color tiene los ojos Chivite. Le digo que azules. Saca mi cámara del bolso, quiere que le enseñe alguna foto. Paso las fotos para elegir una y enseñársela, pero pienso que a él no le gustaría que fuera enseñando fotos por ahí. Guardo la cámara sin enseñarle ninguna. Son azules, muy azules, le digo.